DEVOCIÓN
PARA EL DIA 19 DE CADA MES EN HONRA DEL CASTISIMO PATRIARCA SEÑOR SAN JOSE.
Dispuesto
por uno de sus más indignos devotos.
Imprenta
de F. Rodríguez, Calle de los Ángeles Núm. 132.
León,
Guanajuato. México, 1875.
ORACION
PREPARATORIA
“Yo
iré a mi padre, y le diré: Padre mío, pequé contra el cielo, y contra ti: ya no
soy digno de ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros” (San
Lucas Cap. XV, Vers. 18, 19).
Dios y Señor mío: Amantísimo Redentor:
mirad a vuestras plantas la más indigna e ingrata de tus criaturas, implorando
clemencia: es un pecador que teme la muerte, según vuestra justicia; y espera
la vida, conforme a vuestra misericordia. Sí, Señor, el juez me arrojará de su
presencia como a reo digno de condenación, pero el Padre, ¿Señor? ¡Ah! El Padre
me abrirá sus brazos amorosísimos y recibirá en su seno a un desgraciado “que
estaba muerto y ha resucitado; estaba perdido y ha sido hallado”. (San Lucas
Cap. XV, Vers. 24).
Sí, Padre clementísimo, este hijo
extraviado, exhalando ayes de tristeza y dolor, vuelve arrepentido buscando un
asilo en el hogar paterno. Yo abandoné ¡ay de mí!, el buen camino por seguir la
oscura y tortuosa senda del vicio; por satisfacer mis viles pasiones, he
disipado la preciosa herencia que me disteis, y ahora pobre, enfermo y agobiado
con el peso de mi iniquidad, vengo a arrojar tan funesta carga a vuestras plantas
para que sea consumida con el fuego de vuestra caridad. No merezco, Señor, que
me recibáis en el número de vuestros hijos, pero dignaos al menos admitirme
como el último de vuestros siervos, más si aun de esta gracia soy indigno, os
presento un abogado a quien nada podéis negar; es el insigne varón en cuyos
brazos estáis; es José, dignísimo Esposo de María vuestra inmaculada Madre,
José que tantos trabajos y afanes sufrió para adquiriros el sustento y salvaros
de la muerte. ¿Os negareis a escuchar sus ruegos? ¡No, Señor no!, porque un
hijo no es posible deje de atender los deseos de un padre. Oíd pues, la súplica
que os hace en mi favor, romped con vuestra gracia las ligaduras que me unen al
mundo, porque ya solo quiero ser vuestro, enteramente vuestro. Olvidad mis
ingratitudes y ved en mis suspiros un testimonio de mi amor y del dolor que
siento por haber ofendido a mi Dios. Haced que descienda sobre mi alma la paz,
pronunciando una palabra de perdón y misericordia, para que vuestro humilde
siervo diga: “Acudí solícitamente al Señor, y me oyó, y me sacó de todas mis
tribulaciones” (Salmo 33, Vers. 5).
ORACION
AL ETERNO PADRE
Las
más humildes gracias os doy, ¡oh Eterno Padre!, porque elegisteis entre todos
los hombres a Señor San José y lo exaltasteis a un grado eminente de santidad
con gracia y dones superabundantes, para que fuese dignísimo Esposo de vuestra
Purísima Hija que por operación de vuestro Santo Espíritu concibió y dio a luz
sin detrimento de su virginidad, a vuestro Unigénito Hijo, quien con su pasión
y muerte nos conquistó la vida eterna.
Yo,
Señor, para atraer sobre mí los efectos de vuestra inefable misericordia, me
acojo a los méritos infinitos de Jesucristo mi Redentor, cuya inestimable
gracia espero alcanzar mediante la intercesión de la siempre Virgen María y de
su castísimo Esposo, quien, con tanta fidelidad, trabajos y fatigas, desempeñó
la sublime misión que le encomendasteis acerca de Jesús y María.
Os ruego, Dios mío, que este dichosísimo Santo
tan poderoso abogado, desde el alto trono en que lo tenéis colocado, dirija y
conduzca mis pasos por el camino de la perfección, me defienda de mis enemigos,
me libre de muerte violenta y de todo lo que se oponga a mi eterna salvación;
os lo pido, Señor, por Jesucristo vuestro querido Hijo, que con Vos y el
Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
ORACION
A MARIA SANTISIMA
Purísima
Virgen María, Soberana Emperatriz de los cielos y la tierra. Hija del Padre,
Madre del Verbo, Esposa del Espíritu Santo y nobilísimo santuario de la Augusta
Trinidad: ¡qué dulce es, oh Señora, ¡qué grato y consolador para el hombre en
medio de sus trabajos, lágrimas y miserias, tener una madre llena de piedades
que enternecida de nuestras penas y clamores derrama sobre nosotros el bálsamo
del consuelo y el perdón! Desterrados en este mundo; cercados por todas partes
de peligros, amenazados constantemente por los tiros alevosos del ángel de las
tinieblas, caeríamos sin duda en sus lazos si vuestra misericordiosa mano no
nos sostuviera: efecto es esta gracia de la inefable bondad del Señor, quien no
contento con habernos dado una madre tan compasiva, nos dio también un amante
abogado en vuestro castísimo Esposo, a fin de que tan digno y privilegiado
Varón, haciendo mérito de lo que sufrió en su vida mortal, nos alcance con sus
ruegos el remedio de nuestras necesidades. Por esto, Madre piadosísima, yo con
todo lo que me pertenece me pongo bajo la protección del dulcísimo José, fiel
guardián de vuestra singular pureza y seguro patrón de vuestros devotos. Haced,
pues, que, portándome como leal esclavo, sepa con mi conducta merecer los
favores de vuestro benignísimo Esposo, y por los méritos de su pureza, por la
incomparable dignidad de Padre putativo de Jesús, por vuestra admirable y
milagrosa maternidad, os suplico que este santo Patriarca a quien tanto
honrasteis, me tome bajo su protección; que su Patrocinio me valga en todos los
instantes de mi vida y en el conflicto de mi muerte. Que gobierne todas mis
acciones, dirija mis pasos, me sirva de victorioso escudo en mis combates
contra el enemigo y en fin, que desde hoy hasta el supremo momento en que entregue
mi espíritu en las manos del Creador me regocije con la invocación de los
dulces nombres de Jesús, María y José. Amén.
DOLORES
Y GOZOS.
I.
Amantísimo
Padre mío Señor San José: terrible y profunda fue la amargura que experimentó
vuestra alma al querer por un sentimiento de respeto y humildad abandonar a
vuestra purísima Esposa; pero cuando fue revelado por el ángel el sublime
misterio de la Encarnación del Verbo, quedasteis inundado de una celestial
alegría.
Por
este dolor y gozo os suplico, poderoso abogado, me alcancéis del Señor la
virtud de la humildad; y que en todos mis pensamientos, palabras y obras tome
por ejemplo vuestra pureza para observar una vida casta.
Padrenuestro,
Ave María, Ave José y Gloria Patri.
(*)
Ave José: “Dios te salve José, lleno eres de
gracia, el Señor es contigo, bendito tú eres entre todos los hombres, bendita
tu esposa entre todas las mujeres, y bendito el fruto de su vientre Jesús.
Señor
San José, dignísimo esposo de María y padre putativo de Jesús, ruega por
nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén, Jesús”
II.
Pacientísimo
abogado Señor San José: con cuanta aflicción contemplaste al Salvador del mundo
nacido en un establo en extrema pobreza, pero fue indecible el gozo de vuestra
alma al escuchar los dulces cánticos de los ángeles y pastores celebrando tan
glorioso nacimiento.
Por
este dolor y gozo os ruego poderoso abogado, me alcancéis del Señor la virtud
de la largueza y los auxilios necesarios para salir del pecado y volver a la
amistad de Dios.
Padrenuestro,
Ave María, Ave José y Gloria Patri.
III.
Dulcísimo
Patriarca Señor San José: ¡con qué dolor visteis al divino Niño derramar las
primicias de su preciosa sangre en la circuncisión!, más al ponerle por orden
del cielo el nombre de Jesús que quiere decir salvador, pena tan horrible se
convirtió en una plácida emoción de alegría.
Por
este dolor y gozo, os pido, caritativo protector, me alcancéis del Señor la
virtud de la castidad y la gracia de ser un fiel y verdadero siervo de vuestra
purísima Esposa la siempre Virgen María.
Padrenuestro,
Ave María, Ave José y Gloria Patri.
IV.
Santísimo
Patrón de la humanidad Señor San José: ¡qué terrible tortura se apoderó de
vuestra alma al escuchar la profecía terrible de Simeón, vaticinando la pasión
y muerte del Redentor, así como la espada de dolor que traspasaría el corazón
de María!, pero grande fue vuestro consuelo al considerar que los tormentos y
muerte de Jesús y las penas de María, producirían la salvación de muchas almas.
Por
este dolor y gozo os suplico, Señor, me alcancéis de vuestro piadosísimo Hijo
la virtud de la paciencia, y que en la hora de mi muerte sea yo protegido por
vuestro Patrocinio santo.
Padrenuestro,
Ave María, Ave José y Gloria Patri.
V.
Dignísimo
tutor de Jesús, Señor San José: ¡cuántos trabajos y aflicciones sufriste con
Jesús y María, al emprender por orden del cielo el viaje a Egipto para salvar
al verdadero Mesías de la persecución de Herodes!, pero tantas penas en un
camino tan largo y difícil se convirtieron en tranquilidad y ventura al ver
seguro al sagrado Depósito y derrocados los ídolos en presencia del Salvador.
Por
este dolor y gozo os ruego piadoso protector, me alcancéis del Señor la virtud
de la templanza, y el favor de ahuyentar al demonio invocando vuestro dulce
nombre.
Padrenuestro,
Ave María, Ave José y Gloria Patri.
VI.
Castísimo
Esposo de la Virgen María, Señor San José: ¡con qué dolorosa tristeza supisteis
al regresar de Egipto con Jesús y María, que en lugar de Herodes reinaba su
hijo Arquelao, temiendo renovara la persecución contra el Niño Dios!, más al
oír del ángel la orden de estableceros en Nazaret, fue grande vuestro consuelo.
Por
este dolor y gozo, os suplico, poderoso intercesor, me alcancéis del Señor la
virtud de la caridad, y que en todas mis necesidades temporales me valga
vuestro amparo.
Padrenuestro,
Ave María, Ave José y Gloria Patri.
VII.
Nobilísimo
jefe de la más santa familia, Señor San José: ¡Cuán inmensa fue la tribulación
de vuestra alma al notar la pérdida del niño Jesús y el profundo dolor que
ocasionó en el corazón de María!, pero después que con tanto afán lo
buscasteis, encontrándolo al tercero día en el templo, confundiendo a los
doctores con su infinita sabiduría, vuestro gozo fue incomparable.
Por
este dolor y gozo, os pido, benignísimo padre mío, me alcancéis del Señor la
virtud de la diligencia y la buena sucesión a las familias cristianas para
aumento de la gloria de Dios.
Padrenuestro,
Ave María, Ave José y Gloria Patri.
ORACION
A SEÑOR SAN JOSE.
Heme
aquí, gloriosísimo Patriarca, prosternado a vuestras plantas gimiendo y
suplicando, como un hijo desheredado que por sus culpas se ha hecho indigno de
llamaros padre, pues no he correspondido vuestros beneficios con amor igual a
vuestra bondad: más al verme lleno de miserias vengo a buscar amparo en quien
es padre de los pobres, consuelo de los afligidos, remedio de los enfermos,
sostén de los débiles, refugio de los pecadores y la áncora que salva del
naufragio a los desgraciados cuando invocan vuestro santo nombre; y yo como
pobre, afligido, enfermo, débil y pecador, solicito de vuestra piedad el
socorro que tan benignamente dais a los que en Vos ponen su esperanza. Si
levanto mi voz desde el abismo de mis miserias para que llegue a vuestros oídos
hasta el glorioso trono en que estáis colocado, es porque quiero desahogar mi
corazón oprimido con el peso de mi iniquidad. Oíd, pues, los tristes acentos de
un infeliz que ya desea amaros, serviros y alabaros. Yo confieso que mis
humildes alabanzas no son un homenaje digno de vuestra grandeza, ni debía por
mi pequeñez alzar mi vista para fijarle en ese bellísimo rostro espejo de candor
y pureza, pero la amabilidad y ternura con que os mostráis en favor de los
pecadores, me anima a dirigiros mis plegarias, plegarias que por ser de un
pecador las escuchareis indulgente y movido a compasión me tenderéis una mano
caritativa para salvarme. Así lo espero de Vos que fuisteis exaltado a la
altísima dignidad de Esposo de la Virgen más santa, más noble y más pura; de
Vos a cuya fidelidad confió el cielo su mayor tesoro haciéndoos padre putativo
del Verbo humanado por quien vino a la tierra la salud y la paz. Por estas
sublimes prerrogativas y excelencias que la divina Omnipotencia os concedió, yo
os saludo, bendigo y alabo, y pues sois tan poderoso abogado de los miserables
hijos de Eva, compadeceos de mis lágrimas volviendo hacia mí tus misericordiosos
ojos. Con la confianza que me inspira vuestra bondad yo me abandono enteramente
en vuestros brazos en este día consagrado a vuestro culto, para que por espacio
de este mes cuides de mi alma y de mi cuerpo, de mi familia, de mis bienes y de
mi honra, protegiendo al mismo tiempo a todos aquellos por quienes estoy
obligado a pedir, dándonos a todos los auxilios necesarios para cumplir con las
obligaciones de nuestro estado. Fortificadme para salir victorioso en los
combates que tenga que sostener contra el infierno, especialmente a la hora de
mi muerte que será cuando emplee todo su esfuerzo para perderme, no permitáis,
no, que un alma redimida con la sangre de Jesucristo y que ha puesto en Vos su
esperanza, sea confundida eternamente.
Os
encomiendo la santa Iglesia, al Sumo Pontífice, a nuestro prelado, a todo el
clero católico, esta nación, este pueblo, esta casa y a los que en ella estamos
congregados. Mirad por los pecadores y por los infelices que se han apartado de
la verdad de la fe, para que arrepentidos de sus pecados y convencidos de sus
errores vuelvan al seno de nuestra amorosa Madre.
Acordaos,
dulce Patrón, de los trabajos y dolores que en este mundo sufristeis sin
merecerlos y contemplad a vuestro pobre siervo, cómo lo abaten las tribulaciones
y lo arredran los trabajos que tan justamente padece; pero que me parecen
insoportables porque mi corazón tan solicito por la vanidad, se muestra frágil
y cobarde en presencia de la adversidad con que la inefable Providencia quiere
probarme. Compadeceos de mi triste situación; amparadme, protegedme, y si fuere
conveniente remediad esta necesidad que os presento humildemente…
Aquí
con toda confianza, humildad y fervor, pida cada uno mentalmente la gracia que
solicita concluyendo así:
¡Oh
piadosísimo auxiliador de los atribulados, siento que renace en mi corazón una
ligera esperanza de que atenderéis benignamente a mis ruegos, y que seréis mi
apoyo firme, que me sostenga durante esta vida miserable, y ya sea que me
alcancéis lo que deseo, o que esta gracia me sea negada por la voluntad de
Dios, yo me someto resignado y humilde ante sus soberanos decretos, pero
contando con vuestra protección, desde este venturoso día viviré bajo vuestro
Patrocinio y me mostraré sin temor ante el peligro y la adversidad, hasta que
llegue el fin de mi vida en que expirando dulcemente amparado por Jesús, María
y José, vuele mi alma a la eterna bienaventuranza donde sin cesar bendiga y
alabe en vuestra compañía al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Amén.
Colaboración de Carlos Villaman
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