CONSIDERACION X.
Luego que fué el Verbo Divino en las virginales y purísimas entrañas de María, y acaso el mismo día de la encamación, salió la Señora apresurada de Nazaret para las montañas de Judea a visitar a su prima santa Isabel, que vivía en la ciudad de Hebrón: El camino, aun para otra persona en quien no concurrieran las circunstancias de la Virgen María, era escabroso, largo y en algunas partes despoblado, por estar el sitio de Hebrón distante de Nazaret como treinta y tres leguas, por lo que debe creerse que el señor san José, destinado del cielo para servir a la Madre de Dios, acompañó a su santísima Esposa. Como caminaban con mucha prisa, presto llegaron al término de su viaje, y luego entró la Virgen a saludar a santa Isabel, que a tal presencia quedó llena del Espíritu Santo, y san Juan santificado en su vientre dando saltos de alegría. A esta sazón santa Isabel prorrumpió, entre otras expresiones, en aquellas célebres palabras que hoy forman parte del AVE MARÍA: «bendito el fruto de tu vientre» y María Virgen en aquel hermoso cántico que forman las delicias de sus buenos hijos, y que repiten sin cansarse: Glorifica mi alma al Señor etc. Mientras estos misterios se celebraban entre tan santas personas, José, según las ceremonias y costumbres de la nación, pasó a presentar sus respetos á Zacarías. Aunque es probable que nuestro Santo fué admitido al coloquio que su Esposa tuvo con su prima en esta ocasión, escuchando el cántico de aquella y las palabras de ésta, pero no es temerario decir que no comprendió la significación de aquellos maravillosos sentimientos: al modo que los Apóstoles, escuchando después a Cristo, quien con la mayor claridad les hablaba de su pasión, nada entendieron. La Virgen se mantuvo en la casa de Zacarías casi por el espacio de tres meses, cumplidos los cuales se volvió a su casa de Nazaret, en compañía de su amabilísimo Esposo.
ORACION
Oh
mi dulce padre José, que, conformándote con los designios misericordiosos de
Dios, acompañaste a tu bendita Esposa María Virgen a la casa de santa Isabel,
quien fué llena del Espíritu Santo y san Juan santificado en su vientre: yo te
ruego que visites en compañía de Jesús y María a mi pobrecita alma, a fin de
que a vuestra presencia me sean perdonadas todas mis culpas y merezca vuestra
especial y constante protección. Amén.
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