sábado, 9 de octubre de 2021

NOVENA A LA VIRGINAL PUREZA DE MARÍA


NOVENA A LA VIRGINAL PUREZA DE MARÍA INMACULADA

Cuya fiesta es el Tercer Domingo de Octubre

Compuesta por sor María Inmaculada de Jesús Hostia y corregida por el padre Rafael Eyzaguirre E., a encargo de las Oblatas del Santísimo Sacramento.

Santiago de Chile, Chile. 1913

 

Impresa en Barcelona, España

Tipografía de Eugenio Subirana.

Año de 1914

 

PRÓLOGO

La fiesta de la Virginal Pureza de María Inmaculada, una de las más hermosas que en su honor se celebran, es poco conocida aún y no hemos visto publicarse novena alguna que sirva de preparación a ella.

 La presente novena, aunque puede recitarse en cualquiera época del año, tiene por objeto principal prepararse a celebrar esta festividad de María Inmaculada y alcanzar, por su medio, gracias especiales de pureza. Deberá, pues, empezarse el día 7 de octubre, para concluirla el 15, víspera del día destinado por la Iglesia para celebrar esta festividad.

Esta novena conviene a los pecadores, para que alcancen, por medio de María, la pureza de sus almas; evitando así muchos peligros de condenación; pues San Remigio asegura que la mayor parte de los adultos que se condenan, es por los pecados opuestos a la virtud angélica; conviene también a los justos, para purificarse más y obtener de la Purísima Virgen gracias especiales en favor de sus hermanos encenagados en el vicio; es útil especialmente a las vírgenes y a los niños, para que la Inmaculada e inocentísima Virgen los conserve en la inocencia y pureza.

Para las consideraciones hánse elegido los misterios de María en los cuales resplandeció más su virginal pureza; las oraciones finales son de la Iglesia y propias del misterio que se conmemora.

 

 

ACTO DE CONTRICIÓN

Señor mío Jesucristo, mi Dios, mi Redentor, Esposo de mi alma y único dueño de mi corazón, vengo a postrarme al pie de vuestra cruz a implorar por vuestra Preciosísima Sangre y dolorosísima Pasión el perdón de mis muchas y gravísimas culpas. Quisiera que mis ojos se convirtieran en torrentes de lágrimas para llorar mis iniquidades, y que cada latido de mi corazón fuese un acto de dolor de haberos ofendido; más siento, amadísimo Jesús de mi alma, lo que os he contristado con mis pecados, que la pena que por ellos tengo merecida, y duéleme más mi ingratitud que mil infiernos. No me mueve, mi Dios, el premio perdido; y más me pesa de haberos disgustado que haber renunciado por mis delitos a las recompensas prometidas a vuestros fieles siervos. Me arrepiento de los escándalos que he causado con mis pecados, y deseo expiar todos los que por mi causa se hubieren cometido. Quisiera que mi vida se consumiera como un holocausto de expiación por el dolor de haberos ofendido, y deseo reunir en mi corazón el arrepentimiento de todas las criaturas que han existido y existirán hasta el fin de los siglos. Ofrézcoos en expiación de mis culpas la penitencia de todos los anacoretas y justos que ha habido en el mundo y la penosa agonía que por mí sufristeis en el Huerto y todos los dolores de vuestra acerbísima Pasión. Que la pureza de María Inmaculada, mi Madre amadísima, me alcance el perdón y la perseverancia en vuestro santo amor. Amén.

 

ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS

¡Con qué gozo Virgen Inmaculada, vengo a postrarme a tus virginales plantas a celebrar durante nueve días las glorias de tu pureza sin mancha! Eres tú, Virgen purísima, Virgen entre las vírgenes y santa entre las santas. El Espíritu Santo te dice: «Eres toda hermosa, amiga mía, y en ti no hay mancha alguna» (Cant. IV, 7), «eres una casta paloma, única en virtud y única perfecta» (Cant. VI, 8). Los ángeles exclaman al verte: «¡Qué hermosa es esta flor que acaba de abrirse en la tierra!; está colmada de delicias (Cant. VII, 5); es tan bella como el astro de la noche, como la aurora naciente y el sol en medio día» (Cant. VI, 9). Tú has herido el corazón del Dios de la pureza con tu alma inmaculada, con tu corazón purísimo y sin mancha y con la rectitud de tus intenciones. Los ángeles cúbrense el rostro en tu presencia, los infantes ocultan ante ella su inocencia y las vírgenes se avergüenzan de su pureza; porque tú eres superior a todos ellos y sólo inferior en pureza al mismo Dios. Te felicito, ¡oh María!, por esta tu incomparable pureza que te eleva sobre los más encumbrados serafines; haciéndote semejante al mismo Dios, en cuanto puede serlo la humana criatura. Por este singular privilegio, Virgen Inmaculada, te ruego me alcances una perfecta pureza de alma y cuerpo; de modo que jamás nazca en mí pensamiento ni afecto menos puro. Preserva mi alma y mi cuerpo de toda mancha, alcánzame el grado más sublime de pureza a que pueda llegar una criatura. Envía a mi alma y a mi corazón todo género de martirios que me sumerjan en dolorosa agonía; pero dame pureza; manda a mi cuerpo toda clase de dolores y enfermedades, que hagan de mi vida un purgatorio continuado; pero consérvame virgen y pura. Que el mundo y el demonio se desencadenen contra mí en lucha encarnizada; pero dame pureza.  Sí, Virgen querida, mientras este corazón lata en mi pecho, yo te pediré con todo el ardor de que él es capaz: ¡Pureza! ¡Pureza! ¡Pureza!

 

 

DÍA PRIMERO

CONSIDERACIÓN: DE LA VIRGINAL PUREZA DE MARÍA

Considera cómo la Inmaculada María ha sido, es y será, después de la Santa Humanidad de Nuestro Señor Jesucristo, la criatura más pura salida de las manos de Dios. Siendo los ángeles, por su naturaleza incorpórea, espíritus purísimos, parece imposible que criatura humana pudiera aventajarles en pureza, y, sin embargo, la Virgen Inmaculada supera la pureza angélica, por haber consagrado a solo Dios todo su ser aún con más perfección que los espíritus celestiales. Si tan hermosa es a los ojos de Dios un alma que, después de graves y humillantes caídas, háse purificado en el agua regeneradora de la penitencia, ¡cuán sublime será la belleza de la criatura, por excelencia purísima, a quien jamás ha mancillado la menor sombra de pecado, el tabernáculo vivo del Dios de la pureza, el objeto eterno de las complacencias del Padre, de la ternura del Hijo y del amor de Espíritu Santo! Los hombres y los ángeles extasíanse contemplando su pureza; éstos la aclaman su Reina y Soberana, las vírgenes llámanla virgen por excelencia, y el Espíritu Santo su amada y su Esposa. Y tú, alma mía, ¿eres pura a imitación de María?, ¿evitas cuidadosamente todo aquello que pueda mancillar el brillo de tu pureza? Ama la pureza como tu mayor tesoro, y prefiere perder mil veces la vida antes que perderla. Considera que esta virtud te hace hermana de los ángeles, hija predilecta de María y esposa del mismo Dios.

 

   

JACULATORIA: ¡Virgen Inmaculada!, alcánzanos el grado más sublime de pureza a que pueda llegar una criatura.

 

 

MÁXIMAS

I. La virginidad es una diáfana azucena trasplantada a la tierra por manos de María; el aliento divino es la savia que mantiene tersos y lozanos sus hermosos pétalos; el rocío del cielo es su riego, el amor divino el sol que la hace germinar, y las miradas del Esposo de las vírgenes su custodio y jardinero.

 

II. El que se apacienta entre azucenas, tiene sus delicias en el corazón de las vírgenes.

 

III. Jesucristo no solamente es virgen, sino que quiso ser el fruto de la virginidad. (Francisco Javier Alfonso Coulin, La virginidad).

 

OBSEQUIO: Hacer el propósito de recitar todos los años la novena de la virginal Pureza de María Inmaculada y de ofrecerle en el último día una corona, con tantas azucenas cuantas sean las almas a que se haya inducido, con las propias exhortaciones, a poner su pureza bajo el amparo de la Virgen de las vírgenes.

 

 

EJEMPLO

Parece natural que el Doctor Angélico se distinguiese en la devoción a la Reina de los ángeles. Tomás no contaba aún un año cuando su ama notó en sus manos un papelito, y queriéndoselo quitar lo estrechó tanto entre sus manecitas, que no fue posible desprendérselo, sin que vertiera amargas lágrimas. Su madre, empero, deseosa de saber el contenido de aquel papel, se lo arrancó con violencia, quedando sorprendida, al ver estampadas en él estas palabras: «Ave María». Preciso fue devolverlo al niño, por el desconsuelo que le causó el verse privado de aquel papel. Apenas lo tuvo en sus manos, cuando se lo llevó a la boca con ademán de devorarlo. Todos los presentes miraron esto como una prueba de lo que sería Tomás en la devoción a la Santísima Virgen. No fue vano este presentimiento, como lo indican las obras del Santo. Más tarde aparecióse María a su siervo, y ciñéndole con un cíngulo, por medio de los ángeles, le prometió su amparo contra el inmundo espíritu, y aún librarlo de los estímulos contra la virtud de la pureza. (Juan Ángel Torrents, Mes de Mayo dedicado a la Santísima Virgen del Carmen).

 

 

ORACIÓN PARA EL PRIMER DÍA

¡Inmaculada Virgen de las vírgenes! Gracias te sean dadas porque por Ti hemos conocido el precioso tesoro de la pureza. Sí, dulcísima Madre mía, amo esta joya incomparable con todo el ardor de mi alma y el amor de mi corazón; más que a mi vida y que a todo cuanto existe en el cielo y en la tierra, después del Dios de la pureza. Estoy dispuesto a dar por ella hasta la última gota de mi sangre. ¡Pluguiera al cielo que mereciera el martirio por amor a ella! ¡Virgen purísima! por tu virginal pureza, alcánzame que este precioso tesoro me acompañe hasta el último instante de mi existencia y que lo pierda todo, hasta la misma vida, antes que renunciar a él. ¡Virgen Inmaculada!, ¡cómo te agradecería merced tan singular! Espero que el último afecto de mi corazón sea de gratitud al Autor de la pureza y a ti, Madre querida, por haberme obtenido tan inefable dicha. ¡Qué dulce esperanza la de entonar en los cielos, alrededor del Cordero Inmaculado, el cántico de la pureza, que sólo a las vírgenes es dado cantar, por los siglos de los siglos! Así lo espero, Virgen purísima, no por mí, que nada merezco, sino por los méritos de tu divino Hijo y los tuyos. Así sea.

 

 

GOZOS

Pura y hermosa azucena,

De perfume celestial;

Alcánzanos la pureza

Del Esposo virginal.

 

Tu pureza al contemplar,

Baja la virgen su velo,

El ángel cubre su faz

Y se encanta el mismo cielo.

 

El Dios de cielos y tierra

¡Ay! siéntese enamorado,

Al contemplar la pureza,

Que antes del orbe ha ideado.

 

La pureza angelical

Dios aún no la creaba,

Y tu bella castidad,

Ya su mente contemplaba.

  

ORACIÓN

Omnipotente y eterno Dios, os rogamos nos concedáis que, venerando solemnemente la integérrima virginidad de la purísima Virgen María, consigamos por su intercesión la pureza de alma y cuerpo. Por Nuestro Señor Jesucristo, vuestro Hijo, que con Vos y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

 

 

  

DÍA SEGUNDO

CONSIDERACIÓN: DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA

Considera cómo la Santísima Virgen fue inmaculada en su Concepción; ella es la única pura criatura que ha venido al mundo hija de vida desde su Concepción, en tanto que todos llegamos a él hijos de muerte y sin derecho al cielo. El Padre que eligió a María por Hija predilecta, el Hijo que la escogió por Madre y el Espíritu Santo por su amada Esposa, no pudieron permitir que ni por un solo instante estuviera poseída del demonio. La criatura purísima que había de hollar con sus virginales plantas la cabeza de la serpiente infernal no podía estar un solo momento bajo su imperio. El santuario vivo del Dios de la pureza, el primero que Él tuvo en la tierra, debió ser siempre puro e inmaculado. Si los ángeles fueron confirmados en gracia, ¿cómo la Reina de los ángeles podía ser inferior a ellos en pureza, habiendo estado, aunque sólo por breve instante, mancillada por el pecado? Fuente sellada llámala el Divino Esposo, cuyas cristalinas aguas jamás fueron empañadas; jardín cerrado, donde nunca pudo penetrar la serpiente, cuya cabeza quebrantó; lirio inmaculado, que ostenta siempre su diafanidad y pureza sin mancha; arca de la alianza preservada del diluvio de la culpa original; paloma única, la sola perfecta e inmaculada, cuyos ojos han hecho dulce violencia a su Corazón. Y tú, alma mía, que consideras a María tan pura, santa e inmaculada, que recrea al mismo Dios, ¿permanecerás insensible a tan arrebatadora belleza y no te sentirás enloquecida de amor a una virgen tan pura y encantadora? ¿qué haces para honrarla? Procura que tu amor a ella sea práctico; evitando hasta la menor sombra de pecado, que pueda ofender sus purísimas miradas y las del Dios de la pureza, su Divino Hijo. Así sea.

  

  

JACULATORIA: ¡Oh María concebida sin pecado!, ruega por nosotros que acudimos a ti, y presérvanos de toda mancha de alma y cuerpo.

 

 

MÁXIMAS

I.La castidad es la azucena de las virtudes; hace a los hombres iguales a los ángeles; nada hay tan hermoso como la pureza. En una palabra, esta virtud tiene una gloria especialísima, que consiste en ser la bella y cándida virtud del alma y del cuerpo. (San Francisco de Sales, La Filotea, o Introducción a la vida devota) 

II. Antes de Jesucristo se lloraba por ser virgen, y después de Jesucristo se llora por dejarlo de ser. (María Luisa Chaveut, La virgen cristiana en la familia y en el mundo: Sus virtudes y misiones actuales).

III. La virginidad es la reina de todas las virtudes, y contiene en sí todos los bienes. (San Cipriano, De virginitáte)

 

 

OBSEQUIO: Hacerse imponer el escapulario de la Inmaculada Concepción, y si ya se hubiere recibido, tomar la resolución de recitar diariamente la estación de él, que consta de seis Padrenuestros, Avemarias y Glorias, en honor de la Santísima Trinidad y de la Virgen concebida sin mancha, con lo que se ganan «toties quoties» todas las indulgencias de Roma, Jerusalén y Santiago, que ascienden a 533 plenarias, según San Alfonso (Las Glorias de María, Obsequio VI), y para lo cual no son necesarias la confesión y comunión.

  

 

EJEMPLO

El Venerable Nicolás Celestino, de la orden de San Francisco, como fervoroso devoto de María, ardía en vivos deseos de procurarle la mayor honra y gloria posible. Antes que la Inmaculada Concepción de María fuese un dogma de fe, no faltaban en la Iglesia quienes pusiesen en duda la verdad de este maravilloso privilegio. Nicolás no comprendía que María hubiese estado alguna vez enemistada con Dios ni un solo instante, y por lo mismo era un defensor ardiente de esta verdad; y aunque la Orden a que pertenecía celebraba anualmente la fiesta de la Inmaculada Concepción, el siervo de Dios no se contentaba con esto, sino que deseaba, además, que, como todas las más grandes solemnidades de la Iglesia se celebrasen con octava.  No tardó mucho el venerable religioso en ser elegido Superior, y entonces, aunque venciendo grandes dificultades, pudo ver realizado su piadoso deseo. Mas, como oyese que algunos religiosos criticaban la nueva solemnidad, se afanó por discurrir un medio que convenciese a todos sus hermanos en religión de que el obsequio era agradable a los ojos de la Santísima Virgen. Un día llamó a los religiosos y les dijo: «Sé que algunos de vosotros dudáis de que sea del agrado de la Santísima Virgen que celebremos con toda solemnidad su Concepción Inmaculada. Pues bien, yo, con la ayuda de Dios, voy a demostraros de una manera irrefutable que ella se complace en este obsequio». Y dicho esto, se encaminó con sus monjes al jardín del convento, donde lucían muchas esbeltas rosas que perfumaban el ambiente. «Coged, dijo, la rosa que os parezca, de todas las que tenéis a vuestra vista; la que elijáis será colocada en un vaso, sin agua, ante el altar de María Inmaculada. Si esta rosa, como es natural, se marchita al tercer día, tendrán razón los que critican lo que nuestra Orden ha dispuesto hacer en honor de María; pero si por espacio de un año permanece milagrosamente fresca y lozana, como en el momento de desprenderla de su tallo, entonces deberemos confesar no solamente que María fue concebida sin pecado, sino que es la voluntad del cielo que celebremos con esplendor así su fiesta como su octava». Todos aceptaron la propuesta; se cogió una rosa blanca, y, depositada en un vaso sin agua, se colocó en el altar de la Inmaculada Concepción. Pasaron los días, unos en pos de otros, y la rosa conservaba intacta su lozanía y fragancia, hasta que, terminado el año, dejó caer sus hojas marchitas. En vista de aquel prodigio, los religiosos celebraron con grande entusiasmo la fiesta que de tal manera justificaba y aplaudía el cielo. Por este medio fue glorificada María, premiada la fe del Venerable Nicolás Celestino y confirmada la verdad del privilegio que, declarado dogma de fe, es hoy una piedra preciosa que abrillanta la corona de gloria de la Madre de Dios (Rodolfo Vergara Antúnez, Mes de María Inmaculada).

 

 

ORACIÓN PARA EL DÍA SEGUNDO

¡Virgen Inmaculada! ¡Qué regocijo siente mi alma al celebrar el misterio de tu Concepción sin mancha! Te felicito, ¡oh María!, porque has sido la única criatura del linaje humano a quien el Eterno Padre ha preservado de toda culpa. Santuario purísimo del Dios de la pureza, no pudiste tener un solo instante la menor mancha. Inmaculada desde el primer momento de tu Concepción, mereciste por tu singular pureza las miradas de Dios Padre que te eligió para Madre de su Hijo Unigénito. ¡Cómo no extasiarme contemplando esa pureza que recrea al Dios de los cielos! Eres tú más bella que la aurora, escogida más que la luna, superior al sol en hermosura y esplendor, más diáfana que las azucenas, y tu cándida blancura humilla al albo lirio, que crece en selectos pensiles, bajo las influencias del rocío del cielo. ¡Virgen Inmaculada!, confúndome al contemplar tanta pureza y ver que yo no solamente he sido manchado con la culpa original, sino que he afeado mi alma con tantos pecados, empañando así el brillo de su inocencia bautismal; ruégote, purísima María, que, por tu singular pureza, me alcances el perdón de cada una mis culpas, el don de una perfecta pureza y la gracia de morir antes que ofender a mi Dios con un solo pecado venial deliberado. Así sea.

 

 

GOZOS

Pura y hermosa azucena,

De perfume celestial;

Alcánzanos la pureza

Del Esposo virginal.

 

Mancha original no tienes,

Del Santo Espíritu esposa,

Paloma escogida eres

Y Virgen pura y hermosa.

 

Estás vestida del sol,

Por estrellas coronada.

Tu planta huella al dragón

Y es por la luna calzada.

 

Tú con Dios nos reconcilias,

Arco iris de la paz,

De ojos divinos pupila,

Sonrisa de augusta faz.

 

ORACIÓN

¡Oh Dios!, que por la Concepción Inmaculada de la Virgen preparasteis una habitación digna de vuestro Hijo, os pedimos que, ya que por la muerte de vuestro mismo Hijo la preservasteis de toda mancha, nos concedáis también por su intercesión llegar limpios a Vos. Por el mismo Nuestro Señor Jesucristo, vuestro Hijo, que con Vos y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

 

 

      

DÍA TERCERO

CONSIDERACIÓN: DE LA NATIVIDAD DE MARÍA INMACULADA

Considera cómo no ha habido nacimiento de criatura alguna más resplandeciente en pureza que el de la Inmaculada Virgen María; la gracia con que vino al mundo fue superior a la de cada santo en particular, y mayor que la de todos los santos y ángeles juntos (Francesco Pepe SJ, Grandezas de Jesús y María). Si la gracia aumenta la pureza del alma, ¡cuál debió ser la pureza de María, que estaba adornada de tan innumerables grados de gracia, y gracia sin medida, como fue la que recibió en el primer instante de su Concepción, cual correspondía a la sublime dignidad de Madre de Dios! Ella apareció en el mundo circundada de luz, mientras una voz en el cielo decía: «Bendita seas en el mundo, Amada mía. Una compañía celestial asiste a tu nacimiento, y jamás se había visto en el cielo tanta alegría entre los ángeles. El Espíritu Santo descansa en ti. El cielo y la tierra hallaránse sometidos a tu poderío; los ángeles te servirán como a su mejor amiga; tuyo será el mundo y la humanidad curada por ti». Ella fue la aurora resplandeciente precursora del Sol de justicia, la diáfana azucena que debía producir al ilustre Vástago, deseado de todas las naciones. ¡Qué día de tanta alegría sería el del nacimiento de María para los justos que, en el seno de Abrahán, esperaban la venida de su Libertador! ¡Qué himnos de triunfo entonarían los ángeles en honra de la futura Madre del Mesías! Considera, además, que María, como concebida sin pecado, no pudo participar de todas aquellas miserias morales que son consecuencia de la culpa original, y estuvo exenta de toda afición desordenada; ilustrada con la luz divina, no hubo en ella obscuridad ni tinieblas, y tampoco conoció las luchas entre las pasiones y la razón, y, a pesar de todos estos privilegios, ella misma reveló a Santa Isabel de Schönau, virgen benedictina, que sin trabajo y oración no había poseído ninguna virtud, y aunque exenta de toda mancha, siempre tuvo a raya sus sentidos, según lo atestiguan San Epifanio y San Juan Damasceno. Y tú, alma mía, manchada con tan innumerables pecados y cargada de pasiones y malas inclinaciones, ¿vigilas, como ella, sobre tus sentidos, o eres acaso más pura que María y sin pasiones como ella? ¿Crees que sin esfuerzo podrás adquirir las virtudes? El reino de los cielos padece violencia, y sólo los esforzados, que se vencen a sí mismos, entrarán en él.

      

 

JACULATORIA: ¡Virgen purísima! Alcánzanos la gracia de que nuestras almas renazcan a una vida nueva, de amor y de pureza.

 

 

MÁXIMAS

I. La pureza es una flor preciosa; pero muy delicada. Para ajarla basta una mirada, una palabra, un suspiro. He aquí por qué las almas castas desconfían siempre de sí mismas, y huyen de las más leves ocasiones que puedan exponerlas al peligro. (Santiago Nouet, El hombre de oración, sus retiros y entretenimientos para todos los días del año).

II. ¡Oh virginidad! tú eres ese carro resplandeciente de luz, en el cual un corazón puro, alzándose sobre todos los vapores de la tierra, emprende su vuelo hasta unirse a la Divinidad. (San Efrén de Siria).

III. Jesucristo llama la virginidad una vida angélica y la compara a la naturaleza espiritual (San Cirilo de Jerusalén).

 

 

OBSEQUIO: En honor del nacimiento de María, trabajar, por todos los medios posibles, para que el sacramento del Bautismo se administre a los niños luego que lleguen a este mundo.

  

 

EJEMPLO

Al expirar el segundo tercio del siglo quinto de la Iglesia, bajaron una gran falange de los hijos de los profetas de su morada del monte Carmelo, animados del celo de San Elías, para extender el misterio de la cruz. Algunos de ellos aportaron a la isla de Chipre, donde, infatigables, trabajaron por extender el nombre de Jesucristo y la devoción de la Soberana Virgen María. Uno de ellos, llamado Barsanufio, varón dotado de virtudes proféticas y apostólicas, oyó por una serie de años, en el día 8 de septiembre y la noche de su vigilia, armoniosos conciertos de ángeles que, al son de dulcísimos instrumentos, entonaban aquel cántico, que desde entonces usa la Iglesia: Ave Regína Cœlórum, Salve Reina de los cielos. Cada año excitábase más la atención y admiración del santo, moviéndole nuevos anhelos de penetrar el motivo de tales demostraciones de alegría anual. En el año 496, embebido en celestiales transportes, en el día indicado, ve aparecérsele dos ángeles resplandecientes más que el sol e incomparablemente bellos, los que acercándose al siervo de Dios le preguntan: «Barsanufio, ¿qué es lo que tanta admiración te causa en nuestra solemnidad, que igualmente es vuestra?». «El no comprender la causa de tales regocijos celestiales y siempre en este día», respondió Barsanufio. «Este día venturoso, dicen los ángeles, es el aniversario del nacimiento de María, Madre de Dios, Reina y Señora nuestra. Este día nació al mundo, y nosotros solemnizamos su memoria en el cielo». Desaparecieron los celestiales mensajeros, dejando al siervo de Dios engolfado en dulcísimas emociones sobre este grande misterio. De aquí lleva su origen la solemnidad del nacimiento de María (Juan Ángel Torrents, Mes de Mayo dedicado a la Santísima Virgen del Carmen).

 

 

ORACIÓN PARA EL DÍA TERCERO

¡Criatura purísima, que viniste al mundo como hija de bendición, esperada desde tantos siglos, como la aurora del Sol de nuestra Redención! ¡Qué regocijo trajo tu Natividad al género humano! ¡Cómo lució en ella tu virginal pureza! Jamás los cielos ni la tierra habían contemplado un nacimiento más resplandeciente en pureza que el tuyo, purísima María. ¡Con qué júbilo batirían los ángeles sus palmas virginales, entonando himnos de alabanza en honor de la única criatura purísima que había venido al mundo, santa, inocente e inmaculada, como el lirio entre las espinas! ¡Oh María Inmaculada!, tú que, a pesar de haber sido confirmada en la gracia santificante desde el primer instante de tu purísima Concepción, vigilaste con esmero exquisito sobre todos tus sentidos y llegaste, no sin esfuerzo y con gran mérito tuyo, a la cima de las más elevadas virtudes, alcánzanos, piadosa, que, reconociendo nuestra fragilidad y miseria, sepamos vencer nuestras pasiones y alcanzar el grado de pureza que Dios exige de nosotros. Así sea.

 

 

GOZOS

Pura y hermosa azucena,

De perfume celestial;

Alcánzanos la pureza

Del Esposo virginal.

 

Del alba fúlgida estrella,

Tú alumbras nuestro camino;

A todo un cielo recreas

Aurora del Sol divino.

 

Eres un lirio entre espinas,

De Jericó bella rosa;

Elegida entre las hijas,

Para predilecta Esposa.

 

De los aromas de Oriente

Bálsamo eres más preciado;

Y miel de los cielos vierte

Tu labio, lirio rosado.

  

ORACIÓN

Os rogamos, Señor, que dispenséis a vuestros siervos el don de la gracia celestial, a fin de que aquellos para quienes el parto de la bienaventurada Virgen fue el principio de la salud espiritual, la deseada solemnidad de su nacimiento les obtenga el incremento de la paz. Por Nuestro Señor Jesucristo, vuestro Hijo, que con Vos y el Espíritu Santo, vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

    

 

      

DÍA CUARTO

CONSIDERACIÓN: DE LA PRESENTACIÓN AL TEMPLO DE MARÍA INMACULADA

«Oye, hija, olvida tu pueblo y la casa de tu padre, y el Rey se complacerá en tu belleza» (Salmo 44, 11). La Inmaculada Virgen escuchó la voz de su Divino Esposo que la llamaba a la soledad del santuario: contaba apenas tres años cuando instaba ella misma a sus padres para que, cuanto antes, dieran cumplimiento a su voto de consagrarla al servicio de Dios. Ella comprende el sacrificio que va a hacer; dotada de un perfecto uso de razón desde el primer instante de su Concepción Inmaculada, sabe que deja a sus padres en una edad en que necesita de sus más solícitos cuidados, y quizás previo con espíritu profético que a su salida del templo ya Dios los habría llamado a Sí, e inmolando generosamente su corazón, camina gozosa al lugar de su sacrificio. Sube, más que con sus virginales plantas, con las alas de su amor los quince escalones que la separan del Sancta Sanctórum, y allí, en compañía de los ángeles que la cubren con sus blancas alas y arrojan a sus plantas azucenas del paraíso, enarbola el estandarte de la virginidad; ofreciéndola a su Dios, no con lágrimas, como la hija de Jefté, sino con todas las veras de su alma, y sellando este ofrecimiento con voto perpetuo. Reveló la Inmaculada Virgen a Santa Isabel, virgen benedictina, que cuando sus padres la dejaron en el templo, resolvió tener sólo a Dios por Padre, pensando de continuo cómo podría complacerlo más y más. ¡Vírgenes cristianas!, cuando el Señor se ha dignado llamaros a su servicio en la vida religiosa, y se ha hecho sentir en el fondo de vuestro corazón diciéndoos: «Oye, hija, olvida tu pueblo y la casa de tu padre, y el Rey se enamorará de tu belleza»; ¿habéis sido fieles al divino llamamiento?; y si Él no os ha pedido este sacrificio, pero os ha inspirado que le consagréis con voto vuestra virginidad, ¿habéis correspondido a sus amorosas solicitaciones, (después de recibir la aprobación de un confesor discreto) u os ha parecido pequeño honor consagraros como esposas de vuestro Dios? ¿Le habéis consagrado sin reserva vuestro corazón o lo habéis dividido entre Él y las criaturas, como si El solo no fuera capaz de satisfacerlo?

 

  

JACULATORIA: ¡Virgen de las vírgenes! A tu imitación, consagramos para siempre nuestra pureza al Esposo de las vírgenes.

 

 

MÁXIMAS

I. El voto de perpetua virginidad es el místico desposorio entre el alma y el Dios de las vírgenes.

 

II. Oh vírgenes, sois como las flores de suave y dulce perfume que adornáis y embellecéis el jardín del Divino Esposo. (San Cipriano).

 

III. Las vírgenes comienzan desde esta vida a formar entre ellas y los ángeles la semejanza que existirá un día en el Cielo.

 

 

OBSEQUIO: Si viniere la inspiración de consagrarse como esposa de Jesús, por el voto de perpetua virginidad, no rechazarla sin haberse consultado con un director prudente y experimentado. Este voto puede hacerse por tiempo limitado, v. gr., por un año o un mes, e irlo renovando, según la inspiración divina y el consentimiento del director. Para las personas que lo hubieren emitido, prepararse para hacer en la Sagrada Comunión, el día de la fiesta de la Pureza de María Inmaculada, una fervorosa renovación de él.

  

 

EJEMPLO

San Luis Gonzaga, consagrado por su madre, antes de nacer, a la Reina de las Vírgenes, túvole desde sus primeros años una tiernísima devoción. A imitación de María, que a los tres años consagróse a Dios en el templo con el voto de perpetua virginidad, hízolo él a los nueve años de su edad. Llegó Luis, por intercesión de María, su modelo y Madre amadísima, a tal grado de pureza, que no se refiere de santo alguno que le aventajase en esta virtud. Uno de los más especiales favores que le alcanzó la Virgen Inmaculada, fue el de estar toda su vida exenta de las tentaciones que tanto humillan aun a los más grandes santos. Su mente, siempre fija en Jesús y María, jamás fue perturbada por pensamientos feos o importunos. Finalmente, como tímida azucena que, apenas nace a la vida, dobla su tallo a las influencias del calor del sol, extinguióse, a impulsos de la caridad, la preciosísima vida de Luis, en el tiempo, para comenzar en la eternidad; entonando el cántico de las vírgenes y alabando a la Reina de ellas, por los siglos de los siglos. (Virgilio Cepari SJ, Vida de San Luis Gonzaga).

 

 

ORACIÓN PARA EL DÍA CUARTO

¡Virgen de las vírgenes!, como el tierno capullo de la azucena entreabre sus hermosos pétalos a las influencias del calor del sol, así tú, tierna niña, llevada al templo, aún en brazos de tus padres, abres tu purísima alma a impulsos del amor al Dios de las vírgenes. Te contemplo con entusiasmo, pronunciando tu voto de virginidad, escoltada por los ángeles y, en su compañía, trasplantando a la tierra ese hermoso lirio de la virginal pureza, que nació en los cielos y no había encontrado hasta entonces, en este mundo de corrupción, terreno donde extender sus delicadas raíces ni atmósfera bastante pura para mantener lozanos sus diáfanos pétalos. Fiel al divino llamamiento, Virgen Inmaculada, ¡cuán enteramente consagraste al Señor tu cuerpo, tu alma y tu corazón! Por esta total consagración que, en tan tierna edad, hiciste a Dios, te pido nos alcances la gracia de consagrar para siempre al Señor el tesoro de nuestra pureza y conservarlo hasta la muerte. Haz también que nuestro corazón sea enteramente de Dios, sin dividirlo entre Él y las criaturas, y que a Él solo tiendan nuestros pensamientos, deseos, acciones, esperanzas y afectos. Así sea.

 

GOZOS

Pura y hermosa azucena,

De perfume celestial;

Alcánzanos la pureza

Del Esposo virginal.

 

Del campo eres verde oliva,

De Cades graciosa palma:

Y más selecta que mirra

Es tu purísima alma.

 

Del Líbano eres el cedro,

Ciprés de Sion alzado,

Hermoso plátano esbelto,

Junto a las aguas plantado.

 

Eres el nardo virgíneo,

Cinamomo perfumado,

Que, con tu aroma exquisito,

Al Rey has enamorado.

 

ORACIÓN

¡Oh Dios!, que quisisteis que la Bienaventurada María, siempre Virgen, habitación del Espíritu Santo, fuese hoy presentada al templo, haced, os lo pedimos, que, por su intercesión, merezcamos ser presentados al templo de vuestra gloria. Por Nuestro Señor Jesucristo, vuestro Hijo, que con Vos y el Espíritu Santo, vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

    

 

      

DÍA QUINTO

CONSIDERACIÓN: DE LOS DESPOSORIOS DE MARÍA INMACULADA

La Virgen Inmaculada pasaba sus días alegre y santamente en el templo de Jerusalén, dividiéndolos entre el trabajo y la oración. Gozosa de haber ofrecido a Dios el tesoro de su virginidad, no pensaba sino en cumplir su voto. ¡Cuál sería su sorpresa y cuán intenso su dolor al verse obligada por el Sumo Sacerdote de la Sinagoga a salir del templo y desposarse con un hombre mortal, ella que no quería otro esposo que al Dios de las vírgenes! Sin embargo, obedeció a la voluntad del cielo, manifestada visiblemente: muchos jóvenes de ilustre alcurnia solicitaron la mano de la castísima Virgen y, en cumplimiento a lo dispuesto por el Sumo Sacerdote, depositaron sobre el altar sus ramos de almendro. San José presentó, por disposición del cielo, una vara seca y estéril, la que reverdeció y retoñó en sus manos; por lo que no pudo dudarse que él era el destinado para esposo de la Inmaculada Virgen. Después de esta maravillosa prueba de la Divina Voluntad, los tutores y la familia de María desposáronla con San José. Él era también virgen: Dios no podía dar a la Virgen, a quien destinaba para su Madre, sino un esposo virgen, y él debió a María su virginidad, según el sentir de San Jerónimo (Carta a Elvidio). Sólo la ilimitada confianza de María en su Dios, que la había de preservar de todo peligro de perder su virginidad, pudo resolverla a desposarse: lo que hizo únicamente por cumplir la Divina Voluntad. Ella no pensaba en ser Madre ni progenitora del Mesías, sino solamente en conservar el tesoro de su virginidad; mirando a San José como a su custodio, hermano muy amado y respetado Padre. ¡Cómo resplandeció la pureza virginal de María en sus castísimos desposorios con San José! Y tú, alma mía, ¿cuidas, ante todo, como María, de conservar el tesoro de tu pureza? ¿no prefieres muchas veces empañar su esplendor por una vil satisfacción que, pasajera como el relámpago, no deja en pos de sí sino amargura y remordimiento? Considera, además, cómo ella, por cumplir la Voluntad del cielo, abandonó la vida que llevaba en el templo, contrariando así las más santas aspiraciones de su purísima alma; y tú ¿sabes dejar a Dios por Dios cuando el deber te llama, o prefieres satisfacer tu amor propio, llenando más bien por rutina algunas prácticas de devoción, que cumplir con tus obligaciones? ¿Piensas de este modo agradar a Dios?

 

  

JACULATORIA: ¡Purísima María!, alcánzanos la confianza en Dios y el amor al retiro y a la oración, que son los guardianes de la pureza.

 

 

MÁXIMAS

I. La castidad es el goce de las vírgenes, la virtud deliciosa y amable por excelencia: no sabe ocasionar otro tormento que el hacer estrecho el corazón para contener sus delicias.

 

II. Las vírgenes poseen un Esposo que no muere y en el que jamás verán la menor sombra de imperfección. (Francisco Javier Alfonso Coulin).

 

 

III. Las vírgenes son ángeles, y no ángeles de un grado inferior, sino de un orden el más noble y el más ilustre. (San Basilio).

 

 

OBSEQUIO: Consultarse con Dios y con un sabio director, acerca de la elección de estado, pues es cosa tan transcendental que, según San Gregorio Nacianceno, en ella estriba el fundamento de una buena o mala vida. Invocar diariamente a la Virgen Inmaculada para que nos ayude en tan importante asunto. Para los que ya hubieren abrazado algún estado: cumplir con fidelidad y sólo por agradar a Dios las obligaciones que Él imponga.

 

 

EJEMPLO

El inmenso amor que profesaba Agabo a la Virgen Santísima, en su mocedad, le animó a presentarse en el templo de Jerusalén, por ver si tendría la suerte de ser el escogido esposo de la más bella de las mujeres. Judío era de origen, pero pertenecía a la reprobada clase de los publícanos, nigromántico, además, muy ejercitado en la magia y hechizos. Valióse de estas artes para captarse el amor de María; y viendo que el santísimo patriarca José había sido elegido para su esposo, consultó al demonio quién era aquella virgen contra quien no valía la magia; a lo que el infernal enemigo respondióle: «No alcanza mi inteligencia a expresarte quién sea esa virgen; sólo puedo decirte que en ella están concentradas cosas extraordinarias, comprendidas únicamente del Altísimo». Trocado y atónito repentinamente, Agabo, por cierto, mediante los merecimientos de María, renunció a su profesión de mago, y se retiró al monte Carmelo, en donde, abrazando el instituto de los Elianos, vino a ser hijo de María, ya que no le fue dado ser su esposo. Lloró los crímenes de su pasada vida, y vino a ser uno de los más fervorosos propagadores del Evangelio, como se ve por los Hechos Apostólicos. Fue Agabo uno de los que más se distinguieron en la construcción del templo que edificaron los Carmelitas a la Señora, cuando aún vivía en este mundo. Asistió San Agabo con otros de su instituto al dichosísimo tránsito de María, y no cesó en toda su vida de predicar las excelencias de la Madre de Dios. (Torrents, Mes de Mayo dedicado a la Santísima Virgen del Carmelo).

 

 

ORACIÓN PARA EL DÍA QUINTO

¡Virgen castísima! ¡cuán pura, santa e Inmaculada apareciste en el día de tus desposorios, cuando sólo por cumplir la voluntad del cielo, aceptaste por esposo al castísimo José, adornado de virginal pureza; eligiéndolo, por manifiesta disposición divina, ¡como custodio de tu virginidad! Tú aspirabas, Virgen purísima, a pasar tu vida en el templo, ocupada únicamente en el divino servicio y cumpliendo tu voto de virginidad. Sólo tu ilimitada confianza en Dios pudo resolverte a obedecer al Sumo Sacerdote, y ella te hizo comprender que el esposo que el cielo te deparaba, sería el guardián de tu virginidad. Por la virginal pureza que resplandeció en este acto de tu vida, alcánzanos, benigna, que sepamos buscar en toda la divina voluntad, sin pretender otra cosa que agradar a Dios en todas nuestras acciones, y que así lleguemos al grado de pureza que Él exige de nosotros. Así sea.

 

 

GOZOS

Pura y hermosa azucena,

De perfume celestial;

Alcánzanos la pureza

Del Esposo virginal.

 

Con esos ojos de cielo,

Con tu cabello ondulado,

Heriste el divino pecho

Del que es tu Amante y Amado.

 

En el hueco de la peña,

Muestra la faz, Él te dice;

Crearla graciosa y bella,

Para mi deleite quise.

 

Te mira por la ventana

Y acecha por celosía:

Dícete pura y sin mancha,

Paloma y amiga mía.

 

ORACIÓN

Os rogamos, Señor, que dispenséis a vuestros siervos el don de la gracia celestial; a fin de que aquellos para quienes el parto de la bienaventurada Virgen fue el principio de la salud espiritual, la deseada solemnidad de sus desposorios les obtenga el incremento de la paz. Por Nuestro Señor Jesucristo, vuestro Hijo, que con Vos y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos. Así sea.

    

 

      

DÍA SEXTO

CONSIDERACIÓN: LA ANUNCIACIÓN DE LA VIRGEN INMACULADA

¡Quién tuviera el pensamiento del ángel y el afecto del serafín para ocuparse dignamente de tan adorable misterio! Trasládate, alma mía, con la consideración, a la humilde morada de Nazaret: contempla allá lejos, en un rincón de la Judea, una pobre casita blanca, en la cual se halla el aposento de una virgen. Vedla allí de rodillas; las manos juntas y sus ojos fijos en el cielo; un velo transparente cubre su rostro y estrecha a su pecho una vara de blancas azucenas. Ya el crepúsculo háse perdido entre las sombras, y el negro manto de la noche envuelve los lirios y las rosas de las praderas, mecidas dulcemente por los céfiros. La noche avanza: los pálidos destellos de la luna iluminan aquel primer santuario que el Dios humanado tuvo en la tierra.  ¿Qué hace allí esa virgen?, ama, ora en el secreto de su corazón; hace violencia al cielo y apresura con sus clamores el momento feliz de la redención del género humano; expía; ofrécese en sacrificio por el mundo culpable. Era ya la media noche: de súbito una luz resplandeciente baña el aposento, y el rostro de la Virgen aparece más resplandeciente que el sol. ¿Ves descender de lo alto una figura humana?, es un joven, embajador de los cielos; sus cabellos de oro flotan entre las brisas, sus ojos sólo respiran pureza; acércase a la Virgen y dícele: Ave, grátia plena, Dóminus tecum, benedicta tu in muliéribus (San Lucas, cap. I, 28).  Túrbase la Virgen de las vírgenes y pide al ángel explicación de sus palabras. ¿Por qué te turbas, Virgen purísima? ¡Ah! creo ya comprenderlo: prefieres tu virginidad a la incomparable dignidad de Madre de Dios; y si te hubiese sido menester abandonarla por este honor sublime, mil veces habrías renunciado a él, antes de dejar de ser virgen. No hay misterio en la vida de la Inmaculada María, en que resplandezca más que en éste, su amor por la angélica virtud de la virginidad. ¡Vírgenes cristianas!, ¿hacéis vosotras ese aprecio de la angélica virtud? Mirad a vuestra Reina, que habría preferido la virginidad a la dignidad sublime de Madre de Dios. ¿La preferís vosotras a todos los bienes de la tierra?, ¿huís de las ocasiones en que pueda mancillarse?, ¿guardáis el debido recato en vuestros sentidos? Considerad que esta angélica virtud os hace esposas del Dios de las vírgenes y os da derecho a entonar en los cielos el cántico virginal, alrededor del Cordero Inmaculado, por los siglos de los siglos.

 

  

JACULATORIA: ¡Virgen Inmaculada! Amamos la pureza más que a todos los tesoros de la tierra; alcánzanos la gracia de morir antes que mancillarla con el más leve soplo que le sea contrario.

  

 

MÁXIMAS

I. Si alguno dice que el estado del matrimonio es preferible al estado de la virginidad o al celibato, o que permanecer en la virginidad o en el celibato no es mejor o más ventajoso que el casarse, que sea anatematizado. (Concilio de Trento).

 

II. Bueno es el matrimonio, pero la virginidad es mejor; y lo es en la proporción que se baila el cielo respecto de la tierra, los ángeles respecto de los hombres. (San Juan Crisóstomo).


III. El título de esposa, en el sentido más riguroso, está reservado únicamente a las vírgenes. (Francisco Javier Alfonso Coulin).

 

 

OBSEQUIO: Constituirse en apologista de la virginidad, haciéndola conocer y amar sobre todo en la juventud, y evitar la tremenda responsabilidad de aconsejar el matrimonio a aquellas almas privilegiadas quienes Dios destina para sus esposas.

 

  

EJEMPLO

Un día, víspera de la Anunciación, vio en espíritu Santa Gertrudis a Nuestro Señor con la Santísima Virgen, sentados en el lugar de sus superioras, recibiendo con caricias a las religiosas que entraban a recitar el oficio. Durante la recitación de la festividad de la Anunciación, en el martirologio, Jesucristo se volvió a su Madre, saludándola con una bondad que renovó en ella la dulcísima e inestimable satisfacción que sintió cuando su Divinidad se unió a nuestra naturaleza, tomando carne en ella. A las palabras del Evangelio Ecce ancilla, la santa saludó con recta y devota intención a la Madre de Dios; representándole el goce inefable que ella sintió cuando se abandonó con plena confianza a sí misma y a todo lo que debía pasar a su respecto, a la Voluntad de Dios. Respondióle la Santísima Virgen con rostro apacible: «Cuando se me recuerde con devoción este gozo inefable, yo testificaré a aquellos que lo hagan, que soy verdaderamente su Madre, como se me pide en el himno que canta la Iglesia; mostrándome, en efecto, la Madre del Rey de la gloria y de aquellos que hagan devota y humildemente sus oraciones; sirviéndome del poder de mi Hijo para aliviarlos y asistirlos en sus oraciones con abundancia de gracias y misericordias».

 

 

ORACIÓN PARA EL SEXTO DÍA

¡Virgen Inmaculada! si en todos los actos de tu vida resplandeció tu virginal pureza, jamás manifestóse con más esplendor que cuando el ángel te anunció el misterio de la Encarnación. Habrías preferido la virginidad al honor insigne de Madre de Dios. ¡Virgen purísima! tú diste a conocer al mundo el precioso tesoro de la virginidad e hiciste germinar este blanco lirio que, trasplantado a la tierra en el principio de la creación, agostóse pronto, dejando caer sus hojas marchitas, con el ambiente pestífero del mundo. ¡Gracias te sean dadas, Virgen Inmaculada! Sin ti quizás nunca hubiéramos conocido este precioso tesoro; tal vez nunca lo habríamos amado. Sin ti jamás sentiríamos esa deliciosa embriaguez con que el corazón y el ser entero parecen liquidarse a impulsos del más apasionado y delirante amor a esa virtud encantadora, que hace las delicias de los ángeles del cielo. Sin ti jamás habríamos experimentado esas delicias puras que hacen estrecho el corazón para contenerlas, y son preludios de la felicidad de los cielos. ¡Qué desgracia habría sido la nuestra! ¡Gracias, Madre mía! ¡Gracias te damos de lo íntimo del alma y con todo el ardor de que es capaz el corazón!

 

 

GOZOS

Pura y hermosa azucena,

De perfume celestial;

Alcánzanos la pureza

Del Esposo virginal.

 

El mar con su blanca espuma,

Con su matiz el rosal;

Te ensalzan ¡oh criatura!

De pureza sin igual.

 

Con voz plateada el torrente,

Las aves con su trinar,

Unísonos, todos quieren

Tu pureza celebrar.

 

Del océano las perlas,

De los vergeles el lirio,

Por su purísima Reina

Te proclaman con delirio.

 

ORACIÓN

¡Oh Dios! que quisisteis que vuestro Verbo tomase carne en las entrañas de la bienaventurada Virgen María, anunciándoselo el ángel; conceded a vuestros fieles suplicantes, que todos los que la creemos verdadera Madre de Dios, recibamos el auxilio de su intercesión. Por el mismo Nuestro Señor Jesucristo. Amén.

    

 

      

DÍA SÉPTIMO

CONSIDERACIÓN: DE LA DIVINA MATERNIDAD DE MARÍA INMACULADA

Considera cómo en una fría noche de invierno viene al mundo el Hijo de Dios, el Rey de cielos y tierra; sin más compañía que su divina Madre, su Padre putativo y algunos animales. Vuelve los ojos del alma hacia María: vela allí de rodillas, contemplando a su Hijo y su Dios; mira cómo le adora, le acaricia e imprime en esa Faz divina, delicia de los ángeles y contemplación de los serafines, sus maternales y purísimos ósculos; le estrecha a su corazón virginal y le da gracias: gracias por su dignidad incomparable de Madre de Dios y gracias aún más efusivas por haberle conservado el tesoro de su virginidad, que ella prefería a la sublime grandeza de la Maternidad Divina. ¡Cómo resplandeció la pureza y virginidad de María con su Divina Maternidad! Así como el sol penetra el cristal sin quitarle su diafanidad, antes bien, dejándolo más resplandeciente y hermoso, así el Sol de pureza, Jesucristo, al nacer de María, no hizo sino aumentar su pureza; y del mismo modo que la azucena, colocada en un aposento, lo embalsama todo con su perfume, Jesús, la azucena divina, penetrando en María, la perfumó más y más con el aroma de su celestial pureza.  Si el hombre participa de la pureza divina, cuando tiene un instante en su pecho al Dios de la Eucaristía, ¡cómo no se confundiría la pureza de María con la de su Divino Hijo, siendo su habitación permanente, su sagrario vivo en la tierra! ¡Qué espectáculo más hermoso ofrecería a los ojos de los ángeles la Virgen Inmaculada, penetrada toda de la Pureza Divina, como la esponja arrojada al mar, que se impregna entera de sus aguas! Pura, santa e inmaculada fue la Virgen María desde el primer instante de su purísima Concepción; pero si no hubiera sido Madre de Dios, no habría llegado al sublime grado de pureza que le comunicó su íntimo contacto con el mismo Dios de la pureza. Y nosotros ¿hemos considerado el aumento de pureza que adquieren nuestras almas con la recepción frecuente de la Divina Eucaristía? Si en cada Comunión recibimos al Dios de la Pureza, es indudable que la de nuestras almas se aumentará con la recepción frecuente de este Santísimo Sacramento y con las disposiciones con que nos acerquemos a él. ¿Hemos hecho hasta ahora el debido aprecio de la Sagrada Comunión o nos hemos alejado de ella con fútiles pretextos? ¿cómo queremos, entonces, conservar la pureza, si nos alejamos de la fuente de ella, Jesucristo en el Santísimo Sacramento, vino divino que hace germinar las vírgenes?

 

  

JACULATORIA: ¡Madre castísima! Por tu divina Maternidad, alcánzanosla gracia de que la participación frecuente de la Sagrada Eucaristía haga germinar en nuestras almas el blanco lirio de la pureza.

   

 

MAXIMAS

I. El Dios de las vírgenes, al venir a la tierra, no halló morada más digna de Él que el blanco lirio de la virginidad.

 

II. Si María tiene secretos, éstos son para ser comunicados a las vírgenes; porque ellas son sus hijas queridas, sus hijas de predilección: es Jesús el que lo quiere así. (Francisco Javier Alfonso Coulin).

 

III. La virginidad nos da en el tiempo y sobre la tierra de nuestra mortalidad un esclarecimiento que representa la gloria inmortal. (San Bernardo).

 

 

OBSEQUIO: Tener presente que el deseo del Jefe Supremo de la Iglesia, es que todos los fieles se acerquen diariamente a recibir la Sagrada Comunión, siempre que estén adornados de la gracia santificante y de intención recta: y así, no alejarse de ella, mientras existan en el alma ambas disposiciones y haya licencia del confesor.

 

 

EJEMPLO

Un religioso dominico, molestado con grandes tentaciones contra la virginidad de María, acudió al venerable Fray Gil, que había sido compañero del glorioso San Francisco de Asís. Fray Gil paseábase en la huerta, y viendo a lo lejos al religioso que quería hablarle, hirió la tierra con el báculo que llevaba en la mano, diciendo al mismo tiempo: «María fue virgen antes de la Natividad de su Hijo», y brotó una hermosa azucena. Continuó su camino e hirió de nuevo la tierra, exclamando: «María fue virgen en la Natividad de su Hijo», y apareció otra azucena más hermosa y aromática. Hizo igual cosa por tercera vez, diciendo: «María fue virgen después de la Natividad de su Hijo», y brotó otra azucena también bellísima y fragante. Del mismo modo, para nosotros, la pureza de María, su virginidad antes del nacimiento de su Hijo, durante él y después de él, es cual flor de celestial pureza que segunda y tercera vez contemplamos más bella y fragante, más pura y sagrada. (Crónicas de la Orden de San Francisco de Asís).

  

 

ORACIÓN PARA EL SÉPTIMO DÍA

Inmaculada Virgen y Madre de Dios, te contemplo en el dichoso momento del Nacimiento de tu Divino Hijo: ¡cuál sería tu júbilo al ver que eras su Madre y conservabas en todo su esplendor el amado tesoro de tu corazón: la encantadora virginidad! ¡Qué fervorosas acciones de gracias le rendirías por esta merced que se dignó obrar en ti! ¡Cómo resplandeció tu virginal pureza en la Natividad de tu Divino Hijo! Pues, después de ella, quedaste virgen y aún más pura, santa e inmaculada: confundida con Jesucristo, la misma pureza, como la gota de agua perdida en el océano. ¡Con qué júbilo te adamarían los ángeles por su Reina y Soberana, llamándote Virgen purísima, diáfana azucena, lirio sin mancilla, paloma inmaculada, objeto eterno de las complacencias del Padre! Por esta singular y única pureza con que fuiste favorecida. Virgen Inmaculada, te rogamos nos obtengas la gracia de que, participando digna y frecuentemente de la Divina Eucaristía, alcancen cada día nuestras almas mayor aumento de pureza. Así sea.

 

 

GOZOS

Pura y hermosa azucena,

De perfume celestial;

Alcánzanos la pureza

Del Esposo virginal.

 

Pura te llaman los campos,

Con sus margaritas bellas;

Con sus verduras el prado,

Y el cielo con sus estrellas.

 

Inmaculada te dicen

El ángel con su sonrisa,

Con su pureza la virgen,

Y sus juguetes la brisa.

 

Te llaman virgen y pura,

La fuente con su murmullo,

El sol y la blanca luna,

Las palomas con su arrullo.

 

ORACIÓN

Omnipotente Dios, os suplicamos nos concedáis que el nuevo Nacimiento de vuestro Hijo Unigénito, según la carne, nos libre a nosotros, a quienes oprime la antigua servidumbre, bajo el yugo del pecado. Por el mismo Nuestro Señor Jesucristo, vuestro Hijo, que con Vos y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos. Así sea.

    

 

      

DÍA OCTAVO

CONSIDERACIÓN: DE LA PURIFICACIÓN DE MARÍA INMACULADA

Ordenaba la ley antigua que las Madres, a los cuarenta días después del nacimiento de sus hijos varones, se presentasen al templo a purificarse y ofrecerlos a Dios. Estando fundada esta ley en la suposición de la mancha de pecado, la Inmaculada María, la más pura de las vírgenes y concebida sin él, estaba exenta de su cumplimiento; pero ella quiso observarla, porque, aunque la gracia, como dice San Agustín, había ensalzado a María sobre la ley, la humildad hízola obediente a la misma ley. Contemplemos, pues, a María, la Virgen de las vírgenes, encaminándose al templo de Jerusalén, con su Divino Hijo, el Rey de la gloria, su virginal esposo San José y la modesta ofrenda de tortolitas y palomos que llevaban los pobres, cuando presentaban sus hijos al Señor. ¿A dónde vas, Madre Inmaculada, tú, ante quien los ángeles se cubren el rostro con sus alas, deslumbrados por tan resplandeciente pureza; tú, que eres la más pura de las vírgenes, única criatura concebida sin pecado; tú, el más íntimo destello de la pureza del mismo Dios; tú, la criatura privilegiada, Madre del Dios de la pureza, sin menoscabo de tu virginidad, tú, ¿la Reina de los ángeles y la Virgen de las vírgenes? Vuelve, vuelve, Virgen purísima, a tu casa; esa ley no se ha hecho para ti. Fue establecida para las madres comunes, pero no para Ti, que eres más pura que el aroma del lirio, más cándida que la blanca paloma, más alba que las transparentes azucenas. ¡Qué profundísima humildad, Virgen humildísima! ¡qué heroísmo! Tú, que amabas la virginidad con toda la fuerza de tu corazón; haciendo de ella tu carísimo tesoro, apareces a los ojos del mundo como una madre vulgar que carece de ella. ¡Ah, Virgen purísima!, es que tú cuidas más de ser pura que de manifestarlo; bástate conservar tu virginidad, aunque a los ojos del mundo aparezcas sin ella. ¡Cuánto resplandeció en este acto la sublime pureza de María! Así como el oro cuando es puro y es introducido en el crisol, no pierde por ello su pureza, antes bien queda más resplandeciente y hermoso; así la pureza de la Virgen Inmaculada se aquilató más y más con esta humillante ceremonia. ¡Qué confusión la nuestra con este ejemplo de María! ¡Cuántas veces nos preocupamos más de aparecer puros a los ojos de los hombres, que de serlo en el interior de nuestro corazón! Aunque fuéramos vírgenes en realidad y a los ojos del mundo, ¿mereceríamos ser objeto de las complacencias del Dios de la pureza, si nuestro corazón estuviese manchado? Preocupémonos ante todo de conservar puras nuestras almas y exentas de todo afecto al pecado, y entonces sí que atraeremos las tiernas miradas del Dios de las vírgenes. Consideremos, además, que María se ofreció en holocausto a su Divino Hijo para ser entregado a la muerte más cruel, y, a semejanza de ella, hagamos a Nuestro Señor un holocausto completo de todo nuestro ser: Él es muy celoso y aborrece la rapiña en el holocausto, y así ofrezcámosle sin reserva nuestro corazón, sacrificando cualquiera afición desordenada a las criaturas, que naciere en él. ¿Hemos obrado hasta aquí de este modo?

 

  

JACULATORIA: ¡Virgen humildísima! Por la heroica humildad que practicaste en el misterio de tu Purificación, alcánzanos esta grande virtud, sin la cual no podremos conservar la pureza.

 

 

MÁXIMAS

I. La virginidad eleva al alma sobre las nubes, más allá de la atmósfera terrestre; a una región donde el aire es más puro, la respiración más libre, en donde nada se interpone entre el ojo y la verdad, entre el corazón y Dios; es ella un reflejo de la luz del rostro de Dios, sobre la frente del hombre. (San Juan Crisóstomo).

 

II. Si hay entre los hijos de María, hijos de la predilección, hijos más caros a su Madre, a causa de su semejanza más perfecta con Jesús y con ella misma, encontraremos evidentemente estos hijos entre las vírgenes. (Francisco Javier Alfonso Coulin).

 

III. ¿Quién temerá afirmar que las vírgenes son en la vida presente lo que deben ser los elegidos después de la resurrección? (San Bernardo).

 

 

OBSEQUIO: Examinar cuidadosamente el corazón, y si se encontrara en él algún afecto que no perteneciera del todo a Dios, arrancarlo al instante, teniendo presentes las palabras de San Agustín: «Señor, nos habéis criado para Vos, y nuestro corazón estará inquieto hasta descansar en Vos».

  

 

EJEMPLO

El Bienaventurado Enrique Suso honraba así la purificación de María: durante los tres días que la precedían, hacía arder un cirio de tres pábilos, para honrar la Virginidad, la Humildad y la Maternidad de María, y recitaba el Magníficat tres veces cada día. En la mañana de la solemnidad, antes que el pueblo fuese a la iglesia, se prosternaba delante del altar mayor y meditaba las glorias de María, hasta el momento en que fue a traer a su Hijo al templo; entonces se levantaba e iba a recibirla a la puerta del templo, en donde se imaginaba que ella llegaba. Cuando la había hallado, rogábale que tuviese la bondad de detenerse un poco para oír un cántico que su corazón quería entonarle en el silencio de su alma, y cantaba con ternura el Inviolata. Luego que había llegado a estas últimas palabras: Que sola inviolata permansisti, suplicaba a María se compadeciese de su corazón, tan pobre y tan cargado de pecados; después se levantaba, y encaminándose hacia el altar, la seguía, teniendo un cirio encendido, dirigíase a todos los santos de Dios que le habían acompañado en su misteriosa procesión e invitábales a cantar con él la antífona: Adorna thalamum, y a recibir al Salvador y a su Madre con los sentimientos más vivos de amor. Una vez en el altar, en el momento en que María iba a ofrecer a su Jesús al anciano Simeón, la suplicaba que le mostrase su Hijo y le permitiese besar sus pies, sus manos; confiándolo un momento a su alma. María consentía, y el hermano Enrique, tembloroso de alegría y de amor, tomaba a Jesús en sus brazos, le estrechaba entre su corazón y le besaba reiteradas veces. En su arrobamiento y en su éxtasis estaba muy conmovido y admirado de ver al Creador de todas las cosas, tan grande y tan pequeño, tan hermoso y tan sublime en el cielo, tan débil y tan pobre en la tierra. Era en medio de sus cantos, de sus lloros y de sus acciones de gracias, que él devolvía al Divino Niño a su Madre, y la acompañaba en el coro y en las ceremonias de la fiesta. (El Día Dominicano).

 

  

ORACIÓN PARA EL DÍA OCTAVO

¡Virgen de las vírgenes! Lleno de admiración te miro caminar hacia el templo de Jerusalén a cumplir, como si fueras una mujer vulgar, con las ceremonias de la ley. ¿Cómo tu amor por la angélica virtud Virgen purísima, tuvo el heroísmo de soportar humillación tan afrentosa? ¡Cuán atónitos quedarían los ángeles, contemplando esta escena! Y si las vírgenes que han seguido tus huellas hubieran existido entonces, sin duda habríanse reunido en masa, para pregonar tu pureza y protestar de este acto, el más humillante de tu vida. ¡Ah, Virgen Inmaculada!, ya me explico este misterio: tu profundísima humildad te obligó a someterte a esta ceremonia. Después de este acto sublime, tu virginal pureza ha aparecido tanto más hermosa y resplandeciente, cuanto mayor fué la humildad con que quisiste ocultarla. Yo te alabo una y mil veces, Virgen Inmaculada, por la pureza sin mancha, que lució en este acto de tu vida y por la profundísima humildad de que nos diste tan sublime ejemplo. Por este acto, Virgen purísima, uno de los más heroicos de tu vida, alcánzanos una perfecta pureza de corazón, una profundísima humildad y una sincera rectitud, que nos haga buscar a Dios en todo y procurar su agrado, sin preocuparnos de las alabanzas o vituperios de los hombres. Amén.

 

 

GOZOS

Pura y hermosa azucena,

De perfume celestial;

Alcánzanos la pureza

Del Esposo virginal.

 

Es de la flor rico aroma

De su cáliz exhalar;

La dicha mía no es otra

Que tu pureza ensalzar.

 

El susurrar es del bosque,

Cantar es dicha del ave;

Y así de mi alma es el goce,

Que tu pureza se alabe.

 

Del arpa es dar melodía,

Del ruiseñor el gorjear;

Y de mí, Madre querida,

Tu pureza pregonar.

 

ORACIÓN

Omnipotente y sempiterno Dios, a vuestra Majestad suplicantes imploramos, que, así como vuestro Hijo Unigénito fue presentado al templo en este día, con la substancia de vuestra carne, del mismo modo hagáis que nosotros nos presentemos a Vos con el alma purificada. Por el mismo Jesucristo Nuestro Señor, que con Vos y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

    

 

      

DÍA NOVENO

CONSIDERACIÓN: DE LA FESTIVIDAD DE LA PUREZA DE MARÍA INMACULADA

Considera que esta festividad de la Pureza de María Inmaculada, solemnizada por la santa Iglesia con oficio propio de rito doble mayor, debe ser de las más gratas al corazón de sus hijos. Ciertamente, la festividad de la Inmaculada Concepción está revestida de mayor solemnidad; y, aunque en cierto modo es también la fiesta de la pureza de María, no está como ésta dedicada especialmente a su Pureza, bajo el punto de vista de su vida entera. El dieciséis de octubre, es, pues, el día consagrado particularmente por la Iglesia para honrar la Virginal Pureza de María Inmaculada. ¡Ah! ¡cómo deben latir en este día los corazones a impulsos del más puro regocijo! ¡Qué jubilo sentirán los ángeles del cielo, festejando a la criatura privilegiada que los supera en pureza! ¡Con qué entusiasmo batirán las vírgenes sus varas de azucenas y entonarán el cántico que sólo a ellas es dado cantar!  Y nosotros ¿permaneceremos insensibles a tales manifestaciones? Asociémonos a tan justa y universal alegría; procuremos hacer arder el mundo en amor a la Virginal Pureza de María. Pidamos a la Virgen Inmaculada una perfecta pureza; consideremos que ella otorga a sus siervos mercedes especiales en sus principales festividades, y muchas veces gracias que guardan estrecha relación con el misterio que se conmemora; y siendo la fiesta que celebramos la de su Virginal Pureza, es evidente que María dispensará gracias especiales de pureza a los que humildemente se las pidan. Si ella alcanzó a San Luis Gonzaga, a Santo Tomás de Aquino, a Santa Teresa de Jesús, a San Estanislao de Kostka, etc., privilegios tan especiales de pureza, ¿por qué no nos los alcanzará, si humilde y confiadamente se los pedimos? Ella es la misma purísima Virgen que ellos invocaron, revestida del mismo poder y bondad; clamemos a ella con fervor y perseverancia, y la experiencia nos demostrará que esta Virgen benignísima sólo aguarda que le pidamos estas gracias, con las debidas disposiciones, para concedérnoslas.  Empeñémonos en hacer conocer esta festividad de María tan ignorada aún; invitemos a nuestros amigos a recitar anualmente la novena de la Pureza de María Inmaculada, que es tan del agrado de nuestra Madre amadísima, y procuremos que el dieciséis de octubre sea un día de triunfo, de gloria y de purísima alegría para los corazones cristianos. ¿Quién puede ser insensible a las glorias de su Madre?

 

  

JACULATORIA: ¡Inmaculada Virgen de las vírgenes! Alcánzanos la gracia de vivir en la tierra como los espíritus angélicos, para entonar después en el cielo el cántico de las vírgenes, alrededor del Cordero Inmaculado, por los siglos de los siglos. Así sea.

 

   

MÁXIMAS

I. La mirada de la Virgen, dulce, suave, llena de serenidad y de paz, encanta, no a los hombres, sino a los ángeles y al Rey de los ángeles; su aspecto desconcierta al vicio y hace avergonzarse al criminal. (San Jerónimo).

 

II. La castidad es la belleza inviolable de los Santos; florece como la rosa en el cuerpo y en el alma, y llena la casa toda de un olor dulcísimo y agradable. (San Efrén).

 

III. Las vírgenes ven en ellas como en un espejo finísimo la imagen de Dios mismo; es Dios, que, por su gracia, les comunica como un rayo divino de su eterna belleza. (San Basilio).

 

 

OBSEQUIO: Recitar diariamente, al levantarse y acostarse, tres Avemarías en honra de la Virginal Pureza de María Inmaculada; agregando después de cada una de ellas esta jaculatoria: «Oh María, concebida sin pecado, por tu Virginal Pureza alcánzanos una perfecta pureza de alma y cuerpo».

    

 

ORACIÓN PARA EL DÍA ÚLTIMO

¡Virgen de las vírgenes! ¡Qué júbilo siente mi alma al considerar que la Santa Iglesia celebra con solemnidad especial tu Virginal Pureza! ¡Gloria sea dada al inmortal Pontífice que quiso honrarte con esta festividad! Ella hace latir hoy nuestros corazones a impulsos de la más pura y deliciosa alegría, y lágrimas de ternura se escapan a raudales de nuestros ojos. Te felicito, Virgen Inmaculada, por tu Pureza más que angélica, más que seráfica. ¡Gloria sea dada al Eterno Padre, que, complacido eternamente en ella, te eligió para Madre de su Hijo! ¡Gloria a Jesús, Esposo de las vírgenes, que, no encontrando santuario más digno de Él que el que le ofrecía tu Virginal Pureza, te escogió para su Madre! ¡Gloria al Espíritu Santo, que te adoptó por su única Esposa! Pero esta pureza tan singular, Virgen purísima, no te ha sido dada sólo para ti, sino para que hagas participantes de ella a tus hijos; alcánzanos, pues, las gracias singulares de pureza que has obtenido a tus fieles siervos: haz que nuestras almas, nuestros corazones y nuestros cuerpos, sean puros como los ángeles; que jamás pensamiento ni afecto menos limpio venga a turbar la deliciosa paz de nuestras almas, y que merezcamos un día entonar en los cielos, en tu compañía, el cántico de las vírgenes, alrededor del Cordero Inmaculado, por los siglos de los siglos. Haz también, Virgen purísima, que tu Virginal Pureza sea conocida y amada de todos los corazones, y que todos los fieles cristianos se hagan un deber de celebrar solemnemente cada año esta fiesta tan grata para tu corazón y tan agradable a los divinos ojos. Amén.

 

 

EJEMPLO

Un joven cargado de pecados deshonestos y malas costumbres, fue a confesarse en Roma con el P. Nicolás Zucchi. El confesor acogióle con caridad, y, compadeciéndose de su miseria, le dijo que la devoción a María Santísima podría librarle de aquel vicio maldito; por lo que le impuso en penitencia que hasta la otra confesión, mañana y tarde, al levantarse y al acostarse, rezase cada vez un Avemaría a la Virgen, ofreciéndole todo su cuerpo y suplicándole le guardase como cosa suya, y que besara tres veces la tierra. Practicó el joven esta penitencia, al principio con poca enmienda; pero el Padre continuó encargándole que no la dejase jamás; animándole a confiar en el patrocinio de María. A este tiempo partió de Roma el penitente con otros compañeros y anduvo viajando por espacio de muchos años. Habiendo vuelto, fue de nuevo a buscar a su confesor, el cual, con grande regocijo y admiración, le halló del todo cambiado y libre de las antiguas fealdades. «Hijo, le dijo, ¿cómo has alcanzado mudanza tan bella?»—«Padre, con aquella corta oración que vos me enseñasteis, me ha alcanzado la Virgen esta gracia.» Pero no acaban aquí las maravillas; el mismo confesor predicó este caso con permiso de su penitente; oyólo un capitán, el cual hacía muchos años que vivía en mala compañía; resolvióse a practicar la misma devoción para romper aquella horrible cadena, que le tenía esclavo del demonio, y he aquí que, al momento, con el auxilio de la Madre de Dios, dejó la mala compañía y mudó de vida. (Pablo Señeri SJ).

 

 

GOZOS

Pura y hermosa azucena,

De perfume celestial;

Alcánzanos la pureza

Del Esposo virginal.

 

Hoy, día de tu pureza,

Todo es dicha, no hay dolor;

Liquídase el alma entera

Con su virginal amor.

 

¡Oh, qué bella es esta fiesta!

A todo el mundo conmueve,

Hace titilar estrellas

Y enardece hasta la nieve.

 

Quiero al cielo entrar un día,

En esta fiesta adorada;

Diciendo: Virgen querida,

Eres pura, inmaculada.

 

ORACIÓN

Omnipotente y eterno Dios, os rogamos nos concedáis que, venerando solemnemente la integérrima Virginidad de la purísima Virgen María, consigamos, por su intercesión, la pureza de alma y cuerpo. Por Nuestro Señor Jesucristo, vuestro Hijo, que con Vos y el Espíritu Santo, vive y reina por los siglos de los siglos. Así sea.

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