DIA VI
MEDITACIÓN. — PENSAMIENTO SALUDABLE
Statutum at hominibus sema morí. (S. Pablo, a los
Hebr., 1X-27)
Establecido está que el hombre muera una sola vez.
Entre las cosas que espantan con
terrores inexplicables al hombre, es sin duda la muerte. Millares de
generaciones de seres inteligentes han intentado descifrar esa enigmática
mancha de la muerte que aparece en el cuadro de la vida; han querido explicar
el porqué de cosa nota desacordada en el himno de gloria que todo el universo
canta a la Divinidad, y no lo han conseguido; y lo que es peor, han procurado
exasperar a la humanidad doliente y afligida con sus irracionales c
incomprensibles afirmaciones.
El dolor explícalo la escuela
estoica, diciendo, que no es más que vana palabra del convencionalismo humano
para cubrir la cobardía del hombre. Goza, ríe cuánto puedas, corona tu cabeza
de flores y da a tus sentimientos las satisfacciones posibles, pues la vida no
es más que un camino angosto sembrado de algunas flores y al fin la sima
profunda de la muerte, dice el filósofo materialista.
Sufre — añade el fatalista, —eres un
miserable juguete en manos de los dioses que ellos a su placer se han fabricado
para distraerse contigo. Si quieres ser prudente, lo único que debes hacer es
procurar acomodarte a este papel y representar del modo más agradable las
puerilidades a que te sujeten. ¡Oh!, confieso, que en la deplorable situación
en que la muerte, colocan al hombre estas explicaciones, a las que tan sólo
recurren los mortales la desesperación en sus ruanos cl instrumento homicida, y
den fin a una vida miserable para dormir tranquilos en los brazos maternales de
la nada.
Los santos. esas almas privilegiadas, que
respiran en un ambiente de fe y amor, ese ambiente que, diría Pascal, viene
hasta nosotros e una ribera feliz, de la ribera hermosísima de la religión, han
sabido descifrar el espantoso enigma que la mano implacable de la muerte viene
escribiendo en el libro de la vida humana con la pluma del dolor. Reciben la
muerte como una señal de libertad y un tributo de adoración. Así cantan si no
el Aleluya de la adoración, el Amén de la resignación.
Este modo de proceder cristiano
encierra la sublime sabiduría de convertir en medios de santificación los
efectos del pecado. Sabiduría que no dejó de reconocería cl mismo Platón cuando
decía: «La más excelente filosofía es la meditación de la muerte aceptándola
como tributo a los dioses.' Y' S. Basilio dice que es prudencia de hombres
discretos saber sufrir y soportar la muerte'. (Ser. II de vita christ.) Porque,
¿no sería insigne bobería saber que cl dolor y la muerte son infalibles en el
estado presente, y, ofreciéndosenos como medio de salud espiritual, nos empeñásemos
en sufrirlos sin fruto? A las almas que como la de Santa Teresita, les ha sido
lado el comprender el rico tesoro que se encuentra en el dolor, lo ambicionan
como pudiera el hombre más avariento desear los tesoros del mundo, y tienen su
dicha mayor en sufrir. 'El padecer unido al amor es la única cosa deseable en
este valle de lágrimas.' (Carta IX a los Misioneros.) 'No vayamos a creer que
encontraremos el amor sin el sufrimiento. A nuestra naturaleza le repugna el
dolor; esta aversión es natural; pero, ¡cuán grandes tesoros reportamos del
sufrimiento!» (Carta V, a Celina.) ¡Ah! tereo que sólo se necesita resignación
para vivir... Para morir, lo que experimento es alegría....
La muerte de semejantes almas es muy
suave y dulce, más que les fue la vida espiritual toda su vida: porque mueren
con ímpetus y encuentros sabrosos de amor, como el cisne que canta más
dulcemente cuando se quiere morir. Que por esto dijo David que la muerte de los
justos es preciosa a los ojos del Señor.
EJEMPLO
LA SANTITA SE APARECE A UNA MADRE MORIDUNDA Y LE AYUDA
A HACER EL SACRIFICIO DE SU VIDA
X (Var.) 10-8-1920.
El mes de marzo último encargarnos
al Carmen de Lisieux una novena de misas a fin de obtener que mi queridísima
mamá tuviera un parto feliz. La gracia nos fue concedida; pero el 5 de Julio,
tres meses después del nacimiento de mi hermanito Juan, tuvimos que asistir a la
muerte de mi querida mamá. muerte verdaderamente predestinada.
Acabábamos de empezar una novena a
Sor Teresita esperando siempre un milagro; pasé la noche junto a mamá que
estaba en la agonía. Por la mañana recibió la extremaunción con piedad
conmovedora y nos hizo sus recomendaciones. De pronto. por la tarde tas tren,
se incorporó sobre la cama, lo que no habla podido hacer en mucho tiempo: su mirada
estaba iluminada, y dirigiéndose a un ser misterioso que parecía estar al pie
de su cama exclamó: ¡Oh: Sor Teresita del Niño Jesús, venís a curarme para mi
Juanito, vos me lo habéis enviado; sois vos Oh Sor Teresita! la que vais a
curarme! Tres veces repitió su invocación: después su cabeza cayó de nuevo
sobre la almohada. Pero la celeste mensajera le había hecho sin duda conocer
que Dios la llamaba, porque con una voz llena de paz y resignación, murmuró:
Hágase, Dios mío, tu voluntad... Estas fueron sus últimas palabras.
Srta. H.
Jaculatoria: ¡Oh buen Jesús! en el postrer momento no seáis mi
juez, sino mi salvador.
ORACIÓN PARA ESTE DÍA
¡Oh virgen graciosa! que recibiste la noticia de la muerte con la alegría de los justos, alcánzame que llegada para mí la hora de mi muerte merezca como tú exclamar con todo el fervor de tu corazón amante: ¡Oh Dios mío, qué bondad más grande tenéis para con esta pequeña víctima de vuestro misericordioso amor! Ni siquiera en este momento en que juntáis el tormento exterior a las rudas pruebas de mi alma, puedo decir: Cercáronme dolores de muerte» (Salmo XVII, 5), sino que exclamo, poseída de reconocimiento: Aunque caminase yo por medio de las sombras de la muerte, no temeré ningún desastre; porque tú estás conmigo, Señor.» Y para más Obligarte, te recuerdo tus inefables promesas en favor de tus devotos con las siguientes:
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