CONSIDERACION XVIII.
Luego que Herodes (llamado el grande) supo que los magos a quienes esperaba para informarse del nacimiento de aquel infante de quien se decía ser el heredero de la corona de Judea, se habían vuelto a la Arabia sin pasar por Jerusalén, creyó que era nacido aquel Rey de los judíos que ellos venían buscando para adorarle. Así es que, con el designio de deshacerse de El en quien temía un rival, mandó degollar a todos los niños que hubiesen nacido en Belén de Judá y en todos sus contornos en el espacio de dos años. Pero como contra Dios no hay consejo que valga, un ángel del Señor se apareció a San José, que estaba dormido a la sazón, y, haciéndole saber los celos y órdenes del soberano de Judea, le previno que huyese a Egipto en compañía del Niño y de su santa Madre. El Patriarca, sin esperar la luz del día ni oponer dificultades, respondió a los mandatos del cielo con una pronta obediencia. En la misma noche del aviso salió de Belén para Egipto, y se mantuvo en este reino hasta que, muerto el perseguidor, llamó Dios a su Hijo de Egipto. Esto nos muestra que en semejantes persecuciones es laudable la retirada, si el que huye se guarda para empresas de la gloria divina; porque no se han de esperar milagros cuando los lances se pueden evitar con providencias humanas.
ORACION
Oh
José lleno de susto y congoja por el peligro en que la tiranía de Herodes puso a
tu Hijo estimativo, sufriendo además en tu fuga intemperies, necesidades y
desamparos juntamente con tu Familia; por tu invicta fortaleza en estos trabajos
y por el gozo que tuviste viendo á Jesús puesto en salvo, te ruego que me
libres de las ocasiones de ofender a Dios, alcanzándome gracia para huirlas.
Amén.
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