DÍA
CUARTO
EL
MILAGROSO NIÑO JESÚS DE PRAGA Y UN PUEBLO SIN FE
El
que negare hoy, por su desgracia, existen pueblos o sin fe o próximos a quedar
sin ella, daría señales inequívocas de que no se vive en la realidad, y de que
se empeña en cerrar los ojos de la evidencia. Por mucho que duela confesar tan
terrible y amarga verdad, hay que convenir en que esto es un hecho. Sí, la fe
de muchos pueblos se va. Y la culpa de estos la tienen todos aquellos que, con gran
indolencia, mal ejemplo, desidia, transgresión descarada y condescendencias
criminales con la propaganda inmoral e impía, contribuyen a que se obscurezca
en la inteligencia y se seque en los corazones la religión de nuestros mayores.
Y como quedarse sin fe y sin religión un pueblo es quedarse sin Jesucristo, de
ahí el que, tratándose del orden sobrenatural, los niños al nacer o las
doncellas al pisar en el plano inclinado de las ilusiones y de la juventud, y
los jóvenes al comenzar la lucha inevitable entre el deber y la pasión, como no
tienen a donde volver los ojos. Se encuentran solos y por fin, sucumben. Y por
esta misma carencia de fe y de conocimiento y amor de Jesucristo sucumben los
ricos y los pobres en sus perpetuas contiendas, y los moribundos en los últimos
estremecimientos de la agonía, y que los asediados por la enfermedad, por la
pobreza y por la calumnia, y los abrumados por el remordimiento y tendidos en
una cruz desesperante, que no es y no puede ser la de Jesucristo. Pueblos así,
pueblos que su impiedad e irreligión se quedan sin Jesucristo, se quedan en una
situación aún más deplorable que la de aquellos otros que jamás le conocieron.
EL
APÓSTOL DE LA DEVOCIÓN AL MILAGROSO NIÑO JESÚS DE PRAGA
Fue
destinado al Carmelo de Praga a casa noviciado de la Orden en aquellas tierras.
Entre los muchos jóvenes que a él acudieron a recibir el Santo hábito de la
Orden de la Virgen del Carmen. Uno de ellos fue Nicolás Schoviley, natural de
Luxemburgo, quien al tomar el hábito cambió de nombre y de apellido, como es
costumbre en los carmelitas y se llamó Fr. Cirilo de la Madre de Dios. No es
para dicho los trabajos de espíritu sequedades del alma con que el Señor probó
a este fiel siervo durante algunos años, hasta que, en el 1629, en la misma
noche de Navidad, después de los maitines. Se fue al Oratorio Fr. Cirilo de la
Madre de Dios y arrojándose de rodillas ante la imagen del Milagroso Niño Jesús
de Praga, le dijo: "Jesús mío, ten piedad de mí" y así fue como el
empezó a dedicar su vida para propagar su devoción por todo el mundo, la cual
hasta hoy veneramos con mucho fervor.
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