lunes, 26 de julio de 2021

VEINTISÉIS DE MES A SEÑORA SANTA ANA DE EL SALVADOR


DÍA VEINTISÉIS

DEDICADO

A LA GLORIOSA SEÑORA SANTA ANA

EN MEMORIA DE SU FELICÍSIMA MUERTE

 

Compuesto por Fr. Felipe de Jesús Moraga

Imprenta Matutina

Impreso en la Ciudad de Santa Ana, El Salvador

Año de 1862

 

ACTO DE CONTRICIÓN

¡Oh hermosura tan antigua como nueva, que tarde te conocí! Y para mayor tormento de mi alma, os he conocido solamente para llorar y amargar los últimos días de mi existencia. ¿Por qué Dios mío? ¿por qué os he abandonado y me he olvidado de vuestro amor, de vuestras gracias, de vuestras virtudes y perfecciones? ¿Por qué he desconocido a mi único bien? Por un placer momentáneo, por una satisfacción pasajera; por una reprensible e inexcusable ceguedad. ¡Oh lágrimas mías, corred sin cesar y lavad las manchas feas que mis pecados han causado en mi pobre alma! Ojalá que este amargo jugo que por mis mejillas corre aplaque la justa indignación de mi Dios y Señor: y si mis lágrimas os hacen propicio y perdonáis mis delitos, quiero vivir siempre llorando. Mas no sólo: quiero vivir siempre amando; y, amando y llorando, de vuestra presencia no me separare, hasta que no me digáis: Tus pecados te son perdonados. Perdón, Dios mío: ¡perdón para esta infeliz! Mas ¡ay! Dios mío: no miréis en este momento mis lágrimas y suspiros, mis súplicas y mis lamentos: mirad sí la sangre de vuestro Hijo, la sangre de esa víctima sacrificada por mi amor: mirad las lágrimas de María al pie de la Cruz. Oíd los ruegos del Señor San José, las súplicas del Señor San Joaquín y los poderosos ruegos de mi Madre Señora Santa Ana. De hoy en adelante, nueva vida, pues quiero y deseo que estos sentimientos de penitencia cierren mis labios a la hora de mi muerte, mientras que mi corazón repite hasta el aliento postrero ¡Jesús, María, José, Joaquín y Ana, a quienes encomiendo de todo corazón mi cuerpo y alma! Amen.

 

 

ORACIÓN A NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO

Amabilísimo Redentor de mi alma, dueño de mis afectos y Objeto de todo mi amor. Yo os doy las más expresivas gracias por el incomparable beneficio que me habéis hecho ocupándoos de mi pequeñez y de mi bajeza. ¿Quién si no Vos podía tenderme esa mano compasiva? Mas no pudiendo corno Dios se la víctima que os aplacase, ni corno hombre solamente hacer los oficios de Redentor, con altísima providencia, en el exceso de vuestro amor, inventasteis ser medio único de salvarnos, juntando la divinidad de la humanidad y de esta manera, por esta unión postática. haceros Dios hombre y hombre Dios semejante beneficio ¿qué lengua habrá que lo pueda debidamente expresar? ¿Qué entendimiento lo podrá comprender? ¡Misterio consolador! Por este misterio, la naturaleza humana, ultimo eslabón de las inteligencias, inferior a todos los ángeles, se eleva y coloca sobre todos los coros angélicos y al hombre no le queda más qué desear. Con este objeto, todo amor, toda misericordia, entre todas las mujeres elegisteis la más perfecta y santa que podía haber para que fuese el Templo misterioso, el tabernáculo sagrado donde se fabricase esa Arca admirable y se efectuase el gran misterio de h. inmaculada Concepción. Siendo. pues, Señora Santa Ana esta criatura privilegiada, enriquecida con todas las gracias y dones, con todas las virtudes y perfecciones para que fuera la digna madre de vuestra santísima madre. para que la-alimentase y la educase; siendo también por tantos títulos mi especial Patrona, protectora y Madre; yo os suplico que por su medio vuestra dignación me oiga y vuestra misericordia me sea propicia. Mi deseo ardiente es amarla como a vuestra segunda madre, é imitarla en sus admirables virtudes, como el ejemplar más perfecto y acabado; pues de esta manera lograré seros grata durante mi vida y cerrar mis ojos con la perseverancia final. Por vuestra muerte sacrosanta, por el tránsito de vuestra pura t: inmaculada Madre, por la muerte preciosa de Señora Santa Ana, miradme con ojos de misericordia, perdonad mis repetidas culpas y dirigid todos mis pasos para que tenga una muerte preciosa en vuestros divinos ojos. que sea principio de la eterna bienaventuranza. Amén

-Padre nuestro, Ave María y Gloria.

 

 

ORACIÓN A SEÑORA SANTA ANA

Gloriosísima señora Santa Ana, madre de la Santísima Virgen y segunda madre de su soberano Hijo: yo os doy los plácemes de vuestra dignidad y me gozo en vuestras excelencias, bendiciendo y alabando al Señor que os las concedió y se recrea en la eminentísima santidad con que enriqueció a vuestra bendita alma. Y aunque yo no merezca que vuestra grandeza me oiga; más invocándote mi devoción y reconociéndote mi afecto en este día consagrado a vuestra veneración, espero i oh madre mía! que me miréis compasiva r que me favorecerá vuestra dignación. Con esta confianza, madre mía os encomiendo mi alma, para que por el espacio de este mes cuidéis de ella librándola de todo pecado: y si me aconteciere morir en el intermedio, me asistáis en aquel trance, para el cual os requiero desde ahora como mi protectora, y no habéis de permitir se pierda quien puso en tí sus esperanzas. Os encomiendo mi cuerpo y mi casa, para que, desterrando de sus cercanías al demonio, a las pestes, a los rayos, a los incendios y desgracias, me aseguréis el consuelo que necesito en esta vida. Os encomiendo mis bienes temporales y mi honra, para que mirando por todo cuanto pueda tocarme, todo lo dirija vuestra providencia al mayor obsequio de la Divina Majestad. Finalmente, os encomiendo la santa Iglesia católica, esta República y esta ciudad, para que haciendo sus causas y las de Dios, obtenga vuestro valimiento que nuestra santa fe se aumente que florezca la paz y reine la caridad verdadera en todos los cristianos, especialmente en los que son devotos vuestros, a quienes os ruego, amparéis mientras peregrinan en este mundo, y hallándose después en el Purgatorio, los libréis de sus penas, para que os acompañen en el cielo, y engrandeciendo allí vuestra protección, den a Dios las gracias por los siglos de los siglos Amén.

-Se rezan tres Aves Marías en honra de su santo nombre.

 

 

ORACIÓN A MARÍA SANTÍSIMA

Amabilísima Virgen María, Reina y Señora de los ángeles, para comparecer en tu presencia no tengo más mérito que ser un pobre de los muchos que pedían limosna a las puertas de la casa santa de Nazareth. Tú, Señora, muchísimas veces por tus manos las repartisteis. A tí por el siglo de tus padres te la pidieron: ea pues, niña de mis ojos, una limosna por el amor de Señor San Joaquín: un socorro por las entrañas y pechos de Señora Santa Ana. Una gota dé miel que me haga la muerte dulce, y antes de ella una migaja de aquel pan que tú misma amasaste en tu purísimo vientre. Y así, Dios te conceda que todos se derritan en la devoción de tu santa madre. Por último, te ruego que como a ella le cerraste los ojos en su felicísimo Tránsito, así a mí, y a todos los que la amamos nos los cierres desde ahora, para disponernos así a gozar eternamente tu hermosura. Amén.

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