lunes, 12 de julio de 2021

NOVENA AL PATRIARCA SAN CAMILO DE LELIS


NOVENA A HONRA Y GLORIA DEL ABRASADO SERAFÍN DE CARIDAD SAN CAMILO DE LELIS, FUNDADOR DE LA RELIGIÓN DE LOS PADRES CLÉRIGOS SEGLARES,

MINISTROS DE LOS ENFERMOS AGONIZANTES.

 

POR UN DEVOTO DE DICHO SANTO.

 

Imprenta de los Herederos de la Viuda Plá, Calle de la Princesa.

Barcelona, año 1857.

 

Después de haber hecho la señal de la cruz se dirá el siguiente:

 

ACTO DE CONTRICION PARA TODOS LOS DIAS

Excelso y Omnipotente Dios, seguramente no me atrevería yo, criatura flaca, miserable, vil y llena de pecados a presentarme ante vuestra divina presencia, si no estuviera bien persuadido de que Vos sois un padre el más tierno, el más benigno, el más piadoso; si no estuviera bien persuadido de que Vos no queréis la muerte del pecador, sino que deseáis que si convierta. Con esta confianza a Vos, pues, vengo; perdonadme, Señor: en verdad que son muchas y muchísimas y al mismo tiempo muy graves las injurias que os he hecho; es verdad que rebelde he abusado de vuestra gracia de vuestra infinita misericordia un sin número de veces; pero ya me pesa en lo íntimo de mi corazón de todos mis pecados, por solo ser ofensas contra vuestra infinita é inmensa bondad, y porque os amo sobre todo lo criado. Haced, Dios mío, que mi arrepentimiento sea verdadero y vehemente, como lo fue el de Camilo cuando se convirtió, yendo a Manfredonia; haced que, como él en aquel entonces, derrame yo ahora fervientes y abundantes lágrimas de compunción verdadera; haced que, como él exclame: no más mundo, no más mundo; haced finalmente que mi propósito de nunca más pecar sea como el suyo firme, eficaz y permanente. Estas gracias os pido, o Dios eterno, por la intercesión del glorioso san Camilo, y al mismo tiempo os suplico me concedáis grande fervor y tierna devoción para hacer esta novena, a fin de que durante la misma pueda conseguir no solo el poderoso patrocinio de tan grande Santo, sí que también el favor especial que deseo, si es para mayor gloria vuestra y bien de mi alma. Amen.

 

DIA PRIMERO

MEDITACION

SOBRE LA EMINENTE FÉ DE SAN CAMILO

Considera, cristiano, que San Camilo desde su conversión en adelante tuvo el más vivo conocimiento de Dios de todos sus atributos: estaba él especialmente penetrado de su infinita bondad, providencia y misericordia; por lo que nunca se cansaba de bendecir al Señor y darle gracias, porque se babia dignado hacerle nacer en el seno de la Iglesia santa, porque le había esperado a penitencia, y le había concedido un grande aborrecimiento al pecado. Ardía San Camilo en ansias tan vehementes de probar a la vista de todo el mundo las verdades de la religión católica, que deseaba en gran manera derramar su sangre y dar su vida por ellas; por esto decía con frecuencia: la vida, que de Dios hemos recibido, por Dios debemos emplearla; yo gana daría mil, si mil tuviera, en defensa de la fe del Crucificado, y tengo una santa envidia de aquellos que poseen la dicha de derramar su sangre por Jesucristo. Con esta fe tan eminente convirtió a muchísimos herejes, hebreos y otros infieles, y conociendo que no era voluntad del Señor que él se trasladase a países idólatras, como deseaba, para sufrir el martirio en defensa de la misma fe, procuró a lo menos sufrir un martirio más lento, aunque sin derramamiento de sangre, empleando todo el curso de sus días en servir a los enfermos, sin atender a los continuos dolores de la llaga que tenía siempre abierta en una de sus piernas, ni a las demás enfermedades que continuamente molestaban su débil cuerpo. Se esforzaba con toda diligencia y fatiga en amaestrar en la doctrina cristiana a las personas ignorantes y sencillas, y mandaba muchas veces a sus religiosos que hiciesen lo mismo. Veneraba y respetaba en gran manera las bulas y decretos de la Sede apostólica, y no podía sufrir que en su presencia se dijese cosa alguna, que de cualquier modo ofendiese o menoscabase su autoridad; y aun mandó expresamente en las reglas del instituto que fundara, que sus hijos tuviesen la misma veneración. Cuando asistía a los moribundos, su principal cuidado y anhelo era ayudarles a hacer la protesta de querer vivir morir en la santa fe católica, y creer todo lo que cree y enseña la Iglesia y nos propone para que lo creamos el Sumo Pontífice. En una palabra, San Camilo no vivía más que de fe, como dice san Pablo del hombre justo; la fe le animaba para emprender fatigas enormísimas y que excedían sus fuerzas; la fe le encendía para combatir las herejías y refutar los errores; la fe le sublimaba a tal elevación de conceptos y exactitud de términos al explicar los misterios de la religión, que parecía un profundísimo teólogo, sin embargo de sus pocos estudios; la dé le inflamaba de tal suerte contra los blasfemadores, que les reprendía ásperamente, sin miramiento alguno a los peligros que pudiesen sobrevenirle; la fe finalmente le hacía tratar de insensatos a aquellos filósofos del siglo, que negaban la inmortalidad del alma, el purgatorio, la eternidad del infierno y el paraíso. En suma, para ser declarado san Camilo confesor del Crucificado solo le faltó el martirio, que, si bien no padeció en la realidad, pero padeció en el deseo: tal fue el anhelo ardiente que siempre tuvo de sufrir y morir en defensa de la santa fe católica, apostólica, romana.

 

-Aquí se medita un poco.

 

AFECTOS

¡Oh dulcísimo Jesús mío! ¡Y cuan atrasado me hallo en la virtud de la fe, cuando reflexiono seriamente que tuviera san Camilo! ¡Ojalá supiera imitar a tan glorioso Santo! ¡Oh! deseo, Señor, deseo vivir y morir en las creencias católicas; deseo, si necesario fuese, dar mi sangre por las mismas. Ayudadme, oh mi Jesús, ayudadme en estas mis ansias; todavía más, aumentadlas, a fin de que, des pues de haberos visto en esta tierra de peregrinación y destierro con los ojos de la fe, pueda veros cara a cara en la patria celestial, término feliz del viaje de este mundo. Amen.

 

 

DEPRECACIONES Á SAN CAMILO

 PARA TODOS LOS DIAS

-Oh fervorosísimo San Camilo, cuyo celo para la gloria de Dios y salvación de las almas fue tan grande, tan ardiente, que desde vuestra conversión en adelante luisteis siempre un serafín, fuisteis siempre un apóstol, Si; fuisteis un serafín abrasado en el más vehemente e intenso amor hacia el Señor; fuisteis un apóstol lleno de una santa energía, que de mil modos procurasteis la conversión de los infelices pecadores. A estos incitabais vos con fervientes exhortaciones dulcísimos coloquios a amar y honrar al supremo Ser, a dejar su mala vida y a emprender el camino de la virtud; y a fin de que abandonaran de una vez y para siempre sus extravíos los alentabais, valiéndoos de aquellas cinco saludables y confortativas medicinas, las cinco Llagas de Jesucristo, de las que fuisteis especialísimo devoto. En premio de esta devoción, sin duda, y para probar vuestra paciencia, el Señor os envió cinco enfermedades, que os aquejaron por mucho tiempo, y que vos sufristeis con tan santa alegría y resignación, que las llamabais misericordias de Dios. Ea pues, Santo glorioso, por la primera de estas cinco enfermedades, que fue una llaga incurable, que según el dictamen de los médicos era extraordinaria, de un carácter particular, no conocida en el arte, corrosiva, profunda y tan dilatada que rodeaba casi toda la pierna, y de la cual salía cada día a lo menos una libra de materia; por esta enfermedad, que duró desde vuestra juventud hasta la vuestra muerte, alcanzadme de Jesús que yo sea verdadero y constante devoto de la santa llaga de su mano derecha, y que la adore de continuo con profunda reverencia y fervor. Haced también por vuestra intercesión, oh ínclito Patriarca, que la sangre que manara de dicha llaga de mi Redentor lave mi alma de los pecados que por pensamiento he cometido durante todo el curso de mi vida, mientras que en obsequio de esta misma sacratísima llaga digo respetuosamente un padrenuestro, un ave maría y una gloria patri.  

 

-Oh dichosísimo san Camilo, por la segunda de vuestras cinco enfermedades, que fue una grande hernia o ruptura, que os atormentó muchísimo por espacio de treinta y ocho años, alcanzadme de Jesús que yo sea verdadero y constante devoto de la santa llaga de su mano izquierda, y que la adore de continuo con profunda reverencia y fervor. Haced también por vuestra intercesión, o ínclito Patriarca, que la sangre que manara de dicha llaga de mi Redentor lave mi alma de los pecados que por palabra he cometido durante todo el curso de mi vida, mientras que en obsequio de esta misma sacratísima llaga digo respetuosamente un padre nuestro, un ave maría y una gloria patri.

 

-Oh dichosísimo san Camilo, por la tercera de vuestras cinco enfermedades, que consistió en dos callos durísimos debajo del pie enfermo, los cuales os afligieron por espacio de veinte v cinco años, causándoos tan intenso dolor, que cuando andabais os parecía que pisabais espinas, alcanzadme de Jesús que yo sea verdadero y constante devoto de la santa llaga de su pie derecho, y que la adore de continuo con profunda reverencia y fervor. Haced lambien por vuestra intercesión, o ínclito Patriarca, que la sangre que manara de dicha llaga de mi Redentor lave mi alma de los pecados que por obra he cometido durante todo el curso de mi vida, mientras que en obsequio de esta misma sacratísima llaga digo respetuosamente un padre nuestro, un ave maría y una gloria patri.

 

-Oh dichosísimo san Camilo, por la cuarta de vuestras cinco enfermedades, que fue cálculo o mal de piedra, la cual vos tolerasteis con grande provecho de vuestro espíritu por espacio de diez años, sufriendo gravísimos dolores, particularmente cuando con unas tenazuelas debían sacaros piedras a veces del tamaño de un pequeño hueso de aceituna, alcanzadme de Jesús que yo sea verdadero y constante devoto de la santa llaga de su pie izquierdo, y que la adore de continuo con profunda reverencia у fervor. Haced también por vuestra intercesión, o ínclito Patriarca, que sangre que manara de dicha llaga de mi Redentor lave mi alma de los pecados que por omisión he hecho durante todo el curso de mi vida, mientras que en obsequio de esta misma sacratísima llaga digo respetuosamente un padre nuestro, un ave maría y una gloria patri.

 

-Oh dichosísimo san Camilo, por la quinta y última de vuestras cinco enfermedades, que consistió en una inapetencia tal que en ninguna vianda hallabais sabor, antes al contrario toda especie de manjar os causaba aversión, hastío, náusea, y que agravándose más y más, triunfó por último de vuestra vida, después de haberla padecido por espacio de treinta meses, alcanzadme de Jesús que yo sea verdadero y constante devoto de la santa llaga de su costado, y que la adore de continuo con profunda reverencia fervor. Haced también por vuestra intercesión, o ínclito Patriarca, que sangre y agua que manaran de dicha llaga de mi Redentor laven mi alma de toda mancha de culpa, aun de culpa venial, y me sean un remedio eficaz que me preserve de caer en nuevos pecados, mientras que en obsequio de esta misma sacratísima llaga digo respetuosamente un padre nuestro, un ave maría y una gloria patri.  

 

-Ahora cada uno pedirá al Señor por intercesión de San Camilo la gracia especial que desea alcanzar en esta novena.

 

 

ORACION PARA TODOS LOS DIAS

Oh felicísimo san Camilo de Lelis, invicto héroe de la más ardiente caridad para con los enfermos y especialísimo abogado de todos los que se hallan en el terrible trance de la muerte, a vos acudo, vuestro auxilio imploro ya desde este momento para cuando, postrado en el lecho del dolor, esté cercano a mi última hora Entonces, en aquel lance tan crítico, en que son tan formidables las tentaciones del demonio, entonces ayudadme, asistidme con vuestra intercesión poderosa y animadme con vuestra presencia, para que no sucumba a los esfuerzos y trazas infernales. Alcanzadme del Omnipotente, o insigne Patriarca, una grande paciencia, una santa resignación y perfecta conformidad a la voluntad de Dios en los trabajos y angustias de mi última enfermedad y en las agonías de mi muerte, é interceded para con el Señor, à fin de que tales trabajos, angustias y agonías me sirvan de mérito y recompensa en la otra vida. Oh mi amado Protector, mostraos tal en los postreros instantes de mi existencia. Sí; protegedme cuando estaré para espirar, protegedme, y haced que antes de partir yo de este mundo reciba con toda claridad de potencias y sentidos, con viva dé, con firme esperanza y con fervorosa caridad los santos sacramentos de la penitencia, eucaristía y extrema unción; haced que gane enteramente alguna indulgencia plenaria, para que mi alma, limpia de toda mancha, pueda hallar buena acogida en el tribunal del supremo Juez, y ser admitida luego en el reino de la gloria. Finalmente, conseguidme del Señor, o mi querido Patrono, que yo espire en vuestros brazos, besando fervientemente la imagen del Crucificado, é invocando con tierna devoción los santísimos y dulcísimos nombres de Jesús y de María. Así lo espero, o glorioso Santo; en vos confío que me obtendréis estas gracias para poder cantar en compañía vuestra las eternas alabanzas en la Sion celestial. Amen.

 

 

DIA SEGUNDO

MEDITACION

SOBRE LA FIRME ESPERANZA DE SAN CAMILO

Considera, cristiano, que San Camilo, no obstante de ser sus obras tan excelentes, desconfiaba de todas ellas, y ponía toda su esperanza en la infinita bondad de Dios. Esta le robaba todas sus consideraciones, esta le hacía despreciar cuanto a los mundanos embelesa, esta le movía a reflexionar de continuo en la brevedad de la vida presente y perpetuidad de la eterna, esta le representaba la inconstancia de los bienes perecederos de este mundo y la seguridad de los celestiales: a este propósito solía decir: en este mundo estamos alojados como en una posada, en la cual pasamos la noche y por la mañana nos partimos. Si alguna vez se hallaba asaltado del demonio con escrúpulos, desconfianzas y temores importunos, nunca se dejaba abatir, sino que en las mayores angustias acudía al Señor, lleno de la confianza más firme hacia él. Meditando en la sangre preciosa de Jesús se llenaba de esperanza tal en ella, que decía ser imposible que la divina piedad fuese vencida por la malicia de cualquier pecador, por malvado que por esto él confiaba salvarse en virtud de dicha sangre. Por esto exclamaba a menudo, levantando sus ojos al cielo: Oh Señor, vuestra sangre me ha de salvar. De esta esperanza en Dios y en su infinita misericordia que tenía San Camilo, se originó aquella firmeza de espíritu y aquel valor heroico, con que resistió él a las muchas y gravísimas contrariedades que le sobrevinieron; especialmente en la fundación de su célebre instituto. Por esto en todas las ocasiones de urgentísimas necesidades nunca se manifestó pi alterado ni aturdido, sino que recurría a la oración, y jamás quedaba defraudado en su esperanza, porque el Señor acudía con prodigios a sus súplicas. Cuando se trataba de ayudar å los pobrecitos o de socorrer a los enfermos, san Camilo sin miramiento alguno se desapropiaba de todo, despojaba el convenio aun de las cosas más necesarias, y no vacilaba ni un momento en contraer deudas, diciendo que esperaba en Dios, el cual nunca falta en sus promesas. Una vez reprendió a sus religiosos, porque estaban espantados por hallarse sin pan y sin dinero para comprarlo, en tiempo de una grande escasez; y durante esta reconvención el Omnipotente les proveyó de alimento por medio de una persona caritativa. Así premiaba el Señor la confianza de su siervo. ¡Ojalá supiéramos imitarla!

 

-Aquí se medita un poco.

 

AFECTOS

¡Oh mi amado Jesús! ¡Cuán loco he sido hasta ahora por haber querido confiar en mis débiles fuerzas, sin pensar en vuestra infinita clemencia, en la cual debo poner toda mi esperanza! ¡Oh! si hubiese sabido aprovecharme de los santo ejemplos del insigne Patriarca de Lelis, ¡cómo me hallaría más adelantado en la senda de la virtud!; como tendría la más firme esperanza en vuestra preciosísima sangre y en vuestras llagas sacratísimas! En Vos confió, pues, mi dulce Redentor, en Vos quiero con fiar todos los días de mi existencia, y desconfiar quiero de mí, que soy criatura flaca, vil y miserable. Y confió no solamente que Vos me salvaréis, sí que también espero que me ayudaréis en todos los lances de mi peregrinación en este valle de lágrimas, por más que me halle pobre, abatido, desamparado. Hacedme, pues, la gracia, o Jesús mío, que yo retire mi corazón y confianza de las riquezas, dignidades y honores de este mundo, y que solo os ame a Vos de todas veras y en Vos confíe, como á autor Y dador de todas las cosas, a fin de que después de mi muerte pueda disfrutar de vuestra presencia en la celeste Sion. Amen.

 

 

 

DIA TERCERO

MEDITACION

SOBRE LA ARDIENTE CARIDAD DE SAN CAMILO PARA CON DIOS

Considera, cristiano, que desde el feliz instante, en que dejando Camilo su mala vida, se convirtió de veras al Señor, su alma quedó tan inflamada del fuego del amor de Dios que nunca jamás se extinguió en lo más mínimo este incendio; al contrario procuraba él aumentarlo más y más por medio de ardientes suspiros, jaculatorias fervorosas, repetidos actos de caridad y de contrición, acciones de gracias, magnánimos propósitos y encendidísimos deseos de padecer mucho, de llegar a consumirse todo enteramente en holocausto de este mismo amor. Eran estos actos ejercitados por él con tanta intensidad, que llegaban a trasportarlo en éxtasis hasta salir de su rostro resplandores tan brillantes como los rayos del sol. Tuvo grandes ansias de que se le ofreciera ocasión de derramar la sangre por su amado, y decía que esto lo tendría por su mayor felicidad. Cuando celebraba el santo sacrificio de la misa era tanto lo que el fuego del amor divino se mostraba ardentísimo en él, que o derramaba abundantes y amorosas lágrimas o quedaba como inmóvil y fuera de sí, y esto le sucedía especialmente en el tiempo de la consagración, o derritiéndose en suspiros manifestaba el grandísimo amor que experimentaba su corazón. Con semejantes sentimientos de amor rezaba el oficio divino y hacia sus oraciones, durante las cuales se le veía todo inflamado y absorto en Dios. Camilo sentía que su corazón fuese tan estrecho; él hubiese querido tener otro más ancho para amar infinitamente al Ser supremo. De este amor de Camilo hacia Dios nació en él un odio tan mortal e intenso a cualquier culpa, por pequeña que de buena gana se habría dejado hacer pedazos antes que cometerla. Por este mismo aborrecimiento que tenía al pecado, precisamente como ofensa de Dios, no dudó en exponerse a muchos riesgos por estorbar algunas culpas. Con este motivo era enemigo declarado de todo hombre blasfemo y jurador, y aunque fuese en público, los reprendía. Pasando en cierta ocasión por una plaza, oyó una blasfemia que echó un hombre jugando, y volviéndose el venerable y celoso siervo del Criador, en altas voces le amenazó con la ira del divino Juez. De solo oír en otra ocasión que en cierto hospital se había cometido una culpa contra el Excelso, escupió sangre muchos días. ¡Oh amor extraordinario y vehemente de san Camilo para con Dios! ¿Es así el nuestro? Amamos nosotros de veras a nuestro Bien, a aquel que nos ha criado, ¿que nos ha redimido con su preciosísima sangre? ¡Ah! Meditémoslo seriamente y corrijámonos.

 

-Aquí se medita un poco.

 

AFECTOS

¡Oh Jesús mío! cuan poco os he amado y os amo! Las riquezas, los honores, las vanidades, los placeres de este mundo falaz me arrastran y se llevan todas mis atenciones y afectos. Por un vil interés, por un deleite momentáneo, por un poquillo de honra, por á una vil criatura os he aborrecido, os he despreciado, os he insultado, he pisado vuestra sangre. ¡Necio de mí!; Cuan ingrato he sido! ¡Cuán poco he sabido imitar a vuestro ardoroso siervo, el grande Patriarca de Lelis! ¡Oh mi dulce Jesús! No quiero despreciaros, ni aborreceros más. Abomino todos los placeres y vanidades de esta vida; detesto de todo mi corazón el pecado por ser ofensa vuestra; perdonadme, Señor; y haced que perseverando yo en vuestra amistad y gracia, pueda algún día entrar en las mansiones celestiales y allí amaros y alabaros por toda la eternidad. Amen.

 

 

 

DIA CUARTO

MEDITACION

SOBRE LA ENCENDIDA CARIDAD DE SAN CAMILO PARA CON SUS PRÓJIMOS

Considera, cristiano, que muy acrisolado el amor de san Camilo para con Dios, forzoso era que fuese muy perfecto su amor para con los prójimos. Lo manifestó frecuentemente en el cuidado que tenía de apartarlos de las ocasiones de pecar. Les hacía fervorosos sermones para destruir, si pudiese, todas las malas costumbres; y hubiera querido tener la lengua de san Pablo para despertar en todos los hombres una perfecta detestación de la culpa y convertir a Dios a todo el mundo. Supo que mientras predicaba en la iglesia, se iban muchos a conversar en la plaza, y un día se puso de repente a predicar en la plaza misma, afeando tan mala costumbre, y habló con tal eficacia, que se reconoció la enmienda; pero si bien era general su caridad con todos los prójimos, fue sin comparación mayor con los pobres enfermos de los hospitales. Quien hubiese visto la fineza y ternura con que los servía, hubiera juzgado que estaba él olvidado de todo gusto terreno, y aún de sí propio. Les daba de comer arrodillado y descubierto; juntaba a veces su boca con la del enfermo, aunque a este le apestase el aliento. Contemplaba vivamente representada en ellos la persona de Jesucristo; les llamaba sus dueños y señores, y él se tenía por su criado y esclavo. Cuando no quedaban contenlos, les hacía muchas preguntas basta que acertaba a consolarlos, y al despedirse les besaba los pies y les pedía su bendición. Haciales de ordinario las camas, y mullía los colchones y el jergón, aunque se llenase de polvo. Si el enfermo no podía levantarse, le tomaba en sus brazos, y sin reparar en lo asqueroso, arrimaba su cabeza a la del pobre paciente, como si fuera la cabeza del Señor coronada de espinas. Llamaba a los hospitales jardines de sus deleites y paraíso de sus recreos; los llamaba también riquísimos minerales en que podían granjearse muchos tesoros. Y no solamente Camilo tenía encendidísima caridad para con los enfermos de los hospitales, pues no era menos el amor con que asistía a los pobres que morían en sus casas, siendo increíble la fatiga que esto le costaba. No podía mirarse sin espanto el que, estando viejo, arrastrando la pierna llagada y afirmado en un báculo subía escaleras altas, oscuras y peligrosas. Dábase al subirlas no pocos, ni pequeños golpes, ya en la pierna, ya en la cabeza por ser alto de estatura У las puertas bajas tropezó muchas veces con peligro de su vida. Salía de día, salía de noche sin ser bastante a detenerle ni las largas distancias, ni los más deshechos temporales. En fin no se ceñía su caridad á solo los enfermos, sino que se extendía á todos tiempos y a toda clase de menesterosos. Cuando iba de camino hacia llevar al compañero monedas pequeñas y una talega de pan para repartirlo a los pobres que encontraba. Si estos estaban enfermos o achacosos, los encargaba a algún posadero, cual otro samaritano, dejaba dinero para su curación. En una palabra, mendigos, encarcelados, huérfanos, viudas, pupilos, todos hallaban en Camilo un padre amoroso y tierno que los auxiliaba y se desvelaba por ellos. ¡Oh caridad de san Camilo!; como confundes nuestra poca caridad para con nuestros semejantes!

 

-Aquí se medita un poco.

 

AFECTOS

¡Oh amorosísimo Jesús que nos mandáis amar a nuestros prójimos como a nosotros mismos! ¿por qué no cumplo yo con este precepto? ¿Por qué miro con tanta indiferencia las necesidades de mis hermanos?; por qué no les ayudo, no les socorro, pudiendo? Haced, Oh Señor, que mi corazón sea un vivísimo volcán de amor para con mis semejantes, al modo que lo era el corazón del insigne héroe de la más ardiente caridad para con todos, amigos y enemigos; haced que a imitación de san Camilo ampare, auxilie, en cuanto me sea posible, a mis prójimos, a fin de que en el día grande de la cuenta pueda oír de vuestros labios aquellas tan dulces y consoladoras palabras: venid, benditos de mi Padre, a tomar posesión del reino celestial, porque yo tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, era peregrino y me hospedasteis, estaba desnudo y me cubristeis, enfermo y me visitasteis, encarcelado y vinisteis a verme y consolarme. Sí; ¡ojalá estas palabras se dirijan también a mí y pueda de este modo lograr la dicha de veros y gozaros por toda la eternidad en el cielo! Amen.

 

 

 

DIA QUINTO

MEDITACION

SOBRE LA PROFUNDA HUMILDAD DE SAN CAMILO

Considera, cristiano, la grande y profundísima humildad de san Camilo, por la cual teniéndose a sí mismo en sumo desprecio, y en nada estimando sus talentos o cualquiera otro título que lo elevase sobre los demás, se reputaba siempre el último de todos y digno de ser despreciado. De aquí es que buscaba todas las ocasiones de humillarse, y abrazaba con gusto y vehementes ansias los quehaceres más bajos. Lavar los platos y servir en el refectorio era para él una cosa común; y aunque tenía el destino de general en su religión y era anciano, con todo no tenía reparo de ir tocando la campanilla o llevar la calderilla del agua bendita, cuando administraban el Viático a los enfermos del hospital. Después de la renuncia que hizo de general, era digno de admiración ver que, siendo fundador y viejo, y habiendo sido por muchos años superior de todos, se sentaba a la mesa sin distinción de los otros sacerdotes, aunque jóvenes, y como los demás, decía arrodillado sus defectos, y con profundísima humildad cumplía las penitencias que le imponían. Concurría como los otros a las cosas más ínfimas de la comunidad, sin poderle persuadir a que las dejase, pues no era en ellas comprendido; en estos lances solía decir: no quiera Dios que yo me aparte de las cosas comunes, porque mi superioridad ha de ser solamente en las virtudes y no en las exenciones. Tenía san Camilo tan bajo concepto de sí, que se reputaba el mayor pecador del mundo y se llamaba con frecuencia tizón del infierno y saco de gusanos. Habiendo caído en cierta ocasión enfermo, rogó a su confesor le dejase hacer confesión general; pero considerando este la grande calentura que le abrasaba la lengua y no le dejaba hablar sino con mucha pena, le exhortó a que se ahorrase aquella fatiga, asegurándole no haber necesidad; el Santo empero empezó a manifestar públicamente todos los pecados que había cometido en el siglo, sin atender que muchas personas estaban presentes y le oían; y no contento de esta pública confesión, pasó todo el resto de la noche en sollozos suspiros, repitiendo a menudo: dadme, Señor, una verdadera contrición de mis pecados, y perdonad a este infeliz pecador. Curó de esta enfermedad; pero no cesó jamás de conservar los mismos sentimientos y de ir diciendo a todo el mundo que él era un famoso pecador merecedor del infierno, y otras expresiones semejantes de humildad y confusión. Si bien el Señor le dotó de muchas luces y de mucha ciencia, teníase por tan ignorante, que después de haber renunciado el cargo de general y hallándose a los sesenta años de edad, compró el pequeño libro de la doctrina cristiana y lo estudiaba todos los días, como hubiera podido hacer un niño de pocos años o un aldeano rudo y grosero. Así se humillaba este siervo de Dios, y cuidaba al mismo tiempo de inculcar esta virtud a sus religiosos, a quienes repetía aquella saludable lección de Jesucristo: Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón. ¿Somos nosotros verdaderamente humildes? Meditémoslo un poco.

 

-Aquí se medita un poco.

 

AFECTOS

¡Oh humildísimo Jesús! Vos me habéis enseñado la virtud de la humildad no solamente con palabras, sí que también con obras; ¡y yo infeliz! no me he aprovechado de vuestras santas lecciones, pues he continuado en mi orgullo y amor propio. Yo bien sé que Vos abatís a los soberbios, y ensalzáis y dais vuestra gracia a los humildes; yo bien sé que la humildad es el fundamento de todas las demás virtudes; sin embargo, me he dejado arrastrar siempre de una soberbia refinada. Dadme, Señor, fuerza para sofocar mi orgullo; despojadme de este amor propio que me induce al mal; iluminadme, para que conozca mi fragilidad, mi miseria, mi vileza; iluminadme, para que vea y entienda que todo lo bueno viene de Vos y todo lo malo es mío; haced que imite la profundísima humildad de san Camilo, a fin de verme después ensalzado con él en la gloria. Amen.

 

 

 

 

DIA SEXTO

MEDITACION

SOBRE LA EVANGÉLICA POBREZA DE SAN CAMILO

Considera, cristiano, que san Camilo fue amantísimo de la pobreza, a la cual llamaba tesoro escondido. Se deleitaba con ella más que los del mundo con las riquezas, y así andaba tan pobremente vestido, que parecía hacer gala de los remiendos. Solía decir: remiendo sobre remiendo, porque no el buen vestido, sino las obras buenas hacen bueno al religioso. A no traer la cruz en el hábito hubiera sido desconocido de muchos, y así le sucedió una vez que le daban limosna, juzgando que era un clérigo forastero que la pedía. Por más que se lo suplicaban, no podían conseguir que se pusiese vestidos nuevos, y aunque por la noche le quitaban los viejos y le ponían otros de nuevos en su lugar, conocido el cambio, clamaba por sus remiendos. Regularmente era preciso que para mudar de vestidos o hábitos se valiesen los superiores de su autoridad, pues de otro modo, no podía conseguirse. Mostraba grande sentimiento cuando algunos religiosos tenían duplicados los hábitos o vestidos, o cuando solicitaban ansiosos lo que no era muy preciso, y de estos decía: estos tales se glorían de ser religiosos y de tener hecho voto de pobreza; pero no quieren sentir el peso y las incomodidades de la pobreza. Camilo no solo manifestaba grande amor a esta virtud por lo tocante a los vestidos, sí que también respecto a todo lo demás. Así quería que su comida fuese la usual y común, y no admitía parcialidad alguna en la mesa a su favor, aunque fuese general, o lo hiciesen por su poca salud: a veces reprendía al refectolero por haberle dado alguna ración de más, y mandaba quitarla en seguida de su presencia. En ninguna cosa quería singularidad o distinción, y deseaba ser tratado como el último de los religiosos; no permitió jamás que en su cuarto hubiese otros muebles que una mesita sencilla de una madera cualquiera, con lo preciso para escribir, algunos pocos libros, alguna imagen de papel representando el Crucificado, una pequeña cama con un solo colchón pobrísimo de lana y algunas rústicas sillas. No se acostaba con dinero, aunque llegase de camino, sin pedir antes licencia al superior para retenerlo. Hacía de lo contrario tal escrúpulo, que decía: tengo por más seguro dormir con una víbora, que con moneda en mi poder. Y no se crea que san Camilo empezase a ejercitar con tanto heroísmo la virtud de la pobreza, después que, habiendo instituido su Congregación, se vio obligado a ella con voto solemne. Antes de pensar en institución tal, antes de ser ordenado de sacerdote mostró ya un afecto especial a esta santa virtud. Estando en calidad de mayordomo en el hospital de Santiago de los incurables, nada poseía, porque todo cuanto ganaba, quitada una pequeñísima parte suficiente apenas para su escasa manutención, lo daba generosamente a los pobres. En una sola cosa parecía no atender tanto a la pobreza san Camilo, y era en los trapos, vendas é hilas para curar su llaga; de modo que el mejor regalo que se le podía hacer era ofrecerle algo de esto. Eso era una prueba del amor que profesaba a la limpieza, tocante a la cual usaba de mucha diligencia, de suerte que nunca fue visto con los vestidos sucios ni manchados. ¿Imitamos nosotros a san Camilo en la virtud de la pobreza?

 

-Aquí se medita un poco.

 

 

AFECTOS

¡Oh pobrísimo Jesús!; porqué voy yo tan afanado tras las riquezas?; porqué, aunque posea, deseo siempre más y más? ¿Por ventura no asegurasteis vos que son bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos?; Necio de mí! Lejos de acaudalar tesoros para la gloria, no he hecho más que adquirir y amontonar bienes temporales. ¿De qué me servirán estos en el día del juicio, si no presento buenas obras? No, no quiero continuar más en mi insensatez: desprecio las riquezas de este mundo y suspiro tan solo por las riquezas espirituales, que son las virtudes. Quiero imitar en la pobreza a san Camilo. Dadme, Señor, fuerza y gracia, para que sepa practicarlo todo el tiempo de mi vida; haced que sea yo un verdadero pobre de espíritu, a fin de conseguir después la bienaventuranza eterna. Amen.

 

 

 

 

DIA SÉPTIMO

MEDITACION

SOBRE LA PERFECTÍSIMA CASTIDAD DE SAN CAMILO

Considera, cristiano, el ardentísimo celo con que guardó la castidad san Camilo. En esta virtud fue tan privilegiado de Dios, que se vio resplandecer en él como el sol entre las estrellas. Llamaba a la castidad joya celestial, y la ponderaba con tal eficacia, vigor y celo, que enardecido se le hinchaban las venas de la frente y de la garganta, como si quisiesen reventarse. Huía de todo trato con mujeres, y cuando encontraba alguna por la calle, torcía de camino, y si esto no podía hacer, se calaba el sombrero hasta los ojos, y pasaba con tanta velocidad, que apenas le podía alcanzar el compañero: si esto sucedía en parajes estrechos, no reparaba en enlodarse o meterse en un charco por no pasar junto a la mujer. Quería más en tales lances que le tildasen de necio y huraño, que exponerse al riesgo de inficionar su candor. Cuando se veía precisado a tratar con alguna bienhechora, no quería que el compañero faltase de su vista. Puso notable diligencia en que las mujeres, no le besasen la mano, aunque fuesen viejas y virtuosas, y si desprevenido se la besaban de repente, él con todo disimulo al punto de la limpiaba con el manteo. Persuadía con todo ahínco a la observancia de la santa pureza, proponiendo para esto varios y fáciles medios, especialmente el de arrojar al principio los malos pensamientos, y despreciar al demonio; y tenía este medio por tan eficaz para rendir al espíritu maligno, que le parecía imposible ser uno vencido, resistiendo a las sugestiones; y así decía a este propósito: ¿Qué puede hacer el diablo, cuando el hombre está firme en resistir a los pensamientos malos? Primero conseguiría hacer beber a un animal, no teniendo sed, que hacer consentir al hombre en un pecado. Amaestrando una vez a los novicios, les inculcaba que vigilasen, que arrojasen de su corazón las tentaciones, como se arroja del contacto del cuerpo un hierro hecho ascuas, que huyesen de toda ocasión por pequeña que fuese, y que pensasen con la muerte, con el infierno y sobre todo con la pasión de Jesucristo ; y esto que él inculcaba a los otros lo practicaba con toda exactitud; y aun hacia más, pues maceraba su cuerpo, aunque extenuado por las muchas fatigas, con continuos ayunos, disciplinas, cilicios y otros instrumentos de penitencia, todo esto con el objeto de mortificar su carne. Siendo Camilo tan amante y celoso de la pureza, es claro que tenía grande horror al vicio opuesto à ella; por eso aborrecía a los hombres impuros y obscenos, y los increpaba sin diferencia de personas, lugares y tiempos, aun con peligro de su vida. Solía decir que en materia de deshonestidad no se da ocasión pequeña, que todas son grandes y peligrosas, porque una sola chispa de fuego basta para abrasar una montaña de paja. Aun antes de convertirse se mantuvo Camilo apartado de toda impureza; pues si bien siguió por algún tiempo la carrera de las armas, con todo aun entonces le hacía tanto horror este vicio, que no podía tolerar la compañía de los que se hallaban inficionados con él. Reflexionemos sobre nuestra conducta en cuanto al particular, y aprendamos de Camilo à dominar nuestras pasiones, y huir de todo peligro.

 

-Aquí se medita un poco.

 

AFECTOS

¡Oh Corazón purísimo de Jesús! cuanto os he ofendido con mis impurezas! Mis pensamientos, mis palabras, mis obras, ¡todo ha respirado deshonestidad!; yo he seguido los vanos placeres de la carne, yo me he dejado arrastrar por el torrente de mis locas y brutales pasiones. No más pecar, Jesús mío, no más lujuria; cread en mí un corazón nuevo, recto y puro como el corazón de Camilo; haced que aborrezca de veras a ła lascivia, como Camilo la aborrecía; haced que ame la santa pureza, como la amara Camilo; dadme fuerza para que sepa dominar mis perversos apetitos, y para que, haciéndome violencia a mí mismo, conquiste aquel reino, que con la sola violencia se logra, en el cual os pueda cantar eternas alabanzas. Amen.

 

 

 

DIA OCTAVO

MEDITACION

SOBRE LA INVENCIBLE PACIENCIA DE SAN CAMILO

Considera, cristiano, que la virtud de la paciencia resplandeció en san Camilo de un modo extraordinario, pues ni las persecuciones, ni las injurias, ni la dificultad en las empresas pudieron en lo más mínimo alterar su ánimo. No disminuyeron su paciencia ni los viajes dilatados, ni las penosas jornadas, ni las asperezas de los caminos, ni los continuos peligros, ni las repetidas caídas de caballo. Es las fueron muchísimas, como afirmó el mismo Santo, y algunas de ellas con riesgo de la vida. Camilo, cual otro Job, todo lo sufría con grande resignación, alabando la divina Providencia y recurriendo con frecuencia a la oración santa. Así lo practicó al hallarse cercado de muchas tribulaciones, al principio de la fundación de su instituto. Entonces envidioso el demonio por la obra buena que había comenzado Camilo, movió contra él una fuerte persecución. El Santo fue acusado, calumniado, reprendido agriamente, tratado de perturbador, inventor de novedades y sembrador de cizaña, y el pequeño oratorio que se había arreglado para retirarse con sus primeros compañeros fue desbaratado completamente. Camilo desahogó sus penas delante una imagen de Jesús crucificado, pidiéndole con repetidos suspiros y sollozos que le manifestara su voluntad, y entonces el Señor le consoló. Otras muchas mortificaciones y contratiempos sufrieron y siempre con invencible paciencia Camilo durante su vida, y especialmente en los hospitales donde sirviera, de parte de los empleados y criados de los mismos. En uno de estos le amenazaron, diciéndole que, si no marchaba, le arrojarían por la ventana a la calle todos sus vestidos y demás cosas que te todo esto toleró Camilo sin otras varias persecuciones que le hicieron sufrir hombres malévolos y envidiosos; pero él firme siempre à tales rudos ataques, se mantuvo inmóvil como una fuerte roca en medio de las más recias tempestades, se mantuvo constante siempre sin turbarse ni alterarse jamás, sin proferir siquiera una palabra. Pero en lo que Camilo mostró una paciencia a toda prueba fue en aquellas cinco enfermedades, que él llamaba misericordias de Dios, y que le afligieron por mucho tiempo. ¡Con que alegría santa, con que resignación él las sufría! En ellas veía la mano benéfica del Señor, que le hacía tales regalos para proporcionar le ocasiones de adelantar en la perfección. Sí; y supo este invicto héroe de paciencia aprovecharse de ocasiones tales y de todos los demás trabajos de cuerpo ya de espíritu con que Dios quiso probar su constancia. ¿Y sabemos nosotros aprovecharnos de los contratiempos con que el Señor también nos prueba? ¡Ah! todo lo contrario; cada día tenemos menos paciencia, cada día atrasamos en el camino de la virtud. Avergoncémonos, pues, de nuestra poca resignación, e imitemos la paciencia heroica de san Camilo, discurriendo algún tanto sobre ella.

 

-Aquí se medita un poco.

 

AFECTOS

¡Oh pacientísimo Jesús, que por mí padecisteis con valor los tormentos más atroces, dándome lecciones las más santas de perfecta resignación y sufrimiento! Dadme gracia, para que sepa calmar mi genio demasiado activo y fogoso. Vos llevasteis con suma paciencia la más pesada cruz; haced que yo lleve con paciencia también la cruz de los trabajos y calamidades de esta vida; haced que conozca y nunca olvide que la cruz es la única senda que conduce a la gloria; haced que queden grabadas para siempre en mi corazón y entendimiento estas expresiones que salieron de vuestros labios: el que no carga con su cruz y no me sigue, no puede ser discípulo mío. Yo quiero ser discípulo vuestro, yo quiero seguiros; dadme, pues, paciencia; haced que en esta virtud sea fiel imitador de san Camilo; haced que, en medio de mis penas, tribulaciones, enfermedades y otra cualquier especie de padecimientos alabe y adore con santa alegría vuestra bondad, vuestra misericordia, vuestro poder, vuestros atributos todos, para que después pueda alabarlos y adorarlos en el cielo por toda la eternidad. Amen.

 

 

 

DIA NOVENO

MEDITACION

SOBRE LA TIERNA DEVOCION DE SAN CAMILO A MARIA SANTÍSIMA

Considera, cristiano, que grande la devoción que san Camilo profesó a varios santos, como lo manifestó en diversas ocasiones; pero especialmente tuvo una devoción acendrada, tierna y filial a la Virgen santísima. Fue sin duda una particular disposición de la divina Providencia que Camilo, después de haber llevado una vida bastante mundana entre rencillas, diversiones inútiles y sobre todo arrastrado enteramente por el juego, se convirtiese de veras al Señor en uno de aquellos días en que la Iglesia celebra una de las festividades de María. Sí; el día 2 de febrero del año 1575 Camilo abandonó del todo y para siempre el mundo y sus placeres; desde dicho día cobró un odio tal a toda especie de culpa, que solía decir que se dejaría hacer pedazos antes que cometer no solo un pecado grave, sino que también uno de leve a sabiendas; desde dicho día tuvo a la Virgen soberana por su abogada y patrona. Cuando inspirado por Dios fundó aquel célebre instituto o congregación de caridad en auxilio de los que se hallan en las agonías de la muerte, puso dicho instituto bajo el amparo de María santísima, quiso que ella fuese su principal protectora, y en los principios de su referida congregación obligaba a todos sus religiosos que cada día cantasen el oficio parvo de la Virgen, y él jamás faltaba a este ejercicio en honor de la celestial Princesa, asistiendo con grandísimo contento. Rezaba todos los días el santo rosario con mucho fervor y recogimiento, y nunca jamás se retiraba a descansar sin haber pagado antes a la Emperatriz de los cielos este tributo de amor, de respeto y de veneración. ¡Ay de nosotros pecadores, solía decir, ay de nosotros pecadores, si no tuviésemos en el cielo a esta grande abogada, que es la tesorera de todas las gracias, que salen de las manos de Dios! Quería que todos sus religiosos llevasen siempre consigo el rosario, para que así pensasen en María y la obsequiasen con tan singular devoción. Cuando san Camilo pasaba por delante alguna iglesia o alguna imagen de la Virgen o de algún santo, de estas que se hallan en capillas por las calles, hacia una reverencia profunda, descubriendo su cabeza, aunque lloviese con abundancia y muy fuertemente, prueba de su verdadera devoción a los santos y en particular a la Reina de ellos. En los días en que se celebraba alguna festividad de María experimentaba un gozo especial, y le parecía que en días tales no sentían dolor ni trabajo alguno; tanto era el regocijo y consuelo de su espíritu. Como era muy devoto de las llagas de Jesús, mandó que le hicieran una pintura, en la cual hubiese Cristo pendiente del sagrado madero, derramando sangre de sus llagas; no se descuidó Camilo de advertir y mandar que, en tal pintura, al pie de la cruz, fuese representada María santísima, como así se verifico. Estando el Santo en los últimos instantes de su vida, ordenó que colocaran dicha pintura o cuadro en paraje cercano a él, a fin de poderlo ver continuamente; en él fijaba sus ojos, a las imágenes pintadas en él dirigía sus preces; más todavía, estando más próximo a la muerte pidió que le pusiesen la tal pintura en las manos, y ora besaba los pies del Crucifijo, ora los de María santísima. Oh Señor, exclamaba unas veces, yo os encomiendo mi alma: Oh María, madre piadosa, decía otras, interceded por mí; en una palabra, Camilo murió felizmente, teniendo siempre en sus labios y en su corazón el nombre de Jesús y el nombre de María, prueba inequívoca de la grande, fina, tierna y constante devoción que a la Reina del cielo profesara. ¿Es así la nuestra? De ningún modo. Procuremos, pues, imitar a San Camilo, y para eso discurramos aun un poco más sobre su acendrada devoción à la Virgen.

 

-Aquí se medita un poco.

 

AFECTOS

Oh dulcísimo y amantísimo Jesús, que pendiente del leño sagrado constituisteis a María madre de todo el humano linaje!; Cuan poco he apreciado yo don tan precioso! ¡Cuán poco he amado a María! ¡Cuán fría ha sido mi devoción para con ella! Inflamad, Redentor mío, inflamad mi corazón en amor hacia vos y hacia la Virgen soberana; haced que yo sea verdadero y constante devoto e hijo suyo; haced que espire en sus brazos y en los vuestros, como san Camilo; haced que espire besando vuestros pies y los suyos, como san Camilo; haced finalmente que espire pronunciando, como san Camilo, vuestro dulcísimo nombre y el suavísimo nombre de María, a fin de poder después pronunciar y alabar tan sagrados nombres en la patria de los justos. Amen.

 

 

ORACION A SAN CAMILO

Gloria, pues, y honor a San Camilo; gloria y honor a Dios, que quiso manifestar la santidad de su siervo con multitud de prodigios obrados por su intercesión. ¿Dejaremos de ser devotos de tan insigne, de tan ilustre Santo? No, jamás, jamás: desde este momento profesemos un amor especial a tan esclarecido Patriarca; desde este momento obsequiémosle con alguna particular devoción, y no dudemos que él nos asistirá en todos nuestros apuros. Sí; ayudadnos, Santo dichoso, ayudadnos en todas nuestras necesidades. Amen.

 

TODO PARA MAYOR GLORIA DE DIOS Y PROVECHO DE LAS ALMAS

 

GOZOS EN HONOR DE SAN CAMILO DE LELIS

Camilo, noble campeón,

Soldado guerrero y fuerte;

Al que lucha con la muerte

Sedle escudo y protección.

 

Boquianico en su fortuna

Patricio os goza excelente,

Allí tuvisteis oriente,

Y en un establo la cuna:

Ya os llamó estrella oportuna

De Cristo a la imitación.

 

Vuestra madre con desvelo

Á la perfección os guía;

Mas luego el mundo os desvía

Del camino para el cielo:

Crece más su desconsuelo

Viéndoos en tal perdición.

 

Soldado por mar y tierra

Vuestro valor os alista;

Contra el turco en la conquista

De Bérgamo hicisteis guerra:

Marcial vuestro ardor destierra

Todo temor con tesón.

 

Los naipes os burlan ciego,

Hasta dejaros desnudo;

Tanto el desengaño pudo,

Que entendéis la flor del juego;

Baraja vuestro despego

La más rara conversión:

 

Conocido el mal estado,

Apeado y arrepentido,

Os veis, si Saulo caído,

Como Pablo levantado;

De celestial luz rodeado

Ya sois vaso de elección:

 

Una pierna que se os llaga,

Os saca de capuchino,

Porque superior destino

Es quien renueva la llaga;

Con otra herida os halaga

Soberana vocación:

 

Desechando el propio mal,

El enfermo, el achacoso,

El pobre, el menesteroso,

Os llevan al hospital;

Por la salud general

Enfermáis de compasión:

 

Un Crucifijo os indica

Nuevos alientos y luz,

Se desclava de la cruz

Y en su amor os crucifica;

Ser su voluntad explica

Vuestra nueva fundación.

 

Con vuestros hijos voláis

A asistir al moribundo,

Y al salir este del mundo

A bien morir le ayudáis;

Oh, con qué ardor procuráis

Vos la ajena salvación!

 

¡Oh héroe el más valeroso!

Vuestra caridad es tanta,

Que nada, nada os espanta,

Por más que sea horroroso;

De socorrer muy gozoso

Está vuestro corazón:

 

Misericordias llamáis

Cinco accidentes mortales,

Con que en gustos celestiales

Crucificado acabáis;

Y es que de la cruz tomáis

Vuestras armas y blasón:

 

Desde el cielo en todo evento,

Oh gran Camilo, ayudadnos;

Más sobre todo amparadnos

Al dar nuestro último aliento;

Libradnos de atroz tormento

Por la vuestra intercesión:

 

Camilo, noble campeón,

Soldado guerrero y fuerte;

Al que lucha con la muerte

Sedle escudo y protección.

 

V. Ruega por nosotros, Santo Padre Camilo.

R. Para que seamos dignos de las promesas de Cristo.

 

OREMOS: Dios, que a San Camilo ayudaste a socorrer a las almas en agonía, decorándolo con la singular prerrogativa de la caridad; te rogamos por sus méritos, que infundas en nosotros tu espíritu de amor; para que a la hora de la muerte venzamos a nuestro enemigo y en el cielo merezcamos la corona de la gloria eterna. Por Cristo Señor Nuestro. Amén.

 

 

 Colaboración de Carlos Villaman


 

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