DÍA
VIGÉSIMO SÉPTIMO
EL
MILAGROSO NIÑO JESÚS DE PRAGA Y LAS DIVINAS PERMISIONES
Entre
estas divinas permisiones se hallan los pecados, así el venial como el mortal,
los cuales, en ninguna manera puede quererlos Dios, ya que por la malicia que
entrañan salen fuera del orden sapientísimo y bondadoso de su gobierno, ocupado
siempre en nuestra propia salvación para gloria y honra suya. Así y todo, por
lo mucho que Dios respeta, si es lícito hablar así, la libertad del hombre
permite que éste abuse de ella, y caiga una y muchas veces en pecado, porque de
esas caídas saca su sabia providencia innumerables y grandes bienes, las más de
las veces para el mismo que tiene la desgracia de caer, como son la humildad
profunda, grande desconfianza de sí mismo, y mucha caridad y compasión con los
que tienen igual desgracia. Santa Teresa es quien con pluma de oro nos describe
estos grandes bienes de sus permisiones divinas, cuando endiosa nos dice:
"Oh, Jesús mío, ¡qué es ver un alma caída en pecado, cuando Vos por
vuestra misericordia la tornáis andar la mano y la levantáis! ¡Cómo conoce aquí
la multitud de vuestras grandezas y misericordias y su miseria! Aquí es el
deshacerse de veras y conocer vuestras bondades; aquí el no osar alzar los
ojos, aquí es el levantarlos tan sólo para conocer los que os debe.
EL
MILAGROSO NIÑO JESÚS DE PRAGA EN BARCELONA
Un
pecador hacía muchos años que no cumplía con la Iglesia ni oía Misa; casi por
compromiso aceptó de manos de un amigo el rosario del pequeño Niño Jesús, y se
inscribió en su Archicofradía. Algo rezaría al Niño Jesús de Praga, pues casi
es que a los pocos días se le vió acercarse hacia el sacramento de la Confesión
y luego altar para recibir la Comunión. El Niño Jesús de Praga, logró su
conversión. ¡Gloria al Santo Niño de Praga!
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