sábado, 13 de marzo de 2021

MES DE MARZO A SAN JOSÉ - DÍA TRECE


CONSIDERACION XIII.

Resuelto señor san José a permanecer al lado de su castísima y virgen Esposa, la servía fiel y respetuoso, mirándola ya con plena certeza como á verdadera Madre de Dios y Esposa del Espíritu Santo. Todo su empeño era mirar a la gloriosísima Virgen más como á soberana que como á esposa, y concordar su trabajo con el ejercicio continuo de las más heroicas virtudes, y con la contemplación de las profecías hacia el linaje humano, que ya comenzaban su cumplimiento: Cerca de seis meses llevaba de esta vida cuando el César mandó con un edicto general que se empadronasen todos los habitantes del imperio en el lugar de su origen o patria, pagando el censo, que era un dinero de la moneda

de aquel país (equivalente casi á real y medio de la moneda mexicana) por cada persona de las que daban su nombre ante los comisarios del imperio. Obediente José salió con la Virgen de Nazaret para Belén su patria, o a lo menos lugar en donde tenía su origen la real familia de David, de la que así el Santo como su nobilísima Esposa eran descendientes. Mediaban por tierra de un punto a otro como treinta leguas, y por lo común se concluía esta caminata en cinco días. Llegados estos virginales Esposos a Belén, que era de poca extensión, hallaron ocupadas todas las posadas, así es que José hubo de alquilar para su habitación aquel establo que estaba dentro de una gruta, en donde los decretos del cielo tenían determinado el nacimiento del Mesías y nuevo Monarca de Judea, el que luego que nació (en tal pobreza que llenaba de angustia el corazón de José) fué puesto por los ángeles en brazos de su santísima Madre. Después de nacido Jesús, fajado y puesto sobre el establo vino el feliz Esposo, o llamado de la Madre de Dios, o del llanto del Niño, o de los cantares de los ángeles, y, adorándole primero le recibió después en sus brazos y en el manto o capa de que usaba; de la cual se conserva un retazo en Roma entre las reliquias de la iglesia de santa Cecilia, que está de la otra parte del Tíber.

 

 

ORACION

Oh obedientísimo José, que por cumplir con la ley de un soberano temporal no dudaste emprender una peligrosa caminata en compañía de tu delicadísima Esposa: yo te ruego por esta tu humilde y pronta sujeción a las órdenes del cielo, representadas en el edicto del César, que me alcances gracia para que me someta con gusto y fidelidad a los mandatos de mis legítimos superiores. Amén.


 

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