CONSIDERACION XV.
San
Efrén el sirio, autor que floreció en tiempo de san Basilio y muy acreditado
por su piedad y sabiduría, afirma con palabras claras que el señor san José fué
quien por sus manos circuncidó al Niño Jesús, y es de presumir que la Madre
concurriera a la ejecución de esta ceremonia teniendo en los brazos al Niño. De
esta suerte María y José fueron los ministros de aquella dolorosa operación en
que Jesús, al cumplir con un precepto fundamental de la ley Mosaica, ofreció
las primicias de su sangre preciosísima, suficiente desde aquella hora, si su
Eterno Padre se hubiera querido contentar con ella, para la redención del
universo. En el mismo día que el hijo era circuncidado se le daba también el
nombre, según la costumbre de los hebreos; por lo cual José y María, que tenían
sobre este asunto órdenes secretas del cielo, le pusieron el sacrosanto nombre
de Jesús, con que Dios quiso significar que aquel Niño era la salud del mundo y
el Salvador del género humano. Significación que dió un golpe de regocijo a
María santísima y al amante corazón del señor san José, que estaban
consternados con el ejercicio de aquella dolorosa ceremonia, la que se ejecutó
en el mismo establo y gruta de Belén, que en aquel acto era la casa de los padres,
propia para cumplir con la ley de la circuncisión.
ORACION
Oh
corazón de José, amargamente afligido con la dolorosa y sangrienta circuncisión
de tu Hijo estimativo, y después lleno de regocijo con el sacrosanto nombre de
Jesús que le impusiste: Ruégote que me alcances contrición, que, quebrantando
mi corazón de dolor de mis culpas, me libre de ellas, y llene mi alma del gozo y
alegría de una buena conciencia. Amén.
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