TRES
DIAS DE EJERCICIOS DEVOTOS EN OBSEQUIO DEL SASTO ROSTRO DE NUESTRO SEÑOR
JESUCRISTO
Dispuestos
por D. Juan Gabriel de Contreras
y
reimpreso con las licencias necesarias.
Madrid
Imprenta
a cargo de D. José M. Canadá, calle de San Marcos y núm., 3.
Año
de 1853.
MODO
DE PRACTICAR LOS EJERCICIOS
Pueden
hacerse en los días veinte y tres, veinte y cuatro y veinte y cinco de cada
mes, o en cualquier viernes o días del año, y para que sean aceptables a Su
Divina Majestad y sirvan de espiritual provecho, conviene sobre todo purificar
la conciencia por medio de la confesión sacramental, con firme propósito de no
reincidir en los pecados confesados, ni dejar de adoptar al- guna mortificación
a juicio del confesor. Si no fuera posible que los ejercicios se hagan ante la
Imagen del Santo Rostro, bastará que se hagan ante una imagen de Nuestro Señor
Jesucristo que le represente en alguno de los pasos de su Pasión cruenta; y que
además de orar con el fin particular que cada uno se proponga, no se olvide el
general que la Iglesia o sus Prelados se pro- ponen en la concesión de las
indulgencias.
ACTO
DE CONTRICION
¡Oh
Amantísimo Dios trino y Uno a tus pies llego a pedirte perdón de cuantos
pecados he cometido contra tu soberana Deidad! Yo, el más ingrato, que tanto te
he menospreciado, arrepentido lloro mis errores; mira, Señor y amado mío, que
te llamas Padre de las misericordias. Si tratas de juzgar el proceso de mis
pecados, yo pongo el Rostro adorable de tu Unigénito amado entre tu juicio y mi
miseria. Yo ofrezco é interpongo los merecimientos de su Pasión en descuento de
mis delitos. Esta Pasión y Muerte de Jesús pongo por medianera entre tu ira
divina y mis pecados para obligarte a que los laves y traspases mi corazón con
las saetas de tu ardiente amor. Ruégote, Señor, que con tu poderosa virtud
penetres lo más íntimo de él, para que llore de día y de noche lo mucho que te
he ofendido, hasta que merezca mi alma contemplarte en el Cielo, y viendo allí
tu Rostro glorioso, admirable y hermosísimo le adore humilde, y lleno de
inefable regocijo dé voces con los que te aman diciendo: «Ya veo lo que
esperaba; ya poseo mi tesoro, porque estoy en los Cielos con aquel Señor a
quien amé estando en la tierra, a quien alabo, adoro y bendigo eterna- mente.
Amen.
Señor,
pequé; habed misericordia de mí. Amen.
SALUTACIÓN
AL SANTÍSIMO ROSTRO PARA TODOS LOS DÍAS
Salúdote,
graciosísimo y hermosísimo Rostro de mi amado y querido Jesús, con tu Santísima
Madre y con todos los soberanos Espíritus, por mi causa afeado con hediondas
salivas y herido con crueles bofetadas. Amén.
Salúdote
en nombre y persona de toda la Iglesia, con todos los Cortesanos del Cielo y
criaturas de la tierra, amantísimo, benignísimo y dulcísimo Rostro de mi dulce,
amante y Redentor Jesús, por mí desfigurado, denegrido y ensangrentado. Amén.
Salúdote,
tesoro incomparable de todo bien y toda felicidad; Ruégote que en la vida me
seas poderoso fomento para amarte, y en la muerte sombra agradable para ir a ti,
y después de ella estancia perpetua en que repose eternamente. Amén.
DÍA
PRIMERO
CONSIDERACIÓN
Considera como llegada la hora de ir ajusticiado al Calvario nuestro Redentor Jesús, después de haber dejado en el patio de Pilatos muchos de sus cabellos sembrados por el suelo; mucha porción de sangre derramada y pedazos de su Santísima carne que arrancaron los azotes, sale finalmente con una cruz pesadísima sobre el hombro, con una soga de esparto a la garganta, una corona de espinas sobre la cabeza, desgreñado y lleno de sangre el cabello, su rostro sembrado de sangrientos cardenales, la frente claveteada con las agudas espinas de la corona, el cuerpo inclinado con el pesado madero, las rodillas temblando, los pies descalzos y llagados, y acompañado de inmenso gentío que desea verle crucificado. Mírale tú, alma mía, caminar rodeado de fariseos y sayones, con dos ladrones a los lados, un verdugo atrás con los clavos, cordeles, martillos y barrenas para crucificarle; un pregonero delante, que, al tañido de una ronca y destemplada trompeta, entre desentonadas voces y confusa gritería, con voces trémulas, publica la sentencia de muerte contra Jesús Nazareno. Así caminaba Jesús por la calle de la Amargura, aborrecido y tenido de todos por el hombre más malo del mundo, cuando una piadosa mujer llamada Verónica, que se hallaba en el retiro de su casa, oye la trompeta, oye el tropel y vocería, y toda sobresaltada sale a la puerta, mira y registra por entre picas, sayones y alabardas, y conoce por el vestido que el ajusticiado era Jesús Nazareno, a quien ella amaba y había oído sus dulces pláticas y dadnos sermones, y con un rayo de luz que el Señor le dio, arrebatada del amor, sin reparar en riesgos ni peligros, atropella por entre el gentío hasta llegar delante del Divino Nazareno; mira su rostro afeado, le ve denegrido, hinchado, lleno de sangre y de asquerosas salivas, todo acardenalado y desfigurado; y enardecida en el amor de su amante Divino y Dueño, se quita el lienzo de su cabeza y limpia su Santísimo Rostro. ¡Oh generosa mujer! No hallo con quien compararte ni tienes otra igual sobre la tierra; pues en un tiempo en que todos se han conjurado contra la vida del Salvador; en un tiempo en que Dios su Padre le ha desamparado y que los Ángeles lloran amargamente sin poderle dar socorro; en un tiempo en que sus Apóstoles le han dejado, le han hecho traición y le han negado; en un tiempo en que su bendita Madre le ha afligido infinitamente viéndola tan dolorosa; en un tiempo en que toda la ciudad de Jerusalén pide a voces su muerte; en un tiempo en que es un delito y un sacrilegio entre los judíos reconocerle por hombre de bien, tú le reconoces por tu Redentor, tú le reverencias como a tu Mesías, tú le adoras como a tu Dios, tú le das consuelo y refrigerio limpiándole su ensangrentado Rostro en medio de sus mayores y más crueles enemigos. Así el Salvador te hizo la fineza que jamás se ha hecho a otra criatura del mundo, que fué dejarte impreso su Santísimo Rostro en tres partes del lienzo.
Aquí
se hace una breve pausa y prosigue:
¡Oh
alma mía! Llega tú, humilde, reverente y rendida, y limpia el Rostro de tu Redentor,
no con el tocado de tu cabeza, si no con las telas de tu corazón, suplicándole te
le deje impreso en tu alma, de tal suerte, que jamás te olvides de él en el resto
de tu vida, ofreciéndole ejercitarte en este sagrado ejercicio para después verle
y gozarle hermoso y resplandeciente en la Gloria. Amén.
Aquí
se reza la estación menor por las almas del Purgatorio que más se ejercitaron en
esta devoción y después se dirá la siguiente:
ORACIÓN
Conozcan
toda tu grandeza, Señor Dios de las misericordias; conozcan tu bondad, amen tu amabilidad,
celébrente los Cielos y aclámete toda la tierra; muera mi corazón derretido en dulces
afectos de amor y agradecimiento, y que te cante cantares de amores con inenarrables
gemidos, porque yo no he sabido amarte, desearte ni buscarte. Suplicóte, amado y
querido mío, que no apartes de mí tu adorable Rostro, ni en el centro de mi
alma se halle otra efigie que tu amable hermosura; y mientras más te posea, más
gima y suspire por ti, para que eternamente me deleite en tu clara vista, y entre
coros de Ángeles te cante un cantar de los Cantares de Sion que solemne y suavemente
resuene por toda la eternidad. Amén.
AFECTOS
DEL CORAZÓN
(Para
todos los días)
Con
todo el afecto de mi corazón os adoro, alabo y glorifico, Santísimo Rostro de mi
amante y querido Redentor, en nombre y persona de toda la Iglesia Católica, deseando
recompensar todo lo que han dejado y dejarán de hacer todas las criaturas
ingratas de la tierra y de los abismos. Amen. Sea tu venerado y amable Rostro
defensa del Romano Pontífice, consuelo del español Monarca, asilo de nuestra Iglesia
Católica, destrucción de la herejía y paganismo, refrigerio de las almas del Purgatorio
y medicina de los pobres pecadores, para que amándote todos en esta vida te canten
sin cesar SANTO, SANTO, SANTO, hasta irla a repetir felices en la Gloria. Amén.
Se
concluirá todos los días con los versos y conmemoración:
PARA
CONCLUIR TODOS LOS DÍAS
Dichosa
la criatura
Que
aquesta vida pasaré
Y
despacio meditaré
La
Pasión de Cristo dura
Si
en su ejercicio procura
Hasta
el fin perseverar,
No
podrá más desear
Pues
se asegura adelante
Que
por fino y por constante
Una
Gloria ha de gozar.
CÁNTICO
DOLOROSO
AL
SANTÍSIMO ROSTRO DE NUESTRO REDENTOR
Dulcísimo
Jesús mío,
Mi
Dios y mi Redentor
R/:
Por tu lastimado Rostro
Abrasadme
en vuestro amor.
Tu
Rostro miro llagado,
Afeado
y denegrido
Todo
sangriento y herido
Y
todo desfigurado.
¡Oh,
qué caro te ha costado
El
querer al pecador!
A
la mejilla inocente
Con
mano de hierro armada
Dan
tan recia bofetada
Que
hacen que en sangre reviente
Y
pues mi corazón siente
Ser
causa de tal rigor.
¡Oh,
quien estuviera allí,
Dulce
amante y Dueño mío,
Y
al golpe de aquel judío
Pusiera
el rostro por ti
Toda
la culpa está en mí
Y
Vos lo pagáis, Señor.
Con
penetrantes espinas
Coronaron
su cabeza
Y
apretándolas con fuerza
Rompen
las sienes divinas
Corriendo
las perlas finas
Por
el Rostro del Señor.
Al
Calvario va llagado
Y
las mejillas llorosas
Con
salivas asquerosas,
Y
el Rostro acardenalado
Denegrido
y afeado
Va,
que el verlo es un dolor.
Con
la craza bien fatigado
La
Verónica le ha visto
Y
limpiando el Rostro a Cristo
En
el lienzo fué estampado
Bien
se le pagó el cuidado
Porque
es muy buen pagador.
Luego
que le desnudaron
Y
que en la cruz le pusieron
Boca
abajo le volvieron
Y
los clavos remacharon:
Su
Rostro más le llagaron
Llenos
de infernal rencor.
Pendiente
está de la cruz
Ya
con señales de muerte
Y
por amarte y quererte
Muere
gustoso Jesús
Su
Rostro y que todo es luz
Te
encienda en divino ardor.
Tu
Rostro, que en la cruz veo.
Ha
de ser de aquí adelante
Mi
querido y fino amante
Mi
descanso y mi recreo
¡Qué
dulce será mi empleo
Con
tal amante y Señor!
DÍA
SEGUNDO
CONSIDERACIÓN
Considera pues, y registra atenta y devotamente aquel Divino Rostro angustiado y entumecido de las abundantes lágrimas que ha derramado, los más de los cabellos arrancados, y los pocos que le han quedado teñidos en sangre, y todas sus hermosísimas facciones desfiguradas; mira su Santísimo Cuerpo doblegado y sin fuerzas ya para soportar el pesado madero; mira la violencia y tropelía, las burletas y risotadas, los empellones y golpes con que le hacen caminar, deseosos de que llegue con vida al monte Calvario para tener el gusto de verle crucificado. Mira como tiran de la soga de la garganta con tanta furia, que entrándose por la carne ya se detiene en el hueso. Mira cómo le atropellan y le hacen caer en tierra, y dando contra las piedras se baña la boca en sangre, se clavan más y más las espinas de la corona, y tratándole de hipócrita y de embustero, le pisan, le acocean, y arrastrándole por los cabellos le golpean la cabeza contra el suelo. ¡Oh alma mía! ¿Cómo no te lastima el corazón considerar a tu fino amante Dios, tan ultrajado por amarte y tan lastimado por quererte? Mírale bien a la cara y verás lo que te quiere; mira su Rostro, donde desean verse los encumbrados Serafines, y le verás arrastrado por las piedras hasta dejarlas teñidas en sangre. Mira al mas hermoso de los nacidos, afeado, denegrido, herido, arrastrado, ensangrentado y pisado, y en tanta congoja y agonía, que a no estar desde ab eterno decretado que había de morir en la cruz, hubiera muerto en el camino debajo de los pies de los sayones.
Aquí
se hace una breve pausa y prosigue:
¡Oh
Amante de mi corazón y Dueño querido de mi alma! ¡Atollado os veo en el profundo
abismo del mayor padecer! El Padre os ha desamparado, vuestras mismas criaturas
se os han rebelado, vuestra desconsolada Madre llena de inmensas amarguras os aumenta
vuestras penas. ¡Oh alma mía, por quien tanto padece tu amante y querido Dios! Prorrumpe
en cantares de alabanzas y no ceses de bendecirle, pues a fuerza de generoso y liberal,
no solo aguanta dolores y desprecios por quererte y ganar tu voluntad, sino que
pródigamente multiplica su amor, dejando, no en una, sino en tres partes del lienzo,
el Soberano licor y hermosos corales de su preciosa Sangre, y la dolorosa Imagen
de su destrozado Rostro, todo en señal de lo mucho que te ama y en prenda de lo
mucho que te quiere. Quiérele, ámale, búscale y no ceses de quererle ni dejes jamás
de amarle mucho hasta gozarle hermoso y resplandeciente en la Gloria por toda la
eternidad. Amén.
DÍA
TERCERO
CONSIDERACIÓN
Considera atenta y devotamente lo que por ti fué abatido é injuriado el que es Bienaventuranza, Cabeza y honra de toda la angélica y humana naturaleza; pues por tus culpas y pecados, el que es Inmenso en el Cielo es ahora con tanta afrenta y dolor desterrado de la tierra. El que es Eterno y la misma vida, camina atropellado y fatigado a la muerte. El que es Omnipotente, va cayendo de pura flaqueza por el grave peso de la cruz; el que es la suma bondad y amor, es aborrecido de todo el congreso de los príncipes de Jerusalén; el que es Emperador y Monarca del universo, que tiene dominio sobre toda criatura, va ahora rendido y sujeto a la feroz indignación de ellas mismas; el que con su vista deleita a los Ángeles y Santos, camina triste, congojado y atormentado más que hombre alguno; el que es dador de todo bien , va sediento y Heno de oprobios; el que tiene una misma naturaleza con el Padre de Misericordia y el Espíritu Santo consolador, va sin misericordia y sin consuelo; el que es Santo de los Santos, camina al Calvario entre tanto hombre pésimo y malvado, tenido por el más facineroso y por el hombre mas malo que pudo haber sobre la haz de la tierra; el que viste las aves de pluma y de flores los campos están ya en la cumbre del monte Calvario, no solamente desnudo de sus vestiduras, sino también desamparada de su Santísimo Padre. Mírale ya pendiente de la cruz, y de los pies a la cabeza no hallarás parte sana, y le verás desnudo, desencajados sus huesos, abiertas sus carnes, llagado y destrozado todo su bendito cuerpo. Atiende bien, alma mía, a su lastimado Rostro, antes que se le acabe la vida, y verás correr los preciosos corales de su Sangre vertida de las agudas espinas que taladran su cabeza y frente; verás sus ojos cubiertos con sangrientas lágrimas, sus mejillas hundidas, la boca acibarada con la hiel y vinagre, cárdenos sus labios y todo desfigurado con las agonías de la muerte. El Cielo pública su sentimiento con funestas tinieblas: la tierra dando suspiros empieza con sus temblores: las piedras gimiendo se dan repetidos golpes; y el mundo voceando lamentos con su confusa tristeza manifiesta su dolor, y en estos sentimientos el Redentor del mundo dio la vida por amarte muriendo crucificado.
Se
hace una breve pausa y prosigue.
¡Oh Jesús de todo mi corazón! ¡Oh amado y querido Redentor de mi alma! ¡Cuánto Señor, has padecido por quererme, y cuánto te ha costado el amarme! ¡Oh alma mía! Vive cautiva y enamorada de tu fino amante Dios; mírate y remírate en el espejo de su Santísimo Rostro, que, aunque empañado y denegrido por tus culpas, si bien le miras y mejor le consideras, hallarás en él remedio en tus necesidades, consuelo en tus penas, alivio en tus aflicciones, medicina en tus dolencias, y últimamente eternos premios de gloria. Amén.
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