DÍA
QUINTO
AMOR
DE LOS ÁNGELES
MEDITACIÓN
PUNTO
1º.
Considera, alma mía, que los Ángeles, siendo espíritus, están por esto mismo
dotados de voluntad o sea la facultad de querer el bien, la cual tiene una
relación tan estrecha con el entendimiento, que a medida que crece el
conocimiento del bien, aumenta también en proporción la inclinación o adhesión
de la voluntad hasta aquel grado que se llama amor, el cual no es otra cosa que
la misma adhesión de la voluntad a un bien determinado, en cuanto que produce
la unión del amante con el objeto amado, llenándolo de dulce arrobamiento. Así,
pues, mientras más se conoce la bondad de un objeto; más se ama, y como los
Ángeles, según vimos ayer, tienen un conocimiento elevadísimo no sólo de la
bondad de Dios y de sí mismos, sino también de la de todos los demás seres de
la creación, considera cuál será el amor que profesan a Dios, el que se tienen
entre sí mismos y a nosotros por Dios. Si el entendimiento tiende a atraer y a
unir los objetos de fuera a sí mismo, ya que no en la realidad, al menos en sus
semejanzas intelectuales que los representan; la voluntad, por el contrario, o
el amor tiende a unirse con el objeto amado, a ser una y misma cosa con él casi
olvidándose de sí mismo. Los ángeles aman, pues, a Dios con un amor
vehementísimo; aquel cúmulo de perfecciones atrae como un poderoso imán al
hierro a sus corazones, que se sumergen en un piélago de éxtasis o
arrobamientos tan dulces y deleitosos, que esto mismo constituye toda su
felicidad o bienaventuranza.
PUNTO
2º.
Pero los Ángeles alamar a Dios con un
afecto tan crecido é inefable no dejan de amar los demás bienes que no sean
Dios y especialmente las criaturas racionales: en primer lugar, porque no
pierden el conocimiento de su bondad, pues que ésta es el objeto del amor y los
seres criados son todos buenos, según la expresión del Sagrado Texto: vio Dios
todas las cosas que había criado y eran muy buenas, Vidit Deus cuneta quaé
fecerat et erant xalde bona. y como conocen todos estos bienes, no pueden menos
que amarlos; en segundo lugar, porque al hacerse una misma cosa con Dios
participan de su misma naturaleza, puesto que Dios es amor, es caridad, Deus
Charitas est. Por consiguiente, cuanto Dios ama, ellos también lo aman
necesariamente; y como las criaturas racionales y su perfección moral son el
objeto predilecto del amor de Dios, he aquí porque también los Ángeles nos aman
sobremanera a nosotros, criaturas racionales. Aún hay más razones que nos
demuestran cuan grande, cuan sumo es el amor de los Ángeles para con nosotros
los hombres. El bien es de sí mismo difusivo, bonum est difusimim sui; pues
bien, Dios para reparar todos los males que el género humano ha contraído por
culpa del primer hombre, y para darnos una prueba la más patente de su infinito
amor, no vacilo en dar al mundo a su Unigénito Hijo; Sic Deus dilexit mundum ut
Filium suum unigenitum daret y tomó nuestra naturaleza, se Hizo Dios y hombre,
padeciendo v muriendo por la humanidad entera; desde entonces quedamos todos
los hombres hijos de Dios, hermanos suyos, miembros del cuerpo místico de
Jesucristo que es Dios -Los espíritus angélicos contemplan asombrados nuestro
ser así enaltecido, sublimado elevado y convertido en cierto modo en la misma
Divinidad y superior al ser de ellos bajo este aspecto, y entonces prorrumpen
en alabanzas a su Criador; nos rinden sus respetos, y sus corazones saltando de
amor en sus pechos, no anhelan ni quieren para nosotros más que lo que Dios
anhela y quiere, es decir, nuestra salvación y nuestra felicidad y esto no es
más que amarnos.
JACULATORIA
Ángeles
que os consumís de amor en el fuego de la caridad divina, abrasad nuestros
corazones.
PRACTICA
Sed
muy devotos de los Serafines a quienes se atribuye un amor más ardiente que a
los demás Ángeles, y exclamad frecuentemente con ellos: Santo, Santo, Santo,
Señor Dios de los ejércitos; llenos están los cielos y la tierra de vuestra
gloria y majestad. Se rezan tres Padre Nuestros y tres A ve Marías con Gloria Patri
y se ofrecen con la siguiente:
ORACION
Espíritus
dichosos, Ángeles amantes, y en particular vosotros, enamorados Serafines, que
os estáis abrasando eternamente en aquel fuego inextinguible de la Divinidad,
desprended de ese incendio de amor algunas chispas que, cayendo en nuestros
helados corazones los inflamen de tal modo, que se conviertan en llamas
vivientes del amor divino y se haga n un solo corazón aquí en la tierra con el
corazón amorosísimo de Jesús Sacramentado. Amen.
EJEMPLO
La
gran Doctora, el Serafín humanado, Santa Teresa de Jesús, en su vida escrita
por ella misma, refiere lo siguiente: "Quiso el Señor que viese aquí
algunas veces esta visión, veía un Ángel cerca de mi hacía el lado izquierdo en
forma corporal, lo que no suelo ver sino por maravilla, aunque muchas veces se
me representan Ángeles es sin verlos, sino como la visión pasada, que dije
primero. En esta visión quiso el Señor le viese ansí, no era grande, sino
pequeño, hermoso mucho, el rostro tan encendido, que parecía de los Ángeles muy
subidos que parece todos se abrasan: deben ser los que llaman Serafines, que los
nombres no me lo dicen, más bien veo que en el cielo hay tanta diferencia de
unos Ángeles a otros, y de otros a otros, que no lo sabría decir. Veíale en las
manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro me parecía tener un poco de
fuego. Este me parecía meter por el corazón algunas veces, y que me llegaba a
las entrañas: al sacarle me parecía las llevaba consigo, y me dejaba toda
abrasada en amor grande de Dios. Era tan grande el dolor que me hacia dar
aquellos quejidos, y tan excesiva la suavidad que me pone este grandísimo
dolor, que no hay que desear que se quite, ni se contenta el alma con menos que
Dios" [Vida de Santa Teresa Cap. 29 n 11.]
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