jueves, 18 de febrero de 2021

DIEZ Y NUEVE DE MES A SAN JOSÉ

 


DEVOCIÓN PARA EL DIA 19 DE CADA MES EN HONRA DEL CASTISIMO PATRIARCA SEÑOR SAN JOSE.

 

Dispuesto por uno de sus más indignos devotos.

 

Imprenta de F. Rodríguez, Calle de los Ángeles Núm. 132.

León, Guanajuato. México, 1875.

 

ORACION PREPARATORIA

“Yo iré a mi padre, y le diré: Padre mío, pequé contra el cielo, y contra ti: ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros” (San Lucas Cap. XV, Vers. 18, 19).

 

         Dios y Señor mío: Amantísimo Redentor: mirad a vuestras plantas la más indigna e ingrata de tus criaturas, implorando clemencia: es un pecador que teme la muerte, según vuestra justicia; y espera la vida, conforme a vuestra misericordia. Sí, Señor, el juez me arrojará de su presencia como a reo digno de condenación, pero el Padre, ¿Señor? ¡Ah! El Padre me abrirá sus brazos amorosísimos y recibirá en su seno a un desgraciado “que estaba muerto y ha resucitado; estaba perdido y ha sido hallado”. (San Lucas Cap. XV, Vers. 24).

 

         Sí, Padre clementísimo, este hijo extraviado, exhalando ayes de tristeza y dolor, vuelve arrepentido buscando un asilo en el hogar paterno. Yo abandoné ¡ay de mí!, el buen camino por seguir la oscura y tortuosa senda del vicio; por satisfacer mis viles pasiones, he disipado la preciosa herencia que me disteis, y ahora pobre, enfermo y agobiado con el peso de mi iniquidad, vengo a arrojar tan funesta carga a vuestras plantas para que sea consumida con el fuego de vuestra caridad. No merezco, Señor, que me recibáis en el número de vuestros hijos, pero dignaos al menos admitirme como el último de vuestros siervos, más si aun de esta gracia soy indigno, os presento un abogado a quien nada podéis negar; es el insigne varón en cuyos brazos estáis; es José, dignísimo Esposo de María vuestra inmaculada Madre, José que tantos trabajos y afanes sufrió para adquiriros el sustento y salvaros de la muerte. ¿Os negareis a escuchar sus ruegos? ¡No, Señor no!, porque un hijo no es posible deje de atender los deseos de un padre. Oíd pues, la súplica que os hace en mi favor, romped con vuestra gracia las ligaduras que me unen al mundo, porque ya solo quiero ser vuestro, enteramente vuestro. Olvidad mis ingratitudes y ved en mis suspiros un testimonio de mi amor y del dolor que siento por haber ofendido a mi Dios. Haced que descienda sobre mi alma la paz, pronunciando una palabra de perdón y misericordia, para que vuestro humilde siervo diga: “Acudí solícitamente al Señor, y me oyó, y me sacó de todas mis tribulaciones” (Salmo 33, Vers. 5).

 

 

ORACION AL ETERNO PADRE

Las más humildes gracias os doy, ¡oh Eterno Padre!, porque elegisteis entre todos los hombres a Señor San José y lo exaltasteis a un grado eminente de santidad con gracia y dones superabundantes, para que fuese dignísimo Esposo de vuestra Purísima Hija que por operación de vuestro Santo Espíritu concibió y dio a luz sin detrimento de su virginidad, a vuestro Unigénito Hijo, quien con su pasión y muerte nos conquistó la vida eterna.

 

Yo, Señor, para atraer sobre mí los efectos de vuestra inefable misericordia, me acojo a los méritos infinitos de Jesucristo mi Redentor, cuya inestimable gracia espero alcanzar mediante la intercesión de la siempre Virgen María y de su castísimo Esposo, quien, con tanta fidelidad, trabajos y fatigas, desempeñó la sublime misión que le encomendasteis acerca de Jesús y María.

 

 Os ruego, Dios mío, que este dichosísimo Santo tan poderoso abogado, desde el alto trono en que lo tenéis colocado, dirija y conduzca mis pasos por el camino de la perfección, me defienda de mis enemigos, me libre de muerte violenta y de todo lo que se oponga a mi eterna salvación; os lo pido, Señor, por Jesucristo vuestro querido Hijo, que con Vos y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

 

 

ORACION A MARIA SANTISIMA

Purísima Virgen María, Soberana Emperatriz de los cielos y la tierra. Hija del Padre, Madre del Verbo, Esposa del Espíritu Santo y nobilísimo santuario de la Augusta Trinidad: ¡qué dulce es, oh Señora, ¡qué grato y consolador para el hombre en medio de sus trabajos, lágrimas y miserias, tener una madre llena de piedades que enternecida de nuestras penas y clamores derrama sobre nosotros el bálsamo del consuelo y el perdón! Desterrados en este mundo; cercados por todas partes de peligros, amenazados constantemente por los tiros alevosos del ángel de las tinieblas, caeríamos sin duda en sus lazos si vuestra misericordiosa mano no nos sostuviera: efecto es esta gracia de la inefable bondad del Señor, quien no contento con habernos dado una madre tan compasiva, nos dio también un amante abogado en vuestro castísimo Esposo, a fin de que tan digno y privilegiado Varón, haciendo mérito de lo que sufrió en su vida mortal, nos alcance con sus ruegos el remedio de nuestras necesidades. Por esto, Madre piadosísima, yo con todo lo que me pertenece me pongo bajo la protección del dulcísimo José, fiel guardián de vuestra singular pureza y seguro patrón de vuestros devotos. Haced, pues, que, portándome como leal esclavo, sepa con mi conducta merecer los favores de vuestro benignísimo Esposo, y por los méritos de su pureza, por la incomparable dignidad de Padre putativo de Jesús, por vuestra admirable y milagrosa maternidad, os suplico que este santo Patriarca a quien tanto honrasteis, me tome bajo su protección; que su Patrocinio me valga en todos los instantes de mi vida y en el conflicto de mi muerte. Que gobierne todas mis acciones, dirija mis pasos, me sirva de victorioso escudo en mis combates contra el enemigo y en fin, que desde hoy hasta el supremo momento en que entregue mi espíritu en las manos del Creador me regocije con la invocación de los dulces nombres de Jesús, María y José. Amén.

 

DOLORES Y GOZOS.

 

I.

Amantísimo Padre mío Señor San José: terrible y profunda fue la amargura que experimentó vuestra alma al querer por un sentimiento de respeto y humildad abandonar a vuestra purísima Esposa; pero cuando fue revelado por el ángel el sublime misterio de la Encarnación del Verbo, quedasteis inundado de una celestial alegría.

 

Por este dolor y gozo os suplico, poderoso abogado, me alcancéis del Señor la virtud de la humildad; y que en todos mis pensamientos, palabras y obras tome por ejemplo vuestra pureza para observar una vida casta.

Padrenuestro, Ave María, Ave José y Gloria Patri.

 

(*) Ave José: “Dios te salve José, lleno eres de gracia, el Señor es contigo, bendito tú eres entre todos los hombres, bendita tu esposa entre todas las mujeres, y bendito el fruto de su vientre Jesús.

Señor San José, dignísimo esposo de María y padre putativo de Jesús, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén, Jesús”

 

 

II.

 

Pacientísimo abogado Señor San José: con cuanta aflicción contemplaste al Salvador del mundo nacido en un establo en extrema pobreza, pero fue indecible el gozo de vuestra alma al escuchar los dulces cánticos de los ángeles y pastores celebrando tan glorioso nacimiento.

 

Por este dolor y gozo os ruego poderoso abogado, me alcancéis del Señor la virtud de la largueza y los auxilios necesarios para salir del pecado y volver a la amistad de Dios.

Padrenuestro, Ave María, Ave José y Gloria Patri.

 

 

III.

Dulcísimo Patriarca Señor San José: ¡con qué dolor visteis al divino Niño derramar las primicias de su preciosa sangre en la circuncisión!, más al ponerle por orden del cielo el nombre de Jesús que quiere decir salvador, pena tan horrible se convirtió en una plácida emoción de alegría.

 

Por este dolor y gozo, os pido, caritativo protector, me alcancéis del Señor la virtud de la castidad y la gracia de ser un fiel y verdadero siervo de vuestra purísima Esposa la siempre Virgen María.

Padrenuestro, Ave María, Ave José y Gloria Patri.

 

 

IV.

Santísimo Patrón de la humanidad Señor San José: ¡qué terrible tortura se apoderó de vuestra alma al escuchar la profecía terrible de Simeón, vaticinando la pasión y muerte del Redentor, así como la espada de dolor que traspasaría el corazón de María!, pero grande fue vuestro consuelo al considerar que los tormentos y muerte de Jesús y las penas de María, producirían la salvación de muchas almas.

 

Por este dolor y gozo os suplico, Señor, me alcancéis de vuestro piadosísimo Hijo la virtud de la paciencia, y que en la hora de mi muerte sea yo protegido por vuestro Patrocinio santo.

Padrenuestro, Ave María, Ave José y Gloria Patri.

 

 

 

V.

 

Dignísimo tutor de Jesús, Señor San José: ¡cuántos trabajos y aflicciones sufriste con Jesús y María, al emprender por orden del cielo el viaje a Egipto para salvar al verdadero Mesías de la persecución de Herodes!, pero tantas penas en un camino tan largo y difícil se convirtieron en tranquilidad y ventura al ver seguro al sagrado Depósito y derrocados los ídolos en presencia del Salvador.

 

Por este dolor y gozo os ruego piadoso protector, me alcancéis del Señor la virtud de la templanza, y el favor de ahuyentar al demonio invocando vuestro dulce nombre.

Padrenuestro, Ave María, Ave José y Gloria Patri.

 

 

VI.

Castísimo Esposo de la Virgen María, Señor San José: ¡con qué dolorosa tristeza supisteis al regresar de Egipto con Jesús y María, que en lugar de Herodes reinaba su hijo Arquelao, temiendo renovara la persecución contra el Niño Dios!, más al oír del ángel la orden de estableceros en Nazaret, fue grande vuestro consuelo.

 

Por este dolor y gozo, os suplico, poderoso intercesor, me alcancéis del Señor la virtud de la caridad, y que en todas mis necesidades temporales me valga vuestro amparo.

Padrenuestro, Ave María, Ave José y Gloria Patri.

 

 

VII.

Nobilísimo jefe de la más santa familia, Señor San José: ¡Cuán inmensa fue la tribulación de vuestra alma al notar la pérdida del niño Jesús y el profundo dolor que ocasionó en el corazón de María!, pero después que con tanto afán lo buscasteis, encontrándolo al tercero día en el templo, confundiendo a los doctores con su infinita sabiduría, vuestro gozo fue incomparable.

 

Por este dolor y gozo, os pido, benignísimo padre mío, me alcancéis del Señor la virtud de la diligencia y la buena sucesión a las familias cristianas para aumento de la gloria de Dios.

Padrenuestro, Ave María, Ave José y Gloria Patri.

 

 

ORACION A SEÑOR SAN JOSE.

 

Heme aquí, gloriosísimo Patriarca, prosternado a vuestras plantas gimiendo y suplicando, como un hijo desheredado que por sus culpas se ha hecho indigno de llamaros padre, pues no he correspondido vuestros beneficios con amor igual a vuestra bondad: más al verme lleno de miserias vengo a buscar amparo en quien es padre de los pobres, consuelo de los afligidos, remedio de los enfermos, sostén de los débiles, refugio de los pecadores y la áncora que salva del naufragio a los desgraciados cuando invocan vuestro santo nombre; y yo como pobre, afligido, enfermo, débil y pecador, solicito de vuestra piedad el socorro que tan benignamente dais a los que en Vos ponen su esperanza. Si levanto mi voz desde el abismo de mis miserias para que llegue a vuestros oídos hasta el glorioso trono en que estáis colocado, es porque quiero desahogar mi corazón oprimido con el peso de mi iniquidad. Oíd, pues, los tristes acentos de un infeliz que ya desea amaros, serviros y alabaros. Yo confieso que mis humildes alabanzas no son un homenaje digno de vuestra grandeza, ni debía por mi pequeñez alzar mi vista para fijarle en ese bellísimo rostro espejo de candor y pureza, pero la amabilidad y ternura con que os mostráis en favor de los pecadores, me anima a dirigiros mis plegarias, plegarias que por ser de un pecador las escuchareis indulgente y movido a compasión me tenderéis una mano caritativa para salvarme. Así lo espero de Vos que fuisteis exaltado a la altísima dignidad de Esposo de la Virgen más santa, más noble y más pura; de Vos a cuya fidelidad confió el cielo su mayor tesoro haciéndoos padre putativo del Verbo humanado por quien vino a la tierra la salud y la paz. Por estas sublimes prerrogativas y excelencias que la divina Omnipotencia os concedió, yo os saludo, bendigo y alabo, y pues sois tan poderoso abogado de los miserables hijos de Eva, compadeceos de mis lágrimas volviendo hacia mí tus misericordiosos ojos. Con la confianza que me inspira vuestra bondad yo me abandono enteramente en vuestros brazos en este día consagrado a vuestro culto, para que por espacio de este mes cuides de mi alma y de mi cuerpo, de mi familia, de mis bienes y de mi honra, protegiendo al mismo tiempo a todos aquellos por quienes estoy obligado a pedir, dándonos a todos los auxilios necesarios para cumplir con las obligaciones de nuestro estado. Fortificadme para salir victorioso en los combates que tenga que sostener contra el infierno, especialmente a la hora de mi muerte que será cuando emplee todo su esfuerzo para perderme, no permitáis, no, que un alma redimida con la sangre de Jesucristo y que ha puesto en Vos su esperanza, sea confundida eternamente.

 

Os encomiendo la santa Iglesia, al Sumo Pontífice, a nuestro prelado, a todo el clero católico, esta nación, este pueblo, esta casa y a los que en ella estamos congregados. Mirad por los pecadores y por los infelices que se han apartado de la verdad de la fe, para que arrepentidos de sus pecados y convencidos de sus errores vuelvan al seno de nuestra amorosa Madre.

 

Acordaos, dulce Patrón, de los trabajos y dolores que en este mundo sufristeis sin merecerlos y contemplad a vuestro pobre siervo, cómo lo abaten las tribulaciones y lo arredran los trabajos que tan justamente padece; pero que me parecen insoportables porque mi corazón tan solicito por la vanidad, se muestra frágil y cobarde en presencia de la adversidad con que la inefable Providencia quiere probarme. Compadeceos de mi triste situación; amparadme, protegedme, y si fuere conveniente remediad esta necesidad que os presento humildemente…

 

Aquí con toda confianza, humildad y fervor, pida cada uno mentalmente la gracia que solicita concluyendo así:

 

¡Oh piadosísimo auxiliador de los atribulados, siento que renace en mi corazón una ligera esperanza de que atenderéis benignamente a mis ruegos, y que seréis mi apoyo firme, que me sostenga durante esta vida miserable, y ya sea que me alcancéis lo que deseo, o que esta gracia me sea negada por la voluntad de Dios, yo me someto resignado y humilde ante sus soberanos decretos, pero contando con vuestra protección, desde este venturoso día viviré bajo vuestro Patrocinio y me mostraré sin temor ante el peligro y la adversidad, hasta que llegue el fin de mi vida en que expirando dulcemente amparado por Jesús, María y José, vuele mi alma a la eterna bienaventuranza donde sin cesar bendiga y alabe en vuestra compañía al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Amén.

 

 Colaboración de Carlos Villaman 


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