CONSIDERACION IX.
Este punto es tan constante y tan claro en la historia de la inmaculada vida del Esposo de María, que, aun los enemigos de nuestra fé, convencidos de las eficaces y concluyentes razones que lo apoyan, confiesan que el señor san José llevó al sepulcro aquella azucena de la virginidad con que nació. De este modo, del matrimonio de dos esposos vírgenes, sin lesión de su integridad y pureza corporal, y solo por la acción divina, resultó un Hijo igualmente siempre virgen. Todos los escritores católicos, a su cabeza san Gerónimo, han seguido la sentencia de la perpetua virginidad de José, y es de ver a san Pedro Damián decir con satisfacción, que la fé de la Iglesia es, que el señor san José fue tan virgen como su purísima Esposa: bien que aquí este santo escritor no entendió hablar de la fé propiamente dicha, sino de la piadosa creencia de la Iglesia. Y ciertamente, en cuanto es lícito valerse de conjeturas probables, ¿quién ah de creer que Dios no eligió un Esposo virgen a su santa Madre, cuando que, hecho hombre crecido y estando para morir, se la dejó encomendada a un hombre que era virgen? Con razón muchos escritores, venerables por sus virtudes y por su ciencia, defienden que José v María de común consentimiento se consagraron a Dios con voto de perpetua virginidad; disponiéndolo así el Espíritu Divino, para que en aquel gran misterio que contenía la salud del mundo, tuviese la Madre de Dios un consorte, que no solo en toda su vida, sino también en la pureza, le fuese conforme. Ni tal voto contrario al matrimonio, en que hubo fruto (bien que divino), fé y sacramento de la antigua ley.
ORACION
Oh
virgen limpísimo y Padre estimativo de Jesús, tú conoces los graves peligros
que me rodean, amenazando hundirme al peso de la impureza en el abismo sin
fondo del pecado y del infierno; yo, pues, te suplico por tu casto consorcio
con María, a quien respetaste siempre virgen, que me alcances, para guardar la
castidad y pureza propia de mi estado, gracias eficacísimas que me hagan grato
a los ojos del Cordero sin mancha. Amén
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