NOVENA
EN HONOR DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
EN EL SEPULCRO
SANTO CRISTO DEL PARDO
CUYA
IMAGEN SE VENERA EN EL CONVENTO DE LOS
PADRES
CAPUCHINOS DE DICHO REAL SITIO.
Tomado del libro
“Novena en honor de Nuestro Señor Jesucristo en el Sepulcro (Vulgo) Del Pardo,
Cuya prodigiosa Imagen se venera en el Real Convento de Padres Capuchinos de
dicho Real Sitio”. Escrito por una religiosa de esa comunidad. Madrid, en la
Imprenta Real. Año de 1827. España.
Dicho
el Acto de Contrición se dirá:
V. Abrid,
Señor, mis labios.
R. Y mi
boca anunciará vuestras alabanzas.
V.
Dios, entended en mi ayuda.
R. Señor, daos
prisa a socorrerme.
DÍA
PRIMERO
ORACIÓN
Dulcísimo Jesús,
Redentor de todos los hombres: ved me aquí el más miserable de todos ellos,
postrado humildemente ante esta Sagrada Efigie de vuestro Cuerpo difunto,
adorando y besando espiritualmente vuestros pies sacratísimos. Ellos se
cansaron en busca mía cuando yo andaba descarriado: fueron traspasados con
clavos para expiar los malos pasos de los míos, у conservan en el Cielo sus cicatrices
gloriosas para incentivo de mi amor y aliento de mi esperanza. Junto a ellos escojo
mi puesto con la piadosa Magdalena, pidiéndoos me deis gracia para que lavándolos
en la tierra con las lágrimas de mi penitencia, y ungiéndolos con el ungüento
precioso de la caridad, pueda luego en el Cielo abrazarme de ellos para siempre,
gozando de la mejor parte que nunca me será quitada. Amen.
Ahora se rezarán tres Credos con tres
Gloria Patri, y luego la
ORACIÓN
PARA TODOS LOS DIAS
Amantísimo
Jesús, Dios у Hombre verdadero, postrado ante esta sagrada Efigie vuestra,
rindo mis humildes homenajes a vuestro Cuerpo adorable, que, bien que puesto en
el sepulcro y separado del alma, jamás se separó de la Divinidad. Os alabo mil
veces porque por amor mío lo unisteis a Vos con lazo tan estrecho; porque sus
cardenales y heridas curaron las llagas de mi alma, y su muerte y sepultura me resucitó
a la vida de la gracia, y me hizo heredero de la dichosa in mortalidad: recibid
también mis humildes acciones de gracias, porque en esa sagrada Efigie queréis
ser aun el día de hoy la salud de los enfermos, el protector de los necesitados,
el consuelo de los afligidos, el gozo de los justos у el singular refugio de
los pecadores, a quienes en ella dais con repetidos milagros nuevas pruebas de
esa misericordia tan tierna, que os hizo decir cuando andabais por la tierra:
no vine a buscar a los justos , sino a los pecadores. Por ese corazón de Padre,
siempre abierto para recibirlos, por esas entrañas de piedad en que ponen su
esperanza, y por esa sangre derramada para lavar sus manchas, oíd los clamores
del mayor de todos ellos, que vuelve a Vos con el corazón contrito у humillado.
Perdonadme las culpas de mi vida pasada; encendedme en vuestro santo amor;
adornadme con vuestra divina gracia, y coronadme por el don de la perseverancia.
También os recomiendo, dulce Padre y Redentor mío, las necesidades de la
Iglesia y del Estado, a nuestro Sumo Pontífice N., nuestro Prelado N., y
nuestro Rey N. con la Reina y toda la Real Familia. Guardadlos, Señor, como la pupila
de vuestros ojos, y protegedlos bajo la sombra de vuestras alas; gobernadlos
Vos, para que nos gobiernen según vuestra Ley Santísima, e inspiradnos a
nosotros, una rendida sumisión a sus decretos, y una lealtad inviolable hacia
sus Personas. Concedednos en fin el favor particular que pedimos en esta Santa
Novena, si es para mayor gloria vuestra y bien de nuestras almas, y si no, una resignación
perfecta en vuestra divina voluntad, la cual sea hecha en la tierra, así como en
el Cielo. Amen. Aquí se pide la gracia que se pretende conseguir, y luego
siguen los
GOZOS
Tributando aquel honor,
Que a una efigie vuestra es justo,
Os adoro Cuerpo augusto,
Víctima por nuestro amor.
¡Oh Vos! cuya
sangre pura,
Que es un rio de
consuelo,
Regaba el ingrato
suelo
De vuestra alma en
la amargura;
Pues hallamos la
dulzura
En ese mortal sudor:
Vos, atado y arrastrado
Por las calles de
Sion,
Sin respeto o compasión
Por verdugos
azotado,
De sangre todo
inundado,
Penetrado de dolor:
Una caña vacilante
Por cetro os es
entregada,
En las sienes
colocada
La diadema
penetrante,
Entre la grita insultante
De la rabia у del
furor:
Con salivas infernales
La cara es
desfigurada,
De la cual una
mirada
De esos ojos
paternales
A los coros
celestiales
Inflama en divino
ardor:
Al terrible sacrificio
Camina la eterna
Luz,
Llevando la dura
cruz
Al lugar de su
suplicio,
Sujeto al humano
juicio
El que es Juez y
Defensor:
Enclavado
fuertemente
En aquel madero
cruel
Ofrecen vinagre y
hiel
A su final sed
ardiente,
Mientras la plebe
insolente
Os insulta sin rubor:
¡Oh Vos! fuente de
contentos,
Rey supremo,
eterno Dios,
Pues nada se muda
en Vos,
Ni en los últimos
momentos,
En medio de estos
tormentos
De la muerte en el
horror:
Hoy mismo,
continuamente,
Vuestra gran
bondad se muestra
A quien a esta
Efigie vuestra
Acude con fe
ferviente,
Sois consuelo del
doliente,
Refugio del pecador:
Vos, sosiego a mi temor,
Fuerte en todo riesgo y susto,
Os adoro, Cuerpo augusto,
Víctima por nuestro amor.
ANTÍFONA: Cristo
se hizo por nosotros obediente hasta la muerte y muerte de Cruz; por esto también
Dios le exaltó y le dio un Nombre que es sobre todo Nombre.
V. Os
adoramos, Cristo, y os bendecimos.
R. Porque
por vuestra Cruz redimisteis al mundo.
OREMOS: Señor
Jesucristo, que descendisteis del Cielo a la tierra desde el seno del Padre, derramasteis
vuestra sangre preciosa para la remisión de nuestros pecados, os rogamos
humildemente que en el día del juicio oigamos a vuestra diestra: venid benditos.
Que vivís y reináis con Dios Padre en unidad del Espíritu Santo Dios por todos los
siglos de los siglos. Amen.
DÍA
SEGUNDO
ORACIÓN
Dulcísimo
Jesús, Padre amorosísimo de todos los hombres: ved aquí el más ingrato de
vuestros hijos, postrado ante vuestra Efigie Sacro santa, adorando humildemente
vuestras sagradas manos, obradoras de tantas maravillas, dispensadoras de
tantos beneficios, traspasadas de duros clavos por mi amor, y esos brazos
paternales por mí estirados en la Cruz: en ellos me arrojo en todas mis penas y
tentaciones, con la confianza que un niño se arroja en los brazos de su padre:
no los retirareis para dejarme caer. En esas manos benéficas depongo todos mis
cuidados; a ellas entrego las llaves de mi corazón y potencias: en ellas esté
siempre el timón de mi vida, que, gobernada mi barquilla por tan sabio piloto,
pase con seguridad por entre los escollos de este mar borrascoso, y llegue al
fin al puerto de la eterna bienaventuranza. Amen.
DÍA
TERCERO
ORACIÓN
Dulcísimo
Jesús, víctima por nuestros pecados, holocausto infinitamente agradable a los
ojos del Padre: veisme aquí postrado ante esta sagrada Efigie vuestra,
rindiendo mis humildes adoraciones a esas espaldas divinas por mí despedazadas
con crueles azotes; a esos sagrados hombros, en los que cual otro y más
perfecto Isaac, llevasteis al monte Calvario el instrumento de vuestro suplicio,
y en él los delitos de todo el mundo. ¡Oh Cordero adorable que todos los quitáis
con vuestra sangre preciosa! No permitáis que haya sido derramada inútilmente
por mí; dadme un verdadero dolor de haberos ofendido; hacedme ser víctima de
vuestro amor, empleando en serviros todo lo que me restare de vida; y que así
como Vos cargasteis sin resistencia en vuestros hombros la Cruz en que habíais
de morir por mí, acepte yo con perfecta resignación todas aquellas que Vos os dignéis
enviarme, como arras de vuestro amor y prendas de la gloria en que Vos mismo entrasteis
por el camino de los trabajos. Amen.
DÍA CUARTO
ORACIÓN
Dulcísimo
Jesús, amabilísimo Maestro, en cuya escuela sola se adquiere la verdadera
ciencia: yo el mas rudo e indócil de vuestros Discípulos, postrado ante esta
sagrada Efigie vuestra, rindo mis humildes adoraciones a esa boca suavísima, en
cuyos labios está derramada la gracia, y cuyas palabras son más dulces que la
miel, por mí amargada con hiel y vinagre. Confieso con firme fe que esa voz
que, moribunda, no perdió la fuerza de clamar altamente, encomendando al Padre
vuestro espíritu, es también la misma que hace temblar los cedros del Líbano; a
quien obedece la muerte, y a cuyo mandato se rinden los vientos y el mar; y que
esa sed ardiente que atormenta vuestra garganta delicada, no la impide ser fuente
de agua viva para los que tienen hambre y sed de justicia, por las palabras de
aquella sabiduría que de Vos solo dimana. Solo en esa fuente quiero beber; solo
esas palabras han de ser regla de mi vida: cualquiera otra senda es descamino,
pues quien no está con Vos, está contra Vos, y quien con Vos no siembra,
esparce. Concededme la gracia de cumplir estas resoluciones ¡oh dulcísimo
Maestro! para que escuchando aquí con atenta sumisión vuestras lecciones y
vuestros mandatos, oiga luego de vuestra boca esa voz consoladora con que llamáis
a los benditos de vuestro Padre al gozo de la eterna bienaventuranza. Amen.
DÍA QUINTO
ORACIÓN
Dulcísimo
Jesús, Pastor y Guía de las almas, yo, la más indigna de vuestras ovejas,
postrado ante esta sagrada Efigie vuestra, adoro humildemente esos ojos
amabilísimos, siempre abiertos sobre las necesidades de los nuestros , bañados
en lágrimas por mis pecados; esos benignísimos oídos, siempre prontos para oír
nuestros ruegos, por mí ofendidos con afrentas y baldones: recibid mis humildes
alabanzas en desagravio de tantas injurias: escuchad los clamores con que llamo
a las puertas de vuestra misericordia; abrídmelas benignamente, y con esos ojos
suavísimos que ale gran el Cielo, echadme una mirada semejante a aquella que
arrancó tantas lágrimas a vuestro Apóstol San Pedro, para que convertido a Vos,
a su ejemplo, no solo yo mismo os siga en adelante sin titubear, sino que también
con mis ejemplos y mi celo, conforme a los límites de mi estado, confirme en la
fe y en la virtud a mis hermanos, para que todos juntos lleguemos al gozo de aquella
bienaventuranza eterna, que tan a vuestra costa nos ganasteis . Amen.
DÍA
SEXTO
ORACIÓN
Dulcísimo
Jesús, Soberano Monarca del mundo: yo el más rebelde de vuestros vasallos,
postrado ante esta sagrada Efigie vuestra, adoro humildemente esas sienes divinas,
por mí coronadas de penetrantes espinas. ¡Oh Rey de gloria, por quien reinan
los Soberanos, y por quien los Legisladores dictan los justos decretos! ¿Es
esta, pues, vuestra diadema pomposa? ¿Es vuestro manto Real esa púrpura de escarnio,
y vuestro cetro la caña con que hieren nuevamente vuestra delicada cabeza? Sí,
Dios mío, yo oso decirlo; estas son las insignias más dignas de vuestra Suprema
Majestad, pues ellas, mas altamente que los Cielos y el Firmamento, anuncian la
gloria de vuestra bondad, de vuestra justicia y de vuestra misericordia: en
este estado de humillación doblo ante Vos mis rodillas, no para insultaros en
vuestros dolores, como lo hicieron vuestros enemigos, sino para admirar la obra
maestra de vuestro amor, saludaros como Rey, no solamente de los Judíos, sino
de todos los hombres y de todos los Ángeles. Extended vuestro Reino por todo el
mundo; pero sobre todo establecedlo con firmeza en mi corazón, para que,
rendido siempre a vuestro dulce cetro, jamás os ofenda con la menor
infidelidad. Amen.
DÍA SÉPTIMO
ORACIÓN
Dulcísimo
Jesús, Amigo tierno y Esposo amantísimo de las almas; postrado ante esta
sagrada Efigie vuestra, rindo mis humildes adoraciones a vuestro divino Corazón,
fuente de gracia y trono de amor, por mí atravesado con una lanza, y manando
sangre y agua para lavar mis mancillas. Estas son las fuentes del Salvador en
que hemos de apagar nuestra sed; es rio de deleites que embriaga suavemente a
las almas puras. Ese Corazón sagrado es puerto seguro en las borrascas de la
vida, es castillo inexpugnable en donde nos hemos de hacer fuertes contra los
enemigos de nuestra salvación, y es puerta abierta para entrar al santuario de
vuestra Divinidad. ¡Oh fragua de amor, cuyas llamas no pudieron apagar las muchas
aguas de las tribulaciones! A Vos acudo a buscar remedio para mi extrema
frialdad. ¡Oh Esposo de sangre y amador verdadero, que disteis vuestra vida por
vuestros amigos! Ya que tantos gastos hicisteis para ganar nuestros corazones,
acabad con vuestra gracia lo que comenzasteis con vuestros tormentos,
encendiéndome a mí y a todos los hombres en un amor tan ardiente hacia Vos, que
solo en Vos busquemos nuestro descanso, que siempre os sirvamos con fervor, y
criatura alguna nos separe jamás de Vos. Amen.
DÍA
OCTAVO
ORACIÓN
Dulcísimo
Jesús, Sacerdote eterno según el orden de Melchisedec: postrado ante esta
sagrada Efigie vuestra, adoro humildemente vuestra adoro humildemente vuestra
sangre preciosísima, la cual, mientras ese Cuerpo divino descansaba en el
sepulcro, estaba esparcida por el suelo en los varios teatros de vuestros
suplicios; esa sangre, con la cual entrasteis una vez en el Santuario para
fundar una eterna redención; esa sangre, que sola nos preserva del Ángel
exterminador, y nos purifica de las obras muertas, para que sirvamos al Dios vivo.
Mirad, oh Padre Eterno, esa sangre de vuestro Unigénito: oíd su voz que clama
al Cielo, no pidiendo venganza, como la de Abel, sino solicitando misericordia
y piedad para todos los hombres. Por todos sin excepción fue derramada: haced
pues que todos nos aprovechemos de tan gran beneficio: encaminad a los errados;
ablandad los corazones endurecidos; convertid a los pecadores; dad
perseverancia a los justos, y conducidnos a todos a la vida eterna. Amen.
DÍA
NOVENO
ORACIÓN
Dulcísimo
Jesús, Libertador de los hombres y Triunfador del infierno: Vos, que vencido el
aguijón de la muerte abristeis a los creyentes el Reino de los Cielos: vedme aquí,
postrado ante esta sagrada Efigie vuestra, rindiendo mis humildes adoraciones a
vuestra Alma Sacratísima, que sin embargo de que continua mente gozaba de la
Bienaventuranza, y veía a Dios cara a cara, estuvo extremadamente angustiada y
triste hasta la muerte por mi amor, y que mientras ese Cuerpo adorable descansaba
en el Santo Sepulcro, bajó a los infiernos a abrir las prisiones de vuestros
fieles siervos del Antiguo Testamento. Suplícoos, Señor, por aquella bondad
infinita que os movió a ir en persona a romper sus cadenas y alegrarles con la
dichosa nueva de su redención, que quebrantéis los grillos de los vicios y
malas inclinaciones que me aprisionan, y alegréis mis huesos humillados con
estas dulces palabras: Tus pecados te son perdonados. Amen.
TRADUCCION
DEL EPITAFIO LATINO A NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO DEL PARDO.
EN
OCTAVAS REALES. POR LA MISMA AUTORA.
Detente,
Peregrino, aquí, y postrado
Contempla y rinde
humilde adoración
A ese divino
Cuerpo desangrado.
Mira esas sienes
que sin compasión
Una horrible diadema
ha taladrado;
Ese rostro, que es
gozo y admiración
De las
Inteligencias celestiales,
De palidez
cubierto y cardenales.
Largamente por el
cabello hermoso
Corre la sangre que
el furor sacó;
De sangre y agua
es manantial copioso
El lado que la
lanza atravesó;
Y cuando en el
madero ignominioso
Ese adorable
Cuerpo se extendió,
Mira las llagas
que en sus pies y manos
Abrieron con los
clavos inhumanos.
En fin, desde los
pies a la cabeza
Repara que no hay
parte sana en él.
¿Mas quién de un
Dios humilla la grandeza
Hasta el extremo
de esta muerte cruel?
¿O quién sujetó su
eterna fortaleza?
Esto hizo el amor
al hombre infiel:
Imprímelo en tu
pecho, oh Peregrino,
Aprende a amar y.......
sigue en tu camino.
Añádese la adoración a las cinco mayores
Llagas de nuestro Señor Jesucristo, para alcanzar lo que especial mente se pide
en la Novena.
A la
Llaga del pie izquierdo. Adorote ¡oh Santísima Llaga del pie izquierdo de mi
Señor Jesucristo! y os pido, Señor, por ella me perdonéis cuanto os he ofendido
con todos mis pasos y movimientos. Padrenuestro. Gloria.
A la
del pie derecho. Adorote ¡oh Santísima Llaga del pie derecho de mi Señor
Jesucristo! y os pido, Señor, por ella me perdonéis cuanto os he ofendido con
todas mis acciones y palabras. Padrenuestro. Gloria.
A la de
la mano izquierda. Adorote ¡oh Santísima Llaga de la mano izquierda de mi Señor
Jesucristo! y os pi do, Señor, por ella me perdonéis cuanto os he ofendido con
mi vista у demás sentidos. Padrenuestro. Gloria.
A la de
la mano derecha. Adorote ¡oh Santísima Llaga de la mano derecha de mi Señor Jesucristo!
y os pido, Señor, por ella me perdonéis cuanto os he ofendido con el empleo de
mi memoria, entendimiento y voluntad. Padrenuestro. Gloria.
A la
del costado. Adorote ¡oh Santísima Llaga del costado de mi Señor Jesucristo! y os
pido, Señor por ella que, así como fue herido vuestro corazón con el hierro de
la lanza, así penetren el mío vuestras soberanas luces para siempre amaros y
nunca más ofenderos, queriendo antes morir que pecar. Amen. Padrenuestro.
Gloria.
El Emmo. Sr. Cardenal de la S.R.I., Arzobispo
de Sevilla, concede cien días de Indulgencia a todos los fieles de uno y otro
sexo que devotamente hicieren o asistieren a hacer esta Novena del Santísimo Cristo
del Pardo; y otros cien días por cada oración de la misma que rezaren
devotamente.
Los Excmos. Sres. Patriarca de las Indias
y Sres. Arzobispos de Burgos, de Santiago, de Tarragona, de Valencia y Señor
Abad de S. Ildefonso, conceden cada uno por sí ochenta días de Indulgencia a
los que hicieren o asistieren a hacer dicha Novena, y por cada oración de ella.
Asimismo los Ilmos. Sres. Obispos de
Ciudad Rodrigo, de Cádiz, Calahorra, Córdoba, Almería, Segovia, Segorbe, Sigüenza,
León, Osma, Plasencia, Pamplona, Valladolid, Zamora y otros muchos Ilmos. Prelados
conceden cada uno por sí cuarenta días de Indulgencia en la misma forma que están
concedidas por el Excmo. Sr. Patriarca: todos con el encargo de rogar a Dios
por los santos fines que la Iglesia recomienda. Suman todas 2,040 días.
Colaboración de Carlos Villaman
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