CONSIDERACION XXIX.
Dijimos,
ateniéndonos a la creencia más prudente y general, que el señor san José murió en
Jerusalén, en aquella parte del año en que había de ir con su Esposa y con el
Niño a adorar al Señor en Jerusalén; y, con los mismos fundamentos,
conjeturamos que sus restos fueron sepultados en aquel valle donde estaba el sepulcro
de Josafat y el huerto de Getsemaní, y donde descansaban sus ilustres
progenitores. No nos queda más que adorar los inescrutables designios de la
Providencia, que quiso ocultarnos los pormenores de los últimos días y sepulcro
del estimativo Padre del Verbo, abandonando a las conjeturas fijarlas con la
incertidumbre inevitablemente consiguiente. Y ya que no alcanza la historia
allí donde nuestro corazon quisiera llegar en efusión de amor y respeto, procuremos
con todas nuestras fuerzas obrar constantemente el bien, libres de pecado, para
que logremos ver a nuestro Santo en el cielo, donde es seguro que, lleno de
gloria y majestad, reina con Jesús y con María.
ORACION
Oh
José distinguido en el amor y respeto de Jesús, ya que el Señor quiso que los
hombres ignorásemos el lugar de tu sepulcro, privándonos así del consuelo de
regarle con las lágrimas de nuestro amor y gratitud, dígnate alcanzarnos gracia
para que nuestros corazones guarden constantemente tu memoria, a fin de imitar
tus altas virtudes, amando a Jesús y a María, como tú les amaste. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario