NOVENA A SAN
BERNARDINO DE SIENA.
APÓSTOL DEL NOMBRE
DE JESÚS.
V. Señor abre mis
labios
R. Y mi boca
pronunciará tus alabanzas.
V. Dios mío, ven
en mi ayuda.
R. Señor
apresúrate en socorrerme.
V. Gloria al
Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Como era en un
principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
PRIMER DIA.
Se le pide al santo que nos obtenga de
Dios el don de la Continencia.
Glorioso
San Bernardino y amantísimo Protector nuestro, tú que naciste de ilustres
padres, con la claridad de tu sangre diste a luz un alma buena, y comenzaste
desde la más tierna edad a mantenerla pura y limpia de todo pecado con tal
pudor y modestia que llegaste al espejo del pudor: tú que usaste tal compostura
en tus palabras, en tus gestos, en tu porte y en tu rostro que nadie en tu
presencia se atrevió a pronunciar una palabra injusta, y te lo merecías de tu
maestro para ser llamado el joven más modesto entre todos los que te conocen:
¡oh! Ruega por nosotros al Inmaculado Cordero, para que se digne, gracias a tus
virtudes, concedernos la gracia de guardar diligentemente nuestros sentidos
externos y nuestro corazón. Amén.
Tres o más Padrenuestro, Avemaría y
Gloria, según la devoción de cada uno.
RISPONSORIO.
Dilecte Deo et
gentibus
Te Bernardine
colimus
Senentium et
Aquilæ
Lux , decus et
præsidium .
Qui summa Coeli
gaudia
Virtutum habes
præmia ,
Tuum insigne
orantibus
Largire
patrocinium.
Ut vocis tuæ
oracula
Sensit ubique
Italia,
Sic tuæ benignæ
dexteræ
Persentiat miracula.
Qui summa Coeli
ecc.
Gloria Patri et
Filio et Spiritui Sancto.
Qui summa Coeli
ecc .
V. Implora nobis
gratiam , Beate Bernardine.
R. Per fontis
abudantiam pietatis divinæ.
OREMUS.
Domine Jesu, qui
Beato Bernardino Confessori tuo eximium Sancti Nominis, tui amorem tribuisti,
ejus quæsumus meritis et intercessione Spiritum nobis tuæ dilectionis benignus
infunde. Qui vivis et regnas in sæcula sæculorum. Amen.
RESPONSORIO
Amado de Dios y de
las naciones
Te adoramos Bernardino,
En Siena y Aquila
brillan tus dones
Con luz, belleza y
protección.
Tú
que en lo alto del cielo gozas
Y
recompensas a los virtuosos,
Y
das tu señal a los que oran
Con
tu patrocinio provechoso.
Como oráculos de
tu voz
Italia te oyó en
todas partes,
Y con tu mano
generosa
Muchos milagros en
su favor obraste.
Tú
que en lo alto del cielo gozas, etc…
Gloria al Padre,
al Hijo y al Espíritu Santo
Como era un
principio y ahora
Por los siglos de
los siglos a ellos sea
El honor, el poder
y la gloria. Amén
Tú
que en lo alto del cielo gozas, etc…
V. Pide gracia
para nosotros, Beato Bernardino.
R. Por la
abundancia de la fuente de la piedad divina.
OREMOS.
Señor Jesús, que
concediste al Beato Bernardino el Confesor el gran amor de tu Santo Nombre, te
rogamos por sus méritos y por tu intercesión, infúndenos el Espíritu bondadoso
de tu amor. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
Y
ahora, luego de rezar la Letanía de la Virgen María se dice la siguiente:
ORACION.
Bajo tu amparo nos
acogemos, Santa Madre de Dios, no desprecies las súplicas que te dirigimos en
nuestras necesidades, antes bien, líbranos siempre de todos los peligros, oh
Virgen gloriosa y bendita.
V. Ruega por
nosotros, Santa Madre de Dios.
R. Para que seamos
dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo. Amén.
OREMOS.
Concédenos Señor,
a nosotros tus siervos, gozar de perpetua salud de alma y cuerpo y, por la gloriosa
intercesión de la Bienaventurada siempre Virgen María, vernos libres de las
tristezas de esta vida y gozar de las alegrías eternas. Por Jesucristo Nuestro
Señor. Amén.
SEGUNDO DÍA.
Roguemos al Santo que nos obtenga el amor
de la santa pobreza.
Glorioso
Santo, tú que naciste heredero de un riquísimo patrimonio, despidiendo la
fortuna y el mundo, entraste en la Orden de San Francisco por esa altísima
pobreza que allí se profesa, para seguir a Jesucristo: tú que cambiaste los
palacios en una vil choza, las ropas espléndidas en lana basta, la vida cómoda
en dura penitencia, y tanto amabas la profesada pobreza, que la llevabas
triunfante dando vueltas por Siena, tu patria, descalzo, mendigando pan de
puerta en puerta y llevándolo a hombros al convento, y que en todo el tiempo de
tu vida nunca tuviste más que una sotana: ¡ah! ruega a ese mismo Jesús por cuyo
amor te hiciste pobre y mendigo, para que en la contemplación de tus méritos
nos conceda un verdadero desprendimiento del mundo y de todas las cosas
terrenas. Amén.
Aquí se rezan todas las oraciones al igual
que el primer día.
TERCER DÍA.
Pidamos al Santo que nos obtenga la virtud
de la humildad.
Gloriosísimo
San Bernardino, tú que presentaste al mundo en tu persona el modelo de la santa
humildad, al ingresar en la Orden Minorita, por la cual tenías tan gran estima,
que ante el reproche de tu pariente por haber elegido una vida tan humilde,
respondiste que te honrara más que a ningún otro haciéndote religioso de esa
Orden: tú que, teniendo la ciencia de los Santos, valorabas mucho lo que el
mundo ciego aborrece y desprecia, ejerciendo los oficios más viles; os
declarasteis seriamente como un inútil ante el grito de la fama que os hacía
desear de todos los Grandes de Europa, y erais tan ajeno a las dignidades y
honores, que con singular constancia rehusabais tres obispados, el de Siena, el
de Ferrara y el de Urbino, que os ofrecieron los Soberanos Pontífices,
declarándoos inepto ante tanto peso y protestando que queréis vivir y morir en
la vocación de pobre y humilde hijo de San Francisco: ¡ah! ofrece esta virtud
tuya a Jesús en el Santísimo Sacramento e implora de él para nosotros la gracia
de conocernos a nosotros mismos y nuestra nada, para que ejercitándonos en la
santa humildad aquí en la tierra, nos hagamos dignos gracias a la Pasión de
Jesucristo y a tus méritos de ser exaltado en el cielo. Amén.
Aquí se rezan todas las oraciones al igual
que el primer día.
CUARTO DÍA.
Pidamos al Santo que nos obtenga la gracia
de hacer penitencia.
Oh
Glorioso San Bernardino nuestro singular Protector, vos que desde vuestros más
tiernos años os entregasteis a una penitencia tan austera que algunos días de
la semana os alimentabais sólo de agua y unas pocas hierbas, y después de orar
la mayor parte de la noche, poco dormíais, tomando un manojo de vides con un
palo duro debajo de la cabeza como almohada; y a medida que fuiste creciendo
con los años, te afligías con cilicios, flagelos, puñados de ortigas y con
fatigas excesivas, durante las cuales también te ocupabas de llenar de alegría
el corazón a cualquiera que te viera: tú que añadías a los rigores y ayunos
prescritos por la Regla muchas otras, que nunca omitiste ni en el tiempo de los
sermones ni en los largos viajes que emprendiste por la gloria de Dios, con las
cuales y otras mortificaciones sometiste plenamente la carne a la ley del
espíritu, conservaste el lirio de pureza inmaculada hasta la muerte: ¡ay!
acompaña nuestras oraciones a Jesús Sacramentado, para que la misericordia, las
mortificaciones que practicaste, nos concedan la gracia de abrazar la cruz con
verdadera penitencia y de llevarla voluntariamente durante todo el tiempo de
nuestra vida. Amén.
Aquí se rezan todas las oraciones al igual
que el primer día.
QUINTO DÍA.
Rogamos al Santo
que nos conceda la gracia de ser pacientes.
Glorioso
San Bernardino, nuestro amable y maravilloso Protector, tú que eres fuerte en
la adversidad, benigno, bondadoso y manso en soportar las afrentas, fuiste
tenido por prodigio y modelo de singular paciencia; y siempre fiel a ti mismo,
afable, risueño y en las cosas prósperas y adversas cantabas alabanzas al
Señor: tú que burlado por un artesano que cayó en el momento del techo y
destrozó todo su cuerpo, corriste inmediatamente a curarlo con el señal de la
cruz, y perseguido por una multitud de niños inmorales que te tiraban piedras,
no sólo no mostraste ningún resentimiento, sino que exhortaste a tu compañero a
sufrirlas de buen corazón porque le ayudaban a ir al Paraíso: ¡ah! vuélvenos
tus amadas pupilas y fervientes oraciones, ofrece a Jesús Rey pacífico y manso
para que, en consideración a tus dignos méritos, nos concedas la gracia de ser
pacientes en la adversidad, mansos y benignos en los males, y sumisos a la ley
divina en vida, para que podamos merecer el Cielo en el momento de la muerte. Amén.
Aquí se rezan todas las oraciones al igual
que el primer día.
SEXTO DÍA.
Oremos al Santo para que nos obtenga la
gracia de amar a Dios.
Oh
Glorioso San Bernardino, Protector y Abogado nuestro singular, tú que prevenido
por la gracia divina supiste desde la niñez cuán digno de amor es Dios amándolo
con todas tus fuerzas; y aumentando aquella verdadera caridad con que ardía
vuestro corazón, recogisteis en poco tiempo admirables y copiosos frutos: odiasteis
el pecado en vosotros y en los demás; amaste la virtud practicándola primero y
exhortando a todos a abrazarla; deseoso de que todos amaran al Señor, viajaste
varias veces por Italia predicando en todos los lugares y encendiendo a los
pueblos de este santo amor; ni tampoco dejasteis nunca de meditar en la Pasión
del Redentor, postrándoos en el suelo en forma de cruz y derritiéndoos en
cálidas lágrimas de amor hasta quedaros agonizante y medio vivo: ¡oh! Por favor
por nosotros ante Jesús en el Santísimo Sacramento, para que tus méritos nos
concedan la gracia de amarlo y servirlo fielmente a lo largo de nuestra vida y
luego disfrutarlo eternamente en el Cielo. Amén.
Aquí se rezan todas las oraciones al igual
que el primer día.
SÉPTIMO DÍA.
Pidamos al Santo que nos dé la gracia de
amar a nuestro prójimo.
Glorioso
San Bernardino, nuestro singular Protector, tú que siendo niño te sentías
sumamente feliz dando limosnas con tus propias manos a los pobres, a algunos de
los cuales rogabas con gracia que les dieran su almuerzo o cena: te dedicabas
sin miedo de la muerte al servicio de los apestados en el hospital, a los que
al entrar en la religión dejaste gran parte de tu herencia, aplicando el resto
al matrimonio de pobres solteronas y al rescate de otros pobres: inflamado de
santa caridad no te preocupaste en tus jornadas del trabajo ni del sudor ni de
las fatigas por la salvación de las almas, sino que fluyendo infatigable de un
lugar a otro rompiste los corazones más duros con tus sermones convirtiéndolos
en penitencia: ¡ah! vuelve a nosotros tus ojos benignos y ruega por nosotros al
Divino Verbo Encarnado para que por tus méritos nos conceda la gracia de buscar
siempre con solicitud nuestra salvación y la del prójimo, a quienes, viviendo
unidos en esta vida, esperamos ser así eternamente en el futuro Cielo. Amén.
Aquí se rezan todas las oraciones al igual
que el primer día.
OCTAVO DÍA.
Pidamos al Santo que nos obtenga la gracia
de ser devotos de María.
Gloriosísimo
Santo y nuestro singular Protector, tú que naciste por intercesión de María el
día de su Natividad, te nutriste junto con la leche tan tierna devoción hacia
la Virgen, que aun siendo niño ayunabas todos los sábados, y dos veces al día
te llevabas a ver la imagen pintada en la puerta de Siena, ante la cual te
disolvías en dulces lágrimas mientras orabas; y hablando muchas veces de ella,
celebrabais sus glorias en vuestros sermones con tanto cariño, que nunca se oyó
orador que hablara de ella con tanta dulzura: vos que en la plaza de
Collemaggio (de esta ciudad) en Aquila, predicaste que María es la mujer
misteriosa vista por San Juan en el Apocalipsis coronada de estrellas, fue
visto por todo el público una estrella muy brillante parada sobre tu cabeza:
¡ah! ruega por nosotros al amado Hijo de la Virgen y obtén la gracia de ser
devoto de ella en esta vida y vivir con ella eternamente en la venidera. Amén.
Aquí se rezan todas las oraciones al igual
que el primer día.
NOVENO DÍA.
Roguemos al Santo que nos obtenga la
devoción al Santísimo Nombre de Jesús.
Glorioso
San Bernardino, Protector nuestro singular, tú que unes el amor de la Virgen
con el de su Hijo Jesús a quien diste honor y gloria exaltando y bendiciendo su
Nombre, con el que estremeces a los más duros pecadores, afirmas a los
pusilánimes, con vos fortificasteis al reformado: y para aumentar su culto, lo
hicisteis esculpir en una tabla con caracteres de oro, llevándolo así en
triunfo por ciudades y castillos, exponiéndoos a muchas fatigas y sufrimientos;
en recompensa de tus trabajos tuviste de Dios la gracia de hacer muchos
milagros en vida en virtud de este Santo Nombre, y de morir en la víspera de la
Ascensión, mientras en el coro se cantaban estas palabras: “Padre, he
manifestado a los hombres tu Nombre y ahora vengo a ti”: ¡ah! ruega por
nosotros a Jesús Sacramentado, para que por este bondadoso celo tuyo nos
concedas el amor y el temor de su Santo Nombre, para que llevándolo con cariño
en nuestro corazón y con reverencia en nuestra lengua tengamos luego el fruto
de invocarlo en la hora de la muerte, para irnos en vuestra compañía para
alabarle y bendecirle con el Padre y con el Espíritu Paráclito por todos los
siglos. Amén.
Aquí se rezan todas las oraciones al igual
que el primer día.
(Tomado del libro:
“Compendio della Vita di San Bernardino da Siena”, compilada por el Padre
Domenico de Santo Eusanio, con la Novena ordenada por el Padre Antonio de
Introdacqua, ambos de la Orden de los Mínimos Observantes. Impreso en la
Tipografía Gran Sasso de Italia. En Aquila, Italia, Año 1844.)
-Colaboración de Carlos Villaman
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