CONSIDERACION XII.
Dios,
dice san Ambrosio, velaba con tan amorosa conducta sobre los intereses de su
santa Madre, que expuso a las dudas de algunos el origen de su generación, por
tal de que no se atribuyese a la pureza y brillantez de la honra de María
alguna mancha: así sabemos que Jesús tenía ya como treinta años y era reputado
hijo de José. Pues si Dios celaba tanto la honra de María que en cierto modo
prescindía de la honra de su divino origen (porque aún no era tiempo de
descubrir a todos el misterio,) prefiriendo pasar a los ojos del vulgo por hijo
de un hombre, ¿será creíble que encaminase los sucesos de modo que José, el más
interesado en honra de María, que era también honra propia suya, y encargado de
custodiarla y conservarla incólume con los fueros de marido, dudase ni un
momento de la integridad virginal de su santísima Esposa, solo por lo que sus
ojos veían, a saber, la preñez de Ella? lejos de nosotros tan temerario
pensamiento. José, como dotado de un entendimiento perfectísimo y lleno del
conocimiento de las sagradas letras, conjeturaba casi con certeza, atentas las
circunstancias bíblicas de los tiempos en que vivió y las virtudes y dones
altísimos de María, que no podía tardar más la venida del Mesías prometido, y
que ninguna mujer sino su virgen Esposa era digna de ser Madre del Verbo. De
manera que, cuando observó la preñez misteriosa de María, se desató en el corazón
del humildísimo Patriarca una terrible lucha entre el amor y el temor
reverencial. Amaba a su Esposa, que tanto lo merecía, sin querer separarse de
Ella; pero, conjeturando el misterio, se creía indigno de su amable consorcio,
sobre todo habitando en Ella el Verbo, y pretendía con dolor ausentarse de su lado.
Fatigado y rendido en esta lucha se quedó dormido, y entonces el ángel le acabó
de certificar el misterio, y para que no concibiese, en consecuencia, mayor
temor reverencial, que le obligara a alejarse de María, le ató con los vínculos
de la obediencia, mandándole de parte de Dios, que permaneciera al lado de su
virgen Esposa. De este modo la vivísima fé del Patriarca, poderosa para
iluminarle aun entre sueños, queda vindicada de la nota de que flaqueó
despierta a la vista de la preñez de
María. José, pues, volvió a tomar la Esposa que en sus pensamientos había
intentado dejar, teniéndose por indigno de comparecer en presencia de aquel
asombro de pureza y de aquella dignidad incomparable
ORACION
Oh
inocentísimo José y peregrino recreo de tu purísima virgen Esposa, mi señora la
bienaventurada María, por el singular afecto y veneración que tienes a esta
Madre de la santa esperanza, te pedimos humildemente que te compadezcas de los
que luchan con mal entendida vergüenza para no confesar sus culpas, y les alcances
la gracia de reconciliarse con Aquella cuya misteriosa Encarnación te
certificó el ángel. Amén.
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