CORONA
POÉTICA AL PRÍNCIPE DE LOS ARCÁNGELES
SEÑOR SAN MIGUEL
México
Imprenta
de Antonio Vanegas Arroyo
PRÓLOGO
Sabido
es que Señor San Miguel es el primer campeón en defensa de nuestra Santa Iglesia,
el santo más milagroso entre todos los demás, especialísimo destructor de las
tentaciones del demonio. Su espada brilla en el cielo, y en el mundo como una
antorcha inextinguible. Es amantísimo de la castidad y protector eficaz de los
que la estiman. Es protector del que con vera de su corazón ama la santa fe de Nuestro
Señor Jesucristo. El Señor San Miguel, en una palabra, atiende a todos sus
creyentes, concediéndoles lo que solicitan y, sobre todo, especialmente para la
hora de la muerte. El que sea devoto de Señor San Miguel y rezare esta corona,
alcanzará de su Divina Majestad, las gracias siguientes: Una perfecta comunión
en la que nueve ángeles del coro celestial les acompañarán. Tendrán también una
muerte feliz y llegarán al reino de la bienaventuranza.
ORACIÓN
Gloriosísimo
Señor San Miguel, príncipe majestuoso del Trono del Señor, a tu recurro con
toda la contrición de mi alma, para que me libres de las tentaciones del
demonio, quebrantes con tu sagrada planta la cabeza de la serpiente: que no
llegue jamás a penetrar mi corazón y corromperme en los vicios. Te suplico,
excelentísimo príncipe, no desoigas mi ruego. Hazlo por la pureza Inmaculada de
la Santísima Virgen María y Madre nuestra, por el valor ardentísimo con que
combatiste en defensa de la Santa Iglesia, así te lo ruego, en el nombre del
Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Tres Padres nuestros, y tres Aves Marías.
ALABANZAS
Alabado
sea en el cielo
El príncipe
San Miguel
Porque libró
nuestro suelo
De las
garras de Luzbel.
Que sea
como patrimonio
Nuestro
mejor defensor
Para ahuyentar
con valor
De nosotros
al demonio.
Alabado
y bendecido
Sea nuestro
glorioso Santo
Que nos
libra del quebranto
De ese
dragón maldecido.
Alabado
sea en el cielo
Y por todos
los de este mundo
Quien con
eficaz anhelo
Nos libra
del caos profundo.
Oh príncipe
celestial,
Amante de
la virtud
Liberta
a la juventud
Y haz
que no caiga en el mal.
Danos esfuerzo
y poder
Para huir
de las tentaciones
Y que
nuestros corazones
No se
vayan a perder.
Alabado
sea Miguel
En todo
el orbe bendito
Y que
el corazón contrito
Siempre
esté pensando en él.
Por su
admirable victoria
Y por
su inmenso poder
Nos libre
de Lucifer
Llevándonos
a la gloria.
Alabado
Santo mío
Yo jamás
te olvidaré
Por siempre
te adoraré
Pues en
tu bondad confío.
OFRECIMIENTO
¡Oh Señor San Miguel! Incito príncipe del trono celestial y campeón invencible contra las tentaciones del feroz dragón. Celosísimo defensor de las almas que aspiran a convertirse. A ti, gloriosísimo arcángel, te dedico esta pequeña corona, en honra y gloria de la pasión y vida de Nuestro Señor Jesucristo, y por los dolores de Nuestra Madre Santísima la Virgen María. Desde hoy te ofrezco mi corazón con todas las virtudes apetecibles para el reino de Dios. Yo, que soy un miserable pecador y que he reconocido, aunque demasiado tarde mis pésimos errores a ti recurro, para que, con tu eficaz auxilio, pueda entrar en el verdadero sendero por donde caminan las almas bienaventuradas, hasta llegar a la eterna gloria. Para alabar y bendecir por tu Santa Intercesión a su Divina Majestad, que con el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo, vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
El Ilmo. Sr. Dr. D. Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos, dignísimo Arzobispo de México, concedió 800 días de indulgencia por cada vez que devotamente rezaren esta corona.
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