DÍA
VIGÉSIMO SÉPTIMO
ARCANGEL
SAN RAFAEL. HISTORIA BÍBLICA
MEDITACIÓN
PUNTO
1º.
Considera, alma mía, que la Sagrada Escritura hace mención de tres Arcángeles
dando á conocer sus importantísimas apariciones, en las que han venido á
desempeñar las más altas misiones en favor de la humanidad; y como la Iglesia
ha autorizado el culto que los fieles siempre han tributado á estos espíritus
celestiales, ya instituyendo fiestas en su honor, ya erigiéndoles suntuosos
templos ó ya declarándolos patronos de la cristiandad; muy justo será que
consagremos cuatro días á la consideración de sus maravillosas apariciones,
siquiera sea brevemente, por exigirlo así los reducidos límites de una
meditación pequeña. Comenzaremos, pues, por referir la aparición del glorioso
Arcángel San Rafael. Tobías era un hombre honrado y temeroso del Señor, enemigo
de la idolatría y adorador del verdadero Dios: daba sepultura á los cadáveres
de las víctimas del furioso Senaquerib. Volvió un día fatigado de enterrar á
los muertos y se recostó á descansar. Dios permitió que mientras dormía cayera
sobre sus ojos el estiércol caliente de un nido de golondrinas, lo cual le
originó una completa ceguera. A esta siguieron otras pruebas y padecimientos
que supo tolerar con santa resignación, teniendo el consuelo de ver á su hijo
del mismo nombre empapado en los mismos bellos sentimientos. Creyendo era
llegada ya la hora de partir de este mundo, llamó á su buen hijo, y después de
haberle dado los más saludables consejos, concluyó diciéndole: "Te hago
saber que di prestados á Gabelo diez talentos de plata, y tengo en mi poder el
documento: procura el modo de ir allá y recobrar esa cantidad, restituirle el
recibo firmado de su mano. Yo haré cuanto me mandares, repuso el joven, pero ni
el me conoce á mí ni yo á él. Tampoco se el camino de esa tierra. A vista del
recibo te pagará sin duda; y en cuanto á la dificultad del camino, vé ahora
mismo, busca un compañero fiel que te conduzca pagándole su salario, porque
conviene cobrar este dinero antes de mi muerte. Apenas salió á la calle Tobías,
se encontró con un gallardo mozo en traje de caminante á quien comunicó sus
deseos, á los cuales accedió gustoso dicho mancebo. Despidióse Tobías de su
padre después de haber recibido sus bendiciones y emprendieron ambos juntos el
viaje hacia Rajes, ciudad de La Media donde habitaba Gabelo.
PUNTO
2º.
Considera cómo en la primera jornada se libró Tobías de ser devorado por un
pez, pues al caer de la tarde quiso lavarse los pies en un rio; más al entrar
en el agua, se lanzó contra él un pez de enorme magnitud: despavorido el joven
dió un gran grito llamando en su auxilio á Azarías, éste fue el nombre que tomó
su compañero de viaje; no le tengas miedo, dijo éste llegándose á la orilla;
cójele de las agallas y sácalo fuera. Obedeció resueltamente y lo arrastró
hasta sacarlo á tierra. Ahora, dijo Azarías, desentráñalo y guarda el corazón,
la hiel y el hígado, que tienen propiedades medicinales, pues si se pone sobre
las brasas un pedacito del corazón del pez, su humo ahuyenta todo género de
demonios, y la hiel sirve para curar los ojos enfermos de nubes ó cataratas.
después de quince días de camino llegaron á una pequeña población donde vivía
un hombre llamado Raquel, pariente de Tobías y de su propia tribu, que tenia
una hija cuyo nombre era Sara, la cual había tenido hasta entonces siete
maridos, á quienes el demonio había dado muerte la misma noche de las bodas. Al
entrar á esta población, preguntó Tobías á su compañero: ¿En dónde te parece
que posemos? En casa de Raquel, respondió Azarías, después de haberle dado á conocer
el parentesco y de haberle manifestado que convenía se casase con Sara,
agregando no se dejase dominar de los apetitos censuales; sino que en la noche
de las bodas quemara en su aposento el hígado del pez, y ésta y. las dos
siguientes las pasase en oración con su esposa. Llegaron por fin á la casa de
Raquel, quien los recibió con el más cordial agasajo, habiéndose reconocido
como parientes en medio de los más dulces trasportes de júbilo. Tobías,
siguiendo el consejo de Azarías, pidió á Sara por esposa. Quedó sobrecogido el
buen padre al oír semejante propuesta, recordando la suerte de los siete
maridos anteriores; pero Azarías le persuadió de que ésta era la voluntad de
Dios. Verificóse el matrimonio. Observó Tobías lo prescrito por su santo amigo,
y al humo del hígado el demonio huyó. Indescriptible fue el gozo de Raquel al
saber que su yerno viva y había pasado aquella noche terrible con la paz y
sosiego de los justos; celebró las bodas con inucitada pompa; dio á Tobías la
mitad de todos sus bienes y le nombró heredero de la otra mitad después de su
muerte y de la de Ana su esposa. Viendo Tobías que aún faltaba alguna parte del
camino para llegar á casa de Gabelo, rogó á Azarías fuese á cobrar el dinero de
su padre, quien accedió gustoso á su súplica, marchando á Rajes, recobró el
dinero regresando inmediatamente. El plazo de la permanencia de Tobías aliado
de sus suegros, tocó á su término, y fué preciso marchar con sentimiento
general de todos; cerca del término de la jornada, Azarías dió la última
instrucción á Tobías diciéndole: Cuando entrares en casa adora luego al Señor
tu Dios, y dale gracias por los beneficios recibidos; al dar á tu padre el
ósculo de paz, úngele los ojos con la hiel del pez y luego caerán las cataratas
y verá la luz del cielo y se gozará en tu vista. Apenas supieron se acercaba
Tobías, salieron á su encuentro sus buenos padres, el anciano tropezando aquí y
allí hasta dar con los dos jóvenes; el hijo fidelísimo después
de
darle un tierno abrazo, ungió con la hiel los ojos del ciego, y al punto
comenzaron á desprenderse unas telas blancas que el mismo quitó con sus dedos y
vio de nuevo la luz del Sol. Su primera palabra fue de gratitud á Dios. Pasaron
siete días de santo regocijo en los que Azarías tomaba parte, haciéndose objeto
de la admiración y amor de todos. Agradecido el joven Tobías dijo a su padre:
¿qué recompensa podremos dar á este mancebo, digna de tantos beneficios? El me
condujo y devolvió sano y salvo, cobró el dinero á Gabelo, me ha dado esposa,
ahuyentó de ella el demonio, devolvió la alegría á sus padres, me arrebató de
las fauces del monstruoso pez y a ti también te restituyó la vista, y, en fin,
por medio de él nos vemos colmados de todos los bienes. ¿Cómo podremos
dignamente recompensarle? Por mi parte te pido que le ruegues se digne admitir
la mitad de lo que trajimos. Parecióle bien al anciano, è inmediatamente le llamó
aparte y le suplicó aceptase aquella ofrenda. Entonces, Azarías en un tono de
extraordinaria majestad les habló de esta manera: "Bendecid al Dios del
cielo y alabadle ante todos los vivientes porque ha derramado su misericordia
sobre vosotros... Cuando orabas con lágrimas y dejabas de comer por enterrar á
los muertos, cuando escondías en tu casa los cadáveres, y de noche los
enterrabas, yo presenté al Señor tu oración... Ahora me ha enviado el Señor á
curarte y á librar del demonio á Sara esposa de tu hijo, pues yo soy el Ángel
Rafael uno de los siete que asisten ante el trono del Señor. Al oír tales
palabras ambos Tobías, se turbaron y temblando cayeron postrados en tierra; más
el Ángel les reanimó diciéndoles: "No temáis, la paz sea con vosotros... bendecidle
y publicad sus maravillas," y desapareció de su presencia sin que pudieran
verle más. Tres horas permanecieron postrados en tierra sobrecogidos de santo
estupor sin poder hablar palabra; más volviendo en sí el santo anciano elevó al
Señor un himno profético. Consideremos en esta tierna y bellísima historia que
cada uno de nosotros tiene su Azarías ó Rafael que ejerce con sumo amor y
solicitud los oficios de ayo y protector, tan ágenos de su altísima dignidad.
JACULATORIA
Glorioso
Arcángel Sn. Rafael que librasteis á Tobías de tantos peligros, interceded por
mí para que me vea libre de mis enemigos visibles é invisibles.
PRACTICA
Sed
muy devotos del Arcángel S. Rafael y pedidle que, como á los Tobías joven y
anciano, os libre de los peligros de alma y cuerpo y os alcance la luz de una
fe viva con que podáis creer los misterios de la religión y practicar las obras
de misericordia. Se rezan tres Padre Nuestros y tres Ave Marías con Gloria
Patri y se ofrecen con la siguiente:
ORACION
Arcángel
soberano, dichoso San Rafael, que sois uno de los siete Príncipes supremos que
asisten como refulgentísimas lámparas delante del trono de Dios, vos que por
especial prerrogativa divina reunís en vuestro ser los altos títulos y blasones
de Auxiliador, de Nuncio, de Médico divino, de Compañero fuerte, de
Favorecedor, de Orador de Intercesor, os suplico humildemente ejerzáis par a
conmigo estos benéficos y caritativos oficios, á fin de que cumpliendo en todas
mis acciones la voluntad de Dios, merezca poseerle para siempre. Amen.
EJEMPLO
Refiere
el P. Constantino la siguiente historia acaecida en el siglo XII. Era
Hildegundis una jovencita de singular piedad é inocencia, natural de Colonia.
Quiso su padre llevarla consigo á Jerusalén en peregrinación, y para más
precaverla de los peligros, la vistió con traje de varón, y la llamaba José.
Muere su padre en el camino, un perverso criado la despoja de todo cuanto tiene
y la deja sola y destituida de todo humano socorro; más el Ángel del Señor la
devuelve incólume á Colonia, aunque sin manifestársele todavía visiblemente.
Prosiguió disfrazada con aquel traje extraño á su sexo, pero no á su carácter
resuelto y varonil. Apremiada por la necesidad hubo de emprender un viaje á
Roma: al atravesar un sombrío bosque, se le junta un ladrón que iba perseguido
por la justicia, y sus agentes prenden á José, pues el verdadero facineroso se
había escapado, dejando al joven sus alforjas, sujetáronle á la prueba del
fuego, para averiguar la culpabilidad ó la inocencia, y consistía en tomar en
las manos un hierro hecho ascua: si el interesado recibía lesión, era condenado
como culpable, si no, que daba absuelto y reconocida su inocencia. Esto último
sucedió á nuestra joven por favor del santo Ángel; más la familia del verdadero
ladrón, creyéndose injuriada por la declaración de Hildegundis, se apodera de
ella y la suspende en un árbol para ahorcarla; el Ángel la tiene suspensa en el
aire, para que nada sufra, mientras que unos pastores, inspirados por él,
llegan á cortar Ja soga. Estos, temerosos de los lobos que acometían sus
rebaños la dejan de nuevo maniatada y sin poderse mover, pero su ayo fidelísimo
no la abandona, le desata las ligaduras, la hace montar en un caballo blanco
como la nieve, y en breves momentos la lleva sana y salva hasta Verona. Tres
años sobrevivió aquella virgen extraordinaria, recogida en un monasterio, dando
ejemplo ele las más perfectas virtudes.
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