NOVENA
A HONRA Y GLORIA DEL ABRASADO SERAFÍN DE CARIDAD SAN CAMILO DE LELIS, FUNDADOR
DE LA RELIGIÓN DE LOS PADRES CLÉRIGOS SEGLARES,
MINISTROS
DE LOS ENFERMOS AGONIZANTES.
POR UN
DEVOTO DE DICHO SANTO.
Imprenta
de los Herederos de la Viuda Plá, Calle de la Princesa.
Barcelona,
año 1857.
Después
de haber hecho la señal de la cruz se dirá el siguiente:
ACTO DE
CONTRICION PARA TODOS LOS DIAS
Excelso
y Omnipotente Dios, seguramente no me atrevería yo, criatura flaca, miserable,
vil y llena de pecados a presentarme ante vuestra divina presencia, si no estuviera
bien persuadido de que Vos sois un padre el más tierno, el más benigno, el más
piadoso; si no estuviera bien persuadido de que Vos no queréis la muerte del
pecador, sino que deseáis que si convierta. Con esta confianza a Vos, pues,
vengo; perdonadme, Señor: en verdad que son muchas y muchísimas y al mismo
tiempo muy graves las injurias que os he hecho; es verdad que rebelde he
abusado de vuestra gracia de vuestra infinita misericordia un sin número de
veces; pero ya me pesa en lo íntimo de mi corazón de todos mis pecados, por
solo ser ofensas contra vuestra infinita é inmensa bondad, y porque os amo
sobre todo lo criado. Haced, Dios mío, que mi arrepentimiento sea verdadero y vehemente,
como lo fue el de Camilo cuando se convirtió, yendo a Manfredonia; haced que,
como él en aquel entonces, derrame yo ahora fervientes y abundantes lágrimas de
compunción verdadera; haced que, como él exclame: no más mundo, no más mundo;
haced finalmente que mi propósito de nunca más pecar sea como el suyo firme,
eficaz y permanente. Estas gracias os pido, o Dios eterno, por la intercesión
del glorioso san Camilo, y al mismo tiempo os suplico me concedáis grande
fervor y tierna devoción para hacer esta novena, a fin de que durante la misma
pueda conseguir no solo el poderoso patrocinio de tan grande Santo, sí que también
el favor especial que deseo, si es para mayor gloria vuestra y bien de mi alma.
Amen.
DIA
PRIMERO
MEDITACION
SOBRE
LA EMINENTE FÉ DE SAN CAMILO
Considera,
cristiano, que San Camilo desde su conversión en adelante tuvo el más vivo
conocimiento de Dios de todos sus atributos: estaba él especialmente penetrado
de su infinita bondad, providencia y misericordia; por lo que nunca se cansaba
de bendecir al Señor y darle gracias, porque se babia dignado hacerle nacer en
el seno de la Iglesia santa, porque le había esperado a penitencia, y le había
concedido un grande aborrecimiento al pecado. Ardía San Camilo en ansias tan
vehementes de probar a la vista de todo el mundo las verdades de la religión
católica, que deseaba en gran manera derramar su sangre y dar su vida por
ellas; por esto decía con frecuencia: la vida, que de Dios hemos recibido, por
Dios debemos emplearla; yo gana daría mil, si mil tuviera, en defensa de la fe
del Crucificado, y tengo una santa envidia de aquellos que poseen la dicha de
derramar su sangre por Jesucristo. Con esta fe tan eminente convirtió a muchísimos
herejes, hebreos y otros infieles, y conociendo que no era voluntad del Señor
que él se trasladase a países idólatras, como deseaba, para sufrir el martirio
en defensa de la misma fe, procuró a lo menos sufrir un martirio más lento, aunque
sin derramamiento de sangre, empleando todo el curso de sus días en servir a
los enfermos, sin atender a los continuos dolores de la llaga que tenía siempre
abierta en una de sus piernas, ni a las demás enfermedades que continuamente
molestaban su débil cuerpo. Se esforzaba con toda diligencia y fatiga en
amaestrar en la doctrina cristiana a las personas ignorantes y sencillas, y
mandaba muchas veces a sus religiosos que hiciesen lo mismo. Veneraba y
respetaba en gran manera las bulas y decretos de la Sede apostólica, y no podía
sufrir que en su presencia se dijese cosa alguna, que de cualquier modo ofendiese
o menoscabase su autoridad; y aun mandó expresamente en las reglas del
instituto que fundara, que sus hijos tuviesen la misma veneración. Cuando asistía
a los moribundos, su principal cuidado y anhelo era ayudarles a hacer la
protesta de querer vivir morir en la santa fe católica, y creer todo lo que
cree y enseña la Iglesia y nos propone para que lo creamos el Sumo Pontífice.
En una palabra, San Camilo no vivía más que de fe, como dice san Pablo del
hombre justo; la fe le animaba para emprender fatigas enormísimas y que excedían
sus fuerzas; la fe le encendía para combatir las herejías y refutar los errores;
la fe le sublimaba a tal elevación de conceptos y exactitud de términos al
explicar los misterios de la religión, que parecía un profundísimo teólogo, sin
embargo de sus pocos estudios; la dé le inflamaba de tal suerte contra los
blasfemadores, que les reprendía ásperamente, sin miramiento alguno a los peligros
que pudiesen sobrevenirle; la fe finalmente le hacía tratar de insensatos a
aquellos filósofos del siglo, que negaban la inmortalidad del alma, el purgatorio,
la eternidad del infierno y el paraíso. En suma, para ser declarado san Camilo
confesor del Crucificado solo le faltó el martirio, que, si bien no padeció en
la realidad, pero padeció en el deseo: tal fue el anhelo ardiente que siempre
tuvo de sufrir y morir en defensa de la santa fe católica, apostólica, romana.
-Aquí
se medita un poco.
AFECTOS
¡Oh
dulcísimo Jesús mío! ¡Y cuan atrasado me hallo en la virtud de la fe, cuando
reflexiono seriamente que tuviera san Camilo! ¡Ojalá supiera imitar a tan
glorioso Santo! ¡Oh! deseo, Señor, deseo vivir y morir en las creencias
católicas; deseo, si necesario fuese, dar mi sangre por las mismas. Ayudadme,
oh mi Jesús, ayudadme en estas mis ansias; todavía más, aumentadlas, a fin de
que, des pues de haberos visto en esta tierra de peregrinación y destierro con
los ojos de la fe, pueda veros cara a cara en la patria celestial, término
feliz del viaje de este mundo. Amen.
DEPRECACIONES
Á SAN CAMILO
PARA TODOS LOS DIAS
-Oh
fervorosísimo San Camilo, cuyo celo para la gloria de Dios y salvación de las
almas fue tan grande, tan ardiente, que desde vuestra conversión en adelante
luisteis siempre un serafín, fuisteis siempre un apóstol, Si; fuisteis un serafín
abrasado en el más vehemente e intenso amor hacia el Señor; fuisteis un apóstol
lleno de una santa energía, que de mil modos procurasteis la conversión de los
infelices pecadores. A estos incitabais vos con fervientes exhortaciones dulcísimos
coloquios a amar y honrar al supremo Ser, a dejar su mala vida y a emprender el
camino de la virtud; y a fin de que abandonaran de una vez y para siempre sus
extravíos los alentabais, valiéndoos de aquellas cinco saludables y
confortativas medicinas, las cinco Llagas de Jesucristo, de las que fuisteis
especialísimo devoto. En premio de esta devoción, sin duda, y para probar vuestra
paciencia, el Señor os envió cinco enfermedades, que os aquejaron por mucho
tiempo, y que vos sufristeis con tan santa alegría y resignación, que las llamabais
misericordias de Dios. Ea pues, Santo glorioso, por la primera de estas cinco
enfermedades, que fue una llaga incurable, que según el dictamen de los médicos
era extraordinaria, de un carácter particular, no conocida en el arte,
corrosiva, profunda y tan dilatada que rodeaba casi toda la pierna, y de la
cual salía cada día a lo menos una libra de materia; por esta enfermedad, que
duró desde vuestra juventud hasta la vuestra muerte, alcanzadme de Jesús que yo
sea verdadero y constante devoto de la santa llaga de su mano derecha, y que la
adore de continuo con profunda reverencia y fervor. Haced también por vuestra intercesión,
oh ínclito Patriarca, que la sangre que manara de dicha llaga de mi Redentor
lave mi alma de los pecados que por pensamiento he cometido durante todo el
curso de mi vida, mientras que en obsequio de esta misma sacratísima llaga digo
respetuosamente un padrenuestro, un ave maría y una gloria patri.
-Oh
dichosísimo san Camilo, por la segunda de vuestras cinco enfermedades, que fue
una grande hernia o ruptura, que os atormentó muchísimo por espacio de treinta y
ocho años, alcanzadme de Jesús que yo sea verdadero y constante devoto de la santa
llaga de su mano izquierda, y que la adore de continuo con profunda reverencia
y fervor. Haced también por vuestra intercesión, o ínclito Patriarca, que la
sangre que manara de dicha llaga de mi Redentor lave mi alma de los pecados que
por palabra he cometido durante todo el curso de mi vida, mientras que en
obsequio de esta misma sacratísima llaga digo respetuosamente un padre nuestro,
un ave maría y una gloria patri.
-Oh
dichosísimo san Camilo, por la tercera de vuestras cinco enfermedades, que
consistió en dos callos durísimos debajo del pie enfermo, los cuales os
afligieron por espacio de veinte v cinco años, causándoos tan intenso dolor,
que cuando andabais os parecía que pisabais espinas, alcanzadme de Jesús que yo
sea verdadero y constante devoto de la santa llaga de su pie derecho, y que la
adore de continuo con profunda reverencia y fervor. Haced lambien por vuestra intercesión,
o ínclito Patriarca, que la sangre que manara de dicha llaga de mi Redentor
lave mi alma de los pecados que por obra he cometido durante todo el curso de
mi vida, mientras que en obsequio de esta misma sacratísima llaga digo
respetuosamente un padre nuestro, un ave maría y una gloria patri.
-Oh
dichosísimo san Camilo, por la cuarta de vuestras cinco enfermedades, que fue
cálculo o mal de piedra, la cual vos tolerasteis con grande provecho de vuestro
espíritu por espacio de diez años, sufriendo gravísimos dolores,
particularmente cuando con unas tenazuelas debían sacaros piedras a veces del
tamaño de un pequeño hueso de aceituna, alcanzadme de Jesús que yo sea
verdadero y constante devoto de la santa llaga de su pie izquierdo, y que la
adore de continuo con profunda reverencia у fervor. Haced también por vuestra intercesión,
o ínclito Patriarca, que sangre que manara de dicha llaga de mi Redentor lave
mi alma de los pecados que por omisión he hecho durante todo el curso de mi
vida, mientras que en obsequio de esta misma sacratísima llaga digo
respetuosamente un padre nuestro, un ave maría y una gloria patri.
-Oh
dichosísimo san Camilo, por la quinta y última de vuestras cinco enfermedades,
que consistió en una inapetencia tal que en ninguna vianda hallabais sabor,
antes al contrario toda especie de manjar os causaba aversión, hastío, náusea,
y que agravándose más y más, triunfó por último de vuestra vida, después de
haberla padecido por espacio de treinta meses, alcanzadme de Jesús que yo sea
verdadero y constante devoto de la santa llaga de su costado, y que la adore de
continuo con profunda reverencia fervor. Haced también por vuestra intercesión,
o ínclito Patriarca, que sangre y agua que manaran de dicha llaga de mi
Redentor laven mi alma de toda mancha de culpa, aun de culpa venial, y me sean
un remedio eficaz que me preserve de caer en nuevos pecados, mientras que en obsequio
de esta misma sacratísima llaga digo respetuosamente un padre nuestro, un ave maría
y una gloria patri.
-Ahora cada uno pedirá al Señor por intercesión
de San Camilo la gracia especial que desea alcanzar en esta novena.
ORACION
PARA TODOS LOS DIAS
Oh
felicísimo san Camilo de Lelis, invicto héroe de la más ardiente caridad para
con los enfermos y especialísimo abogado de todos los que se hallan en el
terrible trance de la muerte, a vos acudo, vuestro auxilio imploro ya desde
este momento para cuando, postrado en el lecho del dolor, esté cercano a mi
última hora Entonces, en aquel lance tan crítico, en que son tan formidables
las tentaciones del demonio, entonces ayudadme, asistidme con vuestra intercesión
poderosa y animadme con vuestra presencia, para que no sucumba a los esfuerzos
y trazas infernales. Alcanzadme del Omnipotente, o insigne Patriarca, una
grande paciencia, una santa resignación y perfecta conformidad a la voluntad de
Dios en los trabajos y angustias de mi última enfermedad y en las agonías de mi
muerte, é interceded para con el Señor, à fin de que tales trabajos, angustias
y agonías me sirvan de mérito y recompensa en la otra vida. Oh mi amado
Protector, mostraos tal en los postreros instantes de mi existencia. Sí; protegedme
cuando estaré para espirar, protegedme, y haced que antes de partir yo de este
mundo reciba con toda claridad de potencias y sentidos, con viva dé, con firme
esperanza y con fervorosa caridad los santos sacramentos de la penitencia,
eucaristía y extrema unción; haced que gane enteramente alguna indulgencia
plenaria, para que mi alma, limpia de toda mancha, pueda hallar buena acogida en
el tribunal del supremo Juez, y ser admitida luego en el reino de la gloria.
Finalmente, conseguidme del Señor, o mi querido Patrono, que yo espire en
vuestros brazos, besando fervientemente la imagen del Crucificado, é invocando
con tierna devoción los santísimos y dulcísimos nombres de Jesús y de María. Así
lo espero, o glorioso Santo; en vos confío que me obtendréis estas gracias para
poder cantar en compañía vuestra las eternas alabanzas en la Sion celestial.
Amen.
DIA
SEGUNDO
MEDITACION
SOBRE LA
FIRME ESPERANZA DE SAN CAMILO
Considera,
cristiano, que San Camilo, no obstante de ser sus obras tan excelentes,
desconfiaba de todas ellas, y ponía toda su esperanza en la infinita bondad de
Dios. Esta le robaba todas sus consideraciones, esta le hacía despreciar cuanto
a los mundanos embelesa, esta le movía a reflexionar de continuo en la brevedad
de la vida presente y perpetuidad de la eterna, esta le representaba la
inconstancia de los bienes perecederos de este mundo y la seguridad de los
celestiales: a este propósito solía decir: en este mundo estamos alojados como
en una posada, en la cual pasamos la noche y por la mañana nos partimos. Si alguna
vez se hallaba asaltado del demonio con escrúpulos, desconfianzas y temores
importunos, nunca se dejaba abatir, sino que en las mayores angustias acudía al
Señor, lleno de la confianza más firme hacia él. Meditando en la sangre
preciosa de Jesús se llenaba de esperanza tal en ella, que decía ser imposible
que la divina piedad fuese vencida por la malicia de cualquier pecador, por
malvado que por esto él confiaba salvarse en virtud de dicha sangre. Por esto
exclamaba a menudo, levantando sus ojos al cielo: Oh Señor, vuestra sangre me
ha de salvar. De esta esperanza en Dios y en su infinita misericordia que tenía
San Camilo, se originó aquella firmeza de espíritu y aquel valor heroico, con
que resistió él a las muchas y gravísimas contrariedades que le sobrevinieron;
especialmente en la fundación de su célebre instituto. Por esto en todas las
ocasiones de urgentísimas necesidades nunca se manifestó pi alterado ni
aturdido, sino que recurría a la oración, y jamás quedaba defraudado en su
esperanza, porque el Señor acudía con prodigios a sus súplicas. Cuando se
trataba de ayudar å los pobrecitos o de socorrer a los enfermos, san Camilo sin
miramiento alguno se desapropiaba de todo, despojaba el convenio aun de las
cosas más necesarias, y no vacilaba ni un momento en contraer deudas, diciendo
que esperaba en Dios, el cual nunca falta en sus promesas. Una vez reprendió a
sus religiosos, porque estaban espantados por hallarse sin pan y sin dinero
para comprarlo, en tiempo de una grande escasez; y durante esta reconvención el
Omnipotente les proveyó de alimento por medio de una persona caritativa. Así
premiaba el Señor la confianza de su siervo. ¡Ojalá supiéramos imitarla!
-Aquí se medita un poco.
AFECTOS
¡Oh mi
amado Jesús! ¡Cuán loco he sido hasta ahora por haber querido confiar en mis
débiles fuerzas, sin pensar en vuestra infinita clemencia, en la cual debo poner
toda mi esperanza! ¡Oh! si hubiese sabido aprovecharme de los santo ejemplos del
insigne Patriarca de Lelis, ¡cómo me hallaría más adelantado en la senda de la
virtud!; como tendría la más firme esperanza en vuestra preciosísima sangre y
en vuestras llagas sacratísimas! En Vos confió, pues, mi dulce Redentor, en Vos
quiero con fiar todos los días de mi existencia, y desconfiar quiero de mí, que
soy criatura flaca, vil y miserable. Y confió no solamente que Vos me salvaréis,
sí que también espero que me ayudaréis en todos los lances de mi peregrinación
en este valle de lágrimas, por más que me halle pobre, abatido, desamparado.
Hacedme, pues, la gracia, o Jesús mío, que yo retire mi corazón y confianza de
las riquezas, dignidades y honores de este mundo, y que solo os ame a Vos de
todas veras y en Vos confíe, como á autor Y dador de todas las cosas, a fin de
que después de mi muerte pueda disfrutar de vuestra presencia en la celeste
Sion. Amen.
DIA
TERCERO
MEDITACION
SOBRE
LA ARDIENTE CARIDAD DE SAN CAMILO PARA CON DIOS
Considera,
cristiano, que desde el feliz instante, en que dejando Camilo su mala vida, se
convirtió de veras al Señor, su alma quedó tan inflamada del fuego del amor de
Dios que nunca jamás se extinguió en lo más mínimo este incendio; al contrario
procuraba él aumentarlo más y más por medio de ardientes suspiros, jaculatorias
fervorosas, repetidos actos de caridad y de contrición, acciones de gracias,
magnánimos propósitos y encendidísimos deseos de padecer mucho, de llegar a
consumirse todo enteramente en holocausto de este mismo amor. Eran estos actos
ejercitados por él con tanta intensidad, que llegaban a trasportarlo en éxtasis
hasta salir de su rostro resplandores tan brillantes como los rayos del sol. Tuvo
grandes ansias de que se le ofreciera ocasión de derramar la sangre por su
amado, y decía que esto lo tendría por su mayor felicidad. Cuando celebraba el
santo sacrificio de la misa era tanto lo que el fuego del amor divino se
mostraba ardentísimo en él, que o derramaba abundantes y amorosas lágrimas o
quedaba como inmóvil y fuera de sí, y esto le sucedía especialmente en el
tiempo de la consagración, o derritiéndose en suspiros manifestaba el
grandísimo amor que experimentaba su corazón. Con semejantes sentimientos de
amor rezaba el oficio divino y hacia sus oraciones, durante las cuales se le veía
todo inflamado y absorto en Dios. Camilo sentía que su corazón fuese tan
estrecho; él hubiese querido tener otro más ancho para amar infinitamente al
Ser supremo. De este amor de Camilo hacia Dios nació en él un odio tan mortal e
intenso a cualquier culpa, por pequeña que de buena gana se habría dejado hacer
pedazos antes que cometerla. Por este mismo aborrecimiento que tenía al pecado,
precisamente como ofensa de Dios, no dudó en exponerse a muchos riesgos por
estorbar algunas culpas. Con este motivo era enemigo declarado de todo hombre blasfemo
y jurador, y aunque fuese en público, los reprendía. Pasando en cierta ocasión
por una plaza, oyó una blasfemia que echó un hombre jugando, y volviéndose el
venerable y celoso siervo del Criador, en altas voces le amenazó con la ira del
divino Juez. De solo oír en otra ocasión que en cierto hospital se había cometido
una culpa contra el Excelso, escupió sangre muchos días. ¡Oh amor
extraordinario y vehemente de san Camilo para con Dios! ¿Es así el nuestro? Amamos
nosotros de veras a nuestro Bien, a aquel que nos ha criado, ¿que nos ha
redimido con su preciosísima sangre? ¡Ah! Meditémoslo seriamente y corrijámonos.
-Aquí
se medita un poco.
AFECTOS
¡Oh Jesús
mío! cuan poco os he amado y os amo! Las riquezas, los honores, las vanidades,
los placeres de este mundo falaz me arrastran y se llevan todas mis atenciones
y afectos. Por un vil interés, por un deleite momentáneo, por un poquillo de
honra, por á una vil criatura os he aborrecido, os he despreciado, os he
insultado, he pisado vuestra sangre. ¡Necio de mí!; Cuan ingrato he sido! ¡Cuán
poco he sabido imitar a vuestro ardoroso siervo, el grande Patriarca de Lelis!
¡Oh mi dulce Jesús! No quiero despreciaros, ni aborreceros más. Abomino todos
los placeres y vanidades de esta vida; detesto de todo mi corazón el pecado por
ser ofensa vuestra; perdonadme, Señor; y haced que perseverando yo en vuestra
amistad y gracia, pueda algún día entrar en las mansiones celestiales y allí
amaros y alabaros por toda la eternidad. Amen.
DIA
CUARTO
MEDITACION
SOBRE
LA ENCENDIDA CARIDAD DE SAN CAMILO PARA CON SUS PRÓJIMOS
Considera,
cristiano, que muy acrisolado el amor de san Camilo para con Dios, forzoso era
que fuese muy perfecto su amor para con los prójimos. Lo manifestó
frecuentemente en el cuidado que tenía de apartarlos de las ocasiones de pecar.
Les hacía fervorosos sermones para destruir, si pudiese, todas las malas
costumbres; y hubiera querido tener la lengua de san Pablo para despertar en
todos los hombres una perfecta detestación de la culpa y convertir a Dios a
todo el mundo. Supo que mientras predicaba en la iglesia, se iban muchos a
conversar en la plaza, y un día se puso de repente a predicar en la plaza
misma, afeando tan mala costumbre, y habló con tal eficacia, que se reconoció
la enmienda; pero si bien era general su caridad con todos los prójimos, fue
sin comparación mayor con los pobres enfermos de los hospitales. Quien hubiese
visto la fineza y ternura con que los servía, hubiera juzgado que estaba él
olvidado de todo gusto terreno, y aún de sí propio. Les daba de comer
arrodillado y descubierto; juntaba a veces su boca con la del enfermo, aunque a
este le apestase el aliento. Contemplaba vivamente representada en ellos la
persona de Jesucristo; les llamaba sus dueños y señores, y él se tenía por su
criado y esclavo. Cuando no quedaban contenlos, les hacía muchas preguntas
basta que acertaba a consolarlos, y al despedirse les besaba los pies y les pedía
su bendición. Haciales de ordinario las camas, y mullía los colchones y el jergón,
aunque se llenase de polvo. Si el enfermo no podía levantarse, le tomaba en sus
brazos, y sin reparar en lo asqueroso, arrimaba su cabeza a la del pobre
paciente, como si fuera la cabeza del Señor coronada de espinas. Llamaba a los
hospitales jardines de sus deleites y paraíso de sus recreos; los llamaba también
riquísimos minerales en que podían granjearse muchos tesoros. Y no solamente
Camilo tenía encendidísima caridad para con los enfermos de los hospitales,
pues no era menos el amor con que asistía a los pobres que morían en sus casas,
siendo increíble la fatiga que esto le costaba. No podía mirarse sin espanto el
que, estando viejo, arrastrando la pierna llagada y afirmado en un báculo subía
escaleras altas, oscuras y peligrosas. Dábase al subirlas no pocos, ni pequeños
golpes, ya en la pierna, ya en la cabeza por ser alto de estatura У las puertas
bajas tropezó muchas veces con peligro de su vida. Salía de día, salía de noche
sin ser bastante a detenerle ni las largas distancias, ni los más deshechos
temporales. En fin no se ceñía su caridad á solo los enfermos, sino que se extendía
á todos tiempos y a toda clase de menesterosos. Cuando iba de camino hacia
llevar al compañero monedas pequeñas y una talega de pan para repartirlo a los
pobres que encontraba. Si estos estaban enfermos o achacosos, los encargaba a algún
posadero, cual otro samaritano, dejaba dinero para su curación. En una palabra,
mendigos, encarcelados, huérfanos, viudas, pupilos, todos hallaban en Camilo un
padre amoroso y tierno que los auxiliaba y se desvelaba por ellos. ¡Oh caridad
de san Camilo!; como confundes nuestra poca caridad para con nuestros
semejantes!
-Aquí
se medita un poco.
AFECTOS
¡Oh
amorosísimo Jesús que nos mandáis amar a nuestros prójimos como a nosotros
mismos! ¿por qué no cumplo yo con este precepto? ¿Por qué miro con tanta
indiferencia las necesidades de mis hermanos?; por qué no les ayudo, no les
socorro, pudiendo? Haced, Oh Señor, que mi corazón sea un vivísimo volcán de
amor para con mis semejantes, al modo que lo era el corazón del insigne héroe
de la más ardiente caridad para con todos, amigos y enemigos; haced que a imitación
de san Camilo ampare, auxilie, en cuanto me sea posible, a mis prójimos, a fin
de que en el día grande de la cuenta pueda oír de vuestros labios aquellas tan
dulces y consoladoras palabras: venid, benditos de mi Padre, a tomar posesión
del reino celestial, porque yo tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me
disteis de beber, era peregrino y me hospedasteis, estaba desnudo y me
cubristeis, enfermo y me visitasteis, encarcelado y vinisteis a verme y
consolarme. Sí; ¡ojalá estas palabras se dirijan también a mí y pueda de este
modo lograr la dicha de veros y gozaros por toda la eternidad en el cielo!
Amen.
DIA
QUINTO
MEDITACION
SOBRE
LA PROFUNDA HUMILDAD DE SAN CAMILO
Considera,
cristiano, la grande y profundísima humildad de san Camilo, por la cual
teniéndose a sí mismo en sumo desprecio, y en nada estimando sus talentos o
cualquiera otro título que lo elevase sobre los demás, se reputaba siempre el
último de todos y digno de ser despreciado. De aquí es que buscaba todas las
ocasiones de humillarse, y abrazaba con gusto y vehementes ansias los
quehaceres más bajos. Lavar los platos y servir en el refectorio era para él
una cosa común; y aunque tenía el destino de general en su religión y era
anciano, con todo no tenía reparo de ir tocando la campanilla o llevar la
calderilla del agua bendita, cuando administraban el Viático a los enfermos del
hospital. Después de la renuncia que hizo de general, era digno de admiración
ver que, siendo fundador y viejo, y habiendo sido por muchos años superior de
todos, se sentaba a la mesa sin distinción de los otros sacerdotes, aunque jóvenes,
y como los demás, decía arrodillado sus defectos, y con profundísima humildad cumplía
las penitencias que le imponían. Concurría como los otros a las cosas más ínfimas
de la comunidad, sin poderle persuadir a que las dejase, pues no era en ellas
comprendido; en estos lances solía decir: no quiera Dios que yo me aparte de
las cosas comunes, porque mi superioridad ha de ser solamente en las virtudes y
no en las exenciones. Tenía san Camilo tan bajo concepto de sí, que se reputaba
el mayor pecador del mundo y se llamaba con frecuencia tizón del infierno y
saco de gusanos. Habiendo caído en cierta ocasión enfermo, rogó a su confesor
le dejase hacer confesión general; pero considerando este la grande calentura
que le abrasaba la lengua y no le dejaba hablar sino con mucha pena, le exhortó
a que se ahorrase aquella fatiga, asegurándole no haber necesidad; el Santo
empero empezó a manifestar públicamente todos los pecados que había cometido en
el siglo, sin atender que muchas personas estaban presentes y le oían; y no
contento de esta pública confesión, pasó todo el resto de la noche en sollozos
suspiros, repitiendo a menudo: dadme, Señor, una verdadera contrición de mis pecados,
y perdonad a este infeliz pecador. Curó de esta enfermedad; pero no cesó jamás
de conservar los mismos sentimientos y de ir diciendo a todo el mundo que él
era un famoso pecador merecedor del infierno, y otras expresiones semejantes de
humildad y confusión. Si bien el Señor le dotó de muchas luces y de mucha
ciencia, teníase por tan ignorante, que después de haber renunciado el cargo de
general y hallándose a los sesenta años de edad, compró el pequeño libro de la
doctrina cristiana y lo estudiaba todos los días, como hubiera podido hacer un
niño de pocos años o un aldeano rudo y grosero. Así se humillaba este siervo de
Dios, y cuidaba al mismo tiempo de inculcar esta virtud a sus religiosos, a
quienes repetía aquella saludable lección de Jesucristo: Aprended de mí que soy
manso y humilde de corazón. ¿Somos nosotros verdaderamente humildes?
Meditémoslo un poco.
-Aquí
se medita un poco.
AFECTOS
¡Oh
humildísimo Jesús! Vos me habéis enseñado la virtud de la humildad no solamente
con palabras, sí que también con obras; ¡y yo infeliz! no me he aprovechado de
vuestras santas lecciones, pues he continuado en mi orgullo y amor propio. Yo
bien sé que Vos abatís a los soberbios, y ensalzáis y dais vuestra gracia a los
humildes; yo bien sé que la humildad es el fundamento de todas las demás
virtudes; sin embargo, me he dejado arrastrar siempre de una soberbia refinada.
Dadme, Señor, fuerza para sofocar mi orgullo; despojadme de este amor propio
que me induce al mal; iluminadme, para que conozca mi fragilidad, mi miseria,
mi vileza; iluminadme, para que vea y entienda que todo lo bueno viene de Vos y
todo lo malo es mío; haced que imite la profundísima humildad de san Camilo, a
fin de verme después ensalzado con él en la gloria. Amen.
DIA
SEXTO
MEDITACION
SOBRE
LA EVANGÉLICA POBREZA DE SAN CAMILO
Considera,
cristiano, que san Camilo fue amantísimo de la pobreza, a la cual llamaba
tesoro escondido. Se deleitaba con ella más que los del mundo con las riquezas,
y así andaba tan pobremente vestido, que parecía hacer gala de los remiendos. Solía
decir: remiendo sobre remiendo, porque no el buen vestido, sino las obras buenas
hacen bueno al religioso. A no traer la cruz en el hábito hubiera sido
desconocido de muchos, y así le sucedió una vez que le daban limosna, juzgando
que era un clérigo forastero que la pedía. Por más que se lo suplicaban, no podían
conseguir que se pusiese vestidos nuevos, y aunque por la noche le quitaban los
viejos y le ponían otros de nuevos en su lugar, conocido el cambio, clamaba por
sus remiendos. Regularmente era preciso que para mudar de vestidos o hábitos se
valiesen los superiores de su autoridad, pues de otro modo, no podía
conseguirse. Mostraba grande sentimiento cuando algunos religiosos tenían duplicados
los hábitos o vestidos, o cuando solicitaban ansiosos lo que no era muy
preciso, y de estos decía: estos tales se glorían de ser religiosos y de tener
hecho voto de pobreza; pero no quieren sentir el peso y las incomodidades de la
pobreza. Camilo no solo manifestaba grande amor a esta virtud por lo tocante a
los vestidos, sí que también respecto a todo lo demás. Así quería que su comida
fuese la usual y común, y no admitía parcialidad alguna en la mesa a su favor,
aunque fuese general, o lo hiciesen por su poca salud: a veces reprendía al refectolero
por haberle dado alguna ración de más, y mandaba quitarla en seguida de su presencia.
En ninguna cosa quería singularidad o distinción, y deseaba ser tratado como el
último de los religiosos; no permitió jamás que en su cuarto hubiese otros
muebles que una mesita sencilla de una madera cualquiera, con lo preciso para
escribir, algunos pocos libros, alguna imagen de papel representando el
Crucificado, una pequeña cama con un solo colchón pobrísimo de lana y algunas
rústicas sillas. No se acostaba con dinero, aunque llegase de camino, sin pedir
antes licencia al superior para retenerlo. Hacía de lo contrario tal escrúpulo,
que decía: tengo por más seguro dormir con una víbora, que con moneda en mi
poder. Y no se crea que san Camilo empezase a ejercitar con tanto heroísmo la
virtud de la pobreza, después que, habiendo instituido su Congregación, se vio
obligado a ella con voto solemne. Antes de pensar en institución tal, antes de
ser ordenado de sacerdote mostró ya un afecto especial a esta santa virtud.
Estando en calidad de mayordomo en el hospital de Santiago de los incurables,
nada poseía, porque todo cuanto ganaba, quitada una pequeñísima parte suficiente
apenas para su escasa manutención, lo daba generosamente a los pobres. En una
sola cosa parecía no atender tanto a la pobreza san Camilo, y era en los trapos,
vendas é hilas para curar su llaga; de modo que el mejor regalo que se le podía
hacer era ofrecerle algo de esto. Eso era una prueba del amor que profesaba a
la limpieza, tocante a la cual usaba de mucha diligencia, de suerte que nunca
fue visto con los vestidos sucios ni manchados. ¿Imitamos nosotros a san Camilo
en la virtud de la pobreza?
-Aquí
se medita un poco.
AFECTOS
¡Oh
pobrísimo Jesús!; porqué voy yo tan afanado tras las riquezas?; porqué, aunque
posea, deseo siempre más y más? ¿Por ventura no asegurasteis vos que son
bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los
cielos?; Necio de mí! Lejos de acaudalar tesoros para la gloria, no he hecho más
que adquirir y amontonar bienes temporales. ¿De qué me servirán estos en el día
del juicio, si no presento buenas obras? No, no quiero continuar más en mi
insensatez: desprecio las riquezas de este mundo y suspiro tan solo por las
riquezas espirituales, que son las virtudes. Quiero imitar en la pobreza a san
Camilo. Dadme, Señor, fuerza y gracia, para que sepa practicarlo todo el tiempo
de mi vida; haced que sea yo un verdadero pobre de espíritu, a fin de conseguir
después la bienaventuranza eterna. Amen.
DIA
SÉPTIMO
MEDITACION
SOBRE
LA PERFECTÍSIMA CASTIDAD DE SAN CAMILO
Considera,
cristiano, el ardentísimo celo con que guardó la castidad san Camilo. En esta
virtud fue tan privilegiado de Dios, que se vio resplandecer en él como el sol
entre las estrellas. Llamaba a la castidad joya celestial, y la ponderaba con
tal eficacia, vigor y celo, que enardecido se le hinchaban las venas de la
frente y de la garganta, como si quisiesen reventarse. Huía de todo trato con
mujeres, y cuando encontraba alguna por la calle, torcía de camino, y si esto
no podía hacer, se calaba el sombrero hasta los ojos, y pasaba con tanta
velocidad, que apenas le podía alcanzar el compañero: si esto sucedía en
parajes estrechos, no reparaba en enlodarse o meterse en un charco por no pasar
junto a la mujer. Quería más en tales lances que le tildasen de necio y huraño,
que exponerse al riesgo de inficionar su candor. Cuando se veía precisado a
tratar con alguna bienhechora, no quería que el compañero faltase de su vista.
Puso notable diligencia en que las mujeres, no le besasen la mano, aunque
fuesen viejas y virtuosas, y si desprevenido se la besaban de repente, él con
todo disimulo al punto de la limpiaba con el manteo. Persuadía con todo ahínco
a la observancia de la santa pureza, proponiendo para esto varios y fáciles
medios, especialmente el de arrojar al principio los malos pensamientos, y
despreciar al demonio; y tenía este medio por tan eficaz para rendir al
espíritu maligno, que le parecía imposible ser uno vencido, resistiendo a las
sugestiones; y así decía a este propósito: ¿Qué puede hacer el diablo, cuando
el hombre está firme en resistir a los pensamientos malos? Primero conseguiría
hacer beber a un animal, no teniendo sed, que hacer consentir al hombre en un
pecado. Amaestrando una vez a los novicios, les inculcaba que vigilasen, que
arrojasen de su corazón las tentaciones, como se arroja del contacto del cuerpo
un hierro hecho ascuas, que huyesen de toda ocasión por pequeña que fuese, y
que pensasen con la muerte, con el infierno y sobre todo con la pasión de
Jesucristo ; y esto que él inculcaba a los otros lo practicaba con toda exactitud;
y aun hacia más, pues maceraba su cuerpo, aunque extenuado por las muchas
fatigas, con continuos ayunos, disciplinas, cilicios y otros instrumentos de
penitencia, todo esto con el objeto de mortificar su carne. Siendo Camilo tan
amante y celoso de la pureza, es claro que tenía grande horror al vicio opuesto
à ella; por eso aborrecía a los hombres impuros y obscenos, y los increpaba sin
diferencia de personas, lugares y tiempos, aun con peligro de su vida. Solía
decir que en materia de deshonestidad no se da ocasión pequeña, que todas son
grandes y peligrosas, porque una sola chispa de fuego basta para abrasar una
montaña de paja. Aun antes de convertirse se mantuvo Camilo apartado de toda
impureza; pues si bien siguió por algún tiempo la carrera de las armas, con
todo aun entonces le hacía tanto horror este vicio, que no podía tolerar la
compañía de los que se hallaban inficionados con él. Reflexionemos sobre nuestra
conducta en cuanto al particular, y aprendamos de Camilo à dominar nuestras
pasiones, y huir de todo peligro.
-Aquí
se medita un poco.
AFECTOS
¡Oh Corazón
purísimo de Jesús! cuanto os he ofendido con mis impurezas! Mis pensamientos,
mis palabras, mis obras, ¡todo ha respirado deshonestidad!; yo he seguido los
vanos placeres de la carne, yo me he dejado arrastrar por el torrente de mis
locas y brutales pasiones. No más pecar, Jesús mío, no más lujuria; cread en mí
un corazón nuevo, recto y puro como el corazón de Camilo; haced que aborrezca
de veras a ła lascivia, como Camilo la aborrecía; haced que ame la santa pureza,
como la amara Camilo; dadme fuerza para que sepa dominar mis perversos
apetitos, y para que, haciéndome violencia a mí mismo, conquiste aquel reino,
que con la sola violencia se logra, en el cual os pueda cantar eternas alabanzas.
Amen.
DIA
OCTAVO
MEDITACION
SOBRE
LA INVENCIBLE PACIENCIA DE SAN CAMILO
Considera,
cristiano, que la virtud de la paciencia resplandeció en san Camilo de un modo
extraordinario, pues ni las persecuciones, ni las injurias, ni la dificultad en
las empresas pudieron en lo más mínimo alterar su ánimo. No disminuyeron su
paciencia ni los viajes dilatados, ni las penosas jornadas, ni las asperezas de
los caminos, ni los continuos peligros, ni las repetidas caídas de caballo. Es
las fueron muchísimas, como afirmó el mismo Santo, y algunas de ellas con
riesgo de la vida. Camilo, cual otro Job, todo lo sufría con grande resignación,
alabando la divina Providencia y recurriendo con frecuencia a la oración santa.
Así lo practicó al hallarse cercado de muchas tribulaciones, al principio de la
fundación de su instituto. Entonces envidioso el demonio por la obra buena que había
comenzado Camilo, movió contra él una fuerte persecución. El Santo fue acusado,
calumniado, reprendido agriamente, tratado de perturbador, inventor de novedades
y sembrador de cizaña, y el pequeño oratorio que se había arreglado para
retirarse con sus primeros compañeros fue desbaratado completamente. Camilo
desahogó sus penas delante una imagen de Jesús crucificado, pidiéndole con
repetidos suspiros y sollozos que le manifestara su voluntad, y entonces el
Señor le consoló. Otras muchas mortificaciones y contratiempos sufrieron y
siempre con invencible paciencia Camilo durante su vida, y especialmente en los
hospitales donde sirviera, de parte de los empleados y criados de los mismos.
En uno de estos le amenazaron, diciéndole que, si no marchaba, le arrojarían
por la ventana a la calle todos sus vestidos y demás cosas que te todo esto
toleró Camilo sin otras varias persecuciones que le hicieron sufrir hombres
malévolos y envidiosos; pero él firme siempre à tales rudos ataques, se mantuvo
inmóvil como una fuerte roca en medio de las más recias tempestades, se mantuvo
constante siempre sin turbarse ni alterarse jamás, sin proferir siquiera una
palabra. Pero en lo que Camilo mostró una paciencia a toda prueba fue en
aquellas cinco enfermedades, que él llamaba misericordias de Dios, y que le
afligieron por mucho tiempo. ¡Con que alegría santa, con que resignación él las
sufría! En ellas veía la mano benéfica del Señor, que le hacía tales regalos
para proporcionar le ocasiones de adelantar en la perfección. Sí; y supo este
invicto héroe de paciencia aprovecharse de ocasiones tales y de todos los demás
trabajos de cuerpo ya de espíritu con que Dios quiso probar su constancia. ¿Y
sabemos nosotros aprovecharnos de los contratiempos con que el Señor también
nos prueba? ¡Ah! todo lo contrario; cada día tenemos menos paciencia, cada día
atrasamos en el camino de la virtud. Avergoncémonos, pues, de nuestra poca resignación,
e imitemos la paciencia heroica de san Camilo, discurriendo algún tanto sobre
ella.
-Aquí
se medita un poco.
AFECTOS
¡Oh
pacientísimo Jesús, que por mí padecisteis con valor los tormentos más atroces,
dándome lecciones las más santas de perfecta resignación y sufrimiento! Dadme
gracia, para que sepa calmar mi genio demasiado activo y fogoso. Vos llevasteis
con suma paciencia la más pesada cruz; haced que yo lleve con paciencia también
la cruz de los trabajos y calamidades de esta vida; haced que conozca y nunca
olvide que la cruz es la única senda que conduce a la gloria; haced que queden
grabadas para siempre en mi corazón y entendimiento estas expresiones que
salieron de vuestros labios: el que no carga con su cruz y no me sigue, no
puede ser discípulo mío. Yo quiero ser discípulo vuestro, yo quiero seguiros;
dadme, pues, paciencia; haced que en esta virtud sea fiel imitador de san
Camilo; haced que, en medio de mis penas, tribulaciones, enfermedades y otra
cualquier especie de padecimientos alabe y adore con santa alegría vuestra
bondad, vuestra misericordia, vuestro poder, vuestros atributos todos, para que
después pueda alabarlos y adorarlos en el cielo por toda la eternidad. Amen.
DIA NOVENO
MEDITACION
SOBRE
LA TIERNA DEVOCION DE SAN CAMILO A MARIA SANTÍSIMA
Considera,
cristiano, que grande la devoción que san Camilo profesó a varios santos, como
lo manifestó en diversas ocasiones; pero especialmente tuvo una devoción
acendrada, tierna y filial a la Virgen santísima. Fue sin duda una particular disposición
de la divina Providencia que Camilo, después de haber llevado una vida bastante
mundana entre rencillas, diversiones inútiles y sobre todo arrastrado
enteramente por el juego, se convirtiese de veras al Señor en uno de aquellos días
en que la Iglesia celebra una de las festividades de María. Sí; el día 2 de
febrero del año 1575 Camilo abandonó del todo y para siempre el mundo y sus
placeres; desde dicho día cobró un odio tal a toda especie de culpa, que solía
decir que se dejaría hacer pedazos antes que cometer no solo un pecado grave,
sino que también uno de leve a sabiendas; desde dicho día tuvo a la Virgen soberana
por su abogada y patrona. Cuando inspirado por Dios fundó aquel célebre
instituto o congregación de caridad en auxilio de los que se hallan en las
agonías de la muerte, puso dicho instituto bajo el amparo de María santísima,
quiso que ella fuese su principal protectora, y en los principios de su
referida congregación obligaba a todos sus religiosos que cada día cantasen el
oficio parvo de la Virgen, y él jamás faltaba a este ejercicio en honor de la
celestial Princesa, asistiendo con grandísimo contento. Rezaba todos los días
el santo rosario con mucho fervor y recogimiento, y nunca jamás se retiraba a
descansar sin haber pagado antes a la Emperatriz de los cielos este tributo de
amor, de respeto y de veneración. ¡Ay de nosotros pecadores, solía decir, ay de
nosotros pecadores, si no tuviésemos en el cielo a esta grande abogada, que es
la tesorera de todas las gracias, que salen de las manos de Dios! Quería que todos
sus religiosos llevasen siempre consigo el rosario, para que así pensasen en María
y la obsequiasen con tan singular devoción. Cuando san Camilo pasaba por
delante alguna iglesia o alguna imagen de la Virgen o de algún santo, de estas
que se hallan en capillas por las calles, hacia una reverencia profunda,
descubriendo su cabeza, aunque lloviese con abundancia y muy fuertemente, prueba
de su verdadera devoción a los santos y en particular a la Reina de ellos. En
los días en que se celebraba alguna festividad de María experimentaba un gozo
especial, y le parecía que en días tales no sentían dolor ni trabajo alguno;
tanto era el regocijo y consuelo de su espíritu. Como era muy devoto de las
llagas de Jesús, mandó que le hicieran una pintura, en la cual hubiese Cristo
pendiente del sagrado madero, derramando sangre de sus llagas; no se descuidó
Camilo de advertir y mandar que, en tal pintura, al pie de la cruz, fuese
representada María santísima, como así se verifico. Estando el Santo en los
últimos instantes de su vida, ordenó que colocaran dicha pintura o cuadro en
paraje cercano a él, a fin de poderlo ver continuamente; en él fijaba sus ojos,
a las imágenes pintadas en él dirigía sus preces; más todavía, estando más
próximo a la muerte pidió que le pusiesen la tal pintura en las manos, y ora
besaba los pies del Crucifijo, ora los de María santísima. Oh Señor, exclamaba
unas veces, yo os encomiendo mi alma: Oh María, madre piadosa, decía otras,
interceded por mí; en una palabra, Camilo murió felizmente, teniendo siempre en
sus labios y en su corazón el nombre de Jesús y el nombre de María, prueba
inequívoca de la grande, fina, tierna y constante devoción que a la Reina del
cielo profesara. ¿Es así la nuestra? De ningún modo. Procuremos, pues, imitar a
San Camilo, y para eso discurramos aun un poco más sobre su acendrada devoción
à la Virgen.
-Aquí
se medita un poco.
AFECTOS
Oh
dulcísimo y amantísimo Jesús, que pendiente del leño sagrado constituisteis a María
madre de todo el humano linaje!; Cuan poco he apreciado yo don tan precioso! ¡Cuán
poco he amado a María! ¡Cuán fría ha sido mi devoción para con ella! Inflamad,
Redentor mío, inflamad mi corazón en amor hacia vos y hacia la Virgen soberana;
haced que yo sea verdadero y constante devoto e hijo suyo; haced que espire en
sus brazos y en los vuestros, como san Camilo; haced que espire besando
vuestros pies y los suyos, como san Camilo; haced finalmente que espire pronunciando,
como san Camilo, vuestro dulcísimo nombre y el suavísimo nombre de María, a fin
de poder después pronunciar y alabar tan sagrados nombres en la patria de los
justos. Amen.
ORACION
A SAN CAMILO
Gloria,
pues, y honor a San Camilo; gloria y honor a Dios, que quiso manifestar la
santidad de su siervo con multitud de prodigios obrados por su intercesión. ¿Dejaremos
de ser devotos de tan insigne, de tan ilustre Santo? No, jamás, jamás: desde
este momento profesemos un amor especial a tan esclarecido Patriarca; desde
este momento obsequiémosle con alguna particular devoción, y no dudemos que él
nos asistirá en todos nuestros apuros. Sí; ayudadnos, Santo dichoso, ayudadnos
en todas nuestras necesidades. Amen.
TODO
PARA MAYOR GLORIA DE DIOS Y PROVECHO DE LAS ALMAS
GOZOS
EN HONOR DE SAN CAMILO DE LELIS
Camilo, noble campeón,
Soldado guerrero y
fuerte;
Al que
lucha con la muerte
Sedle
escudo y protección.
Boquianico en su
fortuna
Patricio os goza
excelente,
Allí tuvisteis
oriente,
Y en un establo la
cuna:
Ya os llamó
estrella oportuna
De Cristo a la imitación.
Vuestra madre con
desvelo
Á la perfección os
guía;
Mas luego el mundo
os desvía
Del camino para el
cielo:
Crece más su
desconsuelo
Viéndoos en tal perdición.
Soldado por mar y
tierra
Vuestro valor os
alista;
Contra el turco en
la conquista
De Bérgamo
hicisteis guerra:
Marcial vuestro
ardor destierra
Todo temor con tesón.
Los naipes os
burlan ciego,
Hasta dejaros
desnudo;
Tanto el desengaño
pudo,
Que entendéis la
flor del juego;
Baraja vuestro
despego
La más rara conversión:
Conocido el mal
estado,
Apeado y
arrepentido,
Os veis, si Saulo
caído,
Como Pablo
levantado;
De celestial luz
rodeado
Ya sois vaso de elección:
Una pierna que se
os llaga,
Os saca de
capuchino,
Porque superior
destino
Es quien renueva
la llaga;
Con otra herida os
halaga
Soberana vocación:
Desechando el
propio mal,
El enfermo, el
achacoso,
El pobre, el
menesteroso,
Os llevan al
hospital;
Por la salud
general
Enfermáis de compasión:
Un Crucifijo os
indica
Nuevos alientos y
luz,
Se desclava de la
cruz
Y en su amor os
crucifica;
Ser su voluntad explica
Vuestra nueva fundación.
Con vuestros hijos
voláis
A asistir al
moribundo,
Y al salir este del
mundo
A bien morir le ayudáis;
Oh, con qué ardor procuráis
Vos la ajena salvación!
¡Oh héroe el más
valeroso!
Vuestra caridad es
tanta,
Que nada, nada os
espanta,
Por más que sea
horroroso;
De socorrer muy
gozoso
Está vuestro corazón:
Misericordias llamáis
Cinco accidentes
mortales,
Con que en gustos celestiales
Crucificado acabáis;
Y es que de la
cruz tomáis
Vuestras armas y blasón:
Desde el cielo en
todo evento,
Oh gran Camilo,
ayudadnos;
Más sobre todo
amparadnos
Al dar nuestro
último aliento;
Libradnos de atroz
tormento
Por la vuestra intercesión:
Camilo, noble campeón,
Soldado guerrero y
fuerte;
Al que
lucha con la muerte
Sedle
escudo y protección.
V.
Ruega por nosotros, Santo Padre Camilo.
R. Para
que seamos dignos de las promesas de Cristo.
OREMOS: Dios,
que a San Camilo ayudaste a socorrer a las almas en agonía, decorándolo con la
singular prerrogativa de la caridad; te rogamos por sus méritos, que infundas
en nosotros tu espíritu de amor; para que a la hora de la muerte venzamos a
nuestro enemigo y en el cielo merezcamos la corona de la gloria eterna. Por
Cristo Señor Nuestro. Amén.
Colaboración de Carlos Villaman
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