TRIDUO
Y VISITA A NUESTRA SEÑORA DE LOS ÁNGELES
EN
OBSEQUIO A LA MILAGROSA IMAGEN QUE CON ESTE TÍTULO SE VENERA EN LA CIUDAD DE CARTAGO,
DE LA CUAL ES PATRONA INSIGNE, LO PROPIO DE LA DIÓCESIS DE COSTA RICA
Compuesto
por el R. P. Dionisio Llorens, Franciscano Capuchino
Barcelona,
España
Año de
1913
TRIDUO
ACTO DE
CONTRICIÓN
Jesucristo, Hijo
del Eterno Padre, que, por amor a los hombres, bajasteis del Cielo a
redimirnos, por medio de vuestra dolorosa pasión y muerte ¿Qué pecador habrá
que no aliente su esperanza, al contemplar el infinito valor de su rescate?
Considerando lo muy obligados que estamos a amar y servir a tan generoso
bienhechor y lo mal que le hemos correspondido, debían romperse de dolor
nuestros corazones, pero la malicia los ha endurecido y solo un milagro de
vuestra misericordia puede mover estas piedras, que frías por la culpa no
sienten, ni conocen el fatal estado de perdición en que se hallan. ¿Quién podrá
interceder por nosotros? Solo Vos, Inmaculada Madre, siempre Virgen María,
Reina de los Ángeles y Corredentora de los pecadores, por ella, pues ¡Oh Jesús
divino! os pedimos nos perdonéis y nos deis gracia eficaz para dejar el vicio y
practicar la virtud, y así ir a gozar de vuestra amable vista por toda la
eternidad. Amén.
ORACIÓN
PARA TODOS LOS DÍAS
¡Oh Reina de los
cielos! cuyo poder y hermosura admiran los ángeles y engrandecen a los hombres,
porque sois Madre nuestra, no desdeñándoos de llamar hijos a los pobres
pecadores. Con esta confianza venimos a postrarnos ante vuestra presencia, en
este santo templo, donde os aparecisteis para favorecernos en nuestras
necesidades, mostrándonos vuestro amor en esa pequeña y milagrosa Imagen, por
la que hacéis tantos milagros, premiando así la fe con que os veneran vuestros
hijos, aclamándoos en sus trabajos, pues hallan siempre alivio en sus males y
socorro en sus penas. ¡Oh Reina de los Ángeles! recibid estas humildes
oraciones que os dedicamos en este Triduo, honrando los tres días de vuestras
apariciones, en las que manifestasteis que era vuestra voluntad que aquí os
buscásemos, para derramar sobre nosotros vuestras gracias celestiales. Aquí
tenéis a vuestros sagrados pies al más necesitado de vuestros hijos, pidiéndoos
amparo para sí y para todos los atribulados, pues sois refugio de los tristes y
salud de los enfermos. Volved vuestros ojos a esta porción de vuestro cariño y
no dejéis sin consuelo a los que en Vos confían. Amén.
DÍA
PRIMERO
MARÍA,
REINA DE LOS ÁNGELES, HIJA DE DIOS PADRE
MEDITACIÓN
Saludamos los
cristianos a la Virgen Santísima, como Hija, Madre y Esposa de nuestro Dios, y
en estos títulos descansa la razón teológica y ascética de las imponderables
grandezas y privilegios de María Inmaculada y los motivos de nuestra confianza.
Como consecuencia de tan divinos dictados atribuimos a María una plenitud
participada y conforme a la humana condición, de poder, sabiduría y amor, que
consideramos de modo absoluto en el Padre Eterno, en el Verbo Hijo y en el
Divino Espíritu. Por el poder, sobre toda ponderación y sobre cuanto podemos
barruntar en nuestros ensueños de grandeza, llamamos a nuestra Madre, María
Inmaculada, Omnipotente por gracia, y afirmamos ser sus ruegos como mandatos
para el Criador, pues todo lo alcanza y jamás ha sufrido repulsa en sus
peticiones. Efecto de tan incomprensible poder de la Virgen María, es su
dominio sobre los cielos y tierra y sobre los abismos. En los cielos porque
está sentada junto al trono de Jesucristo, situado en lo más elevado del celeste
empíreo y en el lugar más distinguido sobre los coros de los ángeles y de los
bienaventurados, de los que ha sido constituida reina y soberana, y a quien
rinden honor y vasallaje los moradores de la eterna bienaventuranza. En la
tierra donde todas las generaciones la aclaman bienaventurada y le dirigen
alabanzas y los humanos corazones acuden a ella en demanda de auxilio y
protección, pues María es la defensora de las almas atribuladas, la victoria de
las oprimidas, al guía y sostén de las perfectas, la salvadora de las gracias y
favores que ha resuelto otorgar el Omnipotente Dios a sus criaturas, la árbitra
de las leyes naturales en cuanto se relaciona con sus bondades, la salud de los
enfermos, el bienestar de los corazones rectos y la esperanza de los pecadores
y de toda la creación. Y sobre los abismos, donde María domina por el terror
que su nombre infunde en los demonios, por el espanto que les ocasiona su
presencia, y porque no les permite realizar sus designios, antes, se los
desbarata por completo, siendo ella sola para los infernales espíritus más
terrible que un ejército puesto en orden de batalla. ¿Quién no sentirá
ensanchársele el corazón, al recordar que este ser tan poderoso, que esta
Virgen Inmaculada, que es la Reina de los Ángeles y de las criaturas todas, es
también nuestra cariñosísima Madre? ¿es la que se interesa por nuestra
salvación mucho más de lo que nosotros mismos podemos hacerlo a favor nuestro?
Confiemos pues en María, e imploremos su indefectible protección todos los días
de nuestra vida. ¡Oh María! Nuestra Señora de los Ángeles, Hija de Dios Padre,
Omnipotente por gracia, rogad por nosotros.
-Medítese
lo que acaba de leerse y pídase la gracia que se desea alcanzar.
ORACIÓN
FINAL PARA TODOS LOS DÍAS
-Amorosísimo Dios
Omnipotente y Padre de las misericordias, yo os adoro, bendigo y glorifico porque
escogiste entre todas las criaturas a la Santísima Virgen María, para que fuera
vuestra Hija predilecta y Madre de la Divina Gracia, comunicándole vuestro amor
y poder para socorro y remedio de nuestras necesidades y dolencias, y para que
en ella fueseis glorificado ahora y por los siglos infinitos. Amén.
Dios os salve,
Hija dulcísima del Eterno Padre, yo os doy mil parabienes con todos los ángeles
y bienaventurados, por las gracias y poder con que os coronó como a Hija
predilecta, fortalecednos Señora, contra todas las asechanzas de nuestros
enemigos, ahora y en la hora de nuestra muerte. Así sea.
-Padre
nuestro, Ave María y Gloria.
-Amoroso Dios y
sapientísimo Hijo del Eterno Padre, yo os adoro, bendigo y glorifico, porque
entre todas las mujeres, escogisteis singularmente para Madre vuestra y Madre
de las Misericordias a la Santísima Virgen María, comunicándole vuestro amor y
sabiduría para que fuera refugio en nuestra tribulaciones y congojas, y para
que en ellas fueses glorificado ahora y por los siglos infinitos. Amén.
Dios te salve,
Madre dulcísima de Dios Hijo, yo os doy mil parabienes con todos los ángeles y
bienaventurados, por todas las gracias y sabiduría con que os coronó como a
Madre amantísima, alumbrad Señora mi entendimiento con la luz de la fé, para no
perderme en las sombras y tinieblas del pecado. Así sea.
-Padre nuestro,
Ave María y Gloria.
-Amorosísimo y
Divino Espíritu por naturaleza Santo, que sois todo amor y todo fuego, yo os
adoro, bendigo y glorifico, porque entre todas las vírgenes, escogiste por
esposa singularmente vuestra y Madre de pureza, a la Santísima Virgen María,
comunicándole vuestro amor y santidad, para que fuera amparo y consuelo en
todas nuestra angustias y penas, y para que en ella fueses glorificado ahora y
por todos los siglos. Amén.
Dios os salve,
Esposa dulcísima del Espíritu Santo, yo os doy mil parabienes con todos los
ángeles y bienaventurados, por el singular amor con que os coronó como a Esposa
castísima, encended, Señora, nuestro corazón en el amor de Dios, para servirle
y después gozarle en vuestra compañía por toda la eternidad. Así sea.
-Padre nuestro,
Ave María y Gloria.
Bendita sea tu pureza
y eternamente lo sea,
pues todo un Dios se recrea
en tan graciosa belleza.
A Ti, celestial Princesa,
Virgen Sagrada María,
yo te ofrezco en este día
alma, vida y corazón.
Mírame con compasión,
no me dejes, Madre mía.
L/: Tu
Inmaculada Concepción, Virgen Madre de Dios
R/:
Anunció la alegría a todo el mundo.
ORACIÓN: Oh Dios, que por la Concepción Inmaculada de la Virgen María preparaste a
tu Hijo una digna morada, y en previsión de la muerte de tu Hijo la preservaste
de todo pecado, concédenos por su intercesión llegar a ti limpios de todas
nuestras culpas. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
DÍA
SEGUNDO
MARÍA,
REINA DE LOS ÁNGELES, MADRE DEL VERBO DIVINO
MEDITACIÓN
Estaba en el poder
del Criador, formar para el Verbo Eterno que había resuelto tomar la humana
naturaleza, la Madre a su arbitrio, y ¿Quién podrá suponer que no la formase lo
más santa y perfecta posible? ¿Cómo no escogerla como altísima predilección entre
todas las criaturas y adornarla de los más ricos privilegios concebibles a un
ser humano, objeto de las singulares complacencias divinas? Por esto cuanto
grade y excelso se encuentra en todas las criaturas, cuanto admirable y digno
hay repartido entre todos los seres, decretó el Omnipotente se hallará reunido
en la dichosa criatura que había aceptado por Madre, con la sola diferencia de
que el Señor depuró esta misma grandeza y estas excelencias, las enriqueció con
otros indecibles dones que sobrepujan la capacidad de los sencillo y natural y
las dedicó a su Madre, resultando el ser más admirable salido de las manos del
Criador. El Verbo – Hijo de Dios hizo a María participante, en la posibilidad
de la humana condición, que aquel infinito piélago de sabiduría, con que ordenó
todas las cosas y las dispuso a su gloria. Fuele dado a la Virgen Santísima
leer con inmensurada capacidad en los decretos de Dios, vislumbró tales divinos
misterios y tan excelsas verdades, que mejor que San Pablo pudo decir en su corazón,
que excedían a la inteligencia humana, las cosas que le habían sido
manifestadas. Por efecto de tan incomprensible sabiduría, el conocimiento que
la Virgen María tenía de las verdades de la fe y de la religión, era claro y
más penetrante que el de los sabios más esclarecidos y santos más celebrados,
pues María, con razón, es llamada Madre y Trono de la sabiduría. Si nosotros
queremos poseer la luminosa sabiduría de las verdades de la fé, si deseamos
adelantar en la ciencia de la virtud, si anhelamos guiarnos por el admirable
conocimiento de la voluntad de Dios, que es el supremo de los conocimientos,
estudiemos a María, pidámosle luz, supliquémosle que nos guíe e ilumine en
nuestro viaje por el mundo. Recordemos que consecuencia de la incomparable
sabiduría de María, que Dios se la comunicó, la Virgen Santísima sabe las
inclinaciones de nuestra alma, lee en el fondo de nuestro corazón, conoce
nuestras necesidades y no se le oculta el remedio necesario. Y este pensamiento
nos anime, y este recuerdo nos obligue a ponernos más y más en sus manos, a
solicitar su protección, a obsequiarla con nuestras devociones, a fin de que,
se digne venir en nuestro auxilio, ahora y siempre y más particularmente en la
hora de nuestra muerte. ¡Oh María, Reina de los Ángeles, celestial Trono de
Sabiduría, rogad por nosotros!
-Medítese
lo que acaba de leerse y pídase la gracia que se desea alcanzar.
DÍA
TERCERO
MARÍA,
REINA DE LOS ÁNGELES, ESPOSA DEL ESPÍRITU SANTO
MEDITACIÓN
Las almas que
poseen la divina gracia, son templos vivos del Espíritu Santo, que se complace
derramando en ellas los subidos dones de que es dispensador magnífico. Cuanto
mejor dispuesta se halla un alma tanto se complace el Divino Espíritu en
comunicarles sus favores. Por esto nunca comprenderemos suficientemente el
cúmulo de privilegios y distinciones de que haría objeto a aquella criatura
privilegiada que por antonomasia es su Esposa predilecta. La plenitud del
Divino Espíritu descansó en la Virgen María según la capacidad de que la había
dotado el poder del Padre y la Sabiduría del Verbo, que era eminentemente
superior a las criaturas todas, y solo inferior a la de la persona divina de su
Hijo Jesús. Resumen de todos los dones y excelso remate a la vez de tanta
perfección, fue el encendidísimo amor que abrasó su corazón. La vehemencia de
la llama divina que ardía en el interior de la Virgen Santísima, mil veces
habría consumado su preciosa vida material si un milagro continuo no le hubiese
conservado las fuerzas naturales. Ensalcemos y ponderemos cuanto nos sea dado
el más puro y afectuoso amor de los ardientes serafines, y las arrobadoras
ansias y estupendos éxtasis de los santos y bienaventurados y el conjunto de
este indecible amor sería pálida figura de la realidad incomprensible de amor y
afecto que la Virgen María, posee para Dios, participación excelsa del amor del
Divino Espíritu. Como en Dios, el amor de María se traduce en vehementísimo
amor hacia las almas, que experimentó su más estupenda crecida al presenciar lo
que se dignó obrar el Redentor en favor de las mismas, y rebasó toda
ponderación al recibir el encargo del mismo Jesús, de que velase por las almas
como tierna madre. La manifestación más arrobadora del amor, es la que señala
el amor de una madre, y María es madre de los mortales por expreso encargo de
Dios y como a tal debe poseer toda la ternura y todo el amor de que es capaz el
corazón de una madre, y en consecuencias es imponderable el amor que la Virgen
Santísima tiene a cada uno de nosotros. Es amor de compasión, amor de
sacrificio, amor activo y continuo, que no se amortigua por nuestra ingratitud
y se halla dispuesto siempre a defender a sus hijos por lo que es llamada,
Reina y Madre de misericordia. Si la Virgen María por necesidad nos ama, desea
y quiere nuestra salvación, porque es nuestro único bien ¿Cómo no se animará
nuestra confianza? ¿Cómo no podrá quedar frio nuestro corazón, cuando se
reconoce tan tierna y eficazmente amado? Amemos a María, amemos a nuestra
Madre, que puede, sabe y quiere ayudarnos. ¡Oh María Reina de los Ángeles,
causa de nuestra alegría, rogad por nosotros!
-Medítese lo que
acaba de leerse y pídase la gracia que se desea alcanzar.
VISITA
-Por la
señal…
ACTO DE
CONTRICIÓN
¡Dios mío y Señor
mío, que por mi amor quisisteis nacer en un pesebre y morir en una Cruz! ¡Cuan
odiosa ha sido mi ingratitud, cada vez que me he permitido ofenderos! ¡Cuan
grande mi atrevimiento cada vez que he faltado a vuestra Santa Ley! Vos Señor,
ostentando vuestra misericordia para conmigo, os habéis mostrado Dios, pues
solo en un Ser Infinito puede caber tanta inmensa bondad, y yo, cada vez que he
desobedecido vuestros preceptos, he dado prueba de mi pequeñez, de mi vileza y
de mi nada. Por eso vengo ahora arrepentido a implorar vuestro perdón, tanto
más necesario, cuanto más ingrato me considero ¡Perdón Dios mío! ¡Perdón Padre
amantísimo! os ofendí y al considerarlo, siento vivísimo temor, pero al veros
en la Cruz, renace mi esperanza y confío seré perdonado. Así lo espero y por
esto con el Profeta Rey, os digo desde el fondo de mi ala: ¡Apiadaos de mí Dios
mío, según vuestra gran misericordia! Así sea.
SALUTACIÓN
Y PLEGARIA A LA VIRGEN SANTÍSIMA
¡Reina de los
Ángeles, Inmaculada María! a vuestros pies está un pecador, que os saluda con
filial cariño, y que desea y siempre ha deseado amaros con todo el corazón,
pero no ha sabido manifestar su deseo y no se ha conducido como verdadero
devoto vuestro. Sin embargo, ¡Que consuelo tan grande ha sentido siempre que
con fe os ah invocado! Recuerdo que, de muy pequeñito, vuestra Sagrada Imagen
era par mi muy querida, y que, en las grandes aflicciones de la vida, encontré
en vuestro santuario tranquilidad, resignación y paz. Hoy vengo a implorar de
nuevo vuestro maternal auxilio, seguro que también seré escuchado, vengo a
pediros mucho porque se que podéis mucho, y mucho necesito de vuestro
patrocinio. Mis penas, mis deseos, mis necesidades, Vos las conocéis muy bien,
porque las madres leen siempre en el corazón de sus hijos, os entrego pues, mi
alma y mi cuerpo, y os pido me alcancéis lo que deseo, si ha de ser para un
bien eterno, y si no, dadme resignación y un grande amor a Vos, mi Madre
querida y Reina de los Ángeles. Amén.
-Récense tres Aves
Marías saludando a la Santísima Virgen, como Hija del Padre, Madre del Hijo y
Esposa del Espíritu Santo.
-Se concluye con
la siguiente:
ORACIÓN
¡María! ¡Consuelo
de los afligidos! permitidme llegar a Vos, para depositar en vuestras manos mis
alegrías y mis penas, mis temores y mis deseos. Acordaos Señora de los Ángeles
y de los hombres, que vuestro Hijo Divino nada os niega, y valeos de vuestro
poder en mi favor, ¿habré de hacer el relato de mis necesidades, para que me
alcancéis el remedio? ¡Bien se que no! y por esto, me limito a rogaros por mi y
por los míos, por las necesidades de la Santa Iglesia, hoy tan combatida, y por
mi pobre patria, tan amada de vos, y que tan mal corresponde a vuestros
favores. Oídme Señora, acordaos de los motivos que tengo para pediros, acordaos
que sois mi refugio porque soy un pecador, mi consuelo, porque estoy afligido,
y mi amorosísima Madre porque soy vuestro devoto. Seguro estoy de que no
olvidareis estos títulos y esto me basta para quedar consolado. ¡Adiós Madre
mía! dadme vuestra bendición, antes que yo abandone este lugar. Recibid mí
agradecimiento por los consuelos recibidos de vuestra intercesión y concededme
la gracia de alabaros siempre en la vida y por toda la eternidad. Así sea.
-Récese una Salve por las necesidades espirituales y temporales de la Iglesia y de la Nación.
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