LOS SIETE MANANTIALES DE
CONSUELO
Por la señal de la Santa Cruz...
ACTO DE CONTRICIÓN
Por muy dichosa me tengo,
Virgen, madre, esposa, reina,
Que en Ti mi esperanza goce
Felicidades eternas.
Ruega á Dios que me perdone,
Pues nos muestra su grandeza,
Que haberte hecho Madre suya
La causa ha sido mi ofensa.
Y pues tan dichosa he sido,
Por Tí goce vida eterna
Una alma tan pecadora
Que te adora y te venera.
Que aunque frágil pecador,
Te pido que no te ofendas
De que tenga atrevimiento
De ponerme en tu presencia.
Tu bondad, Señora mía,
Es la causa que me atreva:
Que no me atreviera yo
Si Tú no fueras tan buena.
Dame licencia, Señora,
Para que con tu licencia
Te pida misericordia,
Pues eres la Madre de ella.
No permitas que mis culpas
Sean causa de que yo Vuelva
Tan pobre como llegue
A tu sagrada presencia.
¿Quién de los que te conocen
Vendrà á pedir tu clemencia,
Que desconsolado bulla,
Aunque mil pecados tenga?
No mires que por mi culpa
Perdí la primera herencia
Que costó sangre á tu Hijo
De sus soberanas venas.
Ni el poco dolor que traigo,
Puesto que mi alma desea
Tener nn pesar que legue
A contrición verdadera.
Sólo mira que por mí
Vino del cielo á la tierras
A redimir mi pecado
Tomando en Ti carne nuestra.
¡Quién nunca hubiera pecado!
¡Ay, mi Dios! y quién tuviera
Tal dolor que de él muriese
¡Por las pasadas ofensas!
Y si á pecar me incitare
La miserable flaqueza,
Dame tu auxilio eficaz
Porque luego me arrepienta.
Pues gustas te llame Madre
Por librarme de la pena,
Estoy en la obligación
De que por Madre te tenga.
Y las Madres, con sus hijos
En ocasión es que tengar,
Hacen empeño en librarlos,
con el fin de que no se pierdan.
¡Oh dulce Madre amorosa!
¡Oh preciosísima perla!
¡Oh manantial de virtudes!
¡Oh belleza de bellezas!
Espero el remedio en ti
Que no es posible que quieras
Con tu corazón piadoso,
Que para siempre me pierda.
¿A quién pediré el socorro,
Virgen, si Tu me desechas?
Y si no quieres oírme,
A quien iré con mis quejas.
Del todo desamparado
Quedaré, si Tú me dejas,
Sin consuelo, sin remedio,
Del cielo ni de la tierra.
Y pues siempre los amparas
A los que á Tí se encomiendan,
A Tí me encomiendo y pido
Perdón, amparo y defensa.
Ruega por mí, Madre mía,
Para que en la vida eterna
Las intercesiones tuyas
Eternamente agradezca.
Gloria al padre, etc.
Donde á gloria de tu Hijo,
Por siempre vives y reinas,
Cuyos infinitos bienes
Yo me alegro de que poseas.
Amén.
Meditemos con atención los siete
dolores de la Virgen Santísima, que son como siete fecundísimos manantiales de
aguas Purísimas de gracia con que podemos saciar la sed de nuestro espíritu,
ávido de refrigerio en su travesía por el ardoroso desierto de la vida.
I.
Meditemos el gran dolor que
sufriría la
Santísima Virgen al escuchar la profecía de Simeón.
-Padre nuestro, Ave María, etc.
¡Consuelo de los afligidos!
Ruega por nosotros (siete
veces).
Gloria al Padre, etc.
¡Madre del Consuelo! en nuestras
penas dadnos á beber la purísima agua del manantial que hizo brotar de Tí el
Santo Profeta Simeón cuando, con la espada de la Profecía que anunciaba la
Pasión y muerte de tu Santísimo Hijo, hirió hondamente tu Corazón.
II.
Meditemos el Profundo dolor que
sufrió la Santísima Virgen con la pérdida del Niño Jesús
Padre nuestro, Ave María.
¡Consuelo de los afligidos!
Ruega por nosotros (siete
veces).
Gloria al Padre, etc.
¡Madre del Consuelo! derrama
sobre mí
una poca de esa agua purísima del manantial que hizo brotar de tu Corazón el duro
golpe que recibió con la pérdida de tu Santísimo hijo por tres días; para que
se regenere mi corazón, incéndialo con el devorador fuego de mis pasiones.
III.
Meditemos el profundo dolor que
sufrió la Santísima Virgen con la prisión de Jesús.
Padre nuestro, Ave María, etc.
¡Consuelo de los afligidos!
Ruega por nosotros (siete
veces).
Gloria al Padre, etc.
¡Madre del Consuelo! el grande
amor a
tu inocente Hijo prisionero hizo brotar de tu corazón un manantial de aguas de
consuelo, que en cristalinos arroyuelos atravesaban los muros de la prisión
hasta llegar a Él; yo también estoy aprisionado por mis culpas. ¡Dame por
Caridad a beber del agua de ese manantial purísimo, que desfallezco abrasado!
IV.
Meditemos el dolor que sufriría
la Santísima Virgen al ver a su amadísimo Hijo con la pesada cruz sobre sus
hombros.
Padre nuestro, Ave María.
¡Consuelo de los afligidos!
Ruega por nosotros (siete
veces).
Gloria al Padre, etc.
¡Madre del Consuelo! ¡cuánto no
sufrirías al ver al inocente amado de tu alma, cargado con el afrentoso
suplicio que iba á servirle de ara santa! ¿Cuáles son mis sufrimientos al lado
de éste que desgarra nuevamente tu Corazón, para hacer manar nuevos torrentes
de gracias? ¡Señora, cuando sufra yo rudos golpes en la vida, dame á saborear
el agua de ese manantial, que me tornará fuerte como á ti!
V.
Meditemos el dolor que sufriría
la Santísima Virgen al ver a Jesucristo clavado en la cruz.
Padre nuestro, Ave María.
¡Consuelo de los afligidos!
Ruega por nosotros (siete
veces).
Gloria al Padre, etc.
¡Madre del Consuelo! al pié de
la Cruz recibiste de la infinita Misericordia tal número de gracias que
hicieron brotar otro manantial abundante de tu Corazón: manantial que corre
siempre puro y fresco al pié del Árbol de la redención. Haz, Señora, que mi
alma se lave en esas santas aguas, para que purificado, pueda aprovecharme del
fruto de la sagrada Pasión.
VI.
Meditemos el dolor que sufriría
la Santísima Virgen al ver atravesar con la lanza el costado de Jesucristo.
Padre nuestro, Ave María.
¡Consuelo de los afligidos!
Ruega por nosotros (siete
veces).
Gloria al Padre, etc.
¡Madre del consuelo! la lanza
que hizo brotar del costado de Jesús la catarata de inmensos beneficios hirió
también tu corazón purísimo ¡herida que mana con abundancia, ternura y amor!
Hiere, Señora, mi corazón, para que pueda penetrar en él algo de la abundancia
de ternura y amor del tuyo.
VII.
Meditemos el dolor que sufriría
la Santísima Virgen al sepultar a su Santísimo Hijo y quedarse en la mayor
soledad.
Padre nuestro, Ave María.
¡Consuelo de afligidos!
Ruega por nosotros (siete
veces).
Gloria al Padre, etc.
¡Madre del Consuelo! faltaba que
brotara un manantial para que, reunido con los otros, viniese á formar una
anchurosa fuente de Consuelo. En tu soledad se reunieron todos los sufrimientos
de tu vida santa, por esto allí se mezclaron todos los manantiales de tu
corazón. ¡Oh fuente de gracia, muestra siempre tus
Vivificadoras aguas a este
miserable enfermo que, sediento, ¡camina ansioso en pos del albergue preparado
en los límites de este destierro!
Saludemos a la Santísima Señora
como Hija de Dios Padre, diciéndole:
-Dios te salve Reina y Madre,
etc.
Saludaremos a la Santísima
Señora como Madre de Dios Hijo, diciéndole:
-Dio te salve, etc.
Saludaremos a la Santísima
Señora como Esposa de Dios Espíritu Santa
-Dios te salve, etc.
Señor, ten piedad de nosotros.
Jesucristo, ten piedad de
nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.
Jesucristo, óyenos.
Jesucristo, escúchanos.
Padre celestial, que eres Dios,
ten piedad de nosotros.
Hijo Redentor del mundo, que
eres Dios, ten piedad de nosotros.
Espíritu Santo, que eres Dios,
ten piedad de nosotros.
Santísima Trinidad, que eres
Dios, ten piedad de nosotros.
Santa María,
Santa Madre de Dios,
Santa Virgen de las vírgenes,
Madre de Jesucristo,
Madre de la divina gracia,
Madre purísima,
Madre castísima,
Madre Virgen,
Madre inmaculada,
Madre amable,
Madre admirable,
Madre del buen Consejo,
Madre del Creador,
Madre del Salvador,
Virgen prudentísima,
Virgen venerable,
Virgen laudable,
Virgen poderosa,
Virgen misericordiosa,
Virgen fiel,
Espejo de justicia,
Trono de la eterna sabiduría,
Causa de nuestra alegría,
Vaso espiritual de elección,
Vaso precioso de la gracia,
Vaso de verdadera devoción,
Rosa mística,
Torre de David,
Torre de marfil,
Casa de oro,
Arca de la alianza,
Puerta del cielo,
Estrella de la mañana,
Salud de los enfermos,
Refugio de los pecadores,
Consoladora de los afligidos,
Auxilio de los cristianos,
Reina de los ángeles,
Reina de los patriarcas,
Reina de los profetas,
Reina de los apóstoles,
Reina de los mártires,
Reina de los confesores,
Reina de las vírgenes,
Reina de todos los santos,
Reina concebida sin la culpa
original,
Reina del santísimo Rosario,
Reina de la paz.
Cordero de Dios que quitas los
pecados
del mundo. Perdónanos, Señor.
Cordero de Dios que quitas los
pecadas
del mundo. Escúchanos, Señor.
Cordero de Dios que quitas los
pecados del mundo. Ten piedad de nosotros.
DEPRECACIÓN
¡Madre mía queridísima! ansío
como el cansado caminante, como el calenturiento enfermo tomar de Tí, fuente
pura, las refrigeradoras aguas de tus gracias. Mírame, abatido por el
sufrimiento, no puedo dar un paso; cansadas están ya mis débiles fuerzas,
Es muy amargo pan de este destierro; pan que diariamente como, mojado por mis
lágrimas. Las fuentes de mis ojos están casi secas de tanto llorar; porque en
mis días, siempre nublados, las contrariedades me siguen por doquiera. No hay
lugar donde vuelva mis ojos que no tropiece con humillaciones, desprecios y
desengaños. No encuentro ya en mi vida miserable ni la más pequeña ilusión, ni
el más pequeño atractivo. Si eres fuente de consuelo, en pos de Ti vengo para
alcanzarlo; si Madre eres del desterrado, contigo vengo á llorar mi destierro;
si eres refugio del perseguido, huyendo del mundo vengo para que en tu regazo
me escondas: si eres salud de los enfermos ¿quién más enfermo que yo de alma y
cuerpo? A Tí vengo. Señora, pues sé que no se extravía quien te sigue; ni
desespera quien te ruega; ni yerra quien en Tí piensa... Más... ya respiro: hoy mismo
comenzaré a sentir la paz de espíritu que había pedido: me levantaré, estoy
seguro de tu presencia, consolado, y al partir, no me seguirá ya el amargo
dolor del que me quejo. De hoy en adelante, sí, será Un muro inexpugnable,
porque cuando se levanten contra mí los tempestuosos Vientos de las pasiones;
cuando caiga en
el escollo de las tribulationes, á Ti volveré mis ojos, á Ti invocaré, María. Y si fuere arrebatado por las
negras ondas de la soberbia, de la ambición, de la difamación o de la envidia;
veré mis ojos, te invocaré, María. Si desgraciadamente cayere en las redes de
la avaricia ó en las feas pasiones de la carne, te llamaré en mi ayuda, María.
Y si llegare, en fin, á estar turbado con la idea del crimen, confundido con el
hedor de mi corrompida conciencia, aterrorizado con el horror del juicio, y en
medio de la tristeza, de la desesperación, próximo tal vez á ser absorbido por
los insaciables antros del infierno, en Tí pensaré, María, á Tí, fortaleza del
débil, invocaré en mi auxilio. Mujer pura como la luna, hermosa como el sol,
terrible como formidable ejército
puesto en orden de batalla; compadécete de mí, no me olvides, que yo te juro
jamás borrar ni de mi corazón tu efigie, ni de mi mente tu memoria.
ORACIÓN
Dios, en cuya pasión la espada
del dolor, según la profecía de Simeón, traspasó la dulcísima alma de la
gloriosa Virgen María, tu Madre; concédenos por tu bondad, que los que con
veneración celebramos la memoria de tu pasión, y crucifixión consigamos los
frutos dichosos de tu pasión por los gloriosos méritos é intercesión de todos
los que fielmente asistieron al pié de la cruz. Hazlo Tú que vives y reinas con
el Padre en unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Así sea.
Reina Augusta del dolor,
Haz que el nombre de tu Hijo,
Con el tuyo, siempre fijo
Lo lleve en el corazón.
-Colaboración de Iván Arellano
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