DÍA
DÉCIMO SEGUNDO
FELICIDAD
Y BIENAVENTURANZA DE LOS ÁNGELES
MEDITACIÓN
PUNTO
1º.
Considera, alma mía, que habiendo sido
criados los espíritus angélicos para la bienaventuranza o felicidad sobre, era
conveniente que Dios nuestro Señor les diese un auxilio superior a su
naturaleza, es decir, la gracia, para que con su ayuda pudiesen merecer dicha
tan elevada. Por tanto, en el momento mismo de la creación, recibieron
juntamente con los dones de la naturaleza, el riquísimo don de la gracia, el
cual era único que podía darles el derecho de llegar al reino de la gloria,
pues como dice S. Pablo: Gratia Dei vita eterna, la gracia de Dios es la vida
eterna. ¿Pero cual fue para los Ángeles la fuente de la gracia sin la cual
jamás habían alcanzado la suprema beatitud de la visión de la esencia divina? Muchos
teólogos enseñan que el origen o principio de toda gracia y de toda gloria es
la mediación de Jesucristo, Dios y Hombre: Santo Tomás expresamente enseña que
Cristo, como cabeza de la Iglesia, es la causa universal de la gracia para
todas las criaturas racionales, llamadas a vivir el don de la gracia. Esta
sentencia puede confirmarse con lo que dice el Apóstol: que Jesucristo es el
jefe de toda la Iglesia, y por Iglesia se entiende según el mismo Santo Doctor,
los Ángeles y los hombres, pues los Ángeles son miembros del cuerpo místico de
Jesucristo, quien da a estos miembros la vida sobrenatural de la gracia, para
conducirlos a la gloria. Y más terminantemente lo declara el mismo Apóstol
cuando dice Cristo: que es cabeza de todo Principado y Potestad, y por igual
razón de los demás órdenes de Ángeles: Qui est coput omnis prinápatus et
potestatis.
PUNTO
2º.
Considera que aunque Dios, por su poder absoluto, podría muy bien hacer salir
de la nada una criatura perfecta consumada en gracia y en gloria en el instante
primero de su existencia; sin embargo, su divina Sabiduría no ha querido dejar
á su poder una tan gran libertad, porque es más conveniente, más digno y más
conforme á la naturaleza de los seres inteligentes y libres, que éstos, en
virtud de un acto de su libre albedrío, ayudados por la fuerza de la gracia, sean
por sí mismos cooperadores de su propia grandeza y felicidad. Los Ángeles
debieron, pues, merecer la visión beatífica de Dios, á este fin se les concedió
el don de la gracia proporcionado al don de la naturaleza, de modo que los más
bellos en su ser participaran más de la gracia para poseer después mayor
gloria. Imaginaos esos escuadrones angélicos, agrupados en turno de la Jerusalén
dichosa, las puertas están cerradas, nadie puede penetrar sino con la condición
de reconocer por un acto de humildad el origen de las propias perfecciones y
belleza en la Trinidad augusta y de adorar su Majestad inaccesible; no hay
tardanzas, no hay demoras en su resolución, un solo momento decide de su
felicidad eterna, y en ese momento millones de Ángeles, desgraciadamente no
todos, aceptan la bondad de Dios como el único objeto de sus corazones, y se
postran reverentes ante el divino Verbo; en este instante se abren las puertas
del cielo, la luz de la Divinidad despide los más vivos esplendores por todas
partes; los riquísimos tronos de hermosa pedrería deslumbran los ojos atónitos
de aquellos espíritus que van a ocuparlos, precipitante entonces aquellas
apiñadas legiones, franquean las puertas y van a colocarse en aquellos tronos
desde donde gozan con la visión divina, y prorrumpen en un dulcísimo himno
cuyas melodías resuenan por toda la eternidad en las celestes bóvedas.
JACULATORIA
Ángeles
bienaventurados, alcanzadnos del Espíritu Santo una fiel correspondencia a las
divinas inspiraciones de la gracia.
PRACTICA
Orad
todos los días, aunque sea unos breves instantes, y así obtendréis del cielo
abundancia de gracias, con que, obrando el bien, alcanzareis la eterna
bienaventuranza.
ORACIÓN
Espíritus
bienaventurados que vivís tranquilos y felices en aquella Jerusalén hermosa,
mansión de paz y de delicias, unidos a Dios y unidos entre sí con los lazos del
amor, viendo eternamente el rostro divino del Padre celestial, obedeciendo con
sumisión sus órdenes sagradas, para imponerlas a los hombres de la tierra, por
las que os pedimos nos alcancéis el buen uso de nuestra libertad para que,
escuchad nuestras plegarias, por las que os pedimos nos alcancéis el buen uso
de nuestra libertad, para que, como vosotros, no elijamos otro bien que el Bien
sumo, inmortal y eterno, que es Dios, y abrazándonos íntimamente a Él sin
separarnos jamás, seamos dichosos en el tiempo y en la eternidad. Amén.
EJEMPLO
En
la ciudad de Zaragoza, habiendo predicado Santiago muchos días, convirtió a
Jesucristo ocho varones, con los cuales trataba por el día del reino de Dios, y
por la noche salía a la ribera del rio para tomar algún descanso en las eras.
En este sitio dormían un rato, y después se entregaban a la oración, evitando
de esta manera ser perturbados por los hombres y molestados por los gentiles.
Pasados algunos días, estaba Santiago con los dichos fieles, a eso de
medianoche, fatigados con la contemplación y la oración. Dormidos los ocho
discípulos, el bienaventurado Santiago oyó a la hora de la media noche unas
voces de Ángeles que cantaban: Ave María, gratia plena, como si comenzasen el
oficio de maitines de la Virgen con un dulce invitatorio, y poniéndose inmediatamente
de rodillas, vió a la Virgen, Madre de Cristo, entre dos coros de miles de
Ángeles, sentada sobre un pilar de mármol. El coro de la celestial milicia
angélica acabó los maitines de la Virgen con el verso: Benedicamus Domino.
Croisset, año cristiano.
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