DÍA
CUARTO
LA
CIENCIA DE LOS ÁNGELES
MEDITACIÓN
PUNTO
1º.
Considera, alma mía, que siendo los Ángeles espíritus de un orden inteligible
superior al nuestro, están dotados de una inteligencia tan poderosa, que excede
incomparablemente a la nuestra; al darles Dios el ser les ha dado al mismo
tiempo su perfección intelectual, cual corresponde a su naturaleza, de manera
que desde los albores de su existencia, desde el primer instante en que fueron
criados, sus entendimientos recibieron las ideas divinas que, iluminando toda
su sustancia, la convirtieron, si se permite la expresión, en un espejo purísimo
en el cual contemplan, con una visión o intuición clarísima todos sus
accidentes y todas las perfecciones que les son debidas; no necesitan, pues,
como nosotros, de un acto reflejo que conociendo solamente las operaciones, les
haga adquirir por este medio la ciencia de su ser y de sus facultades. El
entendimiento de los Ángeles sin intermedios ningunos conoce inmediatamente su
propia sustancia, ésta se presenta por sí misma a su virtud intelectiva, y
ellos no tienen más que abrir los ojos, por decirlo así, para contemplar desde
luego en sí mismos toda la verdad, toda la grandeza, toda la hermosura, no sólo
de la excelencia de su ser, sino de todas las naturalezas criadas; ahí admiran
la perfección y armonía del universo; comprenden el orden de los astros y sus
movimientos, se complacen con la belleza de las plantas y de las flores de
nuestro globo, con la variedad asombrosa de sus animales, penetran los
múltiples instintos de éstos, ahí registran con una sola mirada todas las
ciencias ele los sabios de la tierra, y les parecen juegos de niños los
maravillosos y sorprendentes descubrimientos del hombre. ¡Oh! ¿quién es capaz
de comprender el poder de la inteligencia de los Ángeles?
PUNTO
2º.
Considera también que los Ángeles no han adquirido la ciencia que poseen, como
nosotros, es decir, después de largas vigilias y heroicos esfuerzos, expuesta a
las vicisitudes humanas. ¡Qué afanes y qué trabajos no son necesarios para
aprender una ciencia humana, cualquiera que sea! El más aventajado filósofo
necesita muchos años de estudio para merecer ese nombre; y su inteligencia por
más ilustrada que esté no puede abarcar en un punto del tiempo toda la
extensión y comprensión de los objetos de sus conocimientos: y cuando quiere
comunicar su ciencia a los demás, se ve obligado a trasladarla en parcialidades
menudas, por decirlo así, y sucesivamente, de instante en instante, hallándose
impotente para enseñarla toda a la vez en un solo acto, en una sola explicación.
No es así la inteligencia del Ángel, ella abraza la verdad íntegra de una
ciencia en una o muy pocas ideas; el hombre, por el contrario, necesita
recorrer una por una todas las partes que constituyen un objeto cualquiera para
adquirir un concepto perfecto de él. Para formarse idea cabal de la hermosura
de un jardín o de un bello cuadro, ha menester muchas horas, y quizá muchos
días, para ir apreciado una por una todas las clases de plantas y flores, su
orden y armonía de cuyo conjunto resulta la belleza del jardín; y todos los
rasgos, líneas, sombras y colores, de cuya disposición nace la hermosura del
cuadro; más el Ángel con una sola mirada comprendería sin tiempo ni esfuerzo en
un momento todas estas bellezas en su conjunto y en sus pormenores, y aun
descubriría todo lo que pudiera escaparse al ojo perspicaz del más distinguido
i naturalista y más célebre pintor. Pero no sólo es admirable la ciencia de los
Ángeles en el orden puramente natural, sino que su ciencia sobrenatural
sobrepuja nuestros débiles alcances; iluminados sus entendimientos por los
esplendores de la luz de la gloria que el Criador infunde en sus espíritus, y
ayudados por las sublimísimas ideas que en premio de su fidelidad ha depositado
en sus sustancias; penetran en el santuario de la Divinidad, y ahí sorprenden
los más grandes arcanos de aquel abismo infinito de sabiduría, v destilan ante
su extasiada inteligencia todos los altos misterios de la gracia y de la fe, no
velados por ningunas sombras, sino claros, patentes y como ellos son en sí
mismos. La Trinidad santísima, la Encarnación del Verbo divino, la virginidad
de la Madre de Dios, la Redención de hombre, y, en una palabra, todas las
verdades sobrenaturales de nuestra religión son objeto de su beatífica visión,
de su felicidad eterna. Llenémonos, pues, de un santo regocijo al considerar
que algún día poseeremos la ciencia de los Ángeles y seremos a ellos
semejantes, procuremos mientras, en este valle de llanto y de miserias,
adquirir primero la ciencia de Jesús Crucificado, para contemplar después en el
cielo, sin los velos de la fe, la ciencia de los bienaventurados, de los
Ángeles y Dios.
JACULATORIA
Santos
Ángeles, alcanzadnos de la Sabiduría infinita la ciencia de los santos.
PRACTICA
Rezad
todos los días el Ángelus á los toques del alba, la doce del día y a la oración
de la noche, para que el Señor se digne anunciarnos los misterios de la
Encarnación y Redención cuyo conocimiento constituye la ciencia más importante
del cristiano en este mundo.
ORACION
Sapientísimos
espíritus, excelsos Querubines, que no solo conocéis los arcanos profundos de
la Sabiduría increada, sino que también os h ha sido dado entender los abismos
del human o corazón, y sabéis hasta que grado llega la ignorancia de nuestra s
pobres inteligencias; dignaos disipar con vuestra s luces las densísimas
tinieblas que por todas parte s nos rodean, impidiéndonos conocer las sendas
que hemo s de recorrer par a llegar al seguro puerto de salvación; interceded
por nosotros par a que no poseamos en la tierra otra ciencia que la de la
virtud y del bien; bañad nuestras inteligencias con los dulces resplandores de
vuestra ciencia, para que como vosotros contemplemos en un día eterno a la
Divinidad. Amen.
EJEMPLO
Preguntando
a uno de los padres del desierto, que medio empleaba para mantenerse siempre de
igual humor, contestó: contemplo a menudo al Ángel custodio, que tengo siempre
a mi lado, pienso que me asiste en todas mis necesidades, que me dicta en todas
circunstancias lo que debo decir y hacer, y escribe el modo cómo hago cada una
de mis acciones. Esta vista me penetra de un religioso respeto para con él, y
hace que esté siempre atento en no decir ni hacer nada que pueda disgustar a mi
buen Ángel.
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