sábado, 6 de marzo de 2021

NOVENA AL CRISTO DEL PARDO


NOVENA EN HONOR DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO

EN EL SEPULCRO

SANTO CRISTO DEL PARDO

 

CUYA IMAGEN SE VENERA EN EL CONVENTO DE LOS

PADRES CAPUCHINOS DE DICHO REAL SITIO.

 

Tomado del libro “Novena en honor de Nuestro Señor Jesucristo en el Sepulcro (Vulgo) Del Pardo, Cuya prodigiosa Imagen se venera en el Real Convento de Padres Capuchinos de dicho Real Sitio”. Escrito por una religiosa de esa comunidad. Madrid, en la Imprenta Real. Año de 1827. España.

 

 

Dicho el Acto de Contrición se dirá:

 

V. Abrid, Señor, mis labios.

R. Y mi boca anunciará vuestras alabanzas.

 

V. Dios, entended en mi ayuda.

R. Señor, daos prisa a socorrerme.

 

 

DÍA PRIMERO

ORACIÓN

Dulcísimo Jesús, Redentor de todos los hombres: ved me aquí el más miserable de todos ellos, postrado humildemente ante esta Sagrada Efigie de vuestro Cuerpo difunto, adorando y besando espiritualmente vuestros pies sacratísimos. Ellos se cansaron en busca mía cuando yo andaba descarriado: fueron traspasados con clavos para expiar los malos pasos de los míos, у conservan en el Cielo sus cicatrices gloriosas para incentivo de mi amor y aliento de mi esperanza. Junto a ellos escojo mi puesto con la piadosa Magdalena, pidiéndoos me deis gracia para que lavándolos en la tierra con las lágrimas de mi penitencia, y ungiéndolos con el ungüento precioso de la caridad, pueda luego en el Cielo abrazarme de ellos para siempre, gozando de la mejor parte que nunca me será quitada. Amen.

 

Ahora se rezarán tres Credos con tres Gloria Patri, y luego la

 

ORACIÓN PARA TODOS LOS DIAS

Amantísimo Jesús, Dios у Hombre verdadero, postrado ante esta sagrada Efigie vuestra, rindo mis humildes homenajes a vuestro Cuerpo adorable, que, bien que puesto en el sepulcro y separado del alma, jamás se separó de la Divinidad. Os alabo mil veces porque por amor mío lo unisteis a Vos con lazo tan estrecho; porque sus cardenales y heridas curaron las llagas de mi alma, y su muerte y sepultura me resucitó a la vida de la gracia, y me hizo heredero de la dichosa in mortalidad: recibid también mis humildes acciones de gracias, porque en esa sagrada Efigie queréis ser aun el día de hoy la salud de los enfermos, el protector de los necesitados, el consuelo de los afligidos, el gozo de los justos у el singular refugio de los pecadores, a quienes en ella dais con repetidos milagros nuevas pruebas de esa misericordia tan tierna, que os hizo decir cuando andabais por la tierra: no vine a buscar a los justos , sino a los pecadores. Por ese corazón de Padre, siempre abierto para recibirlos, por esas entrañas de piedad en que ponen su esperanza, y por esa sangre derramada para lavar sus manchas, oíd los clamores del mayor de todos ellos, que vuelve a Vos con el corazón contrito у humillado. Perdonadme las culpas de mi vida pasada; encendedme en vuestro santo amor; adornadme con vuestra divina gracia, y coronadme por el don de la perseverancia. También os recomiendo, dulce Padre y Redentor mío, las necesidades de la Iglesia y del Estado, a nuestro Sumo Pontífice N., nuestro Prelado N., y nuestro Rey N. con la Reina y toda la Real Familia. Guardadlos, Señor, como la pupila de vuestros ojos, y protegedlos bajo la sombra de vuestras alas; gobernadlos Vos, para que nos gobiernen según vuestra Ley Santísima, e inspiradnos a nosotros, una rendida sumisión a sus decretos, y una lealtad inviolable hacia sus Personas. Concedednos en fin el favor particular que pedimos en esta Santa Novena, si es para mayor gloria vuestra y bien de nuestras almas, y si no, una resignación perfecta en vuestra divina voluntad, la cual sea hecha en la tierra, así como en el Cielo. Amen. Aquí se pide la gracia que se pretende conseguir, y luego siguen los

 

GOZOS

Tributando aquel honor,

Que a una efigie vuestra es justo,

Os adoro Cuerpo augusto,

Víctima por nuestro amor.

 

¡Oh Vos! cuya sangre pura,

Que es un rio de consuelo,

Regaba el ingrato suelo

De vuestra alma en la amargura;

Pues hallamos la dulzura

En ese mortal sudor:

 

Vos, atado y arrastrado

Por las calles de Sion,

Sin respeto o compasión

Por verdugos azotado,

De sangre todo inundado,

Penetrado de dolor:

 

Una caña vacilante

Por cetro os es entregada,

En las sienes colocada

La diadema penetrante,

Entre la grita insultante

De la rabia у del furor:

 

Con salivas infernales

La cara es desfigurada,

De la cual una mirada

De esos ojos paternales

A los coros celestiales

Inflama en divino ardor:

 

Al terrible sacrificio

Camina la eterna Luz,

Llevando la dura cruz

Al lugar de su suplicio,

Sujeto al humano juicio

El que es Juez y Defensor:

 

Enclavado fuertemente

En aquel madero cruel

Ofrecen vinagre y hiel

A su final sed ardiente,

Mientras la plebe insolente

Os insulta sin rubor:

 

¡Oh Vos! fuente de contentos,

Rey supremo, eterno Dios,

Pues nada se muda en Vos,

Ni en los últimos momentos,

En medio de estos tormentos

De la muerte en el horror:

 

Hoy mismo, continuamente,

Vuestra gran bondad se muestra

A quien a esta Efigie vuestra

Acude con fe ferviente,

Sois consuelo del doliente,

Refugio del pecador:

 

Vos, sosiego a mi temor,

Fuerte en todo riesgo y susto,

Os adoro, Cuerpo augusto,

Víctima por nuestro amor.

 

ANTÍFONA: Cristo se hizo por nosotros obediente hasta la muerte y muerte de Cruz; por esto también Dios le exaltó y le dio un Nombre que es sobre todo Nombre.

 

V. Os adoramos, Cristo, y os bendecimos.

R. Porque por vuestra Cruz redimisteis al mundo.

 

OREMOS: Señor Jesucristo, que descendisteis del Cielo a la tierra desde el seno del Padre, derramasteis vuestra sangre preciosa para la remisión de nuestros pecados, os rogamos humildemente que en el día del juicio oigamos a vuestra diestra: venid benditos. Que vivís y reináis con Dios Padre en unidad del Espíritu Santo Dios por todos los siglos de los siglos. Amen.

 

 

 

DÍA SEGUNDO

ORACIÓN

Dulcísimo Jesús, Padre amorosísimo de todos los hombres: ved aquí el más ingrato de vuestros hijos, postrado ante vuestra Efigie Sacro santa, adorando humildemente vuestras sagradas manos, obradoras de tantas maravillas, dispensadoras de tantos beneficios, traspasadas de duros clavos por mi amor, y esos brazos paternales por mí estirados en la Cruz: en ellos me arrojo en todas mis penas y tentaciones, con la confianza que un niño se arroja en los brazos de su padre: no los retirareis para dejarme caer. En esas manos benéficas depongo todos mis cuidados; a ellas entrego las llaves de mi corazón y potencias: en ellas esté siempre el timón de mi vida, que, gobernada mi barquilla por tan sabio piloto, pase con seguridad por entre los escollos de este mar borrascoso, y llegue al fin al puerto de la eterna bienaventuranza. Amen.

 

 

 

DÍA TERCERO

ORACIÓN

Dulcísimo Jesús, víctima por nuestros pecados, holocausto infinitamente agradable a los ojos del Padre: veisme aquí postrado ante esta sagrada Efigie vuestra, rindiendo mis humildes adoraciones a esas espaldas divinas por mí despedazadas con crueles azotes; a esos sagrados hombros, en los que cual otro y más perfecto Isaac, llevasteis al monte Calvario el instrumento de vuestro suplicio, y en él los delitos de todo el mundo. ¡Oh Cordero adorable que todos los quitáis con vuestra sangre preciosa! No permitáis que haya sido derramada inútilmente por mí; dadme un verdadero dolor de haberos ofendido; hacedme ser víctima de vuestro amor, empleando en serviros todo lo que me restare de vida; y que así como Vos cargasteis sin resistencia en vuestros hombros la Cruz en que habíais de morir por mí, acepte yo con perfecta resignación todas aquellas que Vos os dignéis enviarme, como arras de vuestro amor y prendas de la gloria en que Vos mismo entrasteis por el camino de los trabajos. Amen.

 

 

DÍA CUARTO

ORACIÓN

Dulcísimo Jesús, amabilísimo Maestro, en cuya escuela sola se adquiere la verdadera ciencia: yo el mas rudo e indócil de vuestros Discípulos, postrado ante esta sagrada Efigie vuestra, rindo mis humildes adoraciones a esa boca suavísima, en cuyos labios está derramada la gracia, y cuyas palabras son más dulces que la miel, por mí amargada con hiel y vinagre. Confieso con firme fe que esa voz que, moribunda, no perdió la fuerza de clamar altamente, encomendando al Padre vuestro espíritu, es también la misma que hace temblar los cedros del Líbano; a quien obedece la muerte, y a cuyo mandato se rinden los vientos y el mar; y que esa sed ardiente que atormenta vuestra garganta delicada, no la impide ser fuente de agua viva para los que tienen hambre y sed de justicia, por las palabras de aquella sabiduría que de Vos solo dimana. Solo en esa fuente quiero beber; solo esas palabras han de ser regla de mi vida: cualquiera otra senda es descamino, pues quien no está con Vos, está contra Vos, y quien con Vos no siembra, esparce. Concededme la gracia de cumplir estas resoluciones ¡oh dulcísimo Maestro! para que escuchando aquí con atenta sumisión vuestras lecciones y vuestros mandatos, oiga luego de vuestra boca esa voz consoladora con que llamáis a los benditos de vuestro Padre al gozo de la eterna bienaventuranza. Amen.

 

 

 

DÍA QUINTO

ORACIÓN

Dulcísimo Jesús, Pastor y Guía de las almas, yo, la más indigna de vuestras ovejas, postrado ante esta sagrada Efigie vuestra, adoro humildemente esos ojos amabilísimos, siempre abiertos sobre las necesidades de los nuestros , bañados en lágrimas por mis pecados; esos benignísimos oídos, siempre prontos para oír nuestros ruegos, por mí ofendidos con afrentas y baldones: recibid mis humildes alabanzas en desagravio de tantas injurias: escuchad los clamores con que llamo a las puertas de vuestra misericordia; abrídmelas benignamente, y con esos ojos suavísimos que ale gran el Cielo, echadme una mirada semejante a aquella que arrancó tantas lágrimas a vuestro Apóstol San Pedro, para que convertido a Vos, a su ejemplo, no solo yo mismo os siga en adelante sin titubear, sino que también con mis ejemplos y mi celo, conforme a los límites de mi estado, confirme en la fe y en la virtud a mis hermanos, para que todos juntos lleguemos al gozo de aquella bienaventuranza eterna, que tan a vuestra costa nos ganasteis . Amen.

 

 

 

DÍA SEXTO

ORACIÓN

Dulcísimo Jesús, Soberano Monarca del mundo: yo el más rebelde de vuestros vasallos, postrado ante esta sagrada Efigie vuestra, adoro humildemente esas sienes divinas, por mí coronadas de penetrantes espinas. ¡Oh Rey de gloria, por quien reinan los Soberanos, y por quien los Legisladores dictan los justos decretos! ¿Es esta, pues, vuestra diadema pomposa? ¿Es vuestro manto Real esa púrpura de escarnio, y vuestro cetro la caña con que hieren nuevamente vuestra delicada cabeza? Sí, Dios mío, yo oso decirlo; estas son las insignias más dignas de vuestra Suprema Majestad, pues ellas, mas altamente que los Cielos y el Firmamento, anuncian la gloria de vuestra bondad, de vuestra justicia y de vuestra misericordia: en este estado de humillación doblo ante Vos mis rodillas, no para insultaros en vuestros dolores, como lo hicieron vuestros enemigos, sino para admirar la obra maestra de vuestro amor, saludaros como Rey, no solamente de los Judíos, sino de todos los hombres y de todos los Ángeles. Extended vuestro Reino por todo el mundo; pero sobre todo establecedlo con firmeza en mi corazón, para que, rendido siempre a vuestro dulce cetro, jamás os ofenda con la menor infidelidad. Amen.

 

 

 

DÍA SÉPTIMO

ORACIÓN

Dulcísimo Jesús, Amigo tierno y Esposo amantísimo de las almas; postrado ante esta sagrada Efigie vuestra, rindo mis humildes adoraciones a vuestro divino Corazón, fuente de gracia y trono de amor, por mí atravesado con una lanza, y manando sangre y agua para lavar mis mancillas. Estas son las fuentes del Salvador en que hemos de apagar nuestra sed; es rio de deleites que embriaga suavemente a las almas puras. Ese Corazón sagrado es puerto seguro en las borrascas de la vida, es castillo inexpugnable en donde nos hemos de hacer fuertes contra los enemigos de nuestra salvación, y es puerta abierta para entrar al santuario de vuestra Divinidad. ¡Oh fragua de amor, cuyas llamas no pudieron apagar las muchas aguas de las tribulaciones! A Vos acudo a buscar remedio para mi extrema frialdad. ¡Oh Esposo de sangre y amador verdadero, que disteis vuestra vida por vuestros amigos! Ya que tantos gastos hicisteis para ganar nuestros corazones, acabad con vuestra gracia lo que comenzasteis con vuestros tormentos, encendiéndome a mí y a todos los hombres en un amor tan ardiente hacia Vos, que solo en Vos busquemos nuestro descanso, que siempre os sirvamos con fervor, y criatura alguna nos separe jamás de Vos. Amen.

 

 

DÍA OCTAVO

ORACIÓN

Dulcísimo Jesús, Sacerdote eterno según el orden de Melchisedec: postrado ante esta sagrada Efigie vuestra, adoro humildemente vuestra adoro humildemente vuestra sangre preciosísima, la cual, mientras ese Cuerpo divino descansaba en el sepulcro, estaba esparcida por el suelo en los varios teatros de vuestros suplicios; esa sangre, con la cual entrasteis una vez en el Santuario para fundar una eterna redención; esa sangre, que sola nos preserva del Ángel exterminador, y nos purifica de las obras muertas, para que sirvamos al Dios vivo. Mirad, oh Padre Eterno, esa sangre de vuestro Unigénito: oíd su voz que clama al Cielo, no pidiendo venganza, como la de Abel, sino solicitando misericordia y piedad para todos los hombres. Por todos sin excepción fue derramada: haced pues que todos nos aprovechemos de tan gran beneficio: encaminad a los errados; ablandad los corazones endurecidos; convertid a los pecadores; dad perseverancia a los justos, y conducidnos a todos a la vida eterna. Amen.

 

 

 

DÍA NOVENO

ORACIÓN

Dulcísimo Jesús, Libertador de los hombres y Triunfador del infierno: Vos, que vencido el aguijón de la muerte abristeis a los creyentes el Reino de los Cielos: vedme aquí, postrado ante esta sagrada Efigie vuestra, rindiendo mis humildes adoraciones a vuestra Alma Sacratísima, que sin embargo de que continua mente gozaba de la Bienaventuranza, y veía a Dios cara a cara, estuvo extremadamente angustiada y triste hasta la muerte por mi amor, y que mientras ese Cuerpo adorable descansaba en el Santo Sepulcro, bajó a los infiernos a abrir las prisiones de vuestros fieles siervos del Antiguo Testamento. Suplícoos, Señor, por aquella bondad infinita que os movió a ir en persona a romper sus cadenas y alegrarles con la dichosa nueva de su redención, que quebrantéis los grillos de los vicios y malas inclinaciones que me aprisionan, y alegréis mis huesos humillados con estas dulces palabras: Tus pecados te son perdonados. Amen.

 

 

TRADUCCION DEL EPITAFIO LATINO A NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO DEL PARDO.

EN OCTAVAS REALES. POR LA MISMA AUTORA.

 

Detente, Peregrino, aquí, y postrado

Contempla y rinde humilde adoración

A ese divino Cuerpo desangrado.

Mira esas sienes que sin compasión

Una horrible diadema ha taladrado;

Ese rostro, que es gozo y admiración

De las Inteligencias celestiales,

De palidez cubierto y cardenales.

 

Largamente por el cabello hermoso

Corre la sangre que el furor sacó;

De sangre y agua es manantial copioso

El lado que la lanza atravesó;

Y cuando en el madero ignominioso

Ese adorable Cuerpo se extendió,

Mira las llagas que en sus pies y manos

Abrieron con los clavos inhumanos.

 

En fin, desde los pies a la cabeza

Repara que no hay parte sana en él.

¿Mas quién de un Dios humilla la grandeza

Hasta el extremo de esta muerte cruel?

¿O quién sujetó su eterna fortaleza?

Esto hizo el amor al hombre infiel:

Imprímelo en tu pecho, oh Peregrino,

Aprende a amar y....... sigue en tu camino.

 

Añádese la adoración a las cinco mayores Llagas de nuestro Señor Jesucristo, para alcanzar lo que especial mente se pide en la Novena.

 

A la Llaga del pie izquierdo. Adorote ¡oh Santísima Llaga del pie izquierdo de mi Señor Jesucristo! y os pido, Señor, por ella me perdonéis cuanto os he ofendido con todos mis pasos y movimientos. Padrenuestro. Gloria.

 

A la del pie derecho. Adorote ¡oh Santísima Llaga del pie derecho de mi Señor Jesucristo! y os pido, Señor, por ella me perdonéis cuanto os he ofendido con todas mis acciones y palabras. Padrenuestro. Gloria.

 

A la de la mano izquierda. Adorote ¡oh Santísima Llaga de la mano izquierda de mi Señor Jesucristo! y os pi do, Señor, por ella me perdonéis cuanto os he ofendido con mi vista у demás sentidos. Padrenuestro. Gloria.

 

A la de la mano derecha. Adorote ¡oh Santísima Llaga de la mano derecha de mi Señor Jesucristo! y os pido, Señor, por ella me perdonéis cuanto os he ofendido con el empleo de mi memoria, entendimiento y voluntad. Padrenuestro. Gloria.

 

A la del costado. Adorote ¡oh Santísima Llaga del costado de mi Señor Jesucristo! y os pido, Señor por ella que, así como fue herido vuestro corazón con el hierro de la lanza, así penetren el mío vuestras soberanas luces para siempre amaros y nunca más ofenderos, queriendo antes morir que pecar. Amen. Padrenuestro. Gloria.

 

 

 

El Emmo. Sr. Cardenal de la S.R.I., Arzobispo de Sevilla, concede cien días de Indulgencia a todos los fieles de uno y otro sexo que devotamente hicieren o asistieren a hacer esta Novena del Santísimo Cristo del Pardo; y otros cien días por cada oración de la misma que rezaren devotamente.

 

Los Excmos. Sres. Patriarca de las Indias y Sres. Arzobispos de Burgos, de Santiago, de Tarragona, de Valencia y Señor Abad de S. Ildefonso, conceden cada uno por sí ochenta días de Indulgencia a los que hicieren o asistieren a hacer dicha Novena, y por cada oración de ella.

 

Asimismo los Ilmos. Sres. Obispos de Ciudad Rodrigo, de Cádiz, Calahorra, Córdoba, Almería, Segovia, Segorbe, Sigüenza, León, Osma, Plasencia, Pamplona, Valladolid, Zamora y otros muchos Ilmos. Prelados conceden cada uno por sí cuarenta días de Indulgencia en la misma forma que están concedidas por el Excmo. Sr. Patriarca: todos con el encargo de rogar a Dios por los santos fines que la Iglesia recomienda. Suman todas 2,040 días.

 

 Colaboración de Carlos Villaman

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