TIERNA
Y DEVOTA ORACIÓN
PARA
IMPLORAR EL PATROCINIO DE MARÍA SANTÍSIMA DE LA SOLEDAD PARA LA HORA DE LA
MUERTE
Concedidos
80 días de indulgencias, por cada vez que se rezare
Con
licencia eclesiástica
En
Puebla de los Ángeles, en la imprenta de la Viuda de Miguel de Ortega, en el
Portal de las Flores.
Año
de 1756
ORACIÓN
Dios te salve tristísima María, Divina Sagrada Aurora, hermosa sin menguante Luna, solitaria Madre, Corderita mansa, dolorida Reina, que, angustiada y combatida de un mar de sangrientas penas, llorosa tortolita, buscaban tus ansias el desnudo tronco para llorar tu viudez, y el primero que encontraste fue el madero de la Cruz: Ya Señora y Madre mía, aquella espada que empuñó del anciano Simeón la venerable profecía, llegó hasta el monte Calvario su rigor, y hasta atravesar tu materno corazón las puntas de su crueldad el tirano pueblo, y a quienes mis culpas, ingratitudes y maldades han ocasionado tanta borrasca de penas, tanta máquina de llagas, tanta multitud de heridas, tanto ejercito de puntas, tanta tempestad de azotes, y diluvio de tormentos. Por estos, por las siete palabras que habló en la Cruz, por las agonías que en ella padeció, y por los agudos dolores que traspasaron tu alma, cuando ya difunto tu Hijo, te hallaste huérfana sin Padre, viuda sin Esposo y Madre sin Hijo, y por el cruel desamparo que padeciste, no hallando quien le bajase de la Cruz, mortaja en que envolverle y sepulcro en que enterrarle. Te suplico Señora y Madre mía, que, en el trance último de mi vida, en las agonías de mi muerte, cuando no tenga como invocarte, ojos para verte, ni acción para llamarte, entonces Madre de piedad, vuelvas a mi esos tus ojos misericordiosos, en aquel trance te espero, para aquella hora te aguardo, y tu patrocinio imploro, no pierda yo Señora, pues tanto le cuesta a mi Jesús de penas, y a ti de dolores mi pobrecita alma, que desde este punto para entonces, con el corazón detesto cuantas ocasiones y asechanzas pueden ofrecerme el mundo, demonio y carne. Y puesto que eres vida y dulzura, en ti afianza para esta partida la esperanza nuestra, para aquella extrema necesidad, a ti llamamos los desterrados hijos de Eva, y para aquel tránsito, a ti María suspiramos, dulce Dolorosa Reina de nuestras miserias, hasta que se parta mi corazón y el de las criaturas todas en verdadero dolor, gimiendo y llorando las culpas que contraímos por nuestra flaqueza, en este valle de lágrimas, para que después de este destierro, postrándonos por tus penas y dolores a Jesús, fruto bendito de tu vientre purísimo, merezcamos oír de su boca aquella dulcísima palabra: hoy estarás conmigo en el paraíso de la gloria. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario