TRIDUO
EN HONOR DE NUESTRA SEÑORA DE LA NUBE
Con
Licencia Eclesiástica
Lima
Año
de 1935
ORACIÓN
PREPARATORIA
Jesús,
divino Salvador nuestro, que habéis constituído a María, vuestra Madre
Santísima, refugio de los pecadores, consuelo de los atribulados y salud de los
enfermos: acudimos humildemente hoy ante el trono de vuestras misericordias,
pidiendo que por la intercesión de Nuestra Señora de la Nube os dignéis
escuchar benigno nuestras súplicas, y despacharlas favorablemente. Reconocemos
que nuestros pecados son causa de todos los dolores, enfermedades y penas con
que rectísimamente nos prueba vuestra justicia; pero ya nos arrepentimos de
nuestras faltas, y detestamos contritos nuestras iniquidades porque con ellas
hemos ofendido a Vos, dulcísimo esposo nuestro, y único y único dueño de
nuestros corazones. Acordaos ¡Oh Jesús amantísimo! que por salvar a los pecadores
moristeis en una cruz, y cuán amargos fueron los dolores con que vuestra
Santísima Madre intercedió por nosotros en el Calvario. Dignaos por tanto,
perdonarnos todas nuestras culpas y las penas que por ellas merecemos, para que
libres de las adversidades y peligros os sirvamos en santidad y justicia todos
los días de nuestra vida. Amén.
Aquí
se dice: Recemos tres Ave Marías a la Santísima
Virgen, en honra de las tres horas que acompañó a su Hijo divino cuando
agonizaba pendiente de la Cruz. Después de cada Ave María se dice esta
invocación: Salus infirmorum, ora pro nobis. Salud de los enfermos, ruega por
nosotros!
DÍA
PRIMERO
CONSIDERACIÓN
Sobre
aquellas palabras del sagrado libro Eclesiástico (cap. XXIV v. 7.): "En
los altísimos cielos puse yo mi morada, y el trono mío sobre un columna de
nubes", et thronus meus in columna nubis, dice Alápide "muchos santos
Padres llaman a la Stma. Virgen Nube, por cuanto es ella quien tempera los
ardores del Sol, esto es, los rigores de la vindicta divina; y a manera de nube
refresca y fecunda nuestras almas con el rocío de la gracia". Las
enfermedades, así como todas las tribulaciones de esta miserable vida, son
efectos propios del pecado; pues por el pecado, dice el Apóstol, entró la
muerte en el mundo; y las enfermedades no son otra cosa que preludios de la
muerte. Por lo mismo, debemos resignarnos humildemente a la Voluntad divina que
nos castiga bondadosamente con los trabajos y enfermedades de esta vida, antes
que con los suplicios intolerables del infierno que justamente tenemos
merecidos por nuestros pecados. Entremos, pues, en los planes amorosos de la
Providencia; y corregidos por la enfermedad detestemos nuestras culpas pasadas,
y hagamos propósitos eficaces de llevar en adelante una vida verdaderamente
piadosa y cristiana. Acudamos para ello a la intercesión poderosa de la
Santísima Virgen, que como Nube benéfica nos protegerá con su sombra de los
ardores de la Justicia divina, y nos alcanzará gracia y perdón por nuestras
anteriores iniquidades; siempre que sinceramente arrepentidos de ellas no
tornemos con nuevas recaídas a provocar la cólera del cielo.
EJEMPLO
Allá
por los años de 1696 hallábase gravemente enfermo y próximo a la muerte el
Ilmo. Obispo de Quito, Sr. Don Sancho de Andrade y Figueroa. La población de
Quito que amaba tiernamente a aquel ejemplar y piadoso pastor, salió por las
calles de la ciudad, en una muy fervorosa rogativa, es la que se cantaba el
rosario con el fin de obtener la salud de aquel benemérito Prelado. Cuando
llegó la procesión al atrio de la iglesia de San Francisco, tuvo lugar un
estupendo prodigio; toda aquella numerosa concurrencia contempló que flotaba en
los aires una hermosísima imagen de la Santísima Virgen. Para que se viese que
esta aparición no era un fenómeno natural, en el mismo instante sanó de su
accidente el Ilmo. Sr. Andrade y Figueroa. Esto dió origen a la advocación de
Nuestra Señora de la Nube, con lo cual la augusta Madre de Dios quiso probar
una vez más, al pueblo cristiano que Ella es verdaderamente la salud de los
enfermos y nuestro consuelo y refugio en todas las tribulaciones.
DEPRECACIÓN
Permitidnos,
joh dulcísima Virgen! que postrados humildemente a vuestras plantas, unimos
nuestra voz a la de toda la Iglesia, y os digamos: ¡Salve Reina de clemencia y
Madre de misericordia!: volved benigna vuestros ojos a estos pobres hijos
vuestros, que caminamos gimiendo y llorando por el valle de lágrimas, en que
hallamos desterrados. Dignáos, ¡oh Reina piadosísima! defendednos de las iras
del Cielo; como aquella nube prodigiosa que guió a los Israelitas en el
desierto, así, ¡oh Madre amabilisíma amparadnos y protegednos en todas nuestras
necesidades y tribulaciones para que conducidos por Vos, lleguemos un día a la
posesión de la eterna Patria que nos está prometida. Amén.
PRECES
Estribillo
que repite el pueblo después de cada invocación:
R/:
Ruega, ¡oh tierra Madre! nos conceda
Dios,
Salud al enfermo, gracia al pecador.
Nube
del Sinaí, de vivo esplendor,
Que
en el seno ocultas al Hijo de Dios,
Nube
más hermosa que la que veló
Al
Arca de Alianza con tenue vellón.
Nube
que guiaste al pueblo de Dios
A
gozar la herencia de Abraham y Jacob.
Nube
que en el templo del Rey Salomón
Flotaste
cual humo de etérea oblación.
Nube,
que Isaías, con místico ardor,
Lluévenos,
clamaba, llueve al Salvador.
Nube
del Carmelo, donde te evocó
Del
profeta Elías la ardiente oración.
Nube
en que gozoso Noé contempló
Dibujarse
el iris, del diluvio en pos
Nube
que te viste del divino Sol,
Y
dones derramas de vida y amor.
Nube
mensajera de gracia y perdón,
Cúbranos
tu sombra de la ira de Dios.
Nube
que al viajero con sombra veloz
Refrezcas
la frente que abrazara el sol.
Nube
que las lluvias de vida y frescor
Nos
das cuanto quema los campos el sol.
Nube
de las gracias, fragua del amor,
Nube
de los cielos, trono de mi Dios.
ORACIÓN
Acordaos,
¡oh misericordiosisima Virgen María! que jamás se ha oído decir que ninguno de
cuantos recurren a vuestra protección, imploran vuestro socorro y reclaman
vuestra asistencia, haya sido abandonado. Animados con esta confianza
recurrimos hoy a Vos, Madre del Omnipotente y Virgen de las vírgenes; y
gimiendo bajo el peso de nuestros pecados nos postramos a vuestras plantas! ¡Oh
Madre del Verbo encarnado! no desechéis nuestras súplicas, antes bien
escuchadlas benigna y despachadlas favorablemente. Así sea.
DÍA
SEGUNDO
CONSIDERACIÓN
Cuando
hubo pasado el diluvio, dijo el Señor a Noé "pondré mi arco en las nubes,
y será señal de la alianza entre mí y entre la tierra". El iris, dice San
Gegorio Magno, representa al Verbo encarnado Verbo velado por la carne, o sea
la misma carne del Verbo Divino. Iris est Verbum incarnatum, et carne velatum,
sive est ipsa caro Verbi. La nube en que se nos presenta este iris divino es la
Santísima Virgen. Y así como Noé para tranquilizar su ánimo conturbado por la
horrorosa catástrofe del diluvio tornaba sus miradas al arco que el Señor había
puesto en las nubes como signo de su alianza de modo semejante en todas
nuestras tribulaciones volvamos nuestros ojos hacia María en quien recobraremos
la esperanza y veremos resplandecer la clemencia divina, como arco iris que
anuncia el término de nuestros males. La causa de prolongarse estos, muchas
veces, más allá de los que sufren nuestras débiles fuerzas es porque somos
remisos en la oración, y tardíos al soberano amparo y protección de la Madre de
Dios.
EJEMPLO
Desde
la prodigiosa Aparición de 1696, celebrábase en Quito todos los años una
suntuosa fiesta en honra de Nuestra Señora de la Nube; pero vinieron los
trastornos políticos de este siglo, y todo cayó en olvido. El año de 1888, un
sacerdote de la Congregación de Sacerdotes Oblatos del Sagrado Corazón, que se
hallaba en Quito, supo que se moría en Cuenca un hermano suyo de religión,
víctima de una agudísima afección hepática. Al punto hizo promesa formal de
mandar pintar un cuadro de Nuestra Señora de la Nube, y publicar las
informaciones auténticas de su aparición, si obtenía la curación del enfermo.
La Santísima Virgen escuchó al instante esta súplica, y el enfermo, contra toda
humana esperanza, curó completamente de su dolencia. Estas y otras semejantes
gracias han venido a ser origen del fervoroso culto a Nuestra Señora de la
Nube.
DEPRECACIÓN
Vos
sois, ¡oh María! la Nube resplandeciente, en la que contemplamos a Jesús
crucificado que, como iris verdadero de la alianza, se interpone entre la
justicia irritada del Eterno Padre, y nosotros pobres pecadores. ¿Qué sería de
nosotros miserables, sin tu poderosa mediación, ¡oh dulcísima Virgen! Bien
merecidas tenemos todas las penas y enfermedades con que nos aflije la justicia
divina; pero en este diluvio de miserias, elevamos nuestros ojos hacia Vos, joh
María para que intercedáis por nosotros, aboguéis por nuestra causa ante el
tribunal de vuestro Hijo y, con vuestros ruegos apartéis su justa indignación
de nosotros.
DÍA
TERCERO
CONSIDERACIONE
Leemos
en el Evangelio que Cristo Señor nuestro vendrá a juzgar al mundo en el gran
día del juicio final cercado de gran majestad y poder y en un trono
resplandeciente formado de nubes del cielo. Et videbunt Filium hominis
venientem in nubibus coeli. De manera que las nubes que antes habían servido
para ocultar la majestad de Dios, entonces le harán resplandecer con más
grandeza y solemnidad que nunca. Este símbolo de la nube nos enseña una
importante verdad. La Santísima Virgen que es la mística nube en la cual se
oculta al presente la Majestad de Dios, en el gran día del juicio final vendrá
también acompañando a su hijo divino, y se asentará junto a Él como Reina, para
juzgar en unión de los Santos a todo el universo; por manos de María recibirán
los justos la corona de la gloria inmortal. Esto mismo se verifica en cierto
modo para cada individuo en el instante de la muerte. Los deudos de quien muere
al ver frustrada su esperanza quéjanse amargamente de María como si se hubiese
tornado sorda a sus ruegos siendo en verdad todo lo contrario. La bondadosísima
Madre escuchó esas súplicas y las despachó alcanzando un bien infinitamente
mayor al que se le pedía librando al enfermo no sólo de la enfermedad sino de
todos los males de la vida, y conduciendo su alma a gozar de la gloria del
Paraíso. La Santísima Virgen es para todos sus siervos en a hora de la muerte,
la aurora hermosísima que anuncia el gozo sin fin de la dichosa eternidad.
EJEMPLO
El
Ilmo. Señor Sancho Andrade y Figueroa que en 1696 alcanzó la salud mediante el
estupendo prodigio de la aparición de Nuestra Señora de la Nube, después
padeció otra enfermedad mortal. Pero entonces las súplicas que se elevaron a
María en favor del Prelado no alcanzaron a éste un bien limitado como la salud
y vida del cuerpo, sino el bien incomparable de la gloria del cielo. Puédese
creer eso piadosamente tanto por la vida ejemplar del Obispo como por las
hermosas circunstancias de su muerte. En efecto: así como al anunciarse el
tercer misterio del rosario que es la Natividad de Nuestro Señor Jesucristo
tuvo lugar aquella aparición célebre de la Nube; de modo semejante en una
ocasión en que el ilustre enfermo tomó Rosario en sus manos para rezarlo, al
llegar al segundo misterio que es la Visitación entregó dulce y plácidamente el
alma en manos del Creador. ¡Muerte verdaderamente hermosa!: salir de este mundo
llevando en los labios las notas del santo Rosario, es decir del cántico más
puro y armonioso que los cielos y la tierra han entonado jamás en honra y
alabanza de María!
DEPRECACIÓN
¡Oh
Virgen Inmaculada Reina de los cielos y soberana Emperatriz del Universo!:
quién nos diera contemplaros no entre sombras y nubes sino con toda la gloria y
magnificencia con que os ven los bienaventurados en el Paraíso. Esta es ¡oh Madre
dulcísima!, la gracia de las gracias que esperamos alcanzar por vuestra
poderosa intercesión. La salud, la vida y todos los demás bienes de la tierra
no los queremos, sino en tanto son medios para lograr nuestra eterna salvación
pero lo que os pedimos con toda nuestra alma y sin reserva alguna es que nos
libréis de las penas del infierno, y nos pongáis un día en posesión de nuestra
única y verdadera Patria que es el Cielo. ¡Oh María si Vos rogáis por nosotros
no nos perderemos; piérdanse en buena hora riquezas, honras y dignidades, con
tal que se salve el alma. ¡Oh Madre Santísima de Dios! vuestros somos, a Vos
nos consagramos de vuestra poderosa intercesión esperamos que un día os
alabaremos en compañía de todos los santos y ángeles en la gloria eterna de los
cielos. Amén.
CÁNTICO A NUESTRA SEÑORA DE LA NUBE
CORO
¡Ven,
Reina del cielo:
Ven,
Nube de Dios:
Reina
en este suelo,
Reina
del amor!
COPLAS
Columna
de incienso,
Trémula
te asomas,
Derramando
aromas
Que
hechizan a Dios;
De
puro holocausto
Perfumes
exhalas
Y
llevan tus alas
Ecos
de oración.
Paloma
del Arca,
Vuelas
fugitiva,
Mostrando
la oliva,
De
paz y de amor.
La
peste y la guerra,
Nuncios
de la muerte,
Se
alejan al verte
Cual
sombra del sol.
Peregrina
te alzas,
Nube
del Carmelo,
Flotando
en el cielo
Cual
brillante airón;
Tímidas
al paso
Salen
las estrellas,
Y
esmaltan las huellas
Que
deja en pos.
Misteriosa
niebla,
Ostentas
tu aliño
En
copos de armiño
Que
alfojara el Sol;
El
celeste domo
Henchir
te contemplo.
Consagrando
el templo
De
la creación.
Púdica
azucena,
El
aura tremola.
Tu
ebúrnea colora
De
fúlgido albor.
Las
nevadas cumbres
De
nuestras montañas,
Con
tu luz empañas
Que
envidiará el Sol.
¡Ven,
mística nube,
Ven
cándida Rosa,
Ven
Madre amorosa,
Ven
reina de amor!
Reina
de esta tierra,
Reina
de nuestro suelo,
¡Oh
Reina del cielo,
Oh
Madre de Dios!
¡Ven
nube argentada,
Dános
tu rocío;
Y
en medio el estío,
Cúbrenos
de sol;
Tus
alas ostentan
Siempre
el iris gayo,
Y
alejen el rayo
La
rugiente voz!
Tu
eres nuestro gozo,
Tu
nuestra alegría,
Tu
eres ¡oh María!
La
nube de Dios:
Esa
nube hermosa
Que
alegró el Carmelo,
Y
que en nuestro suelo
Nos
habla de amor.
¡Ven
conquistadora
Del
nuevo hemisferio;
Con
la cruz de tu imperio
La
América alzó;
Por
madre te invoca,
Por
dueña te aclama,
Reina
te proclama,
Perú
y Ecuador!
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