jueves, 30 de diciembre de 2021

DÍA ÚLTIMO DEL AÑO A LA DIVINA PROVIDENCIA

 


DIA ÚLTIMO DEL AÑO PARA DAR GRACIAS A LA DIVINA PROVIDENCIA

 

Tipografía de la Testamentaria de Antonio Vanegas Arroyo. México. Año 1919

 

ACTO DE CONTRICION

Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, Creador y Redentor mío, por ser vos quien sois, y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberos ofendido; propongo firmemente nunca más pecar, y apartarme de todas las ocasiones de ofenderos, y confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta, ofrézcoos mi vida, obras y trabajos en satisfacción de todos mis pecados; y así como os lo suplico, así confío en vuestra bondad y misericordia infinita, me los perdonaréis por los merecimientos de vuestra preciosísima Sangre, Pasión y muerte, me daréis gracia para enmendarme y para perseverar en vuestro santo servicio hasta la muerte. Amén.

 

 

TRES PUNTOS

 

MEDITACION

Sobre los numerosos beneficios recibidos de su Divina Providencia, las ofensas que el alma pecadora ha hecho a su Criador y a propósito cristiano de enmienda.

 

 

PRIMER PUNTO

¡Oh Providencia Divina!, no sé cómo llegar delante de Ti para manifestarte mi gratitud por tantos y tan inmerecidos beneficios como tu diestra benigna y poderosa ha derramado sobre mí durante el año transcurrido y que hoy veo concluir. De cuántos peligros para mi alma y para mi cuerpo no me ha librado tu paternal cariño, y en los que la ceguedad del pecado y la inflexión de mi mísera humanidad me hubieran hecho caer si Tú no hubieras acudido en mi auxilio. Gracias te doy, ¡Oh Augusta y Sacratísima Providencia!, por todos los bienes que tu pródiga mano me ha dispensado en este año. No descanse tu bondad de protegerme, cubriéndome con el manto de la Santísima Trinidad. Amén.

 

 

SEGUNDO PUNTO

¿Es posible, Dios mío, que por tanto tiempo haya desconocido tu inmensa bondad pagando tus beneficios con la más negra ingratitud? ¿Es posible, ¡Oh Divina Providencia!, que todo este año lo haya empleado en ofenderte, ¿cuándo debía poner todo mi afán en corresponder lo mejor posible a tus inagotables bondades? ¿Cuántos beneficios no he recibido en trescientos sesenta y cinco días transcurridos, cuando debo contar miles de favores recibidos en cada minuto? Tú, Providencia Divina, has tenido sumo cuidado de atender a mi subsistencia, apartar de mi lado los peligros para mi alma y alejar de mi cuerpo las enfermedades y riesgos a que de continuo estoy expuesto. Y para esto hoy me prosterno ante Ti para darte las más rendidas gracias por tu misericordia, que espero me acompañe el año venidero. Amén.

 

 

TERCER PUNTO

Lleno, Señor, de la inmundicia del pecado, vengo a Ti pidiéndote, no justicia, sino piedad, que es lo que mi alma necesita. Bien comprendo que, para dirigirme a tu bondad, ¡oh Dios mío!, no es el estado de suciedad en que mi alma se encuentra el más a propósito que debía venir a tus divinas plantas con el alma más blanca que la nieve; pero, ¿qué hacer, ¡oh Providencia Divina!, si desde que nací llevo el germen del pecado? Lo que puedo hacer y lo haré con todo corazón es ofrecerte las penas que he sufrido en descargo de mis innumerables pecados, y el propósito firme de enmendarme y huir de cuantas ocasiones me presente el pecado de ofenderte. No me desampares, Divina Providencia, y la fortaleza a mi alma para cumplir el propósito que hago de servirte con todas las potencias de mi alma en el año que por tu infinita bondad voy a entrar. Amén.

-Tres Padre Nuestros y Gloria Patri

 

 

ACTO DE ABANDONO A LA DIVINA PROVIDENCIA

Señor, yo no sé lo que deba pediros; sólo vos sabéis lo que nos hace falta; nos amáis más de lo que nosotros mismos pudiéramos amarnos. ¡Ay Padre!, dad a esta desventurada criatura vuestra lo que ella no sabe por sí misma pediros. Ante vos me presento; os abro mi corazón; ved las necesidades que tengo y no conozco; ved y obrad según vuestra misericordia; todas vuestras voluntades adoro sin tratar de penetrarlas. Nada digo… me ofrezco, me sacrifico, me abandono a los designios que con relación a mi tengáis formados. No habré de tener más deseos que cumplir con vuestra voluntad santa. ¡Oh Jesús mío!, enseñadme a orar y haced que vuestro Espíritu Divino se digne él mismo obrar en mí.

 

 

ACCION DE GRACIAS

Gracias te sean dadas, Señor de los Señores, dueño absoluto de lo criado, todos los inagotables beneficios que nos ha prodigado tu liberal mano: gracias infinitas, Creador mío, porque me sacaste de la nada, porque me dotaste de un alma elevada con la sangre preciosa, porque me hiciste nacer en el seno de la única y verdadera religión, en cuya fe y creencia quiero vivir y morir, y disfruto de sus divinos consuelos. Gracias infinitas porque instituiste los Santos Sacramentos y porque por amor mío te has quedado sacramentado bajo las especies de pan y vino, y bajas a mi pecho para sustento y regalo de mi alma. Gracias, Dios mío, porque me has salvado la vida, y pudiendo haberme lanzado a los abismos del infierno, me has dado tiempo para la enmienda de mis costumbres. Gracias, Dios y Señor mío, porque me has aliviados de mis enfermedades, porque me has dado el necesario sustento y porque en mis horas de profunda amargura haz mitigado mi mortal tristeza y consolado la orfandad de mi corazón. Gracias, en fin, por todos los beneficios de alma y cuerpo que me has prodigado, y por los peligros espirituales y corporales de que me has librado. Porque Tú, Señor, eres la fuente inagotable de todo bien, el autor de lo creado, y el Señor del cielo y de la tierra. Sólo Tú eres grande, solo Tú el Santo de los santos. Alábente, Señor, todos los Serafines y Potestades, las Dominaciones y los Principados, los Ángeles y Arcángeles. Ensálcete la luz que me alumbra, el aire que respiro, el fuego que me calienta. Glorifíquete el sol radiante, la argentada luna, las rutilantes estrellas; los peces del mar, las aguas del Océano y todas las criaturas te aclamen, te bendigan, porque sólo así podré débilmente corresponder a tus inagotables bondades. Y pues que por un nuevo y singular beneficio me has concedido terminar este año que expira, dígnate concederme lo que te pido. Derrama sobre toda mi familia los raudales de tu gracia, fortifícanos en tu religión santa y no permitas que demos entrada en nuestros corazones a la impiedad del siglo. Destierra de nuestra pobre patria la guerra, el hambre y las demás calamidades que la afligen. Infunde a todos los cristianos un deseo vehemente de reconciliación y de paz, defiende a tu iglesia de los embates de sus enemigos; concede el acierto a nuestros gobernantes y a todos los gobiernos cristianos; calma los mortales odios del mundo, termina las sangrientas luchas y da a las almas del Purgatorio eterno descanso, para que unidos por los vínculos de la caridad podamos acompañarte en el cielo, y entonarte nuestras alabanzas por toda una eternidad. Amén.

 

 

 

DEVOCION A LA DIVINA PROVIDENCIA, UTIL PARA TODOS LOS DIAS Y ESPECIALMENTE PARA EL DIA PRIMERO DEL AÑO.

 

ACTO DE CONTRICION

Si un corazón contrito y humillado

Si un pecador perverso, arrepentido,

Si un hombre ciego, loco, prostituido,

Si un esclavo perpetuo del pecado,

Puede aguardar perdón de un Juez airado

Puede aplacar a un padre que ha ofendido,

Puede desagraviar a un Dios que ha sido

Su Criador, Redentor Crucificado.

 

Hoy se postra a sus plantas sin temor,

Hoy implora su gracia y su bondad,

Mirando sus excesos con horror;

El perdón solicita a su maldad,

El indulto le pide un pecador,

Y esto espera de gracia y de piedad.

-Tres Padrenuestros gloriados y un Credo

 

 

HIMNO A LA DIVINA PROVIDENCIA

Mano divina, sacra y admirable

Del Ser Eterno que, con modo sabio,

Mueves del globo la pesada mole

Sobre el sol mismo sin ningún trabajo.

 

Omnipotente Mano a cuyo impulso

Obedecen los vientos y los rayos,

Su ímpetu el mar detiene y las estrellas

Giran con los planetas y los astros.

 

Mano augusta del fuerte que mantienes

A tu mano sujeto lo que has criado,

Con tanta perfección y con tal orden

Cuando los hombres todos admiramos.

 

¿Qué mortal es capaz, qué inteligencia,

De las que en torno vuelan a tu lado,

De conocer tus altas providencias,

Ni penetrar tus últimos arcanos?

 

¿Quién alzar osará de tu grandeza

La extremidad del velo sacrosanto,

Ni el gabinete oculto de tus obras

Registrará blasfemo y temerario?

 

NI, ¿quién de tus piedades infinitas

Podrá alabar en himnos ajustados,

El torrente que inunda a tus criaturas

Como en un dulce y dilatado caos?

 

Y tú divides benéfico los tiempos

En estaciones, distinguiendo el año,

Los rigores del invierno triste

Compensas liberal en el verano.

 

Tú en verde caña cuajas la mazorca,

Tú doras las espigas en el campo,

Tú las frutas endulzas, y Tú vistes

De esmeraldas los montes y los prados.

 

Tú haces que entre las peñas se cultive

La plata, el oro, el hierro y el estaño

Y allí les das los brillos y reflejos

Al rubí, a la amatista y al topacio.

 

Tú abrigas al cordero con su lana,

Tú armas la garra del feroz leopardo,

Tú pintas al alegre pajarillo

De plumas mil y de colores varios.

 

Tú haces vivan gustosos en las ondas

El delfín, el tiburón y ballenato,

Y en los cristales de la mar cerúlea

Del pez mantienes número tan vasto.

 

Tú… pero, ¿a dónde voy? ¿Será posible

Que atrevido, soberbio e insensato,

Presuma referir tus maravillas

Ni señalar las obras de tu Mano?

 

Tú eres el Dios Eterno, incomprensible,

La bondad suma, Santo, Santo, Santo,

Fuente de la piedad y la dulzura

Y el absoluto dueño de lo criado.

 

Tú me criaste, Señor, Tú eres mi padre,

Aún antes de existir ya me has amado;

A Ti debo la vida que respiro

Y este renglón escribo por tu agrado.

 

¡Oh, fe divina, luz que me consuelas!

¡Oh religión!, iluminante rayo

De la deidad sagrada que me animas

En mis mayores penas y trabajos.

 

¿Conque Tú eres mi Padre, ¡oh Dios eterno!

Mi Creador, Redentor y único amparo,

Y vela sobre mí constantemente

Tu cariñoso amparo y tu cuidado?

 

Sí, mi Dios, es verdad, yo lo conozco,

Y cuando agradecértelo no basto,

Entonará tus dignas alabanzas

Mi ronca voz, mi balbuceante labio.

 

Tú de la nada al ser me condujiste

Por un efecto de tu amor sagrado,

Y por él mismo, de tu Santa Iglesia

Quisiste que naciese en el regazo.

 

Si repaso mi vida, la contemplo

Rodeado de enemigos inhumanos,

Como la navecilla que agitada

Lucha en las ondas con los vientos bravos.

 

¿Cuántas veces la saña de algún toro

El ímpetu indomable de un caballo,

Y ya de mi enemigo la venganza,

Pudo darme la muerte sin pensarlo?

 

¿Cuántas veces siguiendo divertido

La carrera veloz de algún cervato,

Pude haber encontrado el precipicio

Deslizándome fácil de un peñasco?

 

¿Cuántas veces las aguas que solía

Buscar por mi salud el útil baño,

Pudieron darme líquido sepulcro

En pago de mi arrojo temerario?

 

¿Cuántas veces?, mas, ¡ay!, yo me fatigo

Recordando mis riesgos y me canso;

Baste sólo decir, que de ellos libre

He sido por la fuerza de tu brazo.

 

Así lo reconozco agradecido;

Tú todo lo dispones, no hay acaso,

Tu Providencia adoro, todo se hace

O con tu permiso a tu mandato.

 

Pues siendo esta verdad tan infalible

Sí sé que todo viene de tu Mano,

Y que las adversidades yo me abato,

Y que me amas, Señor, por qué motivo?

 

¿Por qué hacia el mundo solamente miro

Y mi débil espíritu lo arrastro,

Si eres mi protector y mi refugio,

Y en Ti mis ansias hallarán descanso?

 

Huyen lejos de mí las aflicciones,

La congoja, el temor, el sobresalto;

Si se levanta el Todopoderoso

En mi defensa, de su trono sacro.

 

Si a mi lado se pone el Invencible

Y su escudo me cubre soberano,

No temeré mil males pues seguro

Estaré siempre de que me hagan daño.

 

Desplómense los cielos de sus ejes

Trastórnense los montes y peñascos,

Vuélquese el mar, inflámense los vientos

Y en negra tempestad vomiten rayos.

 

Y todo lo será tranquilamente,

Impertérrito siempre y sin espanto

Si me hacen sombra las sagradas alas

De tu misericordia, Padre amado.

 

Sobre el áspid y el fiero basilisco

Andaré alegre con sereno paso,

Y pisaré sin miedo al león soberbio

Y al sangriento dragón hollaré ufano.

 

Me reiré de los fraudes y tropiezos

Que pretende ponerme el hombre malo;

Porque si Tú me ayudas, fácilmente

Yo desharé sus redes y sus lazos.

 

Mas si por mis pecados, Tú quisieras

Que padezca en la cama los asaltos,

De cruel enfermedad, o la pobreza

Me devore con lánguidos atrasos;

 

Si quieres, Padre, sufra los rigores

Ya de la esposa infiel, del hijo ingrato,

Del enemigo cruel, del vil amigo,

Del pérfido traidor, del mal hermano;

 

Si quieres me atropelle la calumnia

Y que mi honor lo mire vulnerado,

Que una triste prisión, o que la muerte

Den fin a un infeliz, ¿he de rehusarlo?

 

De ninguna manera; antes mi gusto

Conformaré contento a tu mandato;

Sólo te pido que me des esfuerzo

Para apurar un cáliz tan amargo.

 

Si, castiga, Señor, mis desconciertos;

Pero alienta mi espíritu postrado,

Y ya fortalecido con tu ayuda

Me arrojaré contente ante tus brazos.

 

Sí, yo confesaré que los castigos

Son voces del pastor a su rebaño,

Y si das el azote como padre

No os puede menos que doler la Mano.

 

Castígame, Señor, no me abandones,

Redúceme al redil a latigazos,

Pues si yo te ofendí, ¿con qué derecho

Me pretendo eximir de los trabajos?

 

Dame resignación y vengan penas:

Mi espíritu avalora desmayado,

Y entonces las miserias y dolores

Me serán apreciables, suaves, gratos.

 

En fin, quema, Señor; aquí castiga,

Oprime, corta y hazme mil pedazos…

Hic ure hic seca ni in aeternam parcas

Como allá me perdones, dueño amado.

 

 

EL TE DEUM

HIMNO DE SAN AMBROSIO Y SAN AGUSTIN

Te alabamos, Señor, Dios Todopoderoso; confesamos que eres Señor de todo el Universo.

A Ti, Eterno Padre, a quien toda la tierra adora.

A Ti todos los ángeles, a Ti los cielos y todas las potestades te adoran y te temen.

A Ti los querubines y los serafines te aclaman sin cesar.

Santo, Santo, Santo es el Señor de los ejércitos.

Llenos están los cielos y la tierra de la grandeza de tu gloria.

A Ti el glorioso coro de los apóstoles.

A Ti el loable número de los profetas.

A Ti te alaba el inocente y numeroso ejército de los mártires.

A Ti la Iglesia santa te confiesa en todo el mundo.

Padre Eterno de inmensa Majestad.

A tu adorable y verdadero único Hijo, engendrado con la sustancia del Padre.

Y al Espíritu Santo consolador que procede del Padre y del Hijo.

Tú, ¡oh Cristo!, que eres el Rey de la Gloria.

Tú eres el Hijo eterno del Padre.

Tú, que para librar al hombre de la servidumbre, quisiste hacerte hombre y no te desdeñaste de encarnar en el vientre de una Virgen.

Tú, que después de haber quebrantado el aguijón de la muerte, abriste a los creyentes el reino de los cielos.

Tú estás sentado a la diestra de Dios en la gloria del Padre.

Y que has de venir algún día a juzgar el mundo.

Por tanto, te rogamos, Señor, que socorras con tu asistencia a tus siervos, que has redimido con tu preciosa sangre.

Haz que seamos del número de tus Santos en la gloria eterna.

Salva a tu pueblo, Señor y colma de bendiciones tu heredad.

Gobiérnalos, Señor, y no te canses de favorecerlos.

Todos los días te damos gracias por los beneficios que nos haces.

Y alabamos incesantemente tu nombre, y lo alabaremos siempre y en toda la eternidad.

Dígnate, Señor, preservarnos de caer este día en pecado.

Ten piedad de nosotros, Señor, ten piedad de nosotros…

Descienda, Señor, sobre nosotros, tu misericordia, como hemos esperado en Ti.

En Ti, Señor, he puesto toda mi esperanza; no sea yo confundido eternamente.

 

L/: Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

R/: Alabémosle y ensalcémosle por todos los siglos. Amén.

 

 

INVOCACION DEVOTA Y EFICACISIMA PARA OBTENER GRACIA DIVINA EL AÑO NUEVO

Alma de Cristo, santifícame;

Sangre de Cristo, embriágame;

Cuerpo de Cristo, sálvame;

Agua del costado de Cristo, lávame;

Pasión de Cristo, confórtame;

¡Oh buen Jesús!, óyeme;

Entre tus llagas escóndeme;

De Ti no permitas me aparte;

Del maligno enemigo defiéndeme;

En la hora de mi muerte, llámame;

Y mándame que venga a Ti,

Para que con tus santos te alabe por todos los siglos.

 

ORACION

¡Oh sacratísima Cruz! ¡Oh inocente cordero! ¡Oh pena grave y cruel! ¡Oh corazón traspasado! ¡Oh sangre de Cristo derramada! ¡Oh muerte amarga de Cristo! ¡Oh Divinidad Santísima, digna de ser adorada y reverenciada! Favoréceme, para que merezca gozarte en la vida eterna. Amén.

 

Las oraciones aquí contenidas han sido recomendadas por el Señor Obispo de Chiapas, el cual ha concedido trescientos cincuenta días de Indulgencias aplicables a las ánimas del Purgatorio.

 

FIN.

-Colaboración de Carlos Villaman 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

ANOTACIONES

Al hablar sobre la piedad popular, es referirnos a aquellas devociones que antaño se hacían en nuestros pueblos y nuestras casas, cuando se...