TRIDUO A NUESTRA SEÑORA DEL
CONSUELO
-Por la señal, etc.
Acto de Contrición: Señor mío
Jesucristo, etc.
SALUTACIÓN
¿Cómo Señora, empezaré a
hablarte? ¿Seguiré,
por ventura, el ejemplo del Arcángel diciéndote reverente: AVE, Dios te salve, gózate, alégrate?
¿o te hablaré como pobre, como reo, como necesitado de tu patrocinio, como
deseoso de servirte y seguir los pasos de tu Hijo, y como favorecido tuyo, que
no olvidas, en medio del mar de tus grandezas, á los pequeñuelos, que vivimos.
en este mar de desdichas y miserias? No, no quiero hacer injuria á tu piedad,
revistiéndome de un temor servil; que no cuadra tal estilo a tu estupenda
dignación inmensa. Quiero hablar contigo con afecto y reverencia de hijo,
porque te pagas mucho de tal confianza. Por eso busco tu sombra, dulce Madre
mía, luz mía, consuelo mío, refugio mío, para tratar contigo de la salud de mi
alma y restauración de mi perdido espíritu. Aquí me tienes á tus venerables y
augustas plantas, deshecho en tristes suspiros, aradas mis mejillas con las
lágrimas que corren hasta la tierra y oscurecidas las niñas de mis ojos con los
nublados de mí misma congoja y turbación. Dame licencia, Señora, y alcánzame de
tu precioso Hijo pureza de corazón, para que más dignamente hable contigo.
DÍA PRIMERO
SÚPLICA
Madre mía, yo recuerdo que un
amante siervo tuyo ha dicho, que nadie que hasta ahora haya ocurrido á Tí con
fé, ha salido desairado. Yo me acuerdo de algunos de tus hijos, como Bernardo,
Domingo, Ildefonso, Gerardo, Gertrudis, Matilde, Estanislao, que de solo oírte
nombrar se derretían en suavísimas lágrimas. Yo me acuerdo que muchos de ellos
con el eco de tu nombre se les partía el corazón, en gozosísimos sentimientos.
¡Oh Jesús! Hijo de Dios vivo, Hijo de María, romped la roca de este pecho,
deshaced el hielo de este corazón, desterrad las tinieblas de esta alma, para
que acierte á portarme como hijo de tal Madre, y como hermano de tal Hijo. ¡Oh
Madre admirable! ¡Oh Madre de Gracia! ¡oh Tálamo de Dios! ¡Oh Esposa! ¡Oh hija!
¡Oh Templo del Divino Amor! ¡oh atrio del Cielo! ¡Oh Estrella de la mañana! ¡oh
Aurora! ¡oh Lirio hermoso de los Valles! Acógeme debajo de tu manto: hazme
partícipe de tus admirables dulzuras: llévame de la mano y reconcíliame con tu
Santísimo Hijo, para conseguir la gracia y salud que deseo.
-Dios te salve... Gloria.
Consuelo de afligidos, Ruega por
nosotros.
Feliz quien en Ti confía
En sus penas y dolores;
Madre eres de pecadores,
¡Consuélame, Madre mía.
Dios te salve... Gloria.
Consuelo de afligidos, Ruega por
nosotros.
Eres luz y eres guía.
Fuente de toda esperanza;
Feliz quien tu amparo alcanza
¡Consuélame, Madre mía!
Dios te salve... Gloria.
Consuelo de afligidos, Ruega por
nosotros.
Mi amor, mi santa alegría,
Mi paz, mi dulce reposo,
Mi solo y único gozo,
¡Consuélame, Madre mía!
Dios te salve... Gloria.
Consuelo de afligidos, Ruega por
nosotros.
-Se hace mentalmente la petición
y en seguida
se reza la «Oración final para
todos los días»
DÍA SEGUNDO
SÚPLICA
Resplandezca tu gran
misericordia, ¡oh fuente de perenne suavidad! en sacar de tantos riesgos y
peligros á este pequeño hijo tuyo. Gloria tuya es, y honra de tu inestimable
caridad el no permitir mi perdición, ¡Crecerá tu gloria, ¡oh María! porque sea
más extremada mi ruina o será de menor lustre á tu honor, que resplandezca en
tu corona este nuevo tachón brillante á influjos de tu gran misericordia? O por
ventura se acreditará más tu piadoso y dulce nombre, desamparando à este pobre,
y dejándolo abatido y humillado entre los negros horrores de su ignominia y
eterna confusión ¡Oh Señora mía! ¡Oh Madre mía! ¡Oh Reina mía! ¡oh luz de mis
tinieblas! ¡Oh centro de mis esperanzas! ¡oh Polo y Estrella faustísima en mis
peligros y Ta bla segurísima en mis naufragios! no me desampares, no me
desprecies, no te cansen mis importunos ruegos, No sea yo el más desdichado e
infeliz, que desmerezca tu intercesión poderosa; espero de tu bondad mi
remedio.
-Dios te salve, Gloria y lo
demás como el primer día.
DÍA TERCERO
SÚPLICA
¡Oh Tú la más hermosa de las
mujeres! ¡oh Tú la más bizarra de las hijas de Adán! ¡oh Tú la más ataviada de
todas las criaturas! ¡Lirio cándido en el valle de la Divina Trinidad! ¡Luna
gloriosa sin menguantes, triunfadora de las nocturnas sombras! ¿Qué día hay
para mí si no veo nacer sobre mi cabeza los dorados rayos de tu sol? Todo es
noche para mí; y no veo delante de mis ojos, ni reinar en mi triste fantasía
sino sombras y confusiones. ¡Oh suerte mía infeliz! ¿Qué delito cometí? ¿Cómo
sufre mi desconsuelo tu amoroso pecho? ¿Cómo sufre mi soledad tu amante
corazón? ¿Por qué no alumbras mis tinieblas? Y si hieren tu corazón tus hijos
con sus amorosas flechas ¿dónde las mías? ¿Dónde los tiernos suspiros que
llegan a tu trono envueltos en seráficos ardores? Oh Madre mía, dulcísima,
amabilisima, precordialisima, toda hermosa, toda bella, toda agraciada, amparo
mío; Consuelo mío, Refugio mío, Puerto mío, oh, quién nunca se olvidará de ti
¡Oh quién siempre se acordara de Tí hechos sus ojos dos fuentes de dulcísimas
lágrimas! Señora, auxiliadora nuestra, refugio en nuestros peligros, no arrojes
de Tí la rendida súplica de este tu siervo e hijo que clama á Tí con voz grande
y clamor vehemente en el tiempo de la tribulación.
-Todo lo demás como el primer
día.
ORACIÓN FINAL
¡Oh gran Señora, tú eres el arco
iris a cuya vista se serenan los cielos y los nublados de las eternas iras se
convierten en blancas y lucidas nubes de apacibles misericordias! Tú eres el
Iris á cuyo brillante aspecto mirando el Altísimo con, atenciones notabilísimas,
hace se conmuten sus justos rigores, merecidos de la humana ingratitud, en
lluvias de piedades para que puedan respirar los pecadores. ¡Oh gran mujer! ¡Oh
Cielo animado! Que bien dijo el que afirmó que, aunque no hubiera otro Cielo,
que el de tu belleza, ni otro premio de las virtudes, que el mirar tu rostro,
se debieran sufrir con gozo por adquirirlo y conseguir este bien, cuántas
penalidades y espinas en sí abraza este destierro. ¡Oh Cielo hermosísimo, en
quien Dios tiene sus mejores delicias! Miro una santidad tan eminente en Ti,
tan abundante tan grande, que merece tener en sí el retrato del mismo Dios ¡Oh
Virgen suavísima, dulcísima, amorosísima, quisiera mi alma rendirse toda entera
a tu hermoso y melifluo amor! Quisiera, como mariposa, sacrificarse a tus
ardientes y dulces llamas. Abre, Madre de piedad la puerta de tu benignísimo
corazón a los suspiros míos, a mi profundo llanto, á mis clamores continuos.
¡Oh María, María, María, consuelo mío, esperanza mía, bienaventuranza mía y mil
veces Madre mía! Tú que haces elocuentes las lenguas de los niños, instruye mi
lengua é infunde en mis labios la gracia de tu bendición para que mientras vivo
en este destierro non cese mi alma de elogiarte con aquella perfección con que
se hace en la patria Celestial. Alábente los Cielos, la tierra, los abismos y todas
las criaturas, alábete yo sin fin y ofrezca á tu altar continuamente el
sacrificio de alabanza; y puesto que eres auxiliadora nuestra, consuelo en
nuestras penas y refugio en nuestros peligros, no arrojes de Ti la rendida
súplica de este tu siervo é hijo que clama á Ti con clamor vehemente en el
tiempo de la tribulación, Así sea.
ORACIÓN
Jesucristo, Señor Nuestro, Padre
de las misericordias y Dios de todo consuelo; concede propicio que así como llenos
de alegría celebramos en la tierra á tu Santísima Madre la Virgen María, bajo
el título del Consuelo, merezcamos gozar perpetuamente de Su compañía en el
cielo: en donde vives y reinas, Dios, por todos los siglos. Amén
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