miércoles, 23 de diciembre de 2020

OCTAVARIO AL DULCE NOMBRE DE JESÚS

 


 

Jesús: ¡qué nombre tan tierno!

Jesús: ¡qué bello qué hermoso!

Jesús: ¡qué galán esposo!

Jesús: asombra al infierno.

Jesús: hijo del Eterno,

Jesús: hijo de María,

Jesús: toda mi alegría,

Jesús: toda mi dulzura,

Jesús: ¡qué bella hermosura!

Jesús: ¡qué gran melodía!

 

 

LAS HUMILLACIONES Y EXALTACIONES DE JESÚS MEDITADAS EN ESTE OCTAVARIO EN HONOR DE SU DULCISIMO NOMBRE

 

Dispuesto por el M. R. P. Fr. Domingo Comerma de la Orden de Predicadores.

 

 

TIEMPO Y MODO DE HACER ESTE OCTAVARIO

El tiempo más a propósito para hacer este devoto octavario es en los ocho días de la octava de Pascua de Resurrección, en que la Iglesia nuestra madre acaba de recordarnos las mayores humillaciones de nuestro Divino Salvador, y empieza a celebrar sus más brillantes triunfos y exaltaciones. Pero podrá hacerse también en otro cualquier tiempo del año, en la iglesia o en casa, delante de alguna imagen de nuestro Divino Redentor, confesando y comulgando en alguno de los días del octavario, y comenzando cada día el ejercicio, después de hecha la señal De la cruz, con el siguiente:

 

 

ACTO DE CONTRICIÓN

Soberano Señor y Padre amantísimo de nuestras almas, dulcísimo Je sus, purificad mi corazón, y enderezad mis pensamientos para meditar con fruto en este octavario vuestras humillaciones y exaltaciones en honor de vuestro Santísimo Nombre. Y si mis culpas han de impedir el buen efecto de esta meditación, ya postrado a vuestros píes, creyendo en Vos y en cuanto cree y me propone creer la Iglesia católica, apostólica, romana, esperando en Vos, en vuestra infinita misericordia vinculada en vuestro amabilísimo nombre de Jesús, y amándoos sobre todas las cosas, me arrepiento de todos mis pecados y desvíos, y me pesa de lo más íntimo de mi corazón de haberos ofendido, por ser Vos quien sois bondad infinita, y el único y sumo bien a quien debo amar; y propongo no ofenderos más, ayudado de vuestra gracia. Por vuestro dulcísimo nombre, oh clementísimo Jesús, usad conmigo de piedad, perdonadme mis pecados, avivad mi fé, fortaleced mi esperanza, y encendedme en la caridad para amaros con todo mi corazón, con toda mi alma y con todo mi entendimiento, a fin de que, sirviéndoos en todo, y alabándoos continuamente en esta vida, merezca continuarlo después por toda la eternidad en la gloria. Amén.

 

 

DÍA PRIMERO

ORACIÓN

Oh amabilísimo Jesús, que para exaltar al hombre os abatisteis y humillasteis hasta el extremo no solo de vestir su carne y naturaleza, sino también de cargar sobre Vos sus miserias y enfermedades, y satisfacer por sus culpas; haced que conozca yo la grandeza de este beneficio y el exceso de vuestra dignación y de vuestro amor. Vuestro abatimiento es la viva fuente y el único fecundo principio de mi verdadera grandeza. Vos os humillasteis a ser hombre, para que yo llegara a ser hijo de Dios. Haced pues, o buen Jesús, que sepa yo apreciar la sublime dignidad que me elevasteis con vuestra humillación; que con un corazón puro os ofrezca las más rendidas gracias por tanta dignación y amor; que os reconozca y ame por mi Salvador, y bendiga sin cesar vuestro dulcísimo nombre de Jesús; y que el ejemplo de vuestro abatimiento y humillación destierre de mi corazón el espíritu de soberbia y orgullo, para merecer así vuestra gracia en esta vida y la exaltación después en vuestra gloria. Amen.

 

Ahora se saludará cinco veces el dulcísimo nombre de Jesús según las cinco letras que le componen, diciendo cada vez un Padre nuestro y Ave María, del modo siguiente:

 

 

Jesús, que por obediente

tanto sufristeis, y tanto,

haced que derrita en llanto

mi corazón penitente.

Padre nuestro y Ave María

 

Ea pues, ya que, o mi Dios,

por mí morís afrentado,

haced que muera al pecado,

y resucite con Vos.

Padre nuestro y Ave María.

 

Si Vos todo sois amor,

y Dios todo os lo concede,

¡dulce Jesús! ¿qué no puede

esperar el pecador?

Padre nuestro y Ave María.

 

Una vez vuestra bondad

no nos señala otro nombre

que pueda salvar al hombre,

salvadnos por piedad.

Padre nuestro y Ave María.

 

Si Jesús, en la memoria,

de vuestro nombre esperamos

la gracia mientras vivamos,

y al morir la eterna gloria.

Padre nuestro y Ave María.

 

 

Se concluirá diciendo:

 

Por siempre sea bendito el dulcísimo nombre de Jesús ahora y por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ahora alentando cada uno su devoción y confianza, pedirá al Señor la gracia o favor especial que desee y necesite. después se dirá la siguiente:

 

ORACIÓN

Omnipotente y eterno Dios, que, a vuestro unigénito Hijo, por haberse humillado y anonadado, y haberos obedecido hasta la muerte y muerte de cruz, le exaltasteis con su resurrección triunfante y su ascensión gloriosa en el cielo, colocándole allí a vuestra diestra; y queriendo que se distinguiese con el glorioso nombre de Jesús, nombre sobre todo nombre, con el cual fuese conocido en el cielo y en la tierra y en cuya reverencia doblasen la rodilla todas las criaturas del universo; concedednos por vuestra infinita bondad, que imitando sus divinos ejemplos, y honrando su santo Nombre en la tierra, merezcamos después acompañarlo en sus triunfos, y gozar de su divina presencia en el cielo. Amén.

 

Aquí podrá añadirse el siguiente coloquio y petición, y se concluirá con los gozos:

 

COLOQUIO Y PETICIÓN

Jesús nombre suavísimo de mi Redentor Jesucristo, á Vos clamo, porque de Jesús todo mi bien espero. Jesús fuente de delicias, por Vos suspiro, porque en Jesús solo me recreo. Jesús manantial de dulzuras, por Vos anhelo, porque sois Jesús mi suavidad. Jesús me anime, porque mi vida es Jesús. Jesús me aliente, porque mi alivio es Jesús. Jesús me alumbre, porque mi sol es Jesús. Jesús me defienda, porque mi amparo es Jesús. Jesús me acompañe, porque mi amigo es Jesús. Jesús me encamine, porque mi guía es Jesús. Jesús me favorezca porque mi valedor es Jesús. Jesús en todo me valga, porque Jesús es mi bien en todo. Oh Jesús, ambrosia divina, saciad mi corazón. Oh Jesús, néctar mirífico, inebriad mi alma. Oh Jesús, maná celestial, alimentad mis afectos. Oh Jesús, armonía soberana, encantad a mis sentidos Ilustradme, Jesús, portentoso lucero del empíreo. Enfervorizadme, Jesús, lumbre de todo el universo. Abrasadme, Jesús, vivo incendio de los corazones. Clarificad, Jesús, mi entendimiento con vuestro resplandor. Consolad, Jesús, mi memoria con vuestra presencia. inflamad, Jesús, mi voluntad con los rayos de vuestro amor. Oh Jesús pio, Jesús misericordioso, Jesús amante, Jesús clemente y Jesús benigno, en vuestra suprema virtud solicito el perdón de mis pecados, la remisión de mis culpas, el remedio para mis negligencias, la conservación y perseverancia en la divina gracia para honra y gloria vuestra. Amén.

 

 

GOZOS

¡Oh Jesús mi dulce amor!

Único asilo del hombre: _

R/: ¡Oh Jesús! por vuestro nombre

Perdonad al pecador.

 

A ocho días de nacido,

Jesús su sangre derrama,

Y entonces Jesús se llama,

Piedad ofreciendo herido;

Su sangre así lo ha pedido,

Como la de Abel rigor:

 

El infierno, tierra y cielo,

Siempre que á Jesús se nombra,

Aquel de temor se asombra,

Y estos explican el consuelo,

De rodillas por el suelo

Rinden culto a vuestro honor:

 

Dios nos convida benigno,

Que este nombre pronunciemos,

Pues que con él echaremos

Al espíritu maligno;

Nombre que solo fué digno

De ser siempre vencedor:

 

Jesús difunde mil gustos

A potencias y sentidos,

Cuando llega a los oídos

De pecadores y justos:

A unos les quita los sustos

Y a otros infunde fervor:

 

Este nombre justifica

Al pecador obstinado,

Si aborreciendo el pecado,

A Dios todo se dedica;

Pues que Jesús significa

Lo mismo que Salvador:

 

¡Oh Jesús, Pastor divino!

Es vuestro nombre el cayado

Con que guiais al errado,

Como a Pablo, en el camino;

También al grande Agustino

Le ilustró vuestro favor:

 

 

Pablo, al morir con firmeza,

Tres veces Jesús clamó,

Y en el tablado saltó

Otras tantas su cabeza;

Prodigio cuya extrañeza

Lleno a todos de estupor:

 

A Ignacio martirizado

El pecho el tirano abrió,

Y en él de Jesús halló

El nombre impreso y dorado

¡O mérito bien pagado

Con este premio de amor!

 

Jesús, por vuestra bondad

Concedednos, que al morir

Logremos el repetir,

Oh Jesús, Jesús, piedad;

Y que con tal suavidad

Espiremos de dolor:

 

¡Oh Jesús, mi dulce amor,

Único asilo del hombre:

R/: ¡O Jesús! por vuestro nombre

Perdonad al pecador.

 

ANTÍFONA: Al nombre de Jesús toda rodilla se doble, en el Cielo, en la Tierra, en el Abismo, y toda lengua proclama: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

 

L/: Alabaré tu nombre por siempre jamás.

R/: Lo ensalzaré dándote gracias.

 

ORACIÓN: Al venerar el santísimo nombre de Jesús, te rogamos, Señor, que, después de gustar su dulzura en este mundo, recibamos en el cielo los gozos eternos. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.

 

 

DÍA SEGUNDO

ORACIÓN

Oh humildísimo Jesús, que, siendo la obediencia propia de la humildad, manifestasteis cuan profunda fué la vuestra, pues a más de haber tomado la forma de esclavo para reparar nuestra inobediencia, estuvisteis siempre tan rendido a la voluntad de vuestro eterno Padre, que protestasteis que habíais bajado del cielo, no para hacer vuestra voluntad sino la de vuestro Padre celestial; haced que no viva yo sino para hacer vuestra divina voluntad, obedeciendo con fidelidad vuestros divinos preceptos, y siguiendo con pronta exactitud vuestras amorosas inspiraciones. Dadme, Señor, una verdadera docilidad de espíritu, y grabad en mi corazón la más tierna devoción a vuestro Santísimo nombre de Jesús, que me inspire aquella mansedumbre, humildad y obediencia que queréis aprendamos de Vos. Llevadme, obedientísimo Jesús hacia Vos, para que os siga apresuradamente, corriendo tras el olor de vuestros ejemplos, y merezca después tener parte en vuestras recompensas acompañándoos en vuestras exaltaciones y en vuestra gloria. Amén.

 

 

DÍA TERCERO

ORACIÓN

Obedientísimo Jesús, que, para dar cumplimiento al decreto de vuestro Eterno Padre, y consumar la obra que os había impuesto de nuestra redención, llevasteis vuestra obediencia hasta el punto de aceptar por ella la muerte; haced que en adelante os adoro yo con un corazón verdaderamente contrito y humillado; que acordándome de vuestra muerte os ame con ternura y con ardor; que, por vuestra muerte, por la cual vivo y espero vivir eternamente, muera para mí y solo viva para Vos. Esta fué la causa de haber Vos muerto por nosotros, como lo expresasteis por medio de vuestro siervo Pablo: Para que los que viven, no vivan para sí, sino para aquel que murió por ellos. Concededme pues, amantísimo Jesús, el morir así para no morir. Sea vuestra misma muerte mi consuelo, mi resignación y aliento en la hora de mi muerte; sea entonces la invocación fervorosa de vuestro dulcísimo nombre de Jesús la que cierre mis labios y me arrebate hacia Vos, para acompañaros después, vivir con Vos y alabaros por toda la eternidad en la gloria. Amén.

 

 

 

 

DÍA CUARTO

ORACIÓN

Oh humildísimo y obedientísimo Jesús, que no contento de habernos manifestado el extremo de vuestra humillación y obediencia, muriendo por nuestro amor, quisisteis aun con el modo y género de muerte dar nos un testimonio todavía mayor, sujetándoos a la ignominia de la cruz, que según las leyes de los judíos y romanos era el suplicio a que solo se condenaban los famosos ladrones y los homicidas; desde ahora en adelante os miraré en la cruz como á mi Dios, como a mi Salvador y como a mi Padre. Un Dios en la cruz me descubrirá el precio y el mérito de las cruces, esto es, de las humillaciones, de los abatimientos y de los trabajos, que sufriré con la más rendida obediencia y resignación. Un Salvador en la cruz será un apoyo el más seguro de la esperanza de mi salvación. Un Padre en la cruz será un objeto de la mayor ternura que arrebatará mi corazón. Concededme, amabilísimo Jesús, que viva yo llevando vuestra cruz; que muera invocando con fervor vuestro dulcísimo Nombre y abrazando vuestra cruz, sin dejarla hasta que entregue mi alma en vuestras manos. En Vos espero, divino Salvador, que con vuestra gracia me servirá la cruz en vida de regla para vivir, en muerte de fundamento para confiar, y después de ella de motivo para alegrarme con Vos por toda la eternidad en la gloria. Amén.

 

 

 

DÍA QUINTO

ORACIÓN

¡O gloriosísimo Jesús, exaltado á grande gloria por el mismo medio con que pretendieron los judíos oscurecer vuestro Santísimo Nombre! Ellos creyeron que, poniéndoos en una cruz, instrumento de oprobio y de ignominia, lograrían el designio de acabaros y destruiros; pero por lo mismo, dice vuestro Apóstol, os exaltó vuestro Eterno Padre, haciendo que ostentaseis la gloria de vuestro Nombre desde el mismo teatro de vuestra confusión. Desde la misma cruz dispusisteis del reino de los cielos; por ella triunfasteis del príncipe de este mundo; y á. ella la colocasteis sobre las ruinas de la idolatría y de la infidelidad. Desde la cruz atrajisteis á Vos todas las cosas: desde ella llamasteis para formar vuestro nuevo reino a los gentiles de todo el universo; y ella fue el divino estandarte con que los reunisteis. Desde lo alto de esta señal divina vencisteis a todas las potestades enemigas, obligándolas a respetar vuestro. santísimo nombre de Jesús. Sea pues. amantísimo Redentor, mi divisa gloriosa vuestra cruz; sea vuestro dulcísimo nombre de Jesús el título que me honre, y la ofrenda de mi último triunfo en la hora de mi muerte, para triunfar después exaltado con Vos eternamente en la gloria. Amén.

 

 

DÍA SEXTO

ORACIÓN

¡Oh divino Salvador! por lo mucho que os humillasteis, os dio vuestro Padre celestial un nombre superior o todo nombre, queriendo que os llamaseis Jesús, nombre el más bello, más grande y más precioso de todos los nombres, fuera del cual no hay otro debajo del cielo en cuya virtud podamos salvarnos. Toda vuestra vida, amabilísimo Jesús, quisisteis llevar este santo nombre: en vuestra muerte quisisteis que públicamente se fijase sobre vuestra divina cabeza; y sentado en el cielo a la diestra de vuestro Eterno Padre, os gloriáis de llamaros con este nombre, y de decir, como dijisteis a vuestro Apóstol: Yo soy Jesús. Elevad, pues, Vos mismo, Jesús mío, y animad las potencias de mi alma, para penetrar el misterio de este grande Nombre: haced que yo guste su dulzura; que le pronuncie con frecuencia, sustituyéndole, según el fin de esta santa Cofradía, a las blasfemias con que muchos os ofenden; que nunca le pronuncie sin amor; que siempre le pronuncie con confianza y respeto, y que reciba siempre los efectos de la gracia, que puede y debe producir en mí. Y ya que tanto os apreciáis de ser mi Salvador, que esto significa vuestro dulce nombre de Jesús, haced que tanto como deseáis Vos ser efectivamente mi salvador, desee yo ardientemente salvarme; que tanto como deseáis Vos verme y coronarme en el cielo, desee con ansia yo veros y amaros allí por toda una eternidad de gloria. Amén.

 

 

DÍA SÉPTIMO

ORACIÓN

¡O amabilísimo Jesús! A vuestro santísimo Nombre doblan la rodilla todas cuantas criaturas hay en el cielo, en la tierra y en los abismos. ¡Qué reverencia, pues, qué respeto y devoción deberé profesar yo a este divino Nombre! Nombre impuesto por vuestro Eterno Padre, traído por ministerio de un ángel, y tan merecido por Vos con vuestras humillaciones, con vuestra obediencia, con vuestra muerte y con la ignominia de la cruz. Nombre poderoso, en cuya virtud se han obrado los mayores y más auténticos milagros. Nombre insigne, conducido por el celo de los Apóstoles a los gentiles y a todos los Reyes de la tierra. Nombre augusto, a quien todos los santos profesaron la más tierna devoción, y por cuya confesión se gloriaron y complacieron los mártires en sufrir los más crueles tormentos. Nombre, en fin, poderoso y propicio, por cuyo respeto son oídas y bien despachadas nuestras oraciones, y se consiguen los favores y bendiciones que necesitamos. De hoy en adelante, pues, amable Jesús mío, profesaré la más tierna devoción a vuestro dulcísimo Nombre, le tendré grabado en mi corazón, le invocare y proferiré de continuo con la más rendida y profunda reverencia, esperando me concederéis la gracia de que sea todo mi consuelo y todo mi refugio en la hora de mi muerte, para ben decirle después con vuestra Madre santísima, con los ángeles y bienaventurados por toda la eternidad en la gloria. Amén.

 

 

DÍA OCTAVO

ORACIÓN

¡Oh divino y soberano Redentor! justo era que vuestro Eterno Padre, después de haber manifestado Vos su nombre a los hombres, y haber consumado la obra que os había encargado, satisfecha con la efusión de vuestra sangre su justicia, y cumplida en todo por Vos su divina voluntad, os glorificará y elevará a un estado proporcionado a la grandeza de sus obras, dándoos una recompensa que correspondiese a la profundidad de vuestras humillaciones y al mérito de vuestra obediencia, distinguiéndoos con una gloria ‘que compensara vuestra ignominia, colocándoos a su diestra, y poniéndoos en posesión de todos los derechos que os da este Nombre divino, incomparable y superior a todo otro nombre, con que el mismo os distinguió, y haciendo no solamente que a vuestro augusto nombre de Jesús doblen la rodilla todas las criaturas del cielo, de la tierra y del infierno; sino también que todas las lenguas de los hombres y de los ángeles confiesen y publiquen que estáis en la gloria de vuestro Eterno Padre, que vuestra gloria es igual a la suya, que con todo de haberos tan humillado y haberle obedecido hasta la muerte, y muerte de cruz, sois el resplandor de su gloria, infinito como él, eterno como él, inmenso como él, inmortal como él, todopoderoso como él, Dios como él y un solo Dios con él. Solo resta, dulcísimo Jesús mío, que al lado de vuestro Eterno Padre ejerzáis para con él a favor nuestro las funciones de abogado; que por vuestra misericordia ninguno de vuestros hijos se pierda, singularmente de los devotos y cofrades de vuestro santísimo Nombre, en honor del cual han meditado vuestras humillaciones y exaltaciones en este octavario; que todos os obedezcamos, imitemos, amemos y alabemos en esta vida, y merezcamos después veros, gozaros y bendeciros por toda la eternidad en la gloria. Amén.

 


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