DÍA
VIGÉSIMO SEXTO
ALEGRÍA
DE LOS ÁNGELES POR LA CONVERSIÓN DE UN PECADOR
MEDITACIÓN
PUNTO
1º.
Considera, alma mía, que la gloria de Dios brilla singularmente en las
naturalezas intelectuales por su misericordia y su justicia; su providencia, su
inmensidad, su omnipotencia, se manifiestan en las criaturas inanimadas; pero
sólo los seres inteligentes pueden sentir los efectos de su misericordia y su
justicia, estos dos atributos son los que establecen su gloria y su remado
sobre las naturalezas racionales. Es por la misericordia y la justicia, por lo
que los Ángeles y los hombres están sujetos á Dios; la misericordia reina sobre
los buenos, la justicia sobre los malos: una por la comunicación de sus dones,
la otra por la severidad de sus leyes; la una por la dulzura, y la otra por la
fuerza; una se hace amar, y la otra se hace temer; una atrae, y la otra repele;
una recompensa la fidelidad, y la otra castiga la rebelión. La misericordia y
la justicia son como las dos manos de Dios, de las cuales la una da y la otra
corrige; son como las dos columnas que sostienen la majestad de su reino: una
eleva á los inocentes y la otra abate á los criminales. Si todos los caminos
del Señor, como dice el Profeta, son misericordia y justicia, atributos que
hacen brillar magníficamente su gloria y su reinado: he aquí por qué la
conversión del pecador llena de inmensa alegría á los santos Ángeles, pues
admiran la misericordia en el perdón de los pecados y la justicia en los
gemidos y lágrimas del pecador, y aunque sean embriagados con el torrente de
las eternas delicias; sin embargo, sienten aumentar su regocijo cuando nosotros
somos renovados por la penitencia. El Evangelio claramente lo expresa cuando
dice: "Los Ángeles se regocijan más con la conversión de un pecador que
con la perseverancia de noventa y nueve justos que no tienen necesidad de penitencia."
PUNTO
2º.
Considera que los justos de que habla el Evangelio en el pasaje citado no son
otros que los mismos Ángeles, pues solo de estos puede decirse con verdad que
no necesitan de penitencia, porque habiendo pecado todos los hombres en Adán,
sería una temeridad asegurar que no tienen necesidad del remedio de la
penitencia, y con mayor razón cuando el Discípulo amado ha dicho refiriéndose á
los hombres: "Si alguno dice que no peca, se engaña y no hay verdad en
él." ¿En dónde encontraremos pues, esa inocencia tan pura, tan perfecta
que no tiene necesidad de penitencia? Sin duda que solo puede hallarse entre
los Ángeles, que detestando la rebelión y audacia de satanás, permanecieron
firmes en el bien en que Dios los había establecido desde su origen; ellos se
alegran, por consiguiente, más de la conversión del pecador que de la
perseverancia aún de sí mismos, porque no pueden menos que reconocer la
misericordia de Dios en toda su grandeza, en toda su plenitud, y celebrarla con
los más vivos trasportes de júbilo, puesto que la justificación del pecador es
una obra más grande aún que la creación de mil mundos; la acción divina al
sacar los seres de la nada no encuentra ninguna oposición; pero al convertir al
pecador ha tenido que vencer la oposición de la voluntad. Cuando Dios crió el
cielo y la tierra, nada se opuso á su voluntad; cuando Dios convierte á los
pecadores, es necesario que venza su resistencia, y que combata, por decirlo
así, á su propia justicia arrancándole sus víctimas; esta bondad (pie resiste
tantos obstáculos es sin duda más poderosa, más abundante que aquella que no
encuentra impedimentos en las comunicaciones de su gracia y de su gloria en los
Ángeles bienaventurados. Siendo, pues, la conversión del pecador la obra
maestra de la misericordia divina, no puede menos que ser celebrada por los
Ángeles con inmensa alegría. Si por desgracia no nos hemos convertido totalmente
á Dios, procuremos hacerlo hoy de todo corazón, así aumentaremos si quiera sea
accidentalmente, la dicha de esos espíritus felices que nos aman ardientemente
y desean que reparemos las ruinas que satanás y sus cómplices dejaron en el
empíreo, ocupando nosotros las sillas que quedaron vacías por su soberbia y
perfidia.
JACULATORIA
Ángeles
dichosos que celebráis la conversión de los pecadores, alcanzadme la gracia de
que me convierta verdaderamente á Dios.
PRACTICA
Como
la verdadera conversión es una confesión bien hecha, no dejéis de hacerla al
menos una vez al mes, para que de este modo alegréis á los Ángeles del cielo.
Se rezan tres Padre Nuestros y tres Ave Marías con Gloria Patri y se ofrecen
con la siguiente
ORACION
Espíritus
soberanos, que contempláis como un espectáculo digno de vuestra alegría, la
penitencia de los pecadores porque admiráis en ella la misericordia de Dios y
veis cumplidos los sentimientos de amor y de ternura que abrigáis hacia
nosotros; os rogamos, con toda la efusión de nuestras almas, que nos alcancéis
de la Clemencia infinita los divinos auxilios para convertirnos totalmente á
nuestro amable Redentor, derramando abundantes lágrima s de contrición por
nuestras culpas, hasta merecer el perdón y la gracia en esta vida y la eterna
gloria en la otra. Amen,
EJEMPLO
En
el tiempo en que S. Ignacio de Loyola escribía las constituciones de la
Compañía de Jesús, de esa sociedad que había de ser semillero fecundo de santos
misioneros que, con sus ejemplos y palabras, habían de convertir innumerables
infieles y pecadores, en ese tiempo, digo, recibió extraordinarios favores del
cielo, sin duda alguna, felices nuncios de los frutos que obtendrían sus
ilustres hijos. "Muchas veces oía aún con los sentidos exteriores, músicas
suavísimas de los Ángeles, y una armonía inexplicable, que le hacía deshacerse
en lágrimas: principalmente en la Misa le regalaba Dios por medio de los espíritus
celestiales, los cuales enviaban del cielo para que le diesen á gustar del
contento y alegría que hay en la gloria, y no se haya en esta vida; y así,
puestos en coro encima del altar donde decía Misa, todo el tiempo que duraba,
entonaban celestiales canciones y con suavísima armonía le daban música al
bendito Padre; y esto no fue una sino muchas veces." ¿Qué otra cosa eran
esa alegría, música y cantos de los Ángeles, si no demostraciones de júbilo por
las conversiones que habían de obrar sus hijos los misioneros, y la recompensa
debida á los deseos del santo que prefería la vida al martirio sólo por
convertir almas?
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