OCTAVARIO
DEL NIÑO DIOS
Dispuesto
por el Dr. Domingo Malegat, presbítero canónigo de la Iglesia Catedral de
Lérida.
Lérida,
España
Año
de 1773
ACTO
DE CONTRICIÓN
Señor
mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, Criador, Padre y Redentor mío, mi
principio, mi fin, mi todo, os contemplo allá en la cueva de Belén, y con la
humildad, sencillez y viva fé de aquellos pastores que vinieron presurosos a
ella para adoraros, os reconozco, desde luego, por las señas que les dio el
ángel, con solo veros envuelto en pañales y reclinado en un pesebre. Vos, Jesús
mío, Señor absoluto de todo, Omnipotente. Eterno, en una palabra infinitamente
perfecto, tomáis nuestra carne mortal y con ella todas nuestras miserias menos
el pecado, y esto ya poder padecer mil y mil tormentos hasta morir en una cruz
por mí, infeliz gusano hediondo y despreciable que nada merecía y de quien
podíais prescindir, como de todo lo que no sois Vos pues os bastáis Vos solo; y
sois tan generoso, a padecer tan grande, al último que de queréis vuestra Vida
mortal, sino que en instante de haber nacido queréis que vuestro sagrado e
inocentísimo cuerpo sienta todas las inclemencias de la más cruda estación y
las consecuencias de la mayor pobreza; virtud que estimáis tanto, que disponéis
ser reconocido por ella, por unos pobrísimos. pañales y. une miserable,
pesebre. ¡Cuán generoso sois, Jesús dulcísimo! ¡Cuán generoso para conmigo que
sabíais había de corresponderos con la más culpable ingratitud! ¿y he podido
desconoceros, y lo que, es más, ofenderos?... Perdón Jesús mío, perdón. Ya
confuso y avergonzado, postrado a vuestras plantas, repito que os reconozco, os
confieso y adoro por mi único Dios y Señor, creo en Vos muy de veras, espero en
Vos con la más firme confianza y os amo con toda mi alma, más que a mí mismo y
más que a todas las cosas, y de lo íntimo de mi corazón con toda sinceridad os
digo, que por ser vos quien sois, me pesa… y me pesa que no me pese más de
haber pecado. Propongo firmemente, ayudado de vuestra gracia, confesar
debidamente todos mis pecados, no volver más a ofenderos, y arrepentido del
todo de haberos servido tan mal, procurar en adelante fielmente serviros y cada
día más y más en amaros hasta morir abrasado en vuestro santo amor. Ayudadme
Jesús mío, para que así lo cumpla como humilde y fervorosamente os lo pido, por
vuestro Santo Nacimiento, favor especial que anhelo saber agradeceros para
gloria vuestra y aprovechamiento espiritual mío. Amén.
DÍA
PRIMERO
ORACIÓN
¡Oh
cuan agraciado sois, amado Niño! Yo os contemplo recién nacido en la más pobre
y humilde choza del Mundo, pues era toda de unos peñascos naturales y toscos,
sin género de curiosidad, ni artificio, que los hombres tenían solo para
albergue de animales, pero, sin embargo, de tanta incomodidad, preordenada por
vuestro Eterno Padre para abrigo y habitación vuestra. Ella fue el primer
templo de la luz, y casa del verdadero Sol de Justicia, que había de nacer de
la candidísima Aurora María, en medio de las tinieblas de la noche (símbolo de
las del pecado) que ocupaban todo el mundo. Ella fue consagrada por el Eterno
Padre con los adornos de desnudez, soledad y pobreza. Ella fue la más
desacomodada, pero la más limpia, porque fue aseada lo mejor que se pudo por
vuestra Madre Purísima y San José, acordándome con esta acción de limpieza que
yo debo tener en mi alma, para que vos renazcáis en ella espiritualmente por
gracia. Dádmela Jesús mío, por vuestro santo nacimiento. Amén.
ORACIÓN
PARA TODOS LOS DÍAS
Os adoro, amable Niño del pesebre, el más humilde y el más grande de los hijos de los hombres y el más pobre y el más rico, el más débil y el más poderoso. Os bendigo, porque os habéis dignado descender hasta mí, para ser mi modelo en la práctica de todas las virtudes, mi guía en las dificultades de la vida y mí, consuelo en los días de aflicción. Os amo, porque venís a mí con amor infinito; con amor generoso, al que no cansan mis ingratitudes; con amor obsequioso, que se anticipa a los tardíos impulsos de mi corazón; con amor paciente, que espera mi conversión para amarme más tiernamente aún. Por eso, con el corazón lleno de agradecimiento, de rodillas al pie de este lecho de paja, os adoro, bendigo y amo, con todo el fervor de mi alma, y me atrevo a levantar mis ojos hasta mi Dios, que se digna mirarme. Amén.
Se
rezan tres Padres nuestros, Aves Marías y Glorias Patri.
ANTÍFONA
Hoy
Cristo ha nacido; hoy el Salvador ha aparecido; hoy en la tierra
cantan los ángeles; hoy se alegran los justos diciendo: Gloria a Dios en las
alturas, Aleluya.
L/:
Cristo a nacido
R/:
Venid adoremos
ORACIÓN: Oh
Dios, que has hecho resplandecer esta noche santísima con el resplandor de la
luz verdadera, concédenos gozar también en el cielo a quienes hemos
experimentado este misterio de luz en la tierra. Por nuestro Señor Jesucristo.
DÍA
SEGUNDO
ORACIÓN
¡Oh
Jesús mío, a quien mil veces amo y adoro! Yo os contemplo cuando luego de nacido,
os recibió en sus brazos vuestra purísima Madre, que, mirándoos recíprocamente,
os hirió ella el corazón, quedando juntamente transformada en Vos. Aquí os
adoro con la más profunda humildad y reverencia, y os beso vuestros sagrados
pies. Aquí os diría: ¡Oh dulcísimo amor mío, lumbre de mis ojos, y ser de mi
alma! Venid en hora buena al mundo, Sol de Justicia, para desterrar las
tinieblas del pecado y de la muerte. Redimid a vuestros siervos, y vea toda
carne a quien le trae la salud. ¡Oh que ternura sentiría en su corazón, cuando
os decía estas o semejantes palabras! ¡Que júbilo de alegría al mirar vuestra
tan extraña hermosura! Dadme Señor, parte de sus divinos incendios, para que os
ame con todo mi corazón con toda mi alma y con todas mis fuerzas. Concedédmela por vuestro Santo Nacimiento. Amén.
DÍA
TERCERO
ORACIÓN
¡Oh
amado Niño por quien vive mi corazón! Yo os contemplo arrimado al sagrado
rostro y pechos de vuestra Madre Santísima, en donde os adoro con profundísima
humildad, y de lágrimas vuestro Padre putativo San José. Justo era Señor, que
os adorase y reverenciase antes que otro alguno de los mortales, a excepción de
su Esposa, vuestra Madre, pues era entre todos, escogido para despensero fiel
de tan alto misterio. Allí os besó los pies con tanto júbilo y admiración, que
le arrebatara y disolviera la vida, si no le conservara la virtud divina. ¡Oh
que deseo tendría de administrar a la Virgen las fajas y pañales, que sin duda
ya traerían prevenidos! ¡Que ansias de tener grandes brocados, con que serviros,
haciéndoos preciosos pañales para esa ocasión! ¡Que cuidado en hacer el oficio
de Padre de vuestra Majestad! Dadme Jesús mío, parte de su solicitud, para que
yo ponga toda mi diligencia en serviros. Concedédmela por vuestro Santo
Nacimiento. Amén.
DÍA
CUARTO
ORACIÓN
¡Oh
dulzura de mi corazón, Jesús, vida mía! Yo os contemplo, cuando vuestra
amorosísima Madre os envolvió en los pañales, y os reclinó después en el
Pesebre, aplicando algunas pajas y heno que en la tierra tuvisteis, fuera de
sus castísimos brazos. Aquí os considero el más olvidado del mundo, pero el
obsequio que os negaron los hombres, os lo dieron dos venturosos animales, que,
arrodillándose ante vuestra Majestad, os adoraron con reverencia que pudieron. Aquí,
estando vos tiritando de frío, os calentaron con su aliento, reconociéndoos por
su Criador, y se cumplió milagrosamente la profecía de Isaías, que
conoció el buey a su Dueño y el jumento al pesebre de su Señor, y no lo conoció
Israel, ni su pueblo tuvo inteligencia. ¡Que confusión para mí, Jesús
mío! ¿cómo no me asombro lleno de rubor y vergüenza, al ver que los mismos
brutos acusan mi ingratitud, y me enseñan el honor, la reverencia y obsequio,
que como a mi Criador os debo? Concededme Señor, su cumplimiento por vuestra
Santa Navidad. Amén.
DÍA
QUINTO
ORACIÓN
¡Oh
Jesús, dulce bien de mi vida! Yo os contemplo en el pesebre, sin más cortejo
que el de las bestias, pero adorado luego de la Corte Celestial, asistiendo
allí con especial modo la Beatísima Trinidad. Allí sobrevino de improviso gran
multitud de Celestial Milicia, que, en agradecimiento al Eterno Padre,
cantaron: Gloria a Dios en la Alturas, y paz en la tierra al hombre de
buena voluntad. Allí os adoraron millares de Ángeles, como a su Criador,
repitiendo con dulcísima y sonora armonía, aquel mismo y nuevo cántico,
admirados de las nuevas maravillas, que veían puestas en ejecución. Y así, con
alegría, con júbilo y con regocijo, anunciaron al mundo la paz, que por medio
de vuestro Nacimiento amanecía a los hombres. No permitáis pues, Jesús mío, que
yo viva con guerra y desasosiego interior, habiendo venido al mundo en tiempo
tan feliz. Dadme la verdadera paz de mi corazón, haciendo que aborrezca todo
pecado, y mortifique mis pasiones vigorosamente. Concedédmela Señor, por
vuestro Santo Nacimiento. Amén.
DÍA
SEXTO
ORACIÓN
¡Oh amado Jesús, a quien deseo tener entre mis
brazos! Yo os contemplo en el lugar más incomodo del mundo, cual es un establo,
sufriendo frío, desnude, y la dureza del pesebre en que os reclinaron, pero
adorado de los pastores de aquella región, que, postrados en tierra, os
confesaron y engrandecieron por verdadero Dios y Hombre, y Reparador del linaje
humano. No vinieron, no, con las manos vacías, antes bien, cada uno de ellos os
llevaba un donecillo, que su pobreza les permitía, para demostración de su
afecto. Ellos merecieron ser convidados por los Ángeles, como primicias de los
Santos, por la pureza y sencillez de su corazón. ¡Oh que dichosos fueron,
porque tenían mayor semejanza con vuestra Majestad! Autor de la vida, tanto
cuanto eran más disimiles del fausto, vanidad, y ostentación mundana. Que
felices, porque representaban con estas condiciones el oficio que Vos venias a
ejercer, de Pastor bueno, esto es, a reconocer vuestras ovejas, y ser de ellas
reconocido. Haced Señor, que os reconozca como a piadoso y verdadero Pastor de
mi alma, buscándoos con la pureza y diligencias de los santos Pastores.
Concedédmela por vuestro Santo Nacimiento. Amén.
DÍA
SÉPTIMO
ORACIÓN
¡Oh
amoroso Jesús, a quien deseo amar de todo corazón! Yo os contemplo sobre las
pajas del Pesebre, y todo bañado de aquellas lágrimas que ya empezabas a
derramar por los hombres. Pero adorado de aquellos tres Santos Reyes, que solo
por veros, vinieron con tanto afán de las partes del Oriente, y postrados en
tierra os adoraron por verdadero Dios y hombres, Reparador del Universo. Aquí darían
mil enhorabuenas a María Santísima, por ser Madre del Hijo del Eterno Padre, y
también al Patriarca San José, por la dignidad grande de ser Esposo de la Madre
del mismo Dios, y sintiendo la llama del divino incendio que abrasaba sus corazones,
sin poderse contener dirían interiormente: Que eficacia la de este gran
Rey, que nos mueve a tales deseos ¡Oh grandeza del Omnipotente, escondida en
tanta pobreza! ¡Oh humildad nunca imaginada de los mortales! ¡Quien pudiera
hacer, que todos os conocieran, para que ninguno se privara de tanta felicidad!
Y abriendo seguidamente sus tesoros os ofrecieron oro como a Rey, incienso como
a Dios, y mirra como a hombre mortal. Oh Jesús mío, y si yo los imitase, ofreciéndoos
el oro purísimo de la observancia de vuestra Santa Ley, el incienso de odoríferas
virtudes, y la mirra de una perfecta mortificación de todas mis pasiones. Concedédmelo
Señor, por vuestro Santo Nacimiento. Amén.
DÍA
OCTAVO
ORACIÓN
¡Oh
Jesús mío, a cuya violencia quisiera desfallecer! Yo os contemplo en el Portal
de Belén, adorado de vuestra Madre y San José, de Ángeles y Pastores, y
evangelizado por los mismos Ángeles a diversas partes del mundo, pero a los
ocho días, entregado ya al cuchillo y dolor de la circuncisión, ofreciendo las
primicias de vuestra Sangre en prendas de que toda la daríais para consumar la
Redención. ¡Oh Princesa Divina! ¡Que gélido quedaría vuestro corazón y también
el de vuestro Esposo en este lance! ¡Que lágrimas no saldrían de vuestros ojos,
al ver las que derramaba vuestro tierno Hijo al golpe de este martirio! ¡Solo
el dulcísimo Nombre de Jesús, con que, de orden del Cielo, empezasteis a
llamarle en este día, podía suavizar vuestra pena! ¡Oh Nombre Santísimo!!Oh
Nombre sobre todo nombre! ¡Que dicha Jesús mío, si yo pudiese estamparlo en mi
corazón! Grabadlo Vos, Señor, en mi alma, de manera que nunca se borre, para
que después merezca el mío, ser escrito en el libro de la vida en los Cielos. Hacedlo
por vuestro Santo Nacimiento y Circuncisión. Amén.
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