DÍA XVII
MEDITACIÓN. — AMOR VERDADERO
Diligite inimieos vestros: benefacite his ui oderunt
vos. (Matth. V-44)
Amad a vuestros enemigos y haced bien a los que os
aborrecen.
No es posible encontrar mayor
caridad que la ejercitada en favor de los enemigos. De tan subido precio es
esta virtud, que no fue conocida hasta que la reveló el Maestro divino. En
conversación afable con sus amados discípulos les dice: «Habéis oído que
antiguamente se decía amad a vuestros amigos y haced bien a los que os hicieren
bien y tendréis odio a vuestros enemigos; mas ahora yo os digo haced bien a
quien os hiciere mal y tendréis amor a vuestros enemigos.
Celestial doctrina tan contraria a
la natural inclinación del hombre y tan adversaria a las enseñanzas de los directores
de la humanidad, que fue preciso que desde lo alto de un monte célebre
estableciera el Maestro su cátedra sagrada y con el ejemplo más ruidoso que
recuerdan historias humanas la confirmase solemnemente. ¡Padre mío! exclama el
Señor ante un pueblo de villanos que le crucificaba. ¡Padre mío, perdónalos que
no saben lo que se hacen!
No preguntes quiénes son aquellos
por quienes el corazón divino siente esa tan adorable, tan excelsa
conmiseración. No hay persona, o a lo menos grupo o categoría sociales que allí
no se encontrasen presentes y de cuyas bocas no salgan bocanadas de cieno... El
pueblo entero, dice S. Lucas, estaba allí presente y con sus caudillos le
escarnecían. Aquel pueblo libertado de la tiranía de Faraón, redimido de los
Babilonios y hecho vencedor de los Madianitas...; aquel pueblo alimentado en el
desierto, confortado en sus caminos, aliviado en sus pesares y consolado en sus
aflicciones; aquel pueblo surcado con su enseñanzas divinas; protegido con
milagros estupendos y engrandecido con un reino que no tendrá fin; aquel pueblo
que no cabiendo en su pecho serpentino ningún linaje de tormentos con que
fatigar más su santísimo cuerpo, y
cansadas las manos de tanto herir a la víctima inocente, no cesa con su
lenguaje de atormentarle. Ese pueblo merece de Jesús una mirada compasiva y
exclama: ¡Padre mío, perdónalos que no saben lo que se hacen! Grito fue este
cuyo eco resuena hoy en los ámbitos todos del mundo y suscita almas generosas
que tienen por lema de su vida cl perdón de las injurias.
Naturalmente que en el Carmen no
encuentra unos enemigos, pero si existen mayores o menores simpatías; se siente
una atraída hacia tal o cual hermana, mientras que tal vez otra nos obligaría a
dar un gran rodeo para evitar su encuentro. Pues bien: Jesús me dice que tengo
que amar a esa hermana, que debo rogar por ella, aunque su modo de proceder me
persuada de que no me ama: Si sólo amáis a los que os aman, ¿qué recompensa
mereceréis? Porque también los pecadores aman a los que les aman (S. Luc. VI,
32). No basta amar, hay que demostrar el amor. Es natural la satisfacción que
se experimenta al dar gusto a un amigo; pero esto no es caridad, pues los
pecadores o hacen también entre ellos.» (Hist. C. IX.) Una santa religiosa de
la Comunidad tenía antes el don de desagradarme en todo; mezclábase en esto el
demonio, pues no cabe duda de que era él quien me hacía ver en ella tantas
cosas desagradables. Luchando, pues, para no ceder a la antipatía natural que
me inspiraba, pensé que la caridad no se practica tan sólo en los sentimientos,
sino que ha de conocerse también en las obras, por lo cual aplíqueme a hacer
por aquella hermana lo que hubiera hecho por la persona más querida. Cada vez
que la encontraba, rogaba a Dios por ella ofreciéndole todas sus virtudes y méritos.
Conocía que esto agradaba mucho a mi Jesús, pues no hay artista a quien no le guste
recibir alabanzas por sus obras, y el Divino Artista dc las almas se complace
en que uno no se detenga en lo exterior, sino que, penetrando en el santuario
in timo que ha elegido por morada, admiremos su belleza.
No me contentaba con rezar mucho por
la que me ofrecía tantas ocasiones de combatir, sino que procuraba además
hacerle cuántos favores podía; y si me asaltaba la tentación de responderle de
modo desagradable, me daba prisa en dirigirle una cariñosa sonrisa, intentando
desviar la conversación; pues dice el Kempis que más vale dejar a cada uno su
idea que detenerse a discutir. (Imit. III, XLIV, 1)
Muchas veces, cuando la tentación
era demasiado violenta y me podía esquivar sin que ella advirtiera mi lucha
interior, huía como un soldado desertor... En esto dijome ella un día con aire
de gozo; «Hermana Teresita del Niño Jesús, quiere decirme qué atractivo halla
en mí, no encuentro ni una sola vez sin que me dirija su más graciosa sonrisa.
¡Ah! lo que me atraía era Jesús oculto en el fondo de su alma; Jesús que
dulcifica lo más amargo.
EJEMPLO
RECONCILIACIÓN
Estación X.(Francia), 20-5-1913
Entre las muchas gracias que he
obtenido por la intercesión de Sor Teresita figura una conversión extraordinaria.
Una Vecina, mujer de uno de nuestros subjefes, dejó de ir a la iglesia porque
me guardaba rencor (¿de qué? no lo sé). Ahora ya vuelve a ir y ha cumplido con
el precepto Pascual. He aquí lo acaecido:
Junto a la pared de su habitación
coloqué una imagen de la Santita y todas las mañanas decía: Mi querida Santita,
no me importaría que esta mujer me detestase, si no ofendiera a Jesús por causa
mía; poned remedio, os lo suplico. Obtened de In misericordia del Señor que
vuelva a la iglesia y cumpla con el precepto Pascual. Algunos días después
llaman a mi puerta, acudo presurosa... era la pobre mujer que, vaciada en
lágrimas, solicitaba mi perdón ¡Oh! qué contenta estoy, desde entonces cumple
con sus deberes de cristiana.
Jaculatoria: ¡Oh bondadosa Santita! haz que a imitación tuya
ejercite la caridad con todos mis prójimos, distinción alguna.
ORACIÓN PARA ESTE DÍA
¡Oh virgen prudente! que, iluminada por la luz
divina de la caridad, comprendiste el valor de las almas redimidas con la
sangre de Jesús y las amabas como posesión de Él, haz, querida Santita, que
sienta mi tilma la fuerza de atracción que Jesús, oculto en las almas, producía
en ti, dulcificando lo más amargo de la vida, recreando a mis hermanos con la
graciosa sonrisa de mis labios; y para más obligarte te recordamos tus
inefables promesas en favor de tus devotos con las siguientes
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