DÍA
DÉCIMO NOVENO
LOS
ANGELES CUSTODIOS NOS ILUMINAN Y EXCITAN A LAS BUENAS OBRAS
MEDITACIÓN
PUNTO
1º.
Considera, alma mía, que poseyendo los ángeles custodios una ciencia y un poder
tan grandes, que exceden á los débiles alcances de nuestra flaca razón, no
quieren emplear estos excelentes dones en otra cosa que en nuestro propio bien;
á este fin procuran ilustrar nuestras inteligencias en el camino de la virtud
fortaleciendo nuestra fe con sus celestiales luces, aclarándonos sus misterios,
y persuadiendo nuestras voluntades hasta conseguir que por sí mismas libremente
elijan el bien y huyan del mal. Para alcanzar estos nobles fines no hacen más
que mover nuestra imaginación, produciendo en ella las más hermosas y
encantadoras imágenes de la virtud, ó representándonos los vicios bajo las
formas más repugnantes y monstruosas; en el sueño excitan vivamente nuestra
fantasía con visiones tan halagüeñas acerca de los misterios de Jesús, de María
Santísima, ó de los Santos, que al despertar quedan hondamente grabadas en el
alma; y nos sentimos con alientos poderosos para cumplir nuestros deberes y con
sumo fervor para los actos de piedad. En nuestras dudas y perplejidades sobre
el partido que hemos de tomar en los negocios humanos para no obrar contra la
ley de Dios; ellos son los que nos iluminan y dirigen, cuando no bastan los
consejos de personas ilustradas, ó ilustran la razón de aquellos á quienes
consultamos nuestros asuntos. A los que son perezosos en la práctica de la
virtud ó se ponen en peligro de caer del estado de gracia en pecado; los
Ángeles los estimulan eficazmente, haciéndoles conocer con claridad la
ingratitud á los beneficios divinos, el riesgo en despreciar las cosas
pequeñas. Otras veces ponen á la vista los buenos ejemplos de algún compañero,
excitando interiormente á imitarlos. A veces ilumina al confesor sobre el
estado de conciencia de su penitente, ó hace ver claramente y comprender lo que
se lee en los buenos libros. Producen otras ocasiones cierto gusto y alegría
sensible, que dura algún tiempo después del cumplimiento de un deber ó de la
práctica de un acto de piedad. En todas partes y en todos tiempo el Ángel
custodio se manifiesta nuestro maestro, nuestro doctor, nuestro guía; y si
nuestra fé fuese más viva, siempre nos volveríamos hacia él con sumo respeto
para pedirle sus santas inspiraciones, sus luces celestiales y su eficacia
poderosa; más desgraciadamente de nadie nos olvidamos con tanta frecuencia como
de este ilustre compañero y sabio director; prometamos pues, ser de aquí en
adelante más atentos con nuestro Ángel custodio.
PUNTO
2º.
Considera que la misión del Ángel de la guarda no es otra, en cierto modo, que
la misión de Nuestro Señor Jesucristo, respecto de todos los hombres; pues
nuestro Salvador no ha venido al mundo sino a enseñarnos el camino del cielo á
exhortarnos a entrar en él por medio de la fe y de las buenas obras; y no otra
cosa que esto, es lo que hacen nuestros Ángeles custodios. Así lo enseñan los
santos Padres, cuya autoridad en este punto como en otros muchos, jamás debemos
despreciar, porque es de algún modo la autoridad de la Iglesia y por tanto la
de Dios mismo. Oigamos sobre este particular á San Lorenzo Justiniano:
"Los Ángeles, dice, no cesan de trabajar por nuestra salvación de todas
las maneras posibles. Nos enseñan á obedecer á Dios, á someternos á nuestros
superiores, á amar la paz, á querer la humildad y odia todo lo que ellos saben
ser opuesto á la virtud." San Atanasio llama á los Ángeles custodios los
preceptores ele los mortales. "Siempre nos están presentes, dice San
Agustín, nos ilustran con saludables inspiraciones. Así todo Ángel custodio
puede decir á su protegido lo que el Arcángel Gabriel decía á Daniel: "He
aquí que he bajado del cielo para inspirarte. Examinemos cuántas veces hemos
despreciado las santas inspiraciones de nuestros celestiales compañeros, y
prometamos la enmienda para lo sucesivo, que es tan grande el amor que nos
tiene este Ángel que por más que hayamos cerrado nuestros oídos á sus dulces
reclamos, él nos perdonará y seguirá aún con mayor celo comunicándonos sus
luces para que le sigamos doquiera que él nos lleve, que será siempre á la
verdad y al bien.
JACULATORIA
Ángel
custodio, dignaos inspirarme siempre en todos mis actos para que no piense,
hable ni obre sino lo que á vos agrada y á la Majestad divina.
PRACTICA
Cuando
sintáis interiormente algún buen pensamiento ó deseo de dar una limosna, un
buen consejo ó practicar algún acto de piedad ó de alguna virtud; no lo
rechacéis, porque es una santa inspiración del Ángel de vuestra guarda. Se
rezan tres Padre Nuestros y tres Ave Marías con Gloria Patri y se ofrecen con
la siguiente:
ORACION
Oh,
Ángel custodio mío, á quien la Providencia divina ha constituido, mi consejero,
maestro y director, os tributo los más sinceros homenajes de reconocimiento por
las innumerables inspiraciones con que os habéis dignado ilustrar mi
entendimiento, y por los tiernos y suaves impulsos con que habéis inclinado mi
corazón hacia el bien y la virtud. Os ruego me perdonéis que haya yo
correspondido tan mal á estos amorosos cuidados y humildemente os pido me
alcancéis de Aquel que es el camino, la verdad y la vida, las divinas luces par
a poder caminar con seguridad por entre las espesas tinieblas de este mundo
hasta ser inundado en el torrente de esplendores inmortales y eternos. Amen.
EJEMPLO
Un
día que celebraban grandes regocijos en Roma y asistía á ellos el emperador
Diocleciano, un comediante por nombre Ginés, creyó que no divertiría mejor á la
corte impía, que remedando por burla las ceremonias del santo bautismo.
Apareció echado en el teatro, como si estuviera enfermo, y pidiendo le
bautizasen para morir tranquilamente. Presentáronse otros dos comediantes
disfrazados, el uno de sacerdote, y el otro de exorcista, quienes acercándose á
la cama, dijeron á Ginés: "Hijo, ¿por qué nos haces venir?" Al
instante se siente trocado el corazón de Ginés y responde seriamente: quiero
recibir la gracia de Jesucristo, y por la santa regeneración obtener el perdón
de mis pecados. ¡Bravo! exclaman todos: ¡qué bien desempeña su papel!
Hiciéronle las ceremonias del bautismo; y cuando le hubieron puesto el vestido
blanco, continuaron algunos soldados la farsa, lo conducen preso al emperador
para ser preguntado como los mártires. Ginés aprovechándose de la facilidad
natural que tenía para hablar, con un aire y tono inspirado, arengó al público
desde el lugar elevado en que se hallaba: "Escuchad, emperador y
cortesanos, senadores, plebeyos, todas las órdenes de la orgullosa Roma,
escuchadme. Antes cuando oía pronunciar el nombre de Jesucristo, temblaba de
horror y ultrajaba cuanto en mí cabía, á los que profesaban esta religión;
hasta tenía aversión á muchos parientes y allegados míos, á causa del nombre
cristiano y detestaba el cristianismo hasta el punto de instruirme en sus
misterios, como habéis podido verlo, á fin de hacer burla de ellos
públicamente; pero así que el agua del bautismo ha tocado mi carne, mi corazón
se ha mudado, y á las preguntas que se me han hecho he contestado sinceramente
lo que creía. Revisto una mano que se extendía desde lo alto de los cielos, y
Ángeles brillantes de luz que estaban sobre mí. Han leído en un libro terrible
todos cuantos pecados cometí desde mi infancia; los han borrado luego y en
seguida me han mostrado el libro mismo más blanco que la nieve. Oíd, pues, oh
grande emperador y vosotros espectadores de toda condición, á quienes mis
juegos sacrílegos han excitado á reíros de estos divinos misterios: yo soy más
culpable que vosotros; pero creed ahora conmigo que Jesucristo es el Señor Dios
de cielos y tierra, sólo digno de nuestra adoración y tratad también de obtener
misericordia de Él" El emperador Diocleciano igualmente irritado que
sorprendido, hizo primero dar de golpes á Ginés, después le remitió al prefecto
Plauciano, á fin de obligarle á sacrificar á los ídolos. El prefecto empleó
inútilmente tormentos espantosos, Ginés clamaba constantemente: "No hay
Señor comparable al que acaba de aparecerme; le amo y le quiero con toda mi
alma; aunque tuviera que perder mil vidas, nada me separará de El: jamás los
tormentos me quitarán á Jesucristo de la boca ni del corazón; siento el más
viro pesar de todos mis extravíos pasados y de haber comenzado tan tarde á
servirle" Viendo que su elocuencia hacia tanta impresión, se dieron prisa
á cortarle la cabeza. Vidas de los Santos.
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