DÍA
DÉCIMO SEXTO
EL
MILAGROSO NIÑO JESÙS DE PRAGA Y LA DIVINA PROTECCIÓN
Sabemos
por el doctor Angélico, que es perfecto un ser cuando tiene todas las cosas que
puede y debe tener, y al que no le falta ninguna, por mínima que sea, y que no
haya de convenirle, según su propia naturaleza. Y está claro que ha de ser así,
porque de no serlo cualquier cosa que le faltase pondría en él una nota
desagradable. Dios es un ser tan perfecto, que encierra y contiene en sí todas
las perfecciones posibles, sin que con ellas se mezcle, ni se pueda mezclar,
imperfección alguna. Según esta doctrina de Santo Tomas, vamos que en Dios
están con eminencia las perfecciones de todas las cosas corporales que carecen
e vida, como las estrellas, los cielos, los planetas, el oro, la plata y las
piedras preciosas; con esta particularidad, que si bien estas por su
imperfección carecen de vida, en Dios la tiene, según aquella de San Juan:
"Lo que fue hecho, en Dios era vida
antes de hacerse". Esto es lo que Dios tenía dentro de sí, y con gran
paciencia, la viva idea de lo que había hacer y la perfección que después dio
lo que creó. Prueba de ello es que ahora mismo, como dice San Agustín, Dios
puede hacer criaturas todo cuanto hacen ella, esto es alumbrar son sol,
calentar sin fuego, refrescar sin viento y producir sin tierra. Oh Niño Dios y Jesús dulcísimo del alma! Ahora
comprendo algo de aquella profunda y soberana frase de tu siervo humildísimo
San Agustín, cuando en su libro Meditaciones exclamaba: Deus meus et omnia,
Dios mío y de todas las cosas. Sí, porque siendo perfectísimo eres todas las
cosas en cuanto que Tú, con infinita eminencia, tienes la perfección de todas,
porque todos reciben de Ti la perfección en que sí tienen. ¡Oh Jesús mío,
Infante del Carmelo y hermoso rubí de Praga!
CON
SÓLO UNA ESTAMPA DEL NIÑO JESÚS DE PRAGA
Una
joven de Santiago de Compostela llevaba tres años de estar enferma, sin
esperanza tras curarse; últimamente (Mayo de 1918), ni hablaba ni se movía. Una
amiga suya le habló del Milagroso Niño Jesús de Praga, y llevó una estampa, que
la enferma aceptó con devoción, y comenzó a encomendarse interiormente al
Milagroso Niño. A pocas horas empezó la mejoría, y se curó por completo. Un
joven amigo cercano de su familia que era ateo, quedó impactado por el
milagroso restablecimiento de la joven, lo cual lo llevó a cambiar de vida y
creer en Dios ante tan bello milagro.
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