PIADOSA
NOVENA AL DIVINO JESÚS DEL RESCATE
VENERADO EN SAN JOSÉ GUAYABAL,
CUSCATLÁN, EL SALVADOR
Por
el Rvd. P. Fernando Andrés Domínguez OFM
Año
de 1958
ACTO
DE CONTRICCIÓN
Señor
y Dios mío, Jesús Crucificado, postrado a tus pies reconozco humildemente que
eh pecado contra ti. Confuso y arrepentido estoy de haberte ofendido por ser
quien eres, infinitamente bueno y amable, propongo nunca más pecar, confesarme
y satisfacerte. Espero confiado en tu preciosa sangre, ha de purificar mi alma
de sus culpas, y ah de llenar con tu gracia este mi atribulado corazón que
anhela ser enteramente tuyo para siempre. Amén.
DIA
PRIMERO
CONSIDERACIÓN
Contemplemos
con los ojos del alma a nuestro bondadoso Redentor Jesús, abrumado de tanta
tristeza en el Huerto de los Olivos: su divino Corazón está oprimido de
angustia al considerar las injurias, ultrajes y tormentos que va a sufrir, como
víctima inocente, para rescatarnos del pecado y abrirnos las puertas del cielo,
su cuerpo santísimo, agotado por el copioso sudor de sangre que brota de sus
poros, parece sucumbir al peso de tan grande sufrimiento, pero el inmenso amor
que nos profesa, reanima el espíritu, y elevando sus ojos al cielo exclama:
¨Padre mío, no se haga mi voluntad, sino la tuya¨ y nosotros, hijos ingratos y
despiadados, insensibles a su mortal agonía ¿volveríamos a renovársela con
nuestras culpas?
ORACIÓN
¡Amabilísimo
Jesús mío! Por la infinita bondad con que aceptasteis el terrible y largo
martirio de tu Pasión y muerte, perdona mi rebeldía en cumplir tus divinos
preceptos y darme fuerza para vencer a los enemigos de mi salvación, consolando
por tu preciosísima Sangre a mi alma con la gracia que te pido. Amén.
Padre
nuestro, Ave María y Gloria.
ORACIÓN
FINAL PARA TODOS LOS DÍAS
¡Dulcísimo
Jesús! Que para redimirnos tuviste a bien nacer pobre, ser circuncidado,
perseguido por los judíos, vendido por Judas, apresado y cargado de cadenas,
conducido cual inocente cordero y arrastrado vergonzosamente de tribunal en
tribunal, que fuisteis acusado por falsos testigos, despedazado por los azotes,
cubierto de oprobios y salivas, coronado de espinas, abofeteado y herido con
una caña, que quisiste ser contado entre ladrones, injustamente condenado a
muerte, desnudado y clavado en la Cruz, abrevado con hiel y vinagre y
atravesado por una lanza. Por los méritos de tu Pasión y Muerte, dígnate Señor,
librarnos de las penas del infierno, y concedednos el perdón de nuestros
pecados, la perseverancia final y la gracia especial que solicitamos (pida
la gracia) si ha de ser para honra y gloria tuya y provecho de mi alma.
Amén.
GOZOS
Muerto en la Cruz por mi amor:
Haz que venza en el
combate
Contra el diablo
tentador.
Oraste
por mí en el Huerto
Y
vertiste sangre pura,
Al
pensar con amargura
Que
mi pecho es un desierto
Do
crece el vicio y error.
Atado
a la roca dura,
Cual
inocente cordero
Tormento
de azotes fiero
Soportas
con gran dulzura
Por
salvar al pecador.
Traspasando
tu cabeza
Las
penetrantes espinas,
Brotan
perlas purpurinas
Que
oscurecen tu belleza
Y
te causan gran dolor.
Cargando
con tosco leño
Caminas
hacia el Calvario,
Y
grabas en el sudario
De
Verónica el diseño,
De
tu Rostro encantador.
Lloran
las buenas mujeres
Al
verte andar fatigado,
Bajo
la Cruz encorvado
Más,
todo consuelo eres,
Para
infundirles valor.
Clavaron
tus pies y manos,
En
la cruz, fieros sayones,
Pero,
nuestros corazones,
Son
los verdugos insanos
Que
afligen a su Hacedor.
Después
de crucificarte
Te
dieron amarga hiel,
E
hirieron con lanza cruel
Tu
pecho por destrozarte
Con
satánico furor.
Moriste
entre malhechores
Por
curar mi hipocresía,
Y
librar al alma mía
Del
lugar de los ardores
Y
gusano roedor.
Ya
que tanto nos estimas
Que
azotes y bofetadas,
Espinas,
cruz, puntilladas
Y
penas mil no escatimas
A
Ti, nos damos Señor.
Dulce
Jesús del Rescate
Muerto
en la Cruz por mi amor:
Haz
que venza en el combate
Contra
el diablo tentador.
SÚPLICA
FINAL
¡Sagrada
Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra! Por la parte que tuviste en los
sufrimientos de vuestro Hijo, mereciendo los títulos de Corredentora del género
humano y Reina de los mártires, haced que saquemos por fruto de este novenario,
la resolución inquebrantable de aceptar y sufrir con paciencia, cuantos
trabajos y cruces se digne enviarnos en este valle de lágrimas. Amén.
DÍA
SEGUNDO
CONSIDERACIÓN
Contemplemos
con los ojos del alma a nuestro bondadoso Redentor Jesús, que, preso y
maniatado como facineroso, es conducido por sus crueles enemigos desde
Getsemaní a los tribunales de Anás y Caifás, Pilatos y Herodes, en medio de
atroces injurias, empujones y golpes. Los sacerdotes judíos, junto con los
escribas y fariseos henchidos de odio, lanzan las más absurdas acusaciones
contra el mansísimo Cordero. Poncio Pilatos reconoce y confiesa que Jesús es
inocente, y, sin embargo, por temor a perder su puesto, condena al buen Jesús a
la muerte ignominiosa de Cruz. Entre tanto, el inocentísimo Jesús, guarda
silencio en presencia de sus enemigos, y solo abre su boca para rogar por los
que le persiguen y calumnian, según el mismo había enseñado.
ORACIÓN
¡Oh
mansísimo y pacientísimo Jesús! Que cual inocente Cordero, no abres tu boca para
protestar contra los falsos crímenes que te imputan tus implacables enemigos. Concédeme
que yo reprima mi orgullo y soberbia, y acepte con humildad las injurias y
represiones, consolando mi afligida alma con la gracia que pido. Amén.
DÍA
TERCERO
CONSIDERACIÓN
Con
los ojos del alma, contemplemos a nuestro amabilísimo Jesús, atado a una columna,
desnudado su honestísimo cuerpo, estremecido por los azotes que con inhumana
crueldad descargaron sobre él los fieros sayones, hasta dejar sus espaldas
convertidas en un informe amasijo en el que las costillas y los tendones asoman
nadando en sangre. Todo su cuerpo es una viva llaga, y aquellos cinco mil
latigazos no le hacen proferir ni una sola queja, pues quiere con tan espantoso
suplicio, satisfacer a Dios por el hombre y librarlo de los suplicios eternos.
ORACIÓN
¡Oh
dulcísimo Redentor mío, que no perdonas sacrificios para salvarme, en tanto que
yo rehúso el más leve castigo que por mis culpas me manda tu divina justicia! Haz
que yo salga de mi error y acepte con resignación las penas y trabajos que
quieras enviarme, y por tu sangre preciosísima, dígnate consolar mi apenado
corazón, otorgándome la gracia que te pido. Amén.
DÍA
CUARTO
CONSIDERACIÓN
Contemplemos
con los ojos del alma, a nuestro dulcísimo Jesús, amarrado nuevamente a la
columna, cubierto con un viejo manto de púrpura, coronada su cabeza de agudas espinas,
empuñando en sus manos una caña por cetro y desfigurado su bellísimo rostro,
con hilos de sangre que lo cruzan. Mirémosle al mismo tiempo, burlado,
escupido, maltratado y abofeteado por la soldadesca libertina, que iniciando
delante de Él la rodilla, le saludan, con sarcasmo, diciéndole: “Dios te salve,
rey de los judíos.”
ORACIÓN
¡Humildísimo
y pacientísimo Redentor mío, que sufrís con tan admirable mansedumbre las
injurias y tormentos que os ultrajan vuestras criaturas! Por las punzantes
espinas que atravesaron vuestro sagrado cerebro, concededme que yo venza los
malos pensamientos y mortifique la vana curiosidad que me arrastra al pecado, y
consuela mi afligido corazón, otorgándome la gracia que te pido. Amén.
DÍA
QUINTO
CONSIDERACIÓN
Contemplemos
con los ojos del alma, a nuestro buen Jesús, pálido, desangrado y desfallecido
por la vigilia y los tormentos de la flagelación y coronación de espinas,
aceptando ansiosos la muerte de cruz, a la que inicuamente es condenado. Se abraza
con el santo madero en que ha de ser crucificado, y dirigiendo al cielo sus
divinos ojos nublados por las lágrimas y sangre, ofrece al Eterno Padre el
sacrificio de su vida por la salvación de todos los hombres.
ORACIÓN
¡Bondadosísimo
Salvador del Mundo, que, por redimirlo y rescatarlo del poder del demonio,
llevas, palpitando tu corazón de amor, el afrentoso madero de la Cruz! Haz que yo
me abrace con ella como tu dilecto Apóstol San Andrés, aceptando gustosos las
enfermedades, tribulaciones y trabajos que por mi bien te dignes enviarme, por
tu preciosísima Sangre, concédeme el favor que te pido. Amén.
DÍA
SEXTO
CONSIDERACIÓN
Contemplemos
al Divino Jesús, cual otro Isaac, caminando al monte Calvario, agobiado por el
peso de la Cruz. El sol del medio día le abrasa con sus ardientes rayos, un sudor
copioso baña su sagrado rostro y todos sus miembros, sus ojos, espejos en que desean
mirarse los ángeles, están nublados por el polvo, la sangre y las lágrimas, flaquea
y se desmaya su cuerpo hasta caer en tierra, intenta levantarse, pero la
debilidad y fatiga le hacen caer de nuevo. Los soldados, unos tiran cruelmente
de la soga que lleva atada a la cintura, mientras los otros le hieren con sus
lanzas o le dan de puntapiés. El mansísimo Jesús, logra al fin, ponerse de pie,
y mirando benignamente a sus verdugos, prosigue caminando con la ayuda de Simón
Cirineo.
ORACIÓN
¡Amantísimo
Redentor nuestro, que sacando fuerzas del amor inmenso que nos tienes, te
levantas y prosigues caminando al monte del sacrificio! Concédeme, que dejando
las comodidades y placeres que me arrastran al pecado, me levante de mi postración
y me abrace con la cruz de tu santa ley, siguiendo fielmente tus huellas, y por
tu preciosísima sangre, consuela mi atribulado corazón, otorgándome la gracia
que te pido. Amén.
DÍA
SÉPTIMO
CONSIDERACIÓN
Contempla
hoy a nuestro amorosísimo Redentor, en el monte Calvario, al que ha llegado
cargando sobre sus hombros el santo leño en que debe redimir al mundo y rescatando
del poder infernal. Los verdugos, transformados en rabiosos tigres, le arrancan
tan apresuradamente sus vestiduras, que, estando la túnica pegada al llagado
cuerpo, se llevan con ella pedazos de piel y carne, corriendo de nuevo la
sangre del Inocentísimo Cordero, que despojado y desnudo, queda expuesto a las
miradas del insolente populacho, siempre dispuesto a burlarse de la inocencia y
escarnecer el pudor.
ORACIÓN
¡Benignísimo
Redentor nuestro, que anhelando dar tu vida para redimirnos y rescatarnos de la
tiranía del demonio, sufres la afrentosa desnudez y vergüenza que aflige más
los tormentos! Perdona mi sensualidad e inmodestia, e infunde en mi alma y
cuerpo, la santa virtud de la pureza, y concédeme por tu preciosa sangre, la gracia
que te pido. Amén.
DÍA
OCTAVO
ORACIÓN
Contemplemos
hoy al buen Jesús, extendido sobre el afrentoso madero para ser crucificado, un
clavo puntiagudo, penetra la carne de su mano derecha y a los golpes del
martillo, rasga sus venas y nervios, como la mano izquierda contraída no llega
al agujero señalado, átanla con cordeles, y tirando del brazo con tal fiereza,
que le descoyuntan los huesos, horadan con gruesos clavos, los divinos pies que
tanto se afanaron en buscar a la oveja perdida, y levantando la cruz en alto,
la dejan caer de golpe en el hoyo abierto de una peña. Estremécese todo el
cuerpo del soberano Rey, y la sangre brota a raudales, bañando el sacro madero
y la roca.
ORACIÓN
¡Divino
Mártir del Gólgota, que voluntariamente te has entregado a la muerte por mi
salvación! Perdona la ceguedad y negra ingratitud de esta vil criatura, que
tantas veces te ha entregado a los más execrables delitos, y conviérteme de
fiera cruel en manso cordero, obediente a tu divina ley, y por tu preciosísima
Sangre, tan pródigamente derramada, concédeme la gracia que te pido. Amén.
DÍA
NOVENO
CONSIDERACIÓN
Contemplemos
en este último día a nuestro amado Redentor, clavado en la cruz entre dos ladrones,
el cuerpo desfigurado y convulso, coronada de espinas su cabeza, hundidas sus
mejillas, amoratado su rostro, paralizada su lengua, eclipsados sus ojos, entreabiertos
sus labios, atravesados sus pies, taladradas sus manos, descoyuntado en fin y
agonizando el más hermoso de los hijos de los hombres. La Víctima Santa, el
Eterno Sacerdote según el orden de Melquisedec, el Rey del Universo, que rebosa
de amor las almas, se vuelve a su Padre, pidiendo perdón por los verdugos: “Padre,
perdónalos porque no saben lo que hacen.” Después de tres horas de mortal
agonía, mirando al cielo y alzando la voz, exclama: “Padre, en tus manos
encomiendo mi espíritu” e inclinando la cabeza, expira el Salvador de la
humanidad. La naturaleza toda se estremece ante el horrible deicidio, solo el
corazón del hombre permanece impasible. Un soldado atraviesa con su lanza el
costado de Cristo, y de esa herida, brota un raudal de sangre y agua, que cura
la ceguera de Longinos y lava los pecados de las almas.
ORACIÓN
¡Oh
Redentor amabilísimo, que mueres en medio de malhechores y entre indecibles
tormentos, rogando al Eterno Padre por los verdugos, y dejando tu costado
abierto a la humanidad, cual fuente de vida y puerta del cielo! Dígnate perdonar
a este pecador arrepentido, que, postrado al pie de la Cruz, deplora sus
pecados e implora tu clemencia. Lávame y purifícame con tu preciosísima Sangre,
y concédeme por tu Pasión y Muerte, la gracia que te pido. Amén.
Su
Excia. Mons. Dr. Francisco F. Castro y Ramírez, Obispo de Santiago de María,
concede 100 días de indulgencias, a quien devotamente rezare este novenario.
No hay comentarios:
Publicar un comentario