VIERNES
DEDICADO
AL SEÑOR DEL BUEN DESPACHO
Compuesto
por el Sr. Dr. Mtro. D. Manuel Moreno y Jove
Deán de
la Santa Iglesia Metropolitana de México.
Se ha
impreso con las licencias de esta Sagrada Mitra.
México, 1863
ADVERTENCIA
Estas
oraciones, dispuestas para ser rezadas delante de la Imagen de Nuestro Señor Jesucristo
Crucificado, que se venera con el nombre del Señor del Buen Despacho, en la
Santa Iglesia Metropolitana, aunque sea más oportuno que se recen en viernes,
por ser este día en el que especialmente se hace memoria de la Pasión de
Nuestro Salvador Divino, pueden rezarse en cualquiera otro, pues siempre debemos
recordar con gratitud la Pasión de Nuestro Redentor adorado, y podrán dirigírsele
ante cualquiera otra Imagen del Señor puesto en la Cruz, porque siempre nos
presenta al mismo Jesucristo de debemos esperar un Buen Despacho a nuestras
peticiones, pues nos dice por san Mateo: Pedid y se os dará.
ACTO DE
CONTRICIÓN
Amorosísimo
Jesús mío, a quien miro representado en esa tu Santa Imagen, llamada con razón,
del Buen Despacho, muerto en una Cruz por mi amor ¡Cómo no me acogeré a ti con
entera confianza, cuando tantas muestras has dado de tus bondades, para que me
asistas, ampares y defiendas en las tribulaciones de la tierra! Si, Redentor
adorado, pues en ese madero te me presentas con los brazos abiertos, convidándome
a que me arroje a ellos, como a un asilo seguro en que halle consuelo en mis aflicciones,
alivio en mis trabajos, y socorro en mis necesidades, yo, Señor, acepto de todo
mi corazón ese convite, heme aquí, unido ya a ti con mi deseo, anhelando
hallarme en disposición de poder exclamar desde lo más intimo de mi pecho: ¿Quién
podrá apartarme de este amor que tengo a Jesucristo? Yo te ruego que me acojas
con benignidad, haciéndome ver que eres mi buen Padre, que te hallas dispuesto
a perdonarme mis pasadas ingratitudes y a recibirme como a un hijo que
arrepentido de sus extravíos viene a que le des el ósculo santo de la reconciliación.
Me tienes, pues, aquí, que, animado de estos piadosos sentimientos, me llego a
pedirte perdón, a suplicarte que te dignes recibirme en tu seno clemente, y a
rogarte con todo fervor, como lo hago, que me asistas en mis necesidades,
principalmente en aquellas que conoces que más me angustian. Hazlo así,
Salvador misericordiosísimo, por la mediación que imploro de tu Santísima
Madre, que es la consoladora de los afligidos. Amén.
ACTOS
DE FÉ
Yo creo ¡Oh mi Jesús amado! Que tú, que derramaste tu preciosa sangre y expiraste en una cruz para redimir a los hombres, quieres la salvación de mi alma. Creo que solo hay un mal verdadero, y es el estar en desgracia tuya. Creo que puedes librarme de todas cuantas desgracias me amenazan en las varias vicisitudes de esta vida. Creo que puedes colmarme abundantemente cuando quieras de todo género de bienes. Creo que tu misericordia no tiene límites, y que por lo mismo puedes perdonarme mis culpas por graves que ellas hayan sido. Creo que, desde el cielo, puesto a la diestra de tu Padre, estas mirando mis necesidades y aflicciones. Con esta creencia, en la que quiero vivir y morir, acudo a tu protección soberana, pidiéndote socorro, pero, dispuesto con toda conformidad a que hagas en mi aquello que más convenga, sometiéndome, sin excepción alguna, a lo que fuere de tu divino agrado, ya próspero, ya adverso, considerando que todo me vendrá de tus manos, por una disposición que adoro. Amén.
ACTO DE
ESPERANZA
Dulcísimo
Jesús mío, ¡Como no colocaría yo en ti toda mi esperanza, cuando considero que
derramaste tu Sangre preciosa por mi amor! Si Señor, en ti espero, y es este mi
único consuelo en las congojas en que tantas veces me encuentro en este valle
de lágrimas. Yo espero Señor, que no me negarás el auxilio en mis necesidades, sino
que las remediarás si así me conviene, o me fortificarás para que con ellas me
conforme si es que tu dispones que continúen afligiendo mi espíritu. Espero que,
poniéndome, como me pongo, en tus divinas manos, no podrá el mundo entero
causar mi desgracia, pues cualquier cosa que me suceda la ordenarás a mi bien. Espero
que si yo voluntariamente no me quiero separar del camino de la Cruz
(separación que sería para mí la mayor desgracia) tu me auxiliarás dirigiendo
mis pasos por él, sean cuales fueren los obstáculos que para hacerlo me presente
el mundo, pues yo los venceré con tu gracia. Haz, Jesús mío, que esta esperanza
me sostenga y aliente hasta el fin de mi carrera en este lugar de mi
peregrinación, de modo que pueda decirte como tu siervo David: “En ti, Señor,
esperé, no seré confundido eternamente”. Amén.
ACTO DE
CARIDAD
Te amo,
Redentor mío, y te pido que me concedas que te ame con cuanta vehemencia es
capaz de amar mi corazón. Bien se que ni aceptas ni te es grato un corazón partido,
pero yo te entrego el mío todo entero, para que todo el te pertenezca, conozco,
Señor, que este amor no es bastante para pagar tus beneficios, pero es el don
que yo puedo ofrecerte como un tributo de mi gratitud. ¡Oh dulcísimo Jesús mío!
este amor, siento que mi se aviva en presencia de tu Santa Imagen que te
representa puesto en una cruz, coronado con punzantes espinas, privados de luz tus
ojos por la muerte, que eran la luz del mundo, cárdenas tus mejillas, secos tus
labios y desfallecido todo tu santo cuerpo, manando de el con abundancia,
torrentes de sangre, especialmente de tus cinco llagas, que son para el género
humano, otras tantas fuentes de vida. Al pie de ese sacrosanto madero me acojo,
como ante un trono de clemencia, rogándote que me concedas el auxilio que ahora
te pido, pero, sobre todo, me conserves siempre en tu amor, de modo que en cada
instante pueda dirigirte aquellas tiernísimas palabras que te dirigió tu
Apóstol San Pedro: “Señor, tu sabes que yo te amo”. Amén.
Se rezan
tres Credos y después los siguientes:
GOZOS
Imploro
tu protección
Hoy a
tus pies humillado,
Concede
Jesús amado,
Buen Despacho
a mi oración.
Benigno
escucha ¡Oh Señor!
Padre de
todo consuelo,
Las súplicas
que en mi duelo
Te dirige
mi dolor
Y pues
todo de tu amor
Aguarda
mi devoción.
¿A quien
debo yo invocar
Cuando me
encuentro afligido,
Si no a
ti, Jesús querido,
Que me
puedes consolar?
Por eso
vengo a implorar
Tu asistencia
en mi aflicción.
Señor,
mi alma en ti confía,
En ti
pone su esperanza,
Convierte
tu sin tardanza
Mi tormento
en alegría:
Demuéstrame
en este día
Tu infinita
protección:
En fin,
yo nada sin ti
Puedo ni
quiero poder,
Tu gusto
solo ha de ser
El que
me dé gusto a mí,
Así pues,
corazón di,
Mas con
toda sumisión:
DEPRECACIÓN
No permitas, Jesús amorosísimo, que se manche mi alma con el pecado. ¡Oh! no, Señor, antes bien, hazme vivir siempre en tu amistad. Mas si por desgracia me hallo ahora apartado de tu, por la culpa, yo acudo a tu misericordia infinita, para que ella me libre de un estado tan infeliz, y me una a ti, que, siendo un Padre bondadoso, no repeles al que te invoca con arrepentimiento sincero. ¿Cómo sería yo tan temerario que viniera a solicitar tus beneficios para emplearlos en daño mío? ¿Ni como imploraría yo tu auxilio con el ánimo de continuar mis extravíos, haciéndome objeto de tus venganzas? ¡Oh! no mi Redentor amado, harto tiempo me he hecho sordo a tus llamamientos, mientras que tu por tu inefable piedad me has conservado a la vida, habiendo podido en cada instante convertirla en una muerte eterna. Yo te doy gracias por esta espera, y me propongo vivir en lo de adelante para ti, que eres mi único bien. Así es que a la merced que quieras hacerme, dando Buen Despacho a mis peticiones, te suplico que añadas la de que te sea yo agradecido, concediéndome vivir siempre en tu santo servicio. Amén.
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