NOVENA EN HONOR DE LAS LLAGAS DE N. S. P. SAN FRANCISCO DE ASÍS
ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS
Glorioso Padre mío San Francisco, Astro Luminoso de la Iglesia dado al Mundo como dechado y ejemplar de la más fiel imitación a Jesús Crucificado. A vuestras plantas me llego con confianza de hijo, más lleno de rubor por mis ingratitudes y rebeldías a la Gracia, suplicándoos inflaméis mi alma tibia en el horno de vuestro amor y me infundáis vivos deseos de conformar mi vida con la vuestra, a fin de ser como vos, una imagen acabada de Jesucristo, por la perfecta copia de sus virtudes. Ruegoos muy especialmente, Seráfico Padre, que me alcancéis de la Divina Largueza la gracia que solicito en esta novena si es conforme con el beneplácito Divino y ha de redundar en provecho espiritual de mi alma. Así sea.
DÍA PRIMERO
De la conversión de San Francisco
Fue admirable la transformación que la gracia obro en el alma de San Francisco: de joven bullangero y mundano se mudó en caballero de Cristo hasta el punto de absorber todas sus aspiraciones aquel su lema seráfico: “Oh mi Dios y mi todo”.
Si eres hijo de San Francisco no pienses que por eso ya no has menester una conversión y retorno a Dios. Sábete que Jesucristo te convida dulcemente como a San Francisco a una mayor perfección y a todas horas está llamándote por medio de esos deseos, quizá vagos e indefinidos, que experimentas de algo superior que oriente totalmente tu vida hacia Dios.-
Di cada día como tu Seráfico Padre: “Ahora empiezo”; quiero guardar fielmente los mandamientos de Dios y de la Iglesia, los deberes de mi estado, la Regla de la Orden Franciscana Seglar e imitar a San Francisco.
PRÁCTICA: Repetir varias veces durante el día con intención de darte todo entero a Dios: “Oh mi Dios y mi todo”
INVOCACIONES PARA TODOS LOS DÍAS
Padre mío San Francisco, ferviente enamorado de Jesús Crucificado: Alcanzadme un deseo vehemente de llevar la Cruz con Jesús, aceptando gustoso los trabajos y aflicciones de la vida y cumpliendo con toda fidelidad la Regla de la Orden Franciscana Seglar.
Padrenuestro.
Padre mío San Francisco, que pasasteis por este mundo como peregrino, con el único tesoro de vuestra humildad y pobreza: Alcanzadme la humildad y pobreza de espíritu para que penetrado de la vanidad de los bienes terrenos desee con firme esperanza los celestiales.
Padrenuestro.
Padre mío San Francisco, amador entrañable de Dios y de los hombres, encended en mi corazón el fuego de un amor generoso a mi Dios y a mis prójimos que me haga pronto a cualquier sacrificio por la gloria de Dios y por el bien espiritual y material de mis hermanos.
Padrenuestro.
V. Rogad por nosotros, Padre Nuestro San Francisco
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.
ORACIÓN
Señor Jesucristo, que, para sacar al mundo de la tibieza en que había caído e inflamar nuestros corazones con el fuego de vuestro amor, habéis impreso en el cuerpo del bienaventurado Francisco las Sagradas llagas de vuestra Pasión, dignaos, en vista de sus méritos y de su intercesión, concedernos la gracia de llevar constantemente la cruz y hacer dignos frutos de penitencia. Vos que vivís y reináis en los siglos de los siglos. Amén.
DÍA SEGUNDO
La Oración de San Francisco
El Seráfico Padre San Francisco de Asís paso su existencia totalmente embebido en Dios por el ejercicio de la oración. Su espíritu se engolfaba en el mar insoldable de la divinidad y en la grandeza del amor de Jesús crucificado. Gustaba de retirarse a la soledad de los bosques o a las alturas del monte Alvernia, donde se empleaba meses enteros en la contemplación de los misterios divinos. Allí recibía los regalos del amado y los dones y carismas que asombraron al mundo.
Se tu fiel imitador de San Francisco haciendo siquiera un cuarto de hora de oración todos los días, pensando en los beneficios divinos, en la pasión de Cristo y en tus constantes ingratitudes; y puedes estar firmemente persuadido de que este ejercicio arrojara sobre tu alma una maravillosa luz para comprender las realidades incomparables de la vida espiritual.
PRÁCTICA: Recogerte durante unos minutos para pensar en los beneficios divinos y en tus propias ingratitudes en compañía de San Francisco en el monte Alvernia y rezar con devoción el Oficio de los 12 Padrenuestros y la Santa Corona Franciscana.
DÍA TERCERO
La mortificación de San Francisco.
Tan admirado fue el espíritu de mortificación de San Francisco que practico en altísimo grado la mortificación exterior teniendo a raya los sentidos y macerando su cuerpo hasta el punto de pedirle perdón en la hora de la muerte. Ayunaba gran parte del año y fueron muchas las cuaresmas que paso a pan y agua, a pesar de sus continuas enfermedades. Vestía una sola prenda y andaba descalzo, aun en lo más crudo del invierno. Tenía, en suma, a su cuerpo por su peor enemigo.
Créeme, hermano mío, que para avanzar en la senda de la virtud te es de todo punto necesaria la mortificación, quitando de tu pensamiento, de tu voluntad y de tus sentidos, todo lo que encierre pecado o peligro de pecado, contrariando tus gustos e inclinaciones en lo licito y practicando la penitencia corporal. La Orden Franciscana Seglar es “Orden de Penitencia”. Esa penitencia se te hará suave y deleitosa si miras a tu dulcísimo Jesús sufriendo por tu amor hambre y sed, fatigas y tristezas, azotes y burlas, y, finalmente, la acerbísima muerte en cruz.
PRÁCTICA: Privarme de una satisfacción, por ejemplo: Un espectáculo, un manjar, para imitar la mortificación de San Francisco.
DÍA CUARTO
San Francisco enamorado de la pobreza.
La pobreza es la virtud característica de San Francisco, apellidado universalmente “el pobrecillo”. Decía que la pobreza era su Dama, con la cual se había desposado. Gustaba de vivir en chozas de mimbre y barro, no quiso que su Orden tuviese propiedad de ningún género, ni podía sufrir el ver a u pordiosero más pobre que él.
Este su amor apasionado a la pobreza le nació de ver a Jesús desnudo en el pesebre y en la cruz. No digas que esta virtud no es para ti. No se te prohíbe poseer riquezas o procurarlas por medios lícitos, pero tu título de hijo del pobrecillo Francisco exige de ti un abnegado desprendimiento de los bienes de la tierra, y el uso moderado de los mismos de modo que no absorban tu atención impidiéndote las obras del espíritu, des con generosidad lo que te sobra, y guardes en lo que permite tu estado la sencillez franciscana, huyendo del lujo y de la curiosidad.
PRÁCTICA: Dar limosna a una persona necesitada, como lo harías al mismo Jesucristo y si no puedes por tu pobreza, hacer un acto de conformidad con la voluntad del Señor, alegrándote, como San Francisco, de imitar a Jesucristo pobre.
DÍA QUINTO
Apostolado Social de San Francisco.
San Francisco ha sido uno de los más insignes bienhechores de la humanidad. Sentía profundamente la opresión de los humildes y pobres que representaban a Cristo pobre y humilde, y los defendió en todo tiempo contra las violencias de los señores feudales, con el prestigio de su palabra y la acción benéfica de sus hijos. Para dar más eficacia a su apostolado social, fundo la Orden Franciscana Seglar, como instrumento de elevación moral, de paz y bienestar social.
Si eres Franciscano Seglar, recuerda que tus hermanos se han esforzado a lo largo de la historia por vindicar los derechos de la clase trabajadora, y han combatido los abusos de los usureros y explotadores del pueblo. La Iglesia clama hoy contra la enorme injusticia social reinante. Asóciate a ella y favorece con todos los medios a tu alcance la elevación del nivel de las clases humildes, necesario a todo trance por ser deuda de justicia y de caridad cristiana y punto de arranque para la recristianización de la sociedad.
PRÁCTICA: Examínate si en las relaciones con tus subordinados das cabida a alguna injusticia o falta de caridad y si eres obrero o criado, si cumples debidamente con el trabajo al que libremente te obligaste y no tienes envidia a los ricos ni les quieres mal.
DÍA SEXTO
San Francisco, modelo de amor al prójimo.
Ardía en el alma de San Francisco un inmenso amor a los hombres, como proyección natural de su amor a Jesucristo. De ahí su celo ardiente que le llevaba por los pueblos y ciudades, arrebatando las masas con sus palabras encendidas en caridad y con la elocuencia muda y avasalladora de su vida seráfica.
Orando en la cumbre del monte Alvernia, solía reiterar esta suplica: Señor mío Jesucristo, te ruego que me concedas antes de morir el que sienta yo en mi corazón en cuando sea posible aquel excesivo amor a los hombres que a ti, Hijo de Dios, te llevo a padecer por nosotros pecadores.
Aprende del Seráfico Padre a amar a tus hermanos. Este amor si ha de ser eficaz, debe impulsarte, si eres padre o madre de familia, a educar cristianamente a tus hijos; si eres dueño o patrono, a atender el bien espiritual de tus criados u obreros, y como cristiano y católico a contribuir con tus oraciones y limosnas a la salvación de los pecadores e infieles, poniéndose también en cuanto pudieres al servicio del clero para ayudarle en el apostolado. Pero ante todo ese amor debe de impulsarte a no contribuir con tu palabra y conducta al pecado de los demás.
PRACTICA: Ayudar con tus consejos a un hermano que sepas hallarse en una necesidad espiritual.
DÍA SÉPTIMO
Jesucristo crucificado, ideal de San Francisco.
Esto era el lema sublime de San Francisco: “Yo me contento con saber a Jesucristo pobre y crucificado”. Quiso que su vida y la de sus hijos fuera una imitación de Jesucristo en el momento supremo de amor: El sacrificio de la cruz. Muchas veces se le encontró en la soledad de los bosques llorando con grandes gemidos la pasión del Señor y en las Iglesias acompañando a Jesús en la Eucaristía, que es como la prolongación de la cruz. Finalmente, dos años antes de su muerte mereció el colmo de sus más ardientes aspiraciones, con la impresión en su cuerpo de las sagradas llagas del Redentor y en el alma la de los dolores y amor a las almas que le atormentaron en la cruz.
He aquí hermano Franciscano Seglar, el ideal que te propone tu santo Padre: El amor y la imitación de Jesús crucificado. No encontraras otro más noble ni sugestivo. Medítalo muchas veces y el amor de Jesús se te clavara en el alma como un dardo de fuego y entonces sí que sentirás un impulso irresistible a llevar la cruz cumpliendo fielmente tus deberes y ofreciendo tus trabajos y sacrificios en reparación de los pecados del mundo, acompañando así en la cruz a Cristo y a tu Seráfico Padre.
PRÁCTICA: Pedir el amor a Jesús crucificado y Sacramentado repitiendo la oración de San Francisco: “Adoramoste, Cristo, aquí y en todas las Iglesias del mundo porque por tu santa cruz redimiste al mundo”. Tener devoción a la santa Misa, que es la renovación del sacrificio de la cruz.
DÍA OCTAVO
Misión de San Francisco en nuestros días.
Brilla tanto en el cielo de Iglesia la figura de San Francisco que su luz forzosamente había de iluminar todos los siglos de la Historia. Efectivamente, su misión no concluyo con su vida: Si fue la lumbrera del siglo XIII también lo fue en los posteriores, máxime por medio de sus hijos de las Tres Ordenes, y en nuestros días la persona de San Francisco adquiere todavía mayor relieve y simpatía. Son innumerables las almas que se sienten atraídas al redil de la Iglesia por el hechizo incontrastable del Serafín de Asís; y es que su figura, humilde y espiritualísima, derrama una luz de redención sobre el cuadro sombrío del materialismo, ambiciones e injusticias sociales de nuestra época.
Acógete tú, Franciscano Seglar, a la sombra de San Francisco, seguro de hallar en él, el más acabado modelo en todas las situaciones de tu vida. Invócale todos los días, lee con frecuencia su santísima vida con el afán de imitarle en lo que puedas.
PRÁCTICA: Rezar el Oficio de los 12 Padrenuestros, pidiendo a San Francisco que suscite entre sus hijos apóstoles que salven al mundo.
DÍA NOVENO
La devoción a San Francisco, prenda de salvación.
Entre las promesas que Jesucristo hizo a su siervo San Francisco, figura la de que todo aquel que muera vestido con el hábito de su Orden (después de haber vivido observando alguna de sus Reglas) tendría asegurada su salvación.
Es también tradición antiquísima en la Orden, que el Seráfico Padre desciende al Purgatorio todos los años el día 02 de agosto- fiesta de la Porciúncula-; el día 17 de septiembre- fiesta de la Impresión de las Llagas-; el día 04 de octubre- día de su Transito- a librar a aquellas almas de sus hijos y de sus devotos.
Bien es verdad que estas promesas no son ningún dogma de fe, ni se les debe dar mayor crédito que a una revelación particular. No deben servir, por tanto, a una confianza vana, que nos podría resultar sumamente perjudicial. Pero sirven de consuelo y alientan nuestra esperanza en medio de nuestra buena voluntad y de los esfuerzos que realizamos para conseguir nuestra salvación.
Franciscano Seglar: Proponte ser cada día mas devoto de tu glorioso Padre. En el tienes un modelo de seráfica perfección; en el encontraras un padre amoroso y un protector que velara por ti en vida y en muerte y te ayudara a conseguir la felicidad del cielo.
PRÁCTICA: Trabaja por que una persona bien dispuesta se aliste en la familia seráfica vistiendo el Hábito de la Orden Franciscana Seglar.
(Ob. Cit. " Manual de Preces Devocionario" Venerable Orden Tercera de San Francisco/ R. P. Clemente de Tulcán/ Págs. 226 -237/ Editorial "Tirso de Molina" Quito Ecuador" 1959 /Digitalizacion y adaptacion del texto por el Hno. Felix Becerra O.F.S. año 2020)
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