martes, 17 de octubre de 2023

MES DE OCTUBRE A LOS SANTOS ÁNGELES


 

DÍA DÉCIMO OCTAVO

AUXILIO DE LOS ÁNGELES CUSTODIOS EN LOS PELIGROS DEL ALMA Y CUERPO

MEDITACIÓN

PUNTO 1º. Considera, alma mía, que si la Providencia amorosa de Dios cuida de todas las criaturas dándoles el ser y conservándolas en él, los Ángeles son los ejecutores inmediatos de todos sus benéficos planes, de tal manera, que ninguna puede sustraerse á la acción angélica; más entre los seres que están bajo la custodia de los Ángeles, ninguno tiene mayor necesidad de sus constantes cuidados y atenciones, que el hombre; pues somos de una naturaleza ciega, impresionable y muy fácil de encañar! por efecto del pecado original, nuestra inteligencia está obscurecida, las pasiones desencadenadas, y los peligros que nos ro lean por todas partes son innumerables; v sin la asistencia y protección de un Ángel tutelar que nos dirija y guie, no podríamos gobernar nuestros desenfrenados instintos, y, siempre en insurrección, nuestra pérdida seria segura e irreparable; nada importa que sea Risible la mano que nos resguarda en mecho de tanto peligro, no por esto deja de ser menos cierta v segura su protección. Solo a los santos ha sido concedido sentir palpablemente y ver corporalmente á sus Ángeles custodios, experimentando visiblemente su amorosa protección; pero si escuchamos la voz poderosa de la fe y los autorizados acentos de nuestra conciencia, reconoceremos que con no menos tierna solicitud que á los santos, nuestros Ángeles custodios nos cuidan, protegen y defienden de cuantos enemigos nos declaran encarnizada.

 

PUNTO 2º Considera que el hombre está expuesto desde su infancia á multitud de peligros en el cuerpo como en el alma, la naturaleza, los animales, los hombres los demonios, son enemigos que atentan muchas veces contra nuestra existencia, apenas se aleja el niño del regazo de la madre ó de los brazos de la nodri.sa, cuando parece hallar una muerte casi segura en el aire, en el fuego, en el agua y hasta en la tierra misma que comienza á pisar débilmente. ¿Quién no recuerda diversos lances que llegaron á ponerle al borde del sepulcro? Y es de advertir que lejos de disminuirse los peligros con la edad, por el contrario, se multiplican más y más: expuestos estarnos muchas veces á ser mordidos por los perros, maltratados por los caballos, devorados por las fieras, picados por animales ponzoñosos; los elementos nos amenazan constantemente, como los temblores de tierra, las inundaciones, los incendios, el rayo, la caída de un techo, etc., etc. Contra todos estos peligros y otros semejantes, nuestros Ángeles nos cuidan en la medida y límites fijados por Dios. Recuerdo que una tarde volvía á caballo de una confesión, de repente se encabritó el animal y no caminaba de frente, sino de lado, procuré examinarla causa, y noté lleno de asombro que á media calle se encontraba un niño como de dos años sentado, que no tuvo tiempo de retirarse pues distada del caballo cerca de dos pies' entonces tiré fuertemente de las riendas vanos esfuerzos, el animal avanzó, pasando por encima del niño y quedando éste precisamente entre las cuatro patas, sin que lo tocaran, saliendo ileso y salvo del lance. ¿Quién libró á aquella criatura? los dulces nombres que invoqué y el Ángel de su guarda que dirigió los pasos del caballo. Semejante á este hecho, ¿quiénes hay que no puedan referir otros muchos con los cuales pudieran llenarse grandes volúmenes? Sin embargo, pasan inadvertidos y no se reconoce la mano bienhechora que tantos beneficios prodiga. Mas si son muchos los peligros del cuerpo, los del alma son todavía mayores en número y calidad, y por lo mismo incomparablemente más temibles; pues que nuestro Señor Jesucristo ha dicho: "No temáis á los que pueden dar muerte al cuerpo, mas no al alma; temed á los que pueden lanzar al infierno al cuerpo y al alma juntamente." Y aunque estas palabras se refieran á la justicia divina, bien podemos aplicarlas á nuestros enemigos capitales que trabajan sin descanso por dar con nosotros al infierno. Entre estos enemigos está en primera fila el demonio, de cuya guerra ya hemos hablado, siguen luego sus secuaces que son los hombres seducidos, engañados por él, la concupiscencia, el desorden de las pasiones, el mundo con sus perversos ejemplos, con sus novelas, periódicos, teatros, etc. Cuánto, cuánto pudiera decirse acerca de los peligros á que exponen á cada paso nuestra pobre alma todos estos enemigos; pero de todos ellos podemos salir triunfantes, si nunca nos olvidamos de que tenemos siempre á nuestro lado un poderoso custodio y defensor, que es el Ángel de nuestra guarda.

 

JACULATORIA

Ángel de mi guarda que veláis constantemente por mi bienestar y salvación eterna, libradme en los peligros de alma y cuerpo que á cada instante y por todas partes me rodean.

 

PRACTICA

Antes de hablar, pensar u obrar alguna cosa, reflexiona que el Ángel de tu guarda está a tu lado, pídele su bendición y auxilio, para que no expongas á peligro alguno ni tu alma ni tu cuerpo. Esta fue práctica de muchos santos. Se vezan tres Padre Nuestros y tres Ave Marías con Gloria Patri y se ofrecen con la siguiente:

 

ORACIÓN

Ángel custodio de mi alma y de mi cuerpo, que veis los innumerables peligros que por todas partes me rodean, vos a quien ha sido otorgado un gran poder sobre todos los elementos de la naturaleza, y que conocéis perfectamente las asechanzas del demonio y los lazos que sin cesar me tiende el mundo y la carne, fortaleced mi espíritu para que no desfallezca en medio de tantos enemigos, sino antes bien, confiado en vuestra poderosa protección, camine por el recto sendero de la virtud, sin encontrar tropiezos que le hagan caer en el pecado, o quebranten mi salud. Esta gracia os pido por los méritos de nuestro Señor Jesucristo. Amén.

 

EJEMPLO

había cierta mujer de vida infame, cuyos crímenes le habían acarreado una enfermedad asquerosa. Por lo mismo todos la despreciaban [que así paga el mundo á quien bien le sirve] y todos huían de ella. La miserable, afligida con aquel patente castigo del cielo, entró dentro de sí misma, acudió á Dios y pidió el bautismo (que ni bautizada estaba.) Mas nadie le daba oídos, nadie se atrevía á fiarse de sus palabras, creyendo que, apenas sanara, la costumbre inveterada la arrastraría de nuevo á sus vicios. Hablaba, sin embargo, con sinceridad, y aunque los hombres la abandonaban, el Ángel custodio miraba por su eterna salud. En el último extremo de la vida se le presentan dos gallardos mancebos, que parecían ser nobles cortesanos: la toman en sus brazos, la conducen á la iglesia, ellos mismos hablan al Párroco y salen por fiadores de su sinceridad. Luego que fue bautizada y vuelta á su choza, los jóvenes desaparecieron, y aquella dichosa pecadora pasó de su miserable lecho á ocupar un trono en la gloria, merced á la solicitud de su Ángel tutelar. Averiguóse después que aquel singular beneficio de la misericordia divina había sido recompensa de un acto de caridad que había hecho, salvando la vida á un pobre. P. Rafael Pérez de S. J.

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