TRIDUO
DEVOTO DE LAS TRES NECESIDADES QUE PADECIÓ MARÍA SANTÍSIMA
VIENDO
PENDIENTE DE LA CRUZ Y MUERTO A SU INOCENTÍSIMO HIJO
Compuesto
por un Sr. Sacerdote del Arzobispado de México
Reimpreso
en Puebla de los Ángeles, en la imprenta de D. Pedro de la Rosa, en el Portal
de las Flores, año de 1786
MODO
DE HACER ESTE TRIDUO
Jueves,
Viernes y Sábado de Ramos son los más propios días para hacerlo en memoria
tierna de las últimas necesidades que padeció la Dolorosa Virgen María, sola al
pie de la cruz, más como todo el año no hay día sin tribulaciones y congojas en
el alma o en el cuerpo, en la honra o en la hacienda, de ahí es que, en
cualesquiera días de la semana, por cualquiera necesidad, podrá rezarse. En
todos tres comulgará con licencia de su director, si lo tuviere, para que este
heróico acto lleve demás el mérito acendrado de la obediencia, y de no tenerlo,
comulgará uno de los tres días, pues primero debe solicitar el remedio más
importante de su alma, quien pretende alcanzar por mano de esa Madre
liberalísima alguna gracia en sus necesidades. Cada día dará limosna que
pudiere, aunque sea corta, y si no, rezará una parte del rosario u oirá misa, y
lo que hiciera, aplicará por las Almas del Purgatorio que fueron devotas de
estas tres necesidades.
ORACION
PARA TODOS LOS DIAS
Poderosa
Reina de los Santos, Madre desamparada de mi dulce Jesús, que no habiendo
vivido ni una hora desde el instante de la encarnación de tu Hijo sin
tribulaciones ni amarguras, padeciste con El tantas y tan graves pobrezas, que
sin tener casa le diste a luz en el desabrigo de un portal; con lo muy
necesario le alimentaste, adquirido unas veces de tu propio trabajo, y otras de
compasivos socorros que te daban; desnudo le viste padecer en el Calvario donde
por fin te hallaste con su difunto cuerpo pendiente de la cruz, nuevamente afligida
en las tres más lamentables necesidades de instrumentos para bajarle del
madero; de sábana que vestirle por mortaja; y de sepultura donde colocarle.
Cuántas, y cuán amargas serían en esas tres horas tus angustias, de no
hallarles en lo humano remedio ni esperanza ¡Oh si hubiera sido yo tan dichoso
que las hubiera podido socorrer, dándole a su sacratísima Humanidad la postrera
honra! ¿pero qué instrumentos habría podido ofrecerte para bajarle de la cruz,
quien los dio atrevido para que muriese en ella levantado? ¿Qué lienzo por
mortaja, quien tiene necesidad de andar vestido por pecador'? ¿Y qué sepulcro
donde enterrarle, quien vive olvidado de su muerte? Así te lo confieso
arrepentido, oh atormentada Virgen; pero quiero con toda mi alma acompañarte en
ellas con las mías, para que como tuvo tu Hijo cuidado de remediártelas, cuando
más atribulada te hallabas, para alentarme a la confianza, aunque me parezcan
irremediables mis congojas, así se compadezca de las mías. ¿Pues quién te ha
buscado? ¿Quién te ha acompañado al pie de la cruz, que no haya salido siempre
consolado? ¿A quién con más confianza debe acudir el pobre que á Tí,
piadosísima Madre, como traspasada de mayores necesidades? Y teniendo en tus
manos los tesoros del cielo para repartirlos entre los pobres, ¿cómo será
posible en tu liberal misericordia, que siendo yo el más necesitado me niegues
el consuelo que te pido, resignado a padecer esta tribulación conforme con la
divina voluntad, como Tú lo estuviste, firme al pie de la cruz? Amén.
DIA
PRIMERO
Considera
a la afligida Virgen al pie de la cruz, fijos los ojos en el tierno espectáculo
de su Hijo crucificado, llagado y muerto, destilando por la herida del costado,
hasta la última gota de sangre y agua de su amorosísimo corazón, sin poderle
bajar del afrentoso leño, por falta de una escala, y de procurador que pidiese
a Pilato licencia para bajarle. ¡Oh qué ansias! Considera cuánto crecería esta
aflicción al paso que se iba acabando la tarde en que habían de quitar
precisamente los judíos del patíbulo todos los cuerpos de los ajusticiados,
para celebrar otro día su grande pascua, ¡Qué congoja sería ésta! Pero en tan
alto estrecho, más quiso la Señora acompañarle crucificado, que salir del
Calvario en busca del remedio, en que te enseñó a que nunca le dejes en tus
mayores tribulaciones; pues a quien Dios no deja, Dios no le dejará. A quien no
se aparta de su cruz, y fija en El, sus esperanzas, no le despedirá
desconsolado, El que en ella está clavado, y muerto por su amor.
Después,
avivando la fe, y fijando la esperanza en la piedad de la Virgen dolorosísima,
le pedirá lo que desea. Luego le rezará tres Salves en memoria de las tres
horas que padeció estas tres necesidades, y lo mismo hará en los otros días, y
las terminará con la oración propia del día.
ORACION
Desconsolada
Virgen María, corredentora universal de pecadores, y único consuelo de
afligidos, que siendo Tú la escala mística de Jacob, por donde suben tantos
millares de almas a la gloria, y bajan a los hombres todos los socorros del cielo,
no alcanzaras luego con tus poderosos deseos, ni tuvieras pronta en la tierra
una escala para desprender de la cruz al Señor clavado y muerto en ella por
nuestra vida, ¡Oh abismo ternísimo de penas! ¡Oh mar insondable de amarguras!
Mas yo te ofrezco la cruz de esta aflicción que me acongoja, que te sirva de
escala, para subir a desclavarle de mis yerros, que te lo tienen levantado, ¡y
causan esta necesidad! Por el dolor que en ella padeciste, Madre mía, te
suplico rendidamente me alcances de ese fruto dulcísimo de la cruz, remedio en
mis tribulaciones, (y especialmente en la que ahora me oprime) que le fuere
agradable a mi amorosísimo Salvador, sin que por ellas me aparte de su cruz, ni
me prive un instante de su divina gracia. Amén.
Aquí
rezarás tres Padrenuestros y Avemarías con Gloria Patri, en memoria de las tres
horas que estuvo el Señor en la cruz, y lo mismo se hará todos los días para
finalizar.
DIA
SEGUNDO
Considera
a la angustiada Reina, necesitada no sólo de instrumentos para deponer de la cruz,
a su Hijo muerto; sino también de una Sábana o Sudario que vestirle por
mortaja: sin caudal alguno para comprarla, ni tiempo para ir a la ciudad a
pedirla. ¡Oh qué angustias estas! Considera cómo vistiendo a ese eterno Hijo de
la mortalidad de nuestra carne, no tuvo entonces lienzo que vestirle difunto,
ni siquiera la túnica que tejió con sus manos, y milagrosamente le crecía al
tamaño del cuerpo. ¡Qué dolor sería aqueste!
ORACION
Ternísima
Virgen María, tan llena de gracia como de amarguras y penas, que además de no
tener instrumentos para bajar de la cruz a tu difunto Dueño, te hallaste
juntamente destituida de un sudario, con que enjugar sus llagas, y vestírselo
por mortaja. ¿Quién podrá Señora, conocer para sentir, cuán agudo fué para tu
alma este dolor? ¡Cuán copiosas las lágrimas de sangre, que vertiste sin
consuelo, ni humanas esperanzas de remedio! ¡Oh, si me dieses a gustar alguna
parte de la amargura que padeciste en tan grave pobreza! Más yo te ofrezco las
telas de mi corazón, aunque ingrato, con que, vistas a tu Hijo muerto, para que
su contacto me resucite, y me hermosee su sangre. Recibid por mirra para
ungirle, las lágrimas amargas de mis culpas; porque espero que a la hora que
comenzare yo a lavarle sus llagas, comenzaré a sanarle las mortales heridas de
mis yerros. Y Tú, por las angustias que en esta necesidad tuviste, alcánzame de
su misericordia remedio en las que yo padezco; y que, purificada mi alma de
toda culpa, restaure la vestidura cándida de la gracia, de las virtudes y dones
de que me vistió en el santo bautismo, hasta comparecer sin mancha en su justo
tribunal, y consiga por ella la vida eterna. Amén.
DIA
TERCERO
Considera,
cómo no habiendo tenido consuelo alguno en las dos necesidades ya dichas, se
añadió a ellas la falta de un sepulcro donde depositar el sagrado cadáver. ¡Qué
dolor ver que andaban los tiranos ministros pretendiendo licencia de Pilato,
para quitar del patíbulo los otros cuerpos de los ajusticiados, para dar
sepultura a los que habían quitado a otros la vida, y carecer entonces la
poderosa ¡Reina de agente que le negociara licencia para bajar de la cruz el
cuerpo de su Hijo, y aun de siete pies de tierra donde depositar al que
resucita a los muertos! ¡Qué temor! No viniesen también a quitárselo de la
vista, para ocultarlo donde no lo supiese. Considera, cómo viendo vacíos y
abiertos los sepulcros de los muertos, deseando recibir al cadáver de su
Creador divino, que no cabe en todo el Universo, y siendo Señora de todo el
mundo, aun no podía entregárselo sin permiso del juez. ¡Qué tormento sería
este!
ORACION
¡Oh
Madre, la más admirable de todas las criaturas! Asombro de la fortaleza, pasmo
de la paciencia, ¡y encanto de la gracia! ¡Qué más extremas y lamentables
necesidades podrán oírse, que carecer a un tiempo, y muy estrecho, de escala, e
instrumentos para deponer de la cruz a tu hermosura muerta; ¡y de sábana que
vestirle por mortaja, si no te la diese de limosna José, y de sepultura donde
depositarle por tres días, si él no te hubiese prestado el sepulcro de su huerto!
Pero yo no te presto, Madre mía, sino que desde ahora te doy con toda mi alma,
y por toda mi vida, mi 'corazón por sepulcro, aunque estrecho, donde me lo
dejes para siempre. Envejecido está de infinitos defectos, y arruinado con mis
pecados; pero quiero y propongo con todas veras, renovarlo con una arrepentida
confesión, para recibirlo sacramentado, y que lo ocupe con tu presencia. ¡Oh! y
cómo lo deseo recibir con aquella pureza de alma, aquel amor y reverencia,
aquellas ansias y encendidos afectos con que Tú lo recibiste en tus benditos
brazos, al desclavarlo José Nicodemo de la cruz, al vestirle el sudario, y
reclinarlo en el sepulcro; y pues padeciste por mí tres horas, estas tres tan
amargas necesidades, Ínterin llegaron estos justos varones movidos de oculta
providencia a socorrerlas; por la congoja que en ellas sentiste, y el consuelo
que tuvo tu alma de verlas remediadas, te pido que te conduelas de las mías, y
me alcances la gracia que te pido, si es agradable a mi amado Jesús. Estampa,
afligida Madre, desde hoy firmes en mi memoria estas tan tiernas necesidades,
para acompañarte siempre a sentirlas, y por ellas me asistas en la necesidad
extrema de mi muerte. Amén.
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