NOVENA A LA BIENAVENTURADA MADRE JUANA DE LESTONAC
Fundadora de la Compañía de María
Escrita en cumplimiento de un voto
Por Gabino Chávez
Con licencia eclesiástica
Año de 1900
Por la señal de la santa cruz…
L/: Señor abrirás mis labios
R/: Y mi boca anunciará tu alabanza.
L/: Oh Dios entiende en mi ayuda,
R/: Apresúrate Señor a socorrerme.
Gloria al Padre etc.
ACTO DE CONTRICIÓN
Dulce Jesús, amable Redentor mío, que toda mi vida me has rodeado de beneficios
y colmado de favores, ¡cuán ingrato he sido para corresponderá, cuán tardo para
amarte, y cuan osado para afligirte y ofenderte! Mil veces he herido tu divino Corazón
con el dardo del pecado, y solo una paciencia infinita como la tuya puede
haberme sufrido sin castigarme como he merecido. Perdóname pues, benignísimo
Salvador mío, crea en mi un corazón limpio para que te mire, y te conozca y te
ame y renueva en mis entrenas un espíritu de rectitud para que no me deje
torcer los caminos, no me aparte de tu divina presencia, no retires, de mi tu
Santo Espíritu, para que, llenándome de temor y de fortaleza, sepa resistir
todas las tentaciones, huir las dañosas ocasiones, y librarme en lo de adelante
de todo pecado, a fin de poder llegar algún día a la bienaventuranza de la
gloria. Amén
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Oh bienaventurada Madre, que ardiendo en el amor del Señor y encendida en
el celo del bien de las almas, no descansabas puliendo con instancia, el
remedio de tantos males y llenándote de dolor a la vista de los estragos de la herejía,
que arrebataba tantas almas, como el Señor te lo hizo ver representándote el
infierno, las jóvenes que en medio de las diversiones y los placeres se iban
acercando a caer en él. Tu fuiste llamada por Dios a oponer un gran remedio a
tantos males, fundando una orden religiosa que tuviese por fin el educar e
instruir a las jóvenes que viven en medio del mundo, enseñándoles nuestra santa
religión y afirmándolas en la fé, para liberarlas de las seducciones del siglo
y de las tentaciones del demonio. Alcanza ¡Oh Madre! Para nosotros tus hijos,
el celo de las almas, que nos haga trabajar con constancia para salvarlas, la
paciencia que nos lleve a sufrirlas con todas sus fatigas, imperfecciones e
ingratitudes, el espíritu de fé para no ver en ellas sus bajezas y sus culpas,
sino la sangre del Señor que las baña y la preciosidad de sus almas, con esa
misma preciosa sangre redimidas. Alcánzanos un ardiente amor a Jesucristo, que
nos haga aceptables todos los trabajos y dulces todas las amarguras de la vida,
para que, cumpliendo con fervor todas nuestras obligaciones y perseverando, con
la divina gracia hasta el fin, merezcamos un día el ir a conocerte, a acompañarte
y a cantar contigo las eternas alabanzas al Señor en el cielo. Amén.
Cinco Aves
Marías en la forma que sigue:
Oh Bienaventurada Madre, por tu ardiente caridad, alcánzanos el saber amar
a Dios con todo nuestro corazón y con toda nuestra alma.
Oh Bienaventurada Madre, por tu perfecta obediencia, alcánzanos el
saber renunciar a nuestra propia voluntad y obedecer a Jesucristo en persona de
nuestros superiores.
Ave María.
Oh Bienaventurada Madre, por tu perfecto desasimiento de todas las
cosas, alcánzanos la pobreza de cuerpo y de espíritu que nos haga bienaventurados.
Ave María.
Oh Bienaventurada Madre por tu grande pureza, alcánzanos la cumplida guarda
de la castidad de nuestro estado.
Ave María.
Oh Bienaventurada Madre, por la tierna y paciente caridad que a tus hijas
siempre tuviste, sufriendo grandes trabajos con tanta paciencia, alcánzanos la
caridad fraterna, para que amándonos las unas a las otras, more Jesucristo
contento en nuestra compañía.
Ave María.
PRIMER DÍA
ORACION
¡Cuán temprano quiso el Señor protegerte y guardarte de los enemigos,
amada Madre! Teniendo en tu casa, y en lo más allegado el mayor enemigo, pues
trataban de arrebatarte con la fe, el más rico de los tesoros, una providencia especial
te libertó de las seducciones maternales, y te conservó intacta la fé católica
y el conocimiento de Dios. Haz que tus hijas, ya que tenemos la gloria de
profesar la verdadera fé, sepamos vivir de ella como los justos, viendo con la
fé al Señor en persona de los superiores, y a las jóvenes que nos ha confiado,
como á almas rescatadas con la preciosa sangre, y que hemos sido llamadas a salvarlas,
infundiéndoles los conocimientos de la fé y el Santo Temor de Dios, que
teniendo siempre presentes las amenazas y las promesas, los misterios y las
enseñanzas de nuestra fé, vivamos como ella nos ordena, amando a Dios y habiendo
el bien a nuestro prójimo, para que perseverando hasta el fin, merezcamos ser
salvados. Amén.
GOZOS
¡Oh celosa fundadora
Juana Bienaventurada!
R/: Alcánzame Madre amada,
La merced que pido ahora.
Tu misma madre, cegada,
Siendo tú niña, quería
Enredarte en la herejía
En que ella estaba enredada;
Mas la gracia auxiliadora
Hizo fueses libertada:
En vano sus seducciones
Con dulzura en tí ensayaba
Cuando á porfía te insinuaba
De Calvino las lecciones;
De tí echabas sin demora
Doctrina tan depravada:
Sólo a Dios servir deseando
Anhelabas ser su esposa;
Mas tu padre te desposa
Tu gusto no consultando;
Esposa, madre y señora,
Dios te hizo santificada:
Ei peligro en que te hallaras
Y otras jóvenes corrían,
Muchas veces te movían
A que un remedio buscaras:
Y ese celo te devora
Y te trae siempre ocupada:
La carne y sangre pisando,
A un monasterio ingresaste,
Y grande ejemplo dejaste,
Mas al rigor enfermando;
Aun no sonaba tu hora
Más fuiste allí aleccionada:
Al fin, con grandes fatigas
Lágrimas, penas y engaños.
Después de mil desengaños
Fuerza es que tu obra prosigas;
Al Papa tu voz implora
Y tú obra quedó aprobada:
Ya a tu alrededor apiñas
Mil almas que peligraban,
Y en tu enseñanza encontraban
La firme fé aquellas niñas
Y eres tú su salvadora,
De aquella secta malvada:
Hoy tus hijas te pedimos
Por el celo que abrigaste,
Ciencia y paciencia que baste
Para las almas que instruimos
Sé tú nuestra intercesora,
En la patria suspirada:
¡Oh mi grande protectora
En el Cielo ya premiada
R/: Alcánzame Madre amada
La merced que pido ahora!
L/: Ruega por nosotros ¡Oh Madre Santa Juana!
R/: Para
que seamos dignos de las promesas de Jesucristo
ORACIÓN: Oh Dios, en Santa Juana de
Lestonnac, mujer de fe, esperanza y caridad, diste a la Iglesia una educadora
según el Evangelio. Concédenos por su intersección, que imitando su ejemplo
seamos fieles y comprometidos con la Buena Noticia de Jesús. Por Jesucristo
nuestro Señor. Amén.
SEGUNDO DÍA
ORACIÓN
Oh bienaventurada Madre, que
instruida en la escuela de la oración, aprendiste a obedece de la manera más
perfecta, causando admiración en el primer monasterio donde estuviste, por la
sencillez y prontitud de tu obediencia, tanto más notable cuanto que estabas acostumbrada
a mandar y gobernar, y a ser obedecida: alcánzame, Madre mía, el espíritu de
verdadera obediencia, para que mire a Jesucristo en persona de mis superiores,
y no solamente obedezca en lo exterior, normando mis acciones con sus mandatos,
sino que sepa también sujetar mi voluntad, queriendo gustoso lo que mande la
obediencia, y sujetando enteramente mi juicio al de los superiores, para que
muerta a mi propia voluntad, no tenga otro querer o no querer, sino lo que
la obediencia quiera o no quiera, a fin que de este modo, imitando al celestial
Esposo, que por nosotros se hizo obediente hasta la muerte y muerte de cruz,
merezca ser exaltada á la sublimidad de la gloria. Amén.
TERCER DÍA
ORACIÓN
En todos los estados por donde quiso el Señor que pasaras, de hija, de
esposa y de madre, y de religiosa y fundadora, grande fue siempre y esmerada tu
pureza, ¡oh Bienaventurada Madre mía! En el mundo derramabas con tu modestia en
las calles, y tu recogimiento en el templo, el buen olor de Jesucristo; nunca
las malas lenguas se atrevieron a ofuscar ni en lo más mínimo tu honor y
reputación, y trasplantada al claustro, allí en el jardín cerrado del Esposo, resplandeció
con mayor brillo la flor de tu pureza. La mortificación de los sentidos era como
las espinas que rodeaban y defendían esa blanca azucena, y el Señor que
apacienta entre los lirios, gustaba de estar en tu compañía, y en la de tus hijas
que a tu ejemplo cultivaban esa flor delicada. Alcánzame oh Madre mía la pureza
del cuerpo, la del alma, la del corazón, para que, resistiendo las tentaciones
del demonio y las insolencias de la carne, merezca en esta vida la dulce
compañía del Esposo de las vírgenes, y pueda ir a seguirle con ellas en la otra
por donde quiera que fuere, y a entonar el cántico que solo las santas vírgenes
le cantan por los siglos de los siglos. Amén.
CUARTO DÍA
ORACIÓN
Grande fué el despego que tuviste de todas las cosas criadas, oh
Bienaventurada Madre, y aunque nacida en la opulencia y criada en el regalo de
las riquezas, siempre fuiste pobre de espíritu, gastándolas en buenas obras. Mas
cuando los gastos del primer monasterio consumieron todos los recursos,
¡cuántas veces la más grande pobreza vino a probarte, no teniendo, algunas, ni
los necesarios alimentos para tú hijas! Pero, tu confianza en Dios era maravillosa;
les debías que él que da de comerá las aves del cielo y a los polluelos de los cuervos,
no había de faltar a unas almas que le amaban y servían; y el Señor
recompensaba tu fé con socorros inesperados que no podían venir sino de su providencia.
De este modo dabas a tus hijas el ejemplo de ese total abandono en las manos de
Dios, que tanto agrada a su Majestad, y tanto santifica a las almas haciéndolas
vivir en soma paz, sin más solicitud ni otro cuidado que el de servirle, cumpliendo
con todas las reglas y obligaciones de su estado. Ruega al Señor por nosotras, ¡oh Bienaventurada Madre!
para que poniendo enteramente et su divina providencia nuestra esperanza, nada
nos turbe ni nada nos espante, sino que en dulce paz le amen y sirvamos, para
gozarle después, en la paz imperturbable de su reino celestial. Amén.
QUINTO DÍA
ORACIÓN
"La paciencia nos es necesaria para alcanzar las divinas promesas”
nos dicen los libros santos, y es la virtud que, a todas horas, y en todas
circunstancias habernos menester. Y tú nos dejaste también de ella oh Madre nuestra,
los más preciosos ejemplos. Atacada por las lenguas al principio de la
fundación, conspirando en contra tuya aun las personas de tu misma familia;
abandonada por la inconstancia de cinco de tus primeras compañeras; después
levantada nueva tempestad por el cambio de habitación, y últimamente amenazada
te obra de completa ruina por quererla reunir con otra más antigua, nada de
esto hacía vacilar tu constancia; respondías con el silencio a las
murmuraciones y calumnias; mirabas las persecuciones como pruebas que Dios envía
para fortalecer sus obras, y oponías una invencible paciencia a todas las contradicciones
y las penas, enseñando a tus hijas de "por muchas tribulaciones conviene
entrar al reino de Dios." Enséñanos
también á nos otras el saber padecer sin perder la paz y la alegría, el
gloriarnos como los santos en las mismas tribulaciones y el no buscar para
salvarnos otro camino que el de la cruz que nos trazó el soberano Maestro, a
fin de que, acompañándole en las tribulaciones, y subiendo con El al Calvario, le
acompañemos igualmente en las consolaciones y subamos con El, llenas de gozo al
eterno Tabor de la gloria. Amén.
SEXTO DÍA
ORACIÓN
Sabiendo que para ser hostia agradable al Señor, santa y
perfecta, es necesario mortificar a la carne con todas sus concupiscencias, y
que el llevar las señales de las llagas de Nuestro Señor Jesucristo en el
cuerpo como el Apóstol, es ser verdadero discípulo de un Dios crucificado, nunca
descuidaste el ejercicio de la mortificación y penitencia: lejos del fuego en
los rigores del invierno, llevando corsees de agudas puntas y otros ásperos cilicios,
todavía querías tomar cada día la disciplina, y dar a tus hijas el ejemplo de
las asperezas voluntarias, aunque en la Orden no hubiera cúmulo de ellas,
porque una salud debilitada haría imposible la enseñanza, principalísimo fin
del instituto. Pide para nosotros al Señor, oh Bienaventurada Madre, que
sepamos domar este enemigo de la carne que tanta codicia contra el espíritu,
que nos hace pesado el trabajo, dificultoso el silencio, disipada la oración y
dura la obediencia: que siempre llevando en nuestro cuerpo la mortificación de
Jesucristo, merezcamos después el resucitar configurados con su claridad, y entrará
aquella patria feliz donde no habrá más llanto, ni tristeza, ni dolor ni
trabajo alguno, sino que todo será gozo y descanso, y paz eternamente. Amén.
SÉPTIMO DÍA
ORACIÓN
"Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón" dijo el Cordero
divino, y entre tantas divinas virtudes a que pudo exhortarnos siguiendo su
ejemplo, solo quiso enseñarnos la mansedumbre y la humildad, porque siendo
humildes tendremos al mismo tiempo las demás virtudes, que en la humildad
tienen su raíz y su sustento. Y por eso a maste tú tanto a esta virtud, ¡oh
Bienaventurada Madre! jamás recordabas tu honroso linaje, ni tu noble
nacimiento, ni lo encumbrado de tu casa y familia, vivías en medio de tus hijas
como la más humilde de ellas, hacías con gusto los oficios más bajos de la
casa, como si hubiese sido esa siempre tu ocupación; sufriste imperturbable la
inconstancia de algunas de tus primeras hijas, recibiéndolas a su vuelta como al
hijo pródigo su padre; sufriste con admirable silencio las persecuciones y las
injurias, y callaste ante reprensiones no muy justificadas de, los superiores. dando
a tus hijas el ejemplo de la humildad en medio de la grandeza, que es al decir
de San. Bernardo, el grado de la humildad más costoso y más laudable; en fin,
aun pretendiste el resignar el cargo de superiora general que con tanta
prudencia desempeñabas creyendo a otras más capaces, y conceptuándote inepta
para el gobierno. Alcánzanos oh Madre! la humildad verdadera, la que está
dentro del corazón y nos hace dulces y afables con nuestras hermanas, la que oye
con gusto las reprensiones, y juzga bien siempre de todos, y de nada se queja,
porque ve y conoce que aun merece mucho más de lo que sufre; aquella que
consiste más en las obras que en las palabras; aquella que Jesucristo ensalza
en la primera bienaventuranza, y que haciéndonos pobres de espíritu en la
tierra, nos promete con seguridad el reino de los cielos. Amén.
OCTAVO DÍA
ORACIÓN
La paz sea con vosotros, decía el Salvador resucitado, saludando a sus
discípulos, la paz os dejo, la paz que es mía os doy, porque la paz comprende
todos los bienes, es fruto del Espírito Santo y la anteceden el gozo espiritual
y la caridad. Y como “el lugar del Señor se hizo la paz”, conforme a los libros
santos, por eso tu alma, en la que Dios habitaba continuamente, había sido fundada
en la profundidad de aquella para que supera todo sentido. Las grandes vicisitudes
de tu vida, pasando por varios estados, gobernando la familia natural y después
las espirituales, luchando en las fundaciones con tantos obstáculos, tratando
con tan diversas clases de personas, sufriendo la deserción de las primeras compañeras,
oyendo y obedeciendo pareceres opuestos de los directores, nada de ello era
capaz de conmover la tranquilidad de tu espíritu,
ni llegaba a perturbar esa paz profunda de tu alma, que dimanaba de tu perfecta
conformidad con el divino beneplácito. Y esa paz y esa confianza, ponían a menudo
en tus labios aquellas palabras que decía Jesucristo: "Confía, oh hija."
Con esas palabras consolabas a las almas afligidas, alentabas a las flacas,
fortalecías a las tentadas; y a una religiosa a quién la meditación de los
novísimos había impresionado terriblemente, hasta correr desatinada dando
gritos pavorosos, no hiciste más que llamarla y decirle: "confíe oh hija."
pava calmar al punto la tempestad, y volver a aquella alma la tranquilidad y la
paz. Alcánzame, Madre mía, esa confianza amorosa en el Señor, esa quietud
imperturbable del espíritu, para que no se ausente de mi alma el Señor, que "no
se encuentra en la conmoción" de un espíritu turbulento y agitado. Y así, fundando
en la paz nuestra vida, saldremos en paz de ella, y pasaremos al lugar de la
luz y de la paz eterna. Amén.
NOVENO DÍA
ORACIÓN
Como el divino Salvador, podías tu decir, oh Bienaventurada Madre: "el celo de tu casa me ha devorado." Los estragos de la herejía llenaban de dolor tu corazón, y te inflamaban en vehementes deseos de socorrer a las almas. Mirabas a las jóvenes ser presa del error, y perder tristemente su le en las esencias de los calvinistas, y quisieras con el alma y la vida salvarlas del precipicio e impedirles la caída en el abismo. Jamás olvidabas la visión que a tu salida del monasterio tuviste, en la que Dios te hizo mirar las llamas del abismo, y multitud de jóvenes marchando hacia él entre danzas y regocijos. Y porque al mismo tiempo te dio a entender cómo estabas destinada a libértalas impartiéndoles tu auxilio, por eso quisiste fundar la Compañía de María, en la que tus hijas, como soldados valerosos, con las armas de la fé, de la paciencia y la doctrina, peleasen contra el demonio deseoso de conquistar a las jóvenes para su reino tenebroso, por medio de la herejía. Y tus deseos se cumplieron, y tu obra se realizó en medio de grandes dificultades, y aprobada por el Pontífice, Vicario de Jesucristo en la tierra, comenzó a extenderse y a dar copiosos frutos de preservación y de fé Mas, pues a tu familia, aunque indignas, pertenecemos, y como tú, y a tu imitación, nos ocupamos en la cristiana educación de las jóvenes, comunícanos, ¡oh Bienaventurada Madre! tu espíritu y tu celo, para que no miremos en las pobres criaturas sus groseros defectos, su desaplicación y su inconstancia; sino sólo el precio de sus almas bañadas en la sangre de Jesucristo, y sepamos corregirlas y reprenderlas y suplicarles, como dice el Apóstol, en toda paciencia y doctrina, para que inculcando en sus corazones el santo temor de Dios, y guiadas por el camino de los mandamientos de la divina ley, ellas y nosotras podamos alcanzar algún día la corona de los que legítimamente combaten. Amén.
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