CONSIDERACION XIV.
Por
la torre de Ader, que está entre Jerusalén y Belén, distante como un cuarto de
legua de esta ciudad, y a eso de la cuarta vigilia de la mañana, esto es, al
aparecerse la aurora sobre aquel horizonte, dieron los ángeles la feliz nueva del
nacimiento del Mesías a los pastores, quienes luego se encaminaron a Belén, y
entrando en ella adoraron entre las más brillantes luces y músicas del cielo al
Niño Dios, en presencia de la Virgen María y del señor san José. No es fácil
describir el gozo de estos felicísimos Esposos al escuchar las relaciones y
alabanzas de los pastores. La Madre las imprimió en lo más profundo de su
corazón, conservándolas en su pecho para manifestarlas a su tiempo, como nos lo
explica san Lucas (2, v. 19;) y José las imprimiría en su memoria para tener
siempre presentes las glorias y maravillosos acaecimientos de aquella noche, a
fin de dar las gracias continuamente al Señor por tan insignes misericordias y
favores tan ventajosos.
ORACION
Oh bienaventurado José, cuyo corazón saltaba de gozo al presenciar las alabanzas de sencillos pastores a tu hijo estimativo Jesús; yo te ruego que me alcances un corazón puro y amoroso con que merezca tomar parte en aquellas felices adoraciones, las cuales consiga continuar en tu compañía por toda la eternidad. Amén.
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