lunes, 22 de mayo de 2023

NOVENA A SAN BERNARDINO DE SIENA


 

NOVENA A SAN BERNARDINO DE SIENA.

APÓSTOL DEL NOMBRE DE JESÚS.

 

V. Señor abre mis labios

R. Y mi boca pronunciará tus alabanzas.

 

V. Dios mío, ven en mi ayuda.

R. Señor apresúrate en socorrerme.

 

V. Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

R. Como era en un principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

 

PRIMER DIA.

 

Se le pide al santo que nos obtenga de Dios el don de la Continencia.

 

Glorioso San Bernardino y amantísimo Protector nuestro, tú que naciste de ilustres padres, con la claridad de tu sangre diste a luz un alma buena, y comenzaste desde la más tierna edad a mantenerla pura y limpia de todo pecado con tal pudor y modestia que llegaste al espejo del pudor: tú que usaste tal compostura en tus palabras, en tus gestos, en tu porte y en tu rostro que nadie en tu presencia se atrevió a pronunciar una palabra injusta, y te lo merecías de tu maestro para ser llamado el joven más modesto entre todos los que te conocen: ¡oh! Ruega por nosotros al Inmaculado Cordero, para que se digne, gracias a tus virtudes, concedernos la gracia de guardar diligentemente nuestros sentidos externos y nuestro corazón. Amén.

 

Tres o más Padrenuestro, Avemaría y Gloria, según la devoción de cada uno.

 

RISPONSORIO.

 

Dilecte Deo et gentibus

Te Bernardine colimus

Senentium et Aquilæ

Lux , decus et præsidium .

 

Qui summa Coeli gaudia

Virtutum habes præmia ,

Tuum insigne orantibus

Largire patrocinium.

 

Ut vocis tuæ oracula

Sensit ubique Italia,

Sic tuæ benignæ dexteræ

Persentiat miracula.

 

Qui summa Coeli ecc.

 

Gloria Patri et Filio et Spiritui Sancto.

 

Qui summa Coeli ecc .

 

 

V. Implora nobis gratiam , Beate Bernardine.

R. Per fontis abudantiam pietatis divinæ.

 

OREMUS.

Domine Jesu, qui Beato Bernardino Confessori tuo eximium Sancti Nominis, tui amorem tribuisti, ejus quæsumus meritis et intercessione Spiritum nobis tuæ dilectionis benignus infunde. Qui vivis et regnas in sæcula sæculorum. Amen.

 

 

RESPONSORIO

 

Amado de Dios y de las naciones

Te adoramos Bernardino,

En Siena y Aquila brillan tus dones

Con luz, belleza y protección.

 

Tú que en lo alto del cielo gozas

Y recompensas a los virtuosos,

Y das tu señal a los que oran

Con tu patrocinio provechoso.

 

Como oráculos de tu voz

Italia te oyó en todas partes,

Y con tu mano generosa

Muchos milagros en su favor obraste.

 

Tú que en lo alto del cielo gozas, etc…

 

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo

Como era un principio y ahora

Por los siglos de los siglos a ellos sea

El honor, el poder y la gloria. Amén

 

Tú que en lo alto del cielo gozas, etc…

 

V. Pide gracia para nosotros, Beato Bernardino.

R. Por la abundancia de la fuente de la piedad divina.

 

OREMOS.

Señor Jesús, que concediste al Beato Bernardino el Confesor el gran amor de tu Santo Nombre, te rogamos por sus méritos y por tu intercesión, infúndenos el Espíritu bondadoso de tu amor. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

 

Y ahora, luego de rezar la Letanía de la Virgen María se dice la siguiente:

 

ORACION.

Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios, no desprecies las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien, líbranos siempre de todos los peligros, oh Virgen gloriosa y bendita.

 

V. Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios.

R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo. Amén.

OREMOS.

Concédenos Señor, a nosotros tus siervos, gozar de perpetua salud de alma y cuerpo y, por la gloriosa intercesión de la Bienaventurada siempre Virgen María, vernos libres de las tristezas de esta vida y gozar de las alegrías eternas. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

 

 

SEGUNDO DÍA.

 

Roguemos al Santo que nos obtenga el amor de la santa pobreza.

 

Glorioso Santo, tú que naciste heredero de un riquísimo patrimonio, despidiendo la fortuna y el mundo, entraste en la Orden de San Francisco por esa altísima pobreza que allí se profesa, para seguir a Jesucristo: tú que cambiaste los palacios en una vil choza, las ropas espléndidas en lana basta, la vida cómoda en dura penitencia, y tanto amabas la profesada pobreza, que la llevabas triunfante dando vueltas por Siena, tu patria, descalzo, mendigando pan de puerta en puerta y llevándolo a hombros al convento, y que en todo el tiempo de tu vida nunca tuviste más que una sotana: ¡ah! ruega a ese mismo Jesús por cuyo amor te hiciste pobre y mendigo, para que en la contemplación de tus méritos nos conceda un verdadero desprendimiento del mundo y de todas las cosas terrenas. Amén.

 

Aquí se rezan todas las oraciones al igual que el primer día.

 

 

TERCER DÍA.

 

Pidamos al Santo que nos obtenga la virtud de la humildad.

 

Gloriosísimo San Bernardino, tú que presentaste al mundo en tu persona el modelo de la santa humildad, al ingresar en la Orden Minorita, por la cual tenías tan gran estima, que ante el reproche de tu pariente por haber elegido una vida tan humilde, respondiste que te honrara más que a ningún otro haciéndote religioso de esa Orden: tú que, teniendo la ciencia de los Santos, valorabas mucho lo que el mundo ciego aborrece y desprecia, ejerciendo los oficios más viles; os declarasteis seriamente como un inútil ante el grito de la fama que os hacía desear de todos los Grandes de Europa, y erais tan ajeno a las dignidades y honores, que con singular constancia rehusabais tres obispados, el de Siena, el de Ferrara y el de Urbino, que os ofrecieron los Soberanos Pontífices, declarándoos inepto ante tanto peso y protestando que queréis vivir y morir en la vocación de pobre y humilde hijo de San Francisco: ¡ah! ofrece esta virtud tuya a Jesús en el Santísimo Sacramento e implora de él para nosotros la gracia de conocernos a nosotros mismos y nuestra nada, para que ejercitándonos en la santa humildad aquí en la tierra, nos hagamos dignos gracias a la Pasión de Jesucristo y a tus méritos de ser exaltado en el cielo. Amén.

 

Aquí se rezan todas las oraciones al igual que el primer día.

 

 

CUARTO DÍA.

 

Pidamos al Santo que nos obtenga la gracia de hacer penitencia.

 

Oh Glorioso San Bernardino nuestro singular Protector, vos que desde vuestros más tiernos años os entregasteis a una penitencia tan austera que algunos días de la semana os alimentabais sólo de agua y unas pocas hierbas, y después de orar la mayor parte de la noche, poco dormíais, tomando un manojo de vides con un palo duro debajo de la cabeza como almohada; y a medida que fuiste creciendo con los años, te afligías con cilicios, flagelos, puñados de ortigas y con fatigas excesivas, durante las cuales también te ocupabas de llenar de alegría el corazón a cualquiera que te viera: tú que añadías a los rigores y ayunos prescritos por la Regla muchas otras, que nunca omitiste ni en el tiempo de los sermones ni en los largos viajes que emprendiste por la gloria de Dios, con las cuales y otras mortificaciones sometiste plenamente la carne a la ley del espíritu, conservaste el lirio de pureza inmaculada hasta la muerte: ¡ay! acompaña nuestras oraciones a Jesús Sacramentado, para que la misericordia, las mortificaciones que practicaste, nos concedan la gracia de abrazar la cruz con verdadera penitencia y de llevarla voluntariamente durante todo el tiempo de nuestra vida. Amén.

 

Aquí se rezan todas las oraciones al igual que el primer día.

 

 

QUINTO DÍA.

 

Rogamos al Santo que nos conceda la gracia de ser pacientes.

 

Glorioso San Bernardino, nuestro amable y maravilloso Protector, tú que eres fuerte en la adversidad, benigno, bondadoso y manso en soportar las afrentas, fuiste tenido por prodigio y modelo de singular paciencia; y siempre fiel a ti mismo, afable, risueño y en las cosas prósperas y adversas cantabas alabanzas al Señor: tú que burlado por un artesano que cayó en el momento del techo y destrozó todo su cuerpo, corriste inmediatamente a curarlo con el señal de la cruz, y perseguido por una multitud de niños inmorales que te tiraban piedras, no sólo no mostraste ningún resentimiento, sino que exhortaste a tu compañero a sufrirlas de buen corazón porque le ayudaban a ir al Paraíso: ¡ah! vuélvenos tus amadas pupilas y fervientes oraciones, ofrece a Jesús Rey pacífico y manso para que, en consideración a tus dignos méritos, nos concedas la gracia de ser pacientes en la adversidad, mansos y benignos en los males, y sumisos a la ley divina en vida, para que podamos merecer el Cielo en el momento de la muerte. Amén.

 

Aquí se rezan todas las oraciones al igual que el primer día.

 

 

SEXTO DÍA.

 

Oremos al Santo para que nos obtenga la gracia de amar a Dios.

 

Oh Glorioso San Bernardino, Protector y Abogado nuestro singular, tú que prevenido por la gracia divina supiste desde la niñez cuán digno de amor es Dios amándolo con todas tus fuerzas; y aumentando aquella verdadera caridad con que ardía vuestro corazón, recogisteis en poco tiempo admirables y copiosos frutos: odiasteis el pecado en vosotros y en los demás; amaste la virtud practicándola primero y exhortando a todos a abrazarla; deseoso de que todos amaran al Señor, viajaste varias veces por Italia predicando en todos los lugares y encendiendo a los pueblos de este santo amor; ni tampoco dejasteis nunca de meditar en la Pasión del Redentor, postrándoos en el suelo en forma de cruz y derritiéndoos en cálidas lágrimas de amor hasta quedaros agonizante y medio vivo: ¡oh! Por favor por nosotros ante Jesús en el Santísimo Sacramento, para que tus méritos nos concedan la gracia de amarlo y servirlo fielmente a lo largo de nuestra vida y luego disfrutarlo eternamente en el Cielo. Amén.

 

Aquí se rezan todas las oraciones al igual que el primer día.

 

 

SÉPTIMO DÍA.

 

Pidamos al Santo que nos dé la gracia de amar a nuestro prójimo.

 

Glorioso San Bernardino, nuestro singular Protector, tú que siendo niño te sentías sumamente feliz dando limosnas con tus propias manos a los pobres, a algunos de los cuales rogabas con gracia que les dieran su almuerzo o cena: te dedicabas sin miedo de la muerte al servicio de los apestados en el hospital, a los que al entrar en la religión dejaste gran parte de tu herencia, aplicando el resto al matrimonio de pobres solteronas y al rescate de otros pobres: inflamado de santa caridad no te preocupaste en tus jornadas del trabajo ni del sudor ni de las fatigas por la salvación de las almas, sino que fluyendo infatigable de un lugar a otro rompiste los corazones más duros con tus sermones convirtiéndolos en penitencia: ¡ah! vuelve a nosotros tus ojos benignos y ruega por nosotros al Divino Verbo Encarnado para que por tus méritos nos conceda la gracia de buscar siempre con solicitud nuestra salvación y la del prójimo, a quienes, viviendo unidos en esta vida, esperamos ser así eternamente en el futuro Cielo. Amén.

 

Aquí se rezan todas las oraciones al igual que el primer día.

 

 

OCTAVO DÍA.

 

Pidamos al Santo que nos obtenga la gracia de ser devotos de María.

 

Gloriosísimo Santo y nuestro singular Protector, tú que naciste por intercesión de María el día de su Natividad, te nutriste junto con la leche tan tierna devoción hacia la Virgen, que aun siendo niño ayunabas todos los sábados, y dos veces al día te llevabas a ver la imagen pintada en la puerta de Siena, ante la cual te disolvías en dulces lágrimas mientras orabas; y hablando muchas veces de ella, celebrabais sus glorias en vuestros sermones con tanto cariño, que nunca se oyó orador que hablara de ella con tanta dulzura: vos que en la plaza de Collemaggio (de esta ciudad) en Aquila, predicaste que María es la mujer misteriosa vista por San Juan en el Apocalipsis coronada de estrellas, fue visto por todo el público una estrella muy brillante parada sobre tu cabeza: ¡ah! ruega por nosotros al amado Hijo de la Virgen y obtén la gracia de ser devoto de ella en esta vida y vivir con ella eternamente en la venidera. Amén.

 

Aquí se rezan todas las oraciones al igual que el primer día.

 

 

NOVENO DÍA.

 

Roguemos al Santo que nos obtenga la devoción al Santísimo Nombre de Jesús.

 

Glorioso San Bernardino, Protector nuestro singular, tú que unes el amor de la Virgen con el de su Hijo Jesús a quien diste honor y gloria exaltando y bendiciendo su Nombre, con el que estremeces a los más duros pecadores, afirmas a los pusilánimes, con vos fortificasteis al reformado: y para aumentar su culto, lo hicisteis esculpir en una tabla con caracteres de oro, llevándolo así en triunfo por ciudades y castillos, exponiéndoos a muchas fatigas y sufrimientos; en recompensa de tus trabajos tuviste de Dios la gracia de hacer muchos milagros en vida en virtud de este Santo Nombre, y de morir en la víspera de la Ascensión, mientras en el coro se cantaban estas palabras: “Padre, he manifestado a los hombres tu Nombre y ahora vengo a ti”: ¡ah! ruega por nosotros a Jesús Sacramentado, para que por este bondadoso celo tuyo nos concedas el amor y el temor de su Santo Nombre, para que llevándolo con cariño en nuestro corazón y con reverencia en nuestra lengua tengamos luego el fruto de invocarlo en la hora de la muerte, para irnos en vuestra compañía para alabarle y bendecirle con el Padre y con el Espíritu Paráclito por todos los siglos. Amén.

 

Aquí se rezan todas las oraciones al igual que el primer día.

 

(Tomado del libro: “Compendio della Vita di San Bernardino da Siena”, compilada por el Padre Domenico de Santo Eusanio, con la Novena ordenada por el Padre Antonio de Introdacqua, ambos de la Orden de los Mínimos Observantes. Impreso en la Tipografía Gran Sasso de Italia. En Aquila, Italia, Año 1844.)


-Colaboración de Carlos Villaman

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