TRIDUO
EN HONOR DEL BIENAVENTURADO JUAN GRANDE, LLAMADO EL PECADOR, RELIGIOSO PROFESO
DEL ORDEN DE SAN JUAN DE DIOS
Carmona.
1856
DÍA
PRIMERO
ORACIÓN
I.
Te
rogamos, Bienaventurado Juan, por aquella purísima inocencia en que viviste
desde tu edad más tierna hasta la muerte; que te hacia caro objeto de
complacencia, no solo para el Cielo, sino también para los hombres, como así
aparecía de tus palabras, de tus actos y hasta de tu semblante; nos concedas
aquella pureza y limpieza de corazón y de intención, para que también seamos
merecedores de contemplar en el Cielo la Bondad divina. Un padre nuestro
y un ave María.
ORACION
II.
Te
rogamos, fervientísimo Juan, por aquel don particularísimo de fe y continua oración,
que arrebataba continuamente y con inexplicable alegría hacia tu Bien
Sacramentado, no solo tu corazón, sino hasta tu persona; nos alcances aquella
viva fé, que hace tener a la oración y al Santísimo Sacramento como el único
refugio y único consuelo contra las miserias y peligros de esta vida.
Un
padre nuestro y un ave María.
ORACION
III.
Te
rogamos, tiernísimo Juan, por aquella carísima devoción con que consagrasteis
desde los primeros años tu pureza y afectos a María Santísima y a Juan el
discípulo predilecto; nos inspires también un amor muy sincero y constante a la
Reina de las vírgenes y al Apóstol de la pureza, para que merezcamos la
poderosa protección que te sostuvo toda la vida, contra los asaltos de la carne
y del demonio.
Un
padre nuestro y un ave María.
ANTÍFONA
Este
Varón despreciando y triunfando del mundo y cosas terrenas, acumuló riquezas en
el cielo.
L/:
El Señor conduce al Justo por camino recto.
R/:
Y le muestra el reino de Dios.
ORACIÓN: ¡Dios
mío! por los merecimientos del Bienaventurado Juan, que sostenido por el ardor
de tu caridad se inmoló a ti cual víctima, concédenos propicio que ayudados con
su patrocinio y dirigidos constantemente por las obras de misericordia,
merezcamos obtener también el premio prometido a los misericordiosos. Por
nuestro Señor Jesucristo Amen.
DIA
SEGUNDO
ORACION
I.
Te
rogamos, humildísimo Juan que, aunque rico de gracias extraordinarias y buenas acciones,
no te creías digno que de padecimientos desprecios y humillaciones hasta el extremo
de hacer que te llamaran el Pecador; nos concedas el amado don de santa
humildad que, con sinceridad de corazón, nos haga cifrar nuestra gloria y
delicia en las humillaciones de la Cruz.
Un
padre nuestro y un ave María.
ORACION
II.
Te
rogamos, obedientísimo Juan, por aquella admirable obediencia que desde la
infancia conservaste a tus padres y superiores, deseando en ello cumplir
únicamente la voluntad de Dios; nos alcances aquel-espíritu de subordinación
que arregla nuestros pensamientos y afectos en obsequio de las leyes de Dios y
de quien le representa en la tierra, haciéndonos dignos de gozar en este mundo la
verdadera libertad de los hijos de Dios y la paz de los justos.
Un
padre nuestro y un ave María.
ORACION
III.
Te
rogamos, pacientísimo Juan, por aquella grandísima confianza con que te
abandonabas entre los brazos de Dios en todas las tribulaciones tanto públicas
como privadas, que abría los tesoros divinos para socorro tuyo y de otros; nos concedas
igual confianza en la Divina bondad, para que no carezcamos de resignación
cristiana para esperar la ayuda divina y los bienes eternos.
Un
padre nuestro y un ave María.
DÍA
TERCERO
ORACIÓN
I.
Te
rogamos, Bienaventurado Juan, verdadero Serafín de amor, por aquella ardentísima
caridad que tanto inflamaba tu corazón con el amor de Dios, y que se difundía exteriormente
con destellos de refulgente luz; nos concedas el puro fuego de amor divino para
llorar continuamente las ofensas hechas a nuestro sumo Bien y suspirar por la
gloria y santificación de su santo nombre.
Un
padre nuestro y un ave María.
ORACION
II.
Te
rogamos,
misericordiosísimo Juan, que tanto trabajasteis con oraciones, con penitencias
y con los más refinados medios para curar las miserias espirituales de tus
semejantes, donde quiera que encontrabas necesidad; que nos alcances también
aquel verdadero acto y compasión cristiana de nuestros prójimos, para que
en vez de tratarlos con intolerancia y aspereza no procuremos más que su
arrepentimiento y bien eterno.
Un
padre nuestro y un ave María.
ORACIÓN
III.
Te
rogamos, en fin, verdadero mártir de caridad, Bienaventurado Juan, por aquel
sacrificio continuo que hicisteis de todo para aliviar a tus prójimos en las
cárceles y en los hospitales, entre los horrores del hambre y de la peste, hasta
morir como precioso holocausto por su salud; nos formes un corazón todo
misericordioso para las necesidades de nuestros semejantes, y aun de nuestros enemigos,
con el fin de que en el juicio final podamos también merecer la divina invitación
de: VENID BENDITOS DE MI PADRE: POSEED EL REINO QUE OS HA SIDO PREPARADO.
Un
padre nuestro y un ave María.
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