NOVENA
DE ROGATIVA AL SEÑOR DE LOS MILAGROS
CONTRA LOS FRECUENTES TEMBLORES QUE SE SIENTEN EN LIMA
CUYA IMAGEN PINTADA EN UN TABIQUE HUMILDE, Y CONSERVADA POR SOBERANA PROVIDENCIA, SE ADORA EN EL TEMPLO DE RELIGIOSAS NAZARENAS CARMELITAS DESCALZAS DE SR. SAN JOAQUÍN EN DICHA CIUDAD DEL PERÚ
Compuesta
por F. Juan Manuel Olmedo
Lima
Año de 1849
NOTA
EN QUE SE DA UN EPÍTOME DE LA IMAGEN DE ESTE DIVINO SEÑOR
En
el año de 1651 en el valle llamado entonces Pachacamilla, había una cofradía de
negros Angolas: o tabiques sin algunos cimientos, antes sí pasada de salitre
por la humedad de una acequia contigua, uno de aquellos negros, de cuyo nombre
no consta, sin saber pintar, pintó las Imágenes de Nuestro Señor Jesucristo
crucificado, de su Santísima Madre, y de Santa María Magdalena. La de Nuestro
Señor salió tan perfecta como hoy se mira: las otras dos no, y han necesitado
retocarse.
Con el temblor de 13 de Noviembre de 1655 se demolió toda la referida cofradía, a excepción de la pared en que estaban dichas Imágenes sagradas: y pasados diez y seis años en que no tuvo culto alguno la de Cristo vida nuestra, sin embargo de conservarse ilesa de lluvias, soles, moscas y otros insectos provenidos de un canal inmediato, Andrés de León, vecino de aquel barrio, comenzó a darle culto con una pobre ramada, un poyo o grada de adobes al pie, donde ponía sus flores y velas. Su Majestad divina le pagó este obsequio, sanándole de un cáncer irremediable. A este primer devoto siguieron no pocos vecinos atraídos de los milagros que experimentaban; y vinieron a entablar los Viernes en la noche un Miserére con música, y algunas lamentaciones tiernas.
Por el desorden del concurso nocturno de los dos sexos, a instancia de D. José Laureano de Mena, Cura de San Marcelo, a quien tocaba el distrito, los dos tribunales Eclesiástico y Secular mandaron borrar las Imágenes; pero viniéndose al hecho, no lo permitió el Señor. El pintor cayó desmayado de la escalera, poseído de temor. Repitió la subida de la escalera, y le quedó el brazo sin acción: advirtiendo entre tanto que la Imagen del Señor se ponía cada instante más hermosa, y la corona más verde. Dejóse pues la idea de borrarle por esto, y porque de repente se oscureció el hemisferio, como si fuese una noche lóbrega, siendo aun las cuatro de la tarde, y hubo un aguacero grande.
Con
estas demostraciones extraordinarias de Nuestro Señor, se comenzó a pensar
cerca de su Imagen de otro modo. Se dispuso darle mejor culto en una Capilla
pobre cercada de esteras, donde el 14 de Setiembre del mismo año se cantó la
primera Misa, asistiendo a ella el Exmo. Señor Conde de Lemus Virrey,
Tribunales, y todas las sagradas Religiones.
Siendo preciso encajonar el tabique y darle los cimientos que no tenía, Fr. Diego Maroto Dominicano, y Manuel de Escobar diestros alarifes aseguraron no poder haberse conservado en pie aquel edificio sin un milagro. Al elevarse a alguna más altura para poderle hacer delante mesa de altar, los otros adobes se desunieron y desplomaron, menos los que ocupaba la pintura de Nuestro Señor, que quedaron unidos como si fuesen de una pieza.
Con
este culto prosiguió la devoción hasta el año de 1686 en que Sebastián de
Antuñano y Rivas, natural de Vizcaya, movido de amor a su Divina Majestad quiso
servirle toda su vida en esta Santa Imagen; y para ello compró todo el sitio de
la Capilla y sus adyacentes. Nuestro Señor, que le había inspirado esta primera
acción, le inclinó a la segunda, que fue la donación que hizo a la madre
Antonia Lucía del Espíritu Santo de todo, hasta de su misma persona para servir
en calidad de limosnero al culto de esta Imagen. Así lo cumplió hasta su
muerte.
La Madre Antonia, que diez y nueve años antes había fundado un colegio o beaterio de Nazarenas, entró en la posesión de este lugar, dejando el que tenía en la calle de Monserrat. A su cuidado corrió el inmediato culto, y al del devoto Antuñano la asistencia en gastos. De esta forma pasaron los años hasta el de 1730 en que se erigió el Beaterio de Nazarenas en Monasterio con clausura, y aprobación de su instituto por el Señor Benedicto Decimotercio.
Los milagros con que ha favorecido Nuestro Señor Jesucristo a los que le busquen en esta su Imagen, no es fácil numerarlos. Ellos le han costeado desde su origen el sobrenombre. Yo no los escribo, porque no tengo las instrucciones que pide el caso. Solo pongo aquello que ven los ojos, y no necesita otros instrumentos auténticos, como es, el no sufrir polvo alguno sobre sí la sagrada Imagen: el no habérsele podido encarnar, ni suplir lo raspado de uno de los pies, que le hizo un devoto sencillo, pero indiscreto: el haberse conservado sin la menor ruina en trece temblores grandes que han asolado de esta ciudad los edificios más firmes. Y si queremos añadir el último y mayor de su misericordia, el mantenernos vivos, capaces de salvación y penitencia, cuando hoy más que nunca merecemos su severidad e indignación justa. Si una Santa Gertrudis la Magna contaba entre los especialísimos milagros de Dios que la mantuviesen la tierra: si un Santo Domingo de Guzmán, cuando entraba a predicar en alguna ciudad, temía que se hundiese toda, solo porque él la pisaba: ¿qué diremos los que distamos tanto de estos Santos? ¿Los que no cumplimos aun en apariencia con las obligaciones de nuestro estado, que son el arancel por donde se nos tomará la cuenta? ¿Qué dirán en fin las mujeres de Lima, que de tantos modos no son Santa Gertrudis; y los hombres que de infinitas maneras no son Santo Domingo? ¡Oh, cuántos castigos, temblores, pestes y muertes repentinas merecemos! ¡Oh cuánto ha menester Nuestro Señor Jesucristo hacer milagros, a ser el SEÑOR DE LOS MILAGROS, para no confundirnos! Sea su nombre bendito para siempre.
Adviértese
últimamente que el año de 1715 el ilustre Cabildo, Justicia y Regimiento de
esta ciudad de Lima juró a este divino Señor por Patrón, y protector contra
epidemias, esterilidades y temblores; y le dotó fiesta especial con toda
solemnidad y pompa, para todos los años el día 14 de Setiembre en que se
celebra la exaltación de la Cruz. Acuda pues nuestra devoción a sus aras, y
ofrézcale con segura confianza sus votos. Para hacerlo con toda facilidad se ha
dispuesto esta Novena: quiera su divina Majestad sea ejercitada con fruto.
MODO
DE HACER ESTA ROGATIVA, Y SUS CONDICIONES.
La
primera y principal es ponerse en gracia de Dios, mediante los Sacramentos de
Penitencia y Comunión. Si no se. pudiere el primer día, sea otro entre la
Novena, y siempre en el último. Comenzando el día veinte de Octubre, y acabando
el veinte y ocho, se hará con más oportunidad, por ser este el tiempo más
sigilado con los temblores: y así será segunda condición traer presentes entre
día los temblores que hubiere experimentado: el beneficio que Dios le hizo en
librarle: los propósitos que entonces hizo; y la ingratitud con que después los
quebrantó. Podemos juzgar que los terremotos grandes son unas medicinas que
Dios aplica a los pecadores enfermos para su salud; pero sucede lo que, con
otras, que es sanar algunos, empeorar a otros, y morirse no pocos. Mete la mano
en tu pecho, y mira cómo la sacas. Mira si después de los temblores han sanado,
o has empeorado.
Tercera condición: dar limosna a tu pobre alma, practicando como pudieres las catorce obras de misericordia en toda la Novena, y aplicándolo en satisfacción de tus culpas. Puede ser que sean las últimas buenas obras que hagas. Hazles pues a la perfección, que éstas solo hallarás en el día del juicio en la boca de aquel Juez rectísimo, que ahora las manda hacer como si fuesen solas, y entonces las premiará como si fuesen únicas.
Hecha
la señal de la Cruz, se dice primero el acto de contrición y después la
siguiente:
ORACIÓN
PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS
Amoroso
Jesús crucificado, mi Redentor, mi Padre y Esposo muy querido. Al veros ahora
efugiado en un poco de tierra, solo por hacerme bien, mi corazón desfallece en
tus atrios, mi entendimiento se abisma de tus portentos, y mi alma desea arder
víctima de amor en tus queridos tabernáculos. Quisiera que cada grano de esa
dichosa tierra fuera un dardo que traspasara mi pecho de parte a parte.
Quisiera yo también convertirme en esa tierra felicísima para lograr la
venturosa suerte de teneros en mí impreso. Mas ya que no merezca esta dicha,
quisiera regar con mis lágrimas esa tierra óptima: sembrar en ella semillas de
virtudes: tener en ella mi hacienda, mi posesión, mi descanso, y mi única
habitación pacífica. ¡Oh humanidad santísima de mi buen Dios, tierra virgen,
tierra santa, y tierra de promisión, que mana leche de doctrina, y miel de consolación!
¡Oh paraíso de la inocencia, olimpo de la paz, templo de mejor Salomón,
edificado con milagros, conservado sin quiebra de los huesos, entre las ruinas,
y reedificado, o resucitado después con mayores glorias! ¡Jesús mi amor!, pues
en esta vuestra Imagen devota bellísima que adoro habéis dispensado de estas
excelencias una figura: concededme os suplico la reedificación de mi alma
arruinada por la culpa. Aseguradme de todas las ruinas y temblores del pecado,
apuntalando con la viga de vuestra Cruz todo mi edificio espiritual: clavándome
con los tres clavos de pobreza, obediencia y castidad, y cercándome en la
clausura de vuestro amor con las espinas de la penitencia y mortificación. Así
lo espero todo de vuestra suavísima amabilidad. Amén.
Ahora
se rezará cinco veces el Padre Nuestro en reverencia de las cinco llagas de
Nuestro Redentor, osculando en cada uno de ellos una llaga de este Divino Señor
en alguna Imagen suya, sea de pintura, de estampa, o de bulto: quien no tuviere
pronta alguna de estas imágenes, osculará la cruz de su Rosario, que también es
Imagen de Nuestro Señor Jesucristo.
DÍA
PRIMERO
ORACIÓN
Señor
Nuestro, Director admirable de las almas, que para instruir al Santo Profeta
Elías, fervoroso celador de tu culto, te le apareciste en la cumbre del monte
Horeb: no en la conmoción y temblor que trastornaba sus peñas: no en el fuego
que encendía sus riscos; sino en el suave silbo de un aire delgado y fresco,
dándole a entender con altísima doctrina el gobierno suavísimo que practicas
con las almas, pues para poder dejarte poseer de ellas en las regaladas
dulzuras de la unión mística, primero les envías como tus aposentadores los
temblores, y conmociones de la vía purgativa, el fuego, y luces de la vía
iluminativa, para que unos y otros te preparen el lugar pacifico, puro, y
lucido en que deseas habitar. Concédeme, Maestro mío, este gobierno interior de
mi alma. Purga, y limpia mi corazón con su temor santo, para con temor y
temblor obrar mi salud. Alumbra mi ignorancia, pues me ves sentado en las
tinieblas y sombra de la muerte; y dirige mis pasos al camino de la paz
verdadera, que consiste en morir totalmente a la voluntad propia, y solo desear
hacer en todo y por todo, tu voluntad. Esto te pido, Señor, con todas veras, y
lo particular a que ordeno esta Rogativa, si me conviene. Amén.
Aquí
se pide confiadamente a Nuestro Señor lo que desea, y después se dice la
siguiente:
ROGATIVA
Amoroso
Jesús mío,
Mi
Rey, mi Padre y Esposo,
Milagro
de los milagros,
Y
el que haces milagros solo.
Sea
uno de los milagros,
Que
en tu amor muramos todos.
Piedra
angular, que en el templo
Un
extremo juntas a otro:
Mas
hoy en tabique humilde
Pintado
te ven mis ojos.
Sea
uno de los milagros,
Que
en tu amor muramos todos.
Segundo
Adán celestial,
Que
en tierra imprimes tu rostro,
Para
redimir amante
Al
que formaste de polvo.
Sea
uno de los milagros,
Que
en tu amor muramos todos.
Esposo
que en los cantares,
Por
comprobarte amoroso,
A
espaldas de una pared
Se
recatabas celoso.
Sea
uno de los milagros,
Que
en tu amor muramos todos.
Hoy
te venero en pared,
Y
de la Cruz en el trono,
Mirándonos
entre rejas
Mejor
amante, y esposo.
Sea
uno de los milagros,
Que
en tu amor muramos todos.
Vos
sois para mi defensa
El
baluarte, el muro airoso,
Eres
fortísima torre,
Mirador,
templo y asombro.
Sea
uno de los milagros,
Que
en tu amor muramos todos.
Eres
el pensil florido,
Pues
Nazareno te nombro,
Donde
admiro siempre vivas
Maravillas
de Dios solo.
Sea
uno de los milagros,
Que
en tu amor muramos todos.
Contra
todos los temblores
Fortificas
poderoso
Un
poco de tierra frágil,
Donde
tu Imagen adoro.
Sea
uno de los milagros,
Que
en tu amor muramos todos.
Pues
nosotros también somos
Copias
de tu rostro hermoso,
No
permitas que nos borre
De
la culpa el terremoto.
Sea
uno de los milagros,
Que
en tu amor muramos todos.
Haznos
finos en tu amor,
Aunque
tiemble el mundo todo,
Contra
pestes, y temblores
Sed
MANUEL Dios con nosotros
Sea
uno de los milagros,
Que
en tu amor muramos todos.
A
MARÍA tu querida
Madre,
concede piadoso,
Que
amemos de corazón
Siendo
sus finos devotos.
Sea
uno de los milagros,
Que
en tu amor muramos todos.
Para
que por esta Madre,
Por
quien das los bienes todos,
Merezcamos
conseguir
Tu
clara vista en retorno.
Sea
uno de los milagros,
Que
en tu amor muramos todos.
ORACIÓN
ÚLTIMA A MARÍA SANTÍSIMA NUESTRA SEÑORA, QUE SE DIRÁ TODOS LOS DÍAS AL FIN DE
LA NOVENA
Oh
María Santísima, mi Señora, mi Madre y mi amor, Ciudad de refugio para todas
las tribulaciones, y remedio universal de todos los males! Vuelve a esta
Ciudad, y todos sus moradores esos tus ojos misericordiosos. Compadécete,
Señora muy amable, de estos tus ingratos y desconocidos hijos: y cuando la
tierra abrumada, con nuestras horribles y gravísimas culpas no nos quiera
sufrir más encima, sino temblar indignada, abrirse en bocas para tragarnos
justiciera, ampáranos tú Señora. Recíbenos en tus brazos como Madre benigna, y
desarmando el azote de la divina justicia con tus ruegos, reconcilia con la
misericordia de Jesús tu Hijo a tantos pecadores perdidos. ¡Qué fuera ya todo
el mundo, si no fuera por ti! ¡Cuántas veces se hubiera asolado esta Ciudad, si
no lo hubiera embarazado tu poderosa intercesión! ¡Y yo también cuánto tiempo
hace que debía estar ardiendo en un infierno eterno, si no me hubiera
favorecido tu maternal misericordia! Por ti, Señora, estoy vivo: por ti no he
muerto, ni me ha condenado tantas veces la justicia de tu Hijo. Por ti espero
el perdón de mis delitos, el remedio de mi fragilidad, y la final perseverancia
en gracia de mi respiración última. Alcánzame pues un corazón de fuego, para
amarte de un modo que nunca diga basta. Que sea todo mi espíritu un horno
ardiendo en tus amores: una víctima viva, santa y agradable a Dios en tus
cariños; para que comience en esta vida las delicias que espero en la eterna,
por los méritos de Jesús tu Hijo, que con el Padre, y el Espíritu Santo vive y
reina por infinitos siglos. Amén.
DÍA
SEGUNDO
ORACIÓN
Oh
Jesús humilde, dechado de verdadera humildad, y su premio, que para remediar al
hombre te humillaste tanto que Te anonadaste a Ti mismo tomando forma de
siervo: Te uniste con el polvo con la unión más íntima que se puede pensar: Te
sujetaste a la muerte más ignominiosa que se puede padecer: ¡naciste entre los
brutos, viviste entre los pobres, y moriste desnudo entre los ladrones! ¿Qué
hiciera yo para conseguirte los pasos en esta virtud de que me has dado tales
ejemplos? ¿Cómo arrancara de buena gana mi corazón, y lo desmenuzara sin cesar,
hasta haberle, sacado el viento sucio de la vanidad? Señor, el aire oculto
entre la tierra, dicen ser causa de los temblores; y la soberbia oculta entre
las almas es el motivo de sus mayores ruinas. Este vicio es el primero que
entra, y el último que sale: y Tú tan determinado a perseguirle, que en
cualquier persona que le encuentras lo castigas severo, aunque haya sido antes
alma singularmente favorecida. Sucedió así con el Rey Ozías, a quien exaltase
con victorias; pero luego que soberbio se atrevió a tomar el incensario y ofrecer
el timiama, le salió tan a la cara su arrogancia, que se le llenó de lepra la
frente, se estremeció con horrible terremoto el templo, fue arrojado del
convicto de los hombres, y perdió por fin vida, corona y cetro. Perdiólo todo,
y breve este Rey por soberbio atrevido. No me permitas pues, Señor, ni un
minuto en este maldito vicio. Sea yo humilde antes mis ojos, para que Te
agraden mis ruegos, y llegue mi oración a Tus oídos. Así lo espero de Tu amor,
con lo que particularmente Te suplico: Amén.
DÍA
TERCERO
ORACIÓN
¡Oh
DIOS infinitamente sabio, verdadera luz que alumbras a todo hombre que viene a
este mundo: sol de justicia, en cuyo triste ocaso esparciste rayos de admirable
sabiduría desde esa cátedra de divino magisterio! Hoy deseo tu soberana luz
para imponerme bien en la causa principalmente meritoria de los temblores, y
enmendándola, desarmar este azote de tus divinas manos. Ya oigo que me
amonestas en los Proverbios que «por tres cosas se mueve la tierra, y la cuarta
no puede tolerar: Un siervo reinando; un necio harto de alimentos; una mujer
casada iracunda y aborrecible; y una esclava heredera de su Señora». Estas son
cuatro pestes que lo revuelven y trastornan todo, hasta hacer bramar, crujir y
temblar la tierra, agobiada al peso de tanta iniquidad. ¡Oh Padre Nuestro muy
amable! Compadécete de esta ciudad, y del lastimoso estado de sus moradores. Ya
confesamos humildes que nuestro apetito sensitivo, nuestro cuerpo bruto,
nuestra pasión inferior de nuestra concupiscencia mala son sin duda el siervo
que reina, el glotón necio, la mujer odiosa, y la esclava ruin que al gobierno
de la razón, legítima Señora, se arroja temeraria en cualidad de heredera. He
aquí el origen de todo el desorden, culpas, escándalos, muertes y todo género
de injusticias. Estos son los peores terremotos asoladores de las almas, tus
templos místicos. Remédielo todo, Señor, tu piedad: y haz que recogitemos
siempre en el corazón tu ley, para no ser desolados con peor desolación. Así lo
espero, con lo que singularmente pido. Amén.
DÍA
CUARTO
ORACIÓN
¡Oh
DIOS justo, y terrible en tus consejos sobre los hijos de los hombres!, que
habiendo creado la tierra para madre común que los sustentase, de la tierra
misma te sirves para castigo de delincuentes. Así le sucedió a Coré, Datán,
Abirón y sus secuaces, para quienes estremeciéndose la tierra bajo de sus pies,
se abrió en zanjas tan profundas que se los tragó a todos vivos con toda su
hacienda y menaje. Este suplicio horrendo merecieron estos infelices por la
ambición a la Dignidad Sacerdotal de Aarón, y murmuración del gobierno civil de
Moisés: manifestando tu justísima equidad cuanto siente las culpas contra los
que hacen en el mundo Tus veces: cuán odioso es un hombre murmurador, pues baja
por Tu orden vivo al infierno, y la tierra se lo traga sin poder sufrirlo.
Aprisiona pues, Señor, nuestras lenguas, para que no se precipiten contra
nuestros prójimos; y arráncanos de raíz esta maldita cizaña de la murmuración
que veo nacida en medio del trigo, esto es, entre las mismas personas místicas
y espirituales. ¡Cómo es esto, Dios mío! ¡Qué estilo es este entre almas que Te
buscan, entre corazones que Te aman! Ea, que desde hoy va de empeño nuestra
enmienda. Si quisiéremos en adelante murmurar defectos, no nos tiremos muy
lejos, porque más cerca nos tenemos a nosotros mismos. Estos sí que fisgaremos,
burlaremos y confesaremos siempre, nuestros pecados feos, nuestras ingratitudes
a Tu amor, y nuestra ruindad cada día más vil. Amén.
DÍA
QUINTO
ORACIÓN
¡Oh
Jesús admirable!, que para mayor mérito de tus escogidos los atribulas con
desolaciones interiores, a veces tan amargas y terribles, que exceden a las
agonías de la muerte: los acrisolas como al oro para que suban después los
quilates de tu amor; y lo rodeas de espinas para que sean más fragantes rosas.
Dame, ¡oh amor vivo de mi alma! un amor sediento e insaciable de penas, de
tormentos y de martirios por Ti. No hay razón para que Tú probases el infinito
amor que me tienes, padeciendo; y yo quiera probar el amor muy limitado que te
tengo, gozando. Padecer quiero, padecer elijo por quererte, por seguirte, por
agradarte. Lléname, Señor, de espinas. Azótame con trabajos. Aquí quema, aquí
corta, aquí no me perdones, para que eternamente yo Te ame, y Tú me perdones.
¡Ojalá fuese yo otro Job, que mereció ser una de tus figuras antiguas! Entre
las plagas y trabajos sensibles que le enviaste a este Tu siervo, fue una, y la
más dolorosa, la muerte violenta de sus amados hijos cuando estremeciéndose los
cuatro ángulos de la casa, se les desplomó encima, dejándolos a todos de repente
sepultados y muertos. Entonces fue cuando rompiendo el silencio con que había
tolerado las demás angustias, dijo: «el Señor lo dio, el Señor lo quitó, como
le agrado al Señor se ha hecho: sea el nombre del Señor bendito». Esta es de
conformidad que yo deseo en todas las penas que me enviares: saber decir metida
hasta la garganta en un mar de aflicción: «bendito sea Dios, y gracias a Dios».
Nada de esto puedo hacer por mí, pero por Ti y con Tu gracia todo lo puedo, y
por Tu bondad infinita Te lo pido. Amén.
DÍA
SEXTO
ORACIÓN
¡Oh
Señor, Dios de consolación, Padre del siglo futuro y Príncipe de paz!, que
entonces ocurres a las aflicciones más pronto, cuando cesan todos los consuelos
terrenos, porque no quieres juntar lo precioso con lo vil, ni las tinieblas con
la luz. Por eso aguardaste para consolar a tu pueblo cautivo, a que se viese
todo él sentenciado al degüello. Entonces los libertaste del universal exidio
bajo del imperio de Asuero, cuando firmadas las sentencias y sellados los
decretos, nadie podía esperar menos que el cadalso. Pero tú, que eres según
David ayudador en las tribulaciones cuando son gravísimas, por medio de la
Santa Reina Ester diste a Tu pueblo vida, honra y victoria, y al perverso Amán
muerte, confusión e ignominia. ¡Raros y estupendos son, Señor, los triunfos de
tu amor, cuando se interesa en ellos alguna sombra de María Santísima, mejor
Ester!, Para pronunciarle a Mardoqueo este portentoso pasaje, se lo revelaste
en un sueño. En él, la persecución de Amán se figuraba en un terremoto
horrible, y la exaltación y poderío de Ester en un pequeño arroyuelo, que
crecía hasta ser abundante, y caudaloso rio. En esta ciudad no ha sido sueño,
sino experiencia todo. Hemos tenido muchos Amanes en los terremotos, y mejor
arroyuelo de lágrimas en María Santísima, Ester admirable que vale por todos
los ríos y mares en tu presencia. Válganos pues su maternal intercesión
todopoderosa. Sus lágrimas, Señor, apaguen el incendio de Tu ira justa: y pues
tanto consiguió su sombra, no consiga menos la realidad. Así lo espero, con
todo lo que Te pido. Amén.
DÍA
SÉPTIMO
ORACIÓN
¡Oh
DIOS de la Majestad, Juez soberano de vivos y muertos! Que, para precursores de
la segunda venida al mundo a la universal residencia, destinaste a los dos
Santos Enoc y Elías, conservándolos vivos en el terrenal paraíso. Estos Santos
serán los que después de padecer crueles martirios, arrastrados por las calles,
dejados sus cuerpos muertos tres días y medio insepultos, los resucitarás
gloriosos; los mandarás con voz sensible subir al cielo triunfantes; y para
confusión de los impíos harás entonces temblar la tierra, desplomarse la décima
parte de la ciudad de Jerusalén, y perecer entre sus ruinas siete mil hombres.
No extraño, Dios mío, estas demostraciones de tu severidad en un tiempo tan
perverso, como será entonces: tiempo de la mayor persecución que padecerá tu
Iglesia: tiempo de la abundancia en la iniquidad, y estéril en la caridad. Muy
justo es que tiemble la tierra, cuando no tiemblan los hombres de irritar tu
ira. Mas esto es lo que más me confunde, al ver que sin haber llegado aquel
tiempo en nuestro siglo, hemos experimentado de sus delitos la pena. No uno,
sino muchos han sido los temblores. No la décima parte, sino toda ella
arruinada, porque sus escándalos pesan más quizás que las últimas culpas. Aún
no ha venido el Antecristo, y ya se ve sin respeto tu templo, la malicia
triunfante, la inocencia perseguida, y en todas partes el carácter de la
bestia. Remédielo todo el que todo lo puede, que eres Tú solo: y remédiame a mí
el primero, que soy el peor de todos, y en todo. Así lo espero de Tu
misericordia. Amén.
DÍA
OCTAVO
ORACIÓN
¡Oh
Esposo dulcísimo, y sangriento, valiente Sansón, cuyas fuerzas solas pudieron
llevar en hombros el infinito peso de mis culpas! Jesús divino, a cuyo triunfo,
conseguido con tu muerte, se enlutó el sol, que es mayor milagro que parar el
curso; pues no teniendo por sí el moverse, tiene por oficio y naturaleza el ser
lucido. Tembló la tierra con universal movimiento, no sólo en la superficie,
sino en su más profundo centro, que es el infierno, prueba segurísima de tu
divinidad; pues solo un Dios con su infinito poder pudo en su muerte ejecutar
tanta conmoción. Concédeme, ¡oh benigno Salvador!, una semejanza de estos
efectos. Obscurézcanse todos mis contentos naturales al considerarte muerto por
mis amores. Pártase mi corazón de piedra a imitación de aquellas piedras.
Coumuévase y tiemble la tierra profunda de mis entrañas en vista de tus penas.
Y pues hasta hoy persevera abierta la tierra en zanjas desde aquel terremoto:
permíteme abrir zanjas de contrición y penitencia en mi cuerpo, y que me duren
abiertas hasta la hora de mi muerte. Yo no he menester como el Centurión, y sus
soldados, haber visto el terremoto en un tránsito para temerte mucho y creerte
hijo de Dios verdadero. ¡Creo en Ti, Jesús mío!, mi Padre, mi Señor y mi Dios
te confieso. Esas llagas, esa Sangre, esas espinas, y esa Cruz en que Te miro,
mías son, por mí las toleraste, Tú mismo me las diste. Con ellas pues Te pago,
y correspondo Tu amor. Yo Te las vuelvo a dar, y contribuir en retorno por lo
que Te debo, y por todo lo que espero, y humildemente Te pido. Amén.
DÍA
NOVENO
ORACIÓN
¡Oh
Suavísimo dueño de las almas, amor de los amores, centro de todas las felicidades,
Cordero muerto desde el origen del mundo en figura, en la mitad de los años en
realidad, y en esa milagrosa imagen en representación! Poderosísimo Príncipe de
la eternidad, que para mostrarnos Tu admirable poder, has querido dar
consistencia y duración a esa frágil tierra tantos años, en medio de las
enemigas ruinas. Yo Te adoro, Señor, en esta pintura, y en ella Te considero no
solo crucificado, sino también resucitado y glorioso; pues veo en esta Tu
sagrada Imagen el dote de impasible a lo menos en bosquejo. ¡Veo que los
temblores no la demuelen: los temporales no la deslustran, en todos sus años no
la envejecen! ¡Oh hermosura antigua, y cada día más nueva! Concédele a mi
espíritu esta prerrogativa, de vivir digo en adelante vida nueva, muriendo perfectamente
a la vida antigua. No sea yo como los soldados, guardias de Tu sepulcro, que
después de Tu resurrección, cuando bajó el Ángel a remover la lápida, con el
temblor grande de tierra que San Mateo refiere, quedaron no en verdad, sí en
apariencia muertos; por lo que volviendo después a sus sentidos, volvieron a
ser lo que antes. No es esto, Señor, lo que yo pretendo. Morir quiero con
verdad a todo el mundo, a toda carne y sangre, a mí mismo, y a todas mis
pasiones irascibles y concupiscibles. Solo así hallaré la vida nueva de Tus
amores. Dejándolo todo en todo, tendré solo en Ti mi tesoro. Dame pues en esta
muerte, vida de mi alma, o esta vida, que consiste en esta muerte. Hazme a mí
también impasible, o insensible a todas las turbaciones de los sentidos y parte
inferior del alma. Levántala a esta sobre sí misma en brazos de la fe, para que
obre en adelante con más perfección y tranquilidad íntima: y no me niegues el
favor particular que Te suplico. Amén.
El
Ilmo. Señor D. D. Diego Antonio de Parada, dignísimo Arzobispo de Lima, concede
ochenta días de indulgencia, no solo a los que asistiesen cada día a la Novena,
sino también para los que, estando impedidos, la hicieren privadamente en su
casa, y el Ilmo. Señor D. D. Miguel. Moreno: dignísimo Obispo de la Santa
Iglesia en Huamanga, ha concedido cuarenta.
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