PEQUEÑA DEVOCIÓN DE LAS TRES
SALVES A NUESTRAS SEÑORA DEL CONSUELO, PARA REZARLA LOS VIERNES, O SIEMPRE QUE
SE TENGA UNA AFLICCIÓN.
ORACIÓN
¡Con cuánta confianza me postro
a tus plantas, Reina y Señora! ¡Con qué satisfacción pronuncian mis labios tu
encantador nombre: ¡María! ¡con qué amor, con qué fé te llamo Madre! Madre mía,
Madre del huérfano desterrado en el valle de lágrimas que nos legó nuestro
primer Padre. Vengo, Señora, a llorar contigo, vengo á contarte mis
sufrimientos, porque sólo Tú, Sacrosanta Reina de los mártires, del dolor y del
infortunio, sólo tú podrás comprender las amarguras que á mi Corazón oprimen,
porque Tú que tanto sufriste, puedes comprender al que sufre tanto. Sufro, sí,
Señora, pero... ¿que amargura es comparable con la tuya?... ¿Qué lirio ha sido
más combatido por el desencadenado huracán? ¿ni qué palmera más gallarda ha
sido tan fuertemente azotada por el deshecho vendaval? La faz argentada de la
luna nunca ha sido nublada con tan negra tempestad; ni el más delicado rosal de
Jericó ha visto palidecer tanto sus purpurinas flores al viento abrasador del
torbellino. Ni Raquel, que al perder á sus hijos hace estremecer al desierto
con el desgarrador acento de sus gemidos y enmudecer á los vientos con los ayes
de su dolor, ni David, a quien la pérdida de su hijo Absalón le hace prorrumpir
en gemidos lastimeros: ¡Hijo mío Absalón! hijo mio! quién me điera morir por
ti! ni la heróica madre de los Macabeos que ve despedazar a sus siete hijos por
la mano del verdugo, como destruye la embravecida tempestad hermosa y delicada
corola de las tiernas flores; ni todos los mártires juntos, todas las madres
que han velado inconsolables junto al ataúd de sus hijos y van á llorar todos
los días sobre la fría losa de sus tumbas, han sufrido nunca como Tú. Señora,
vengo á derramar la rebosante copa de mi amargura en el insondable piélago de
la tuya. ¡Ilumina mi fé entibiada enmedio de las revueltas de la vida: vigoriza
mi desfallecida esperanza, para sufrir con gusto, como Tú sufriste por amor
solo de Dios; enfervorece mi caridad, casi extinguida por el ardiente fuego de
mis pasiones! ¡Alienta mi vida miserable; fortaléceme en mi quebranto; llévame
de la mano por el oscuro y tortuoso sendero de mi existencia! Manda el consuelo
á mi atribulado espíritu; alcánzame esa santa alegría que tu bendito Hijo sabe
conceder á los justos, en medio de los mayores tormentos! Enjuga con tu
maternal mano las ardientes lágrimas que brotan copiosas por las angustias de
un corazón que sufre, y corren impetuosas abrazando mis mejillas y abatiendo mi
espíritu; dame fuerza para que no desfallezca más enmedio de mi carrera, bajo
el angustioso peso de la cruz que gravita sobre mis cansados hombros! Soy reo
ante tu Santísimo Hijo, bien lo comprendo; pero me alienta saber que nadie
hasta ahora que con fé haya implorado tu socorro, ha sido por Ti desamparado.
Tiende, hermosísima Madre tu mirada hacia nosotros tus hijos: mira el llanto de
la Iglesia que, angustiada ve levantarse contra ella á sus hijos descarriados.
Ilumina á los esposos cristianos, que han abandonado sus religiosos deberes y
hasta olvidado tu encantador nombre María! que sus padres les enseñaron á
balbutir cuando apenas daban los primeros pasos. Alcánzales a las esposas
cristianas el don de prudencia y comunícales tu espíritu de sufrimiento y de
resignación santa. Vela sobre las doncellas cristianas para que no caigan en el
dificilísimo paso de la vida al elegir el estado en que han de servir á Dios,
Muestrate decidida protectora de los señores Obispos, Sacerdotes y Religiosos,
sosteniendo, aumentando y vigorizando su fe. Particípales algo de tu fortaleza
á las vírgenes que, á manera de mártires, se sacrifican en aras del retiro,
como holocausto al Dios tres veces Santo. En fin, queridísima Madre mía, conoces
mi corazón, puesto que á tí lo he consagrado; penetra hasta lo más recóndito de
él; mira allá en el fondo la afflicción, la necesidad que ahora le oprime:
remédiala, te lo suplico, y si no fuere esta la voluntad de Jesucristo, dame
almenos la paz, y así me levantaré de tus plantas consolado. Amén.
OFRECIMIENTO DE LAS TRES SALVES.
PRIMERA SALVE.
Mensajeros celestiales,
querubines, ángeles y serafines, recibid la pequeña ofrenda de esta Salve con
que obsequiamos á vuestra Reina y Señora, nuestra amorosa Madre. Presentádsela
como testimonio de nuestro amor, y pedidle que con nuestro Ángel de guarda nos
envíe las gracias que alcance de Dios para nuestra tranquilidad y la paz de
nuestro hogar.
Dios te Salve...
SEGUNDA SALVE.
Coros angélicos del celestial
Empíreo, acompañad con vuestros melodiosos cantos está Salve, á fin de que
armoniosa llegue hasta el trono de María. Sed mensajeros también de las gracias
que de Dios obtengamos para nuestra fortaleza en las terribles luchas de la
vida.
Dios te Salve...
TERCERA SALVE
Apóstoles, mártires, confesores,
vírgenes, todos los santos, acompañad esta Salve, que por conducto del
Castísimo Patriarca San José, enviamos à su cara Esposa la Purísima y sin par
María, Rogámoste, Señora, unidos con todos los ángeles y santos, que al volar á
la eternidad, nos tomes de la mano para no caer en el profundo y eterno abismo.
Dios te Salve, etc.
ORACIÓN PARA TERMINAR.
¡Cuán hermosa eres, criatura la más
perfecta que hasta ahora haya salido de las manos del Omnipotente! ¡Cuán
hermosa eres Hija predilecta del Eterno Padre, Madre tiernísima del Hijo y
Esposa muy amada del Espíritu Santo! ¡Cuán hermosa eres, purísima doncella,
preservada de toda mancha desde la eternidad, desde antes que brotara la
primera flor sobre la tierra, antes que los astros brillaran sobre la
espléndida bóveda del cielo, antes que el perfume de las flores embalsamara las
brisas de la mañana y la aurora disipara las sombras de la noche, antes que el
lirio fuera engalanado con su blanco ropaje y las aves fueran ataviadas con
brillantes bellas plumas! Hermosísima Raquel, valerosa Judit, agraciada Ester, prudente
Abigail, purísima María, hermosa, santa, inmaculada, piélago de virtudes, mar
de gracias, fuente de beneficios, ¿qué elogios te podré decir que no sean menos
de lo que Tú mereces? Todo cuanto pueda decirse te diré con decirte María,
melodioso nombre que endulza mis labios al pronunciarlo, que destierra mis
temores y alienta mis esperanzas. Jamás dejaré de pronunciarlo, para recordar
siempre que yo soy un abismo de maldades, mientras tú eres un abismo de
misericordias, y conducto inagotable de gracias y piedades. Amén.
JACULATORIA.
L/: Reina augusta del dolor,
Haz que el nombre de tu Hijo
R/: Con el tuyo siempre fijo,
Lo lleve en el corazón.
INDULGENCIAS.
El Exomo, y Revmo. Sr. D.
Nicolás Averardi, Arzobispo de Tarso y Visitador Apostólico de México, concedió
cien días de Indulgencia á las personas que recen esta pequeña devoción, 80
días el Ilmo. Sr. Arzobispo de México. 40 días el Ilmo. Sr. Obispo de Léon. 40
días el Ilmo. Sr. Obispo de Tulancingo. 40 días el Ilmo, Sr, Obispo de
Aguascalientes. Cada uno para su respectiva Diócesis.
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