NOVENA DE VISITAS A NUESTRA SEÑORA DEL PERPETUO SOCORRO
Saludo para todos los días.
Por fin lo he podido dejar todo y aquí estoy a tus plantas, oh Madre mía del Perpetuo Socorro. Sé que me ves, que oyes mis palabras, que sientes los latidos de mi corazón.. ¡Creo! No hay pensamiento más consolador. .¡No estoy solo en el mundo!... Me siguen por todas partes los ojos de la Madre de Dios, que es también mi Madre... Sólo estás esperando que abra mis labios y te cuente mis penas y te diga mi amor.. Y cuántas gracias me das sin que yo te las pida!.. Pensar en tu grandeza y no admirarte es soberbia...: pensar en tus amores y no morir por Ti, es locura. Caer a las plantas de tu misericordia y nơ acudir a tu bondad, es insensatez. Caer a las plantas de tu Perpetuo Socorro y no sentir en el alma el consuelo de la paz y del amor es imposible.. Por eso llego a tus pies. Estoy aquí... Mírame… háblame... sálvame..
PRIMERA VISITA
Madre mía, vengo a verte.
¡Cuánto tiempo hace que no te veo! ¿Mucho?... ¿Poco?... Esta misma mañana te vi al despertar... Colgaba tu imagen ante mis ojos… y te dirigí la primera mirada de amor. Después Vine a verte aquí. Aquí está tu trono de amor..., aquí el despacho de tus misericordias... es tu casita, aquí recibes a tus hijos... a los que te aman... y a los otros también... Madre mía del Perpetuo Socorro, ¡si no puedo vivir sin Ti! Si necesito de la misericordia tuya, como las flores necesitan de los rayos del sol! Decía un profeta hablando de su amada Jerusalén: Que la lengua se me pegue al paladar si me olvido de ti, ciudad santa de Sión. Yo te digo, vida de mi vida y resumen de mis esperanzas todas... Que vuelva al silencio de la nada, si mi vidą no ha de consumirse ante tus ojos, como la luz de la lámpara que arde ante las puertas del sagrario... Déjame que te mire de nuevo..., una mil veces.. Deja que vea tus Cada día me parecen más misericordiosos. Deja que mire tu rostro... Cada día me parece más de Madre... Quiero llevarte, Madre, grabada en la pupila de los ojos míos, para que todos al verte en mí te amen... como yo... más que yo, no ¡Sólo Dios! Sólo Dios!
Plegaria de amor para todos los días
Madre mía del Perpetuo Socorro, te ofrezco esta visita como homenaje de mi amor, como perfume de mi corazón, como prueba de mi lealtad, como tributo de admiración a tu soberana grandeza y a tus misericordias que no tienen fin..
Ave Maria.
Madre del Perpetuo Socorro, responde Tú a esta Visita mía, humilde y rápida, que yo, no pero sincera y leal, como Tu quieras, con una mirada, con una caricia, con una gracia... Dame la limosnita que escoja tu corazón para mí. Ave Maria.
Madre del Perpetuo Socorro, hasta que te vea en el cielo con un abrazo eterno, con un beso que no tenga fin… en aquella región, donde ya no hay penas, sino la eterna posesión de la paz y de la felicidad. Y ahora, ¡adiós, Madre mía !... Me llaman las obligaciones de la vida... ¡Adiós! Dejaré de pensar en Ti... ¡Y Tú pensarás en mí! Desaparecerá ante mis ojos la dulce figura de tu santa imagen… y tus ojos me seguirán desde las alturas del cielo...! Madre mía, la de las grandes misericordias, la del amor sin límites.., me yoy... Aquí dejo mi corazón... Sálvame de todos los peligros... Ayúdame en todos los momentos... Sé siempre, y en todas partes lo que tienes que ser, Madre del Perpetuo Socorro. .. Dame tu bendición. Ave Maria...
¡Adiós!
VISITA SEGUNDA
Madre mía, vengo a admirarte
Aquí estoy de nuevo... Nunca estás sola... Aquí están siempre los cielos la tierra contemplándote extáticos de admiración... ¡Si hasta el hasta el mismo Dios que te crió tan bella y tan santa ha quedado pasmado de tu hermosura! Qué hermosa eres, ha dicho al verte... no hay mancha alguna en Ti! ¡Qué de extraño que todos los seres, desde los serafines más altos hasta los hombres más viles, siguiendo el ejemplo divino, te proclamen sol de todas las hermosuras y retrato perfectísimo de Dios! En este desfile de adoradores me toca... Y aquí me detengo ahora a pasar mi momento... Y te miro y mi alma queda extática de admiración y te digo, como profeta, que no sé hablar, que no hay ni palabras en el lenguaje humano, ni ideas en la humana inteligencia para decir algo de tu celestial y divina hermosura. Un ángel bajó del cielo y te saludó: Ave María, llena eres de gracia... Sí: estás llena de gracia... Los ángeles y los hombres hemos recibido una gotita de la santidad de Dios... Tú eres el mar que rebosa y cuya profundidad nadie puede medir. Tienes la gracia y con la gracia tienes todos los dones de Dios... La vida es corta para admirarte. Me consuela el pensamiento de que la eternidad la pasaré gozando de la contemplación de tu soberana hermosura.
VISITA TERCERA
Madre mía, vengo a recordar
tus beneficios.
¿Quieres que te los cuente? Por Ti recibí el agua del bautismo y los esplendores de la fe... por Ti la piedad de una familia cristiana… por Ti las enseñanzas salvadoras de una educación cristiana.. por ti el perdón de mis pecados... A esto suma las gracias de todos los la victoria en las tentaciones continuas, el recogimiento en la Misa diaria, la dicha inefable de la frecuente comunión... los anhelos de servir a la esperanza de mi salvación. Y añadiré a todo esto los peligros desconocidos de que me has preservado, las gracias que has dejado caer sobre la frente de todos los que amo, la misericordia que me has manifestado en los momentos más tristes de la vida... No podemos contar las estrellas del cielo... Tampoco puedo contar el número incontable de tus beneficios.. Un corazón es muy poco para suspenderlo como exvoto de gratitud a tus plantas... Quisiera tener a mi servicio tantos ángeles como segundos llevo ya de mi vida, a esos ángeles les diría que se estuvieran aquí dándote gracias, por los beneficios que de tus manos benditas he recibido, ya que esto es imposible, permite Madre mía del Perpetuo Socorro, que diga ahora ante la faz del cielo y de la tierra, que todas las gracias las recibí de Ti y que sólo quiero vivir para Dios y Ti. Madre mía, mi corazón no puede hacer más.
VISITA CUARTA
Madre mía, vengo a cantarte.
Solitario está tu templo... callado el órgano... mudos los cantores. Esto es en la iglesia de abajo, que allá arriba tus armonías no cesan nunca eternamente los conciertos de los bienaventurados cantarán tu grandeza y tu misericordia. Hasta este bajo mundo llegan los ecos de aquellos himnos sin fin. El estribillo nos lo dejó el Espíritu Santo en los sagrados libros: Tú eres a gloria de Jerusalén, Tú la alegría de Israel, Tú el honor de los cielos y de la tierra de hacer más También yo tengo corazón y en el corazón unas cuerdas de amor, que te cantan notas de cariño. Yo te canto como David: Cosas gloriosas han sido dichas de, Ti, oh María, ciudad bellísima de Dios. Yo te canto como Salomón en el libro Sagrado de la Sabiduría: Todas las mujeres han reunido algunos detalles de la gracia de Dios... Pero Tú sobrepasas a todas, como se yergue el gigantesco ciprés Yo te canto como te cantaba Santa Isabel cuando en las montañas de Hebrón caía en tus brazos diciéndote que eras la mujer bendita entre todas las mujeres ¡Oh María! ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! quiero cantarte siempre, en las mañanas de luz y en las noches de sombras... en las horas de placer y en los momentos de dolor... con las notas de las lágrimas y con las cuerdas de la alegría... en los pasos enérgicos de la juventud y en el andar vacilante de la ancianidad… Madre mía, quiero cantarte siempre, sobre el tomillo de los campos siempre... siempre... aquí, en la tierra... allá... en el cielo.
VISITA QUINTA
Madre mía, vengo a contarte mis penas.
Al mundo no las puedo contar, no entiende de penas, se ríe de los que sufren... no quiere visitar a los que lloran... le aterra el luto del cuerpo y el duelo del alma. Sólo a viva fuerza v por compromiso acompaña a los muertos. Y yo, Madre mía, estoy de luto... Quizás mi alma está muerta muerta por la culpa. Llevo y arrastro un cuerpo que es el ataúd de mi alma. Murió la desgraciada porque el pecado la fascinó, la sedujo, la cegó y al fin le clavó el puñal de la muerte. Madre mía, estoy de duelo... Tengo en el corazón unas tristezas que me ahogan, unas tentaciones que me envuelven en sombras trágicas; el abismo del infierno me atrae...Oigo una voz de desesperación que me condena. He mirado en derredor mío... Nadie puede entender mi dolor... Y aunque lo pudiera entender, ¿quién lo podrá correr? Todos se han cruzado de brazos y me han dicho con horrible frialdad: Allá tú... nosotros nada podemos hacer.. ¡Nada, nada!... Así son ellos... Todo, todo... eso eres Tú.... Por eso vengo a Ti... por eso clavo en Ti mis ojos que chorrean lágrimas... por eso te ofrezco este corazón que está ahíto de hieles... por eso abro mis labios a tus pies y te cuento mis tristezas. Soy un libro abierto para ti. Mira, Madre mía, mi corazón... Es un libro que no encierra más que páginas de tristeza y dolor. Lee... y después haz lo que quieras.
VISITA SEXTA
Madre mía, vengo a pedirte limosna.
He llamado a muchas puertas y expuse mi angustiosa necesidad. y alargué mi mano suplicante ... Y siempre oí la misma palabra de la impotencia humana: Dios te socorra hermano. Un día me dijeron que había un hombre, más desgraciado que yo, que estaba muriendo en el Gólgota en una cruz.... Subí con la cruz de todas mis penas hasta EI... me acerqué y le reconocí... Era el buen Jesús, el que siempre tuvo palabras de consuelo para todos los desgraciados... Era Jesús, cuyo Corazón procuró remediar todas las penas. Allí estabas Tú también, Madre mía, arrimada a aquel madero y ofreciéndote como víctima por mí.. Vi tus lágrimas... comprendí algo de tus penas inmensas.. Y me acerqué y levanté mis ojos y le dije a aquel mártir divino: Ten piedad de mí cuando Ilėgues a tu reino... porque sólo Tú me puedes socorrer. Y me miró, aún tengo retratada en la retina de mis ojos aquella mirada. Qué dulce era, qué tierna... qué misericordiosa... Y abrió sus labios cárdenos, lívidos y me dijo con voz apagada, pero más dulce que la voz de todas las madres: Ahí tienes a tu Madre... Esa Madre que Jesús me daba eras Tú... Por eso alargo confiadamente la mano y te digo: Una limosnita por amor de Jesús: La limosnita de la fe... la limosnita de la pureza... la limosnita del amor de Dios... y sobre todo la limosnita de tu santo amor... Y me voy rico con la limosnita de tu mirada que me alienta, con el tesoro de tu corazón que nunca me ha de faltar... En Ti, Madre del Perpetuo Socorro, confío. Viviré de limosna.. Un pedazo de misericordia cada día hasta que me des la gran limosna del cielo.
VISITA SÉPTIMA
Madre mía, vengo a encomendarte
los intereses de todos los míos.
Hoy, Madre mía, ni una palabra de mí... ni una súplica para mí.. Hoy vengo a hablarte de los míos... Tengo una familia muy grande y la tengo muy desparramada por el mundo... Soy hijo de la santa Iglesia y mis amores son tan vastos como tus amores. Más allá de los mares, detrás de horizontes muy lejanos hay millones de almas que no conocen a tu divino Hijo, que ha sido su Redentor. Por allá andan misioneros que llevan la cruz que es la única esperanza... Señora y Madre mía, que se extienda el reinado de Jesús a todos los climas... que los misioneros del Evangelio ganen mundos para la verdad cristiana. Y hay también muchos millones que han oído hablar de Jesús, pero que no quieren reconocer por el único y verdadero Dios... Que todos vean que El y EL es camino, verdad y vida... Y se cuentan también por millones los impíamente le odian y le persiguen. Ábreles los ojos y que reconozcan su locura y su impiedad y que sean en adelante sus amigos leales y sus hijos fervorosos. Pero también somos incontables los que conocemos a Jesús, los que le amamos, los que le adoramos... Desde el Pontífice que gobierna la iglesia santa hasta el último creyente que besa una cruz en el rincón de una choza hay una jerarquía santa y divina... Todos te aman y todos te invocan... Madre mía, oye su oración
Sobre todo, Madre mía, te pido por los míos, por los que tenemos la misma sangre y vivimos bajo el techo del mismo hogar... por los que están en el hogar doméstico y por los que han tenido que alejarse del nido familiar.. Madre, juntanos a todos bajo tu manto aquí en la tierra y más tarde en la casa del cielo.
VISITA OCTAVA
Madre mía, vengo a consolarte.
He fijado, Madre mía, mis ojos en los tuyos y he visto que en ellos llevas las huellas del dolor. ¿Por qué has llorado, Madre mía? Lloras porque contemplas la cruz en que va a morir el Hijo de tu alma y la lanza que ha de abrir su Corazón divino... Lloras porque, a pesar de la muerte de tu Jesús, los hombres le ofenden, le persiguen, le odian y se condenan... Lloras porque ves que la santa Iglesia es vilmente perseguida porque los que te aman se ven del mundo despreciados y escarnecidos. Lloras porque ves tus templos quemados, y profanados los sagrarios donde tiene Jesús su casa de amor en esta tierra.. Lloras porque oyes las blasfemias y contemplas las impurezas y presencias los sacrilegios y ves en todas partes conculcada la ley de tu divino Hijo. Lloras porque entre los hombres, tus hijos, no reina la paz y porque a pesar de tu misericordia, se empeñan en perderse y condenarse. Grande como el mar es tu dolor, amargas como la hiel las lágrimas que corren de tus ojos. Permite que mezcle mis lágrimas con las tuyas y que te diga: No, Madre mía, no estás sola en los días del dolor. Aquí me tienes a tu lado. Contigo lloro los pecados de los hombres y las tristezas de Jesús... Madre mía, dame más lágrimas, si con mis lágrimas puedo dar un poco de consuelo a tu maternal corazón...
VISITA NOVENA
Madre mía, vengo a despedirme.
Madre mía, hoy es la novena visita. No tienen número las que te he hecho en toda mi vida… ¡Si, no puedo pasar un dia sin venir a verte! Pero he querido venir nueve días seguidos a visitarte como ofrenda de mi fidelidad y de mi amor... Soy feliz y declaro aquí a tus plantas que sólo a tus pies cncuentro una paz y una alegría que me legan a lo más hondo del alma. Las diversiones del mundo excitan los sentidos, las visitas de la sociedad distraen el espíritu. Pero unos minutos a tus plantas, cuando Tú nos miras y cuando tus hermosos ojos nos sonríen, son minutos de cielo... Aquí tengo anhelos de virtud, deseos de amar a Dios, pensamientos santos, y delicias espirituales que saborea el alma... Aquí mi corazón se desprende de amores que matan y se inflama en amores que elevan y santifican... Pasaron ya los nueve días... Gracias porque me recibiste y gracias porque me miraste y mil gracias porque te dignaste escuchar la narración de mis penas y remediar mis pesares. Pasaron ya los nueve días... Me voy... Qué palabra tan triste! ¡Me voy!... Todos en la vida se van... Se fueron los seres que más amé... Cada día la muerte me arrebata un amor. Sólo Tú no te vas!... Sólo Tú estás siempre a mi lado!. Por eso, Si me voy, Tú no me dejas. Adiós, Madre y esperanza mía. ¡Adiós! Me voy pero llevo tu retrato en la pupila de mis ojos y tu amor en lo más íntimo del alma... ¡Adiós! Oh Reina del Perpetuo Socorro... Hasta mañana!.
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