DÍA
VIGÉSIMO SEGUNDO
REVERENCIA
A NUESTROS ÁNGELES CUSTODIOS
MEDITACIÓN
PUNTO
1º.
Considera, alma mía, que por muchos títulos estamos obligados á rendir á los
Ángeles custodios nuestros homenajes de honor y de respeto; pues se honra y respeta
á un príncipe, á un magistrado por el alto puesto que ocupa en la sociedad; a
un sabio, á un maestro por su ingenio y sabiduría; se respeta mucho más a un
sacerdote, á un obispo por la altísima dignidad de que están condecorados; se
veneran y reverencian las virtudes de los santos, y las personas consagradas á
Dios aun que la Iglesia no las haya declarado santas. Ahora bien, ¿cuál de
estos títulos que arrebatan nuestras respetuosas atenciones, puede faltar á
nuestros Ángeles custodios? Ellos son, como ya lo hemos repetido varias veces,
por su naturaleza más excelentes que nosotros, más sabios, más poderosos; por
la gracia divina que poseen, son hermosísimos, santos y felices, y tocios estos
títulos, ¿No serán suficientes para merecer nuestro respeto y reverencia? Si no
lo son, entonces no hay criatura en el cielo ni en la tierra que sea digna de
nuestras más vulgares atenciones. Mas todos estos títulos convienen á todos los
ángeles sin excepción, por los cuales son acreedores á nuestros respetos y
atención; pero respecto de nuestros Ángeles custodios, en cuanto se les ha
encomendado el cuidado de nuestras almas, hay un título poderosísimo que nos
obliga estrechísimamente á honrarlos y venerarlos; y este título es el haber
sido constituidos cerca de nosotros los enviados y los embajadores de Dios, y
los ministros y representantes de su Persona. Así. pues, como son rodeados de
honores entre los hombres, los embajadores de los reyes, así también, y mucho
más, nuestros Ángeles custodios deben ser honrados con toda clase de honores y
respetos. ¿Y que son los embajadores humanos comparados con los Ángeles? ¿Y que
son los reyes que los envían comparados con Dios? Debemos, por consiguiente,
honrar á nuestros Ángeles custodios, y todavía más que á nuestros mismos padres
que nos han dado la vida corporal y que nos la conservan ó la han conservado á
costa de mil sudores y trabajos; porque, ¿la vida del alma no es superior á la
del cuerpo? Aquellos que ponen todo su cuidado en conservárnosla para que
podamos llegar al cielo, merecen indudablemente ser honrados mucho más.
PUNTO
2º.
Considera, en segundo lugar, a qué nos obliga esta reverencia y honor debidos á
nuestro Ángel custodio. Nos obliga á no hacer nada en su presencia que pueda
desagradarle, siguiendo el consejo de San Bernardo que nos dice: "Anda con
recato como quien está en presencia del Ángel á quien has sido encomendado; en
cualquier lugar, en cualquier rincón reverencia á tu Ángel: no te atrevas á
hacer en su presencia lo que no te atreverías á hacer en la mía."
"Así como la hediondez ahuyenta á las palomas, dice San Basilio, y el humo
á las moscas de la miel, así el pecado pone en fuga á nuestros buenos Ángeles."
¿Por qué, pues, si creemos que en realidad un Ángel esta constantemente a
nuestro lado y es testigo de todos nuestros actos, nos atrevemos á hacer en su
presencia lo que no osáramos ni delante del más vil hombrecillo? ¡Cuán graves
son las inconsecuencias de nuestra fe práctica! Nos avergonzamos si un amigo,
un compañero llega á saber nuestras faltas v se nos da poco de que el Ángel del
Señor esté contemplando nuestras miserias y pecados. No olvidemos que
Jesucristo inculca el respeto á los niños en atención á sus santos Ángeles: que
San Pablo ordena que las mujeres se cubran la cabeza en el templo por respeto á
los Ángeles que allí asisten: que Daniel, Tobías, el Evangelista San Juan se
turban y caen de rodillas en tierra en presencia de un Ángel. Imitemos á muchos
santos y almas virtuosas que acostumbran no solo saludará su Ángel de la
guarda; si que también á los Ángeles custodios de las personas con quienes tratan
reclaman su apoyo, les ceden el paso antes de pasar por una puerta, y ejercen
para con ellos otras mil respetuosas atenciones.
JACULATORIA
Ángel
santo de mi guarda, perdonadme todas las faltas que he cometido hasta hoy en
vuestra presencia soberana.
PRACTICA
Acostumbraos
á andar en la presencia de vuestro Ángel custodio y á saludarle frecuentemente,
en particular antes de comenzar una buena obra solicitando su asistencia y
apoyo. Se rezan tres Padre Nuestros y tres Aves Marías con Gloria Patri y se
ofrecen con la siguiente:
ORACION
Santo
Ángel de mi guarda, vigilante centinela, que estáis siempre á mi lado
observando hasta los más ligeros pensamientos de mi alma y los menore s
movimientos de mi cuerpo; cuántas veces olvidándome de vuestra presencia, he
cometido irreverencias y desacatos delante de vos con mis pecados; perdonadme y
ayudadme, santo Ángel mío, a respetaros y á reverenciaros, como lo merecéis,
par a que no piense, hable, ni obre sino lo que agrada á nuestro Señor y á vos.
Amen
EJEMPLOS
Del
V. P. Bernardino Realino, de la Compañía de Jesús, se lee en su vida, que guardaba
á su Ángel custodio todas aquellas atenciones que prescribe la urbanidad; si
iba por las calles, le ofrecía el lado más digno; si estaba en el templo, lo
tenía al lado derecho. Y el también sentía las atenciones mutuas del Ángel; una
vez siendo ya muy anciano, tropezó, y su santo compañero le dio la mano para
que no cayese: en otra ocasión le estuvo cubriendo la cabeza mientras decía
Misa, para que no le causase daño el frio, y mil otras finezas por este estilo.
Esta fé viva había logrado infundir en sus congregantes el P. Jantier, hasta
tal grado, que los niños, cuando le encontraban en los tránsitos, ó iban á su
cuarto, saludaban primero al Ángel del Padre con una expresión de afecto y
reverencia que bien se veía de donde les nacían, y lo hacían aún más patentes
con la regularidad de sus costumbres y acendrada piedad. P. Rafael Pérez.
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