DÍA
DÉCIMO PRIMERO
EL
NIÑO JESÚS DE PRAFA FUNDAMENTO DE TODAS LAS VERDADES DE NUESTRA FE
Este
fundamento, como señala San Pablo en su carta a los Hebreos, es creer que hay
Dios, o sea creer y entender con su firmeza que hay más allá de este mundo
visible que vemos, un espíritu visible que no vemos; un ser supremo, infinito,
principio y fin de todas las cosas, y el cual con su omnipotencia las creó y
con su sabiduría las gobierna, ordena y dirige a sí mismo como a último fin.
Para que entendamos bien y pronto esta verdad (en muy pocos de la antigüedad
pagana llegaron a conocer, y eso, como enseña Santa Tomás de Aquino después de
mucho tiempo y (con la negra mezcla de muchos errores), además la
resplandeciente lumbre de la fe ha estampado en el fondo íntimo de nuestra lama
esa otra lumbrera natural, que como dijo el Real Profeta en el salmo 188, es
lumbre y resplandor que sale del rostro de Dios. ¡Oh mi amante Jesús de Praga,
qué consuelo para mi pobre alma el pensar que cuanto a ti te imploro a todo un
Dios, que por amor de los hombres se hizo niño, hermoso y encantador, en el
seno de la Virgen sin mancha! Abre, Niño divino, tú que eres Dios y hombre al
mismo tiempo, abre los ojos interiores de nuestra alma, para que se contenten
con ver las cosas temporales que se perciben los sentidos, sino que suban a
contemplar las eternas que se ven, y con ellas a ti, Dios de amor que eres y
estás sobre todas, a quien toda honra y alabanza por los infinitos de los
siglos. Amén.
COMIENZAN
DE NUEVO LOS MILAGROS
El
hallazgo de la imagen del Niño Jesús de Praga, como se dijo el día VII, tuvo
lugar en circunstancias difíciles para los ciudadanos de Praga, pues
envalentonados los herejes con una importante victoria que había obtenido sobre
las armas imperiales, avanzando con rapidez sobre dicha ciudad, de la que
tardaron en apoderarse. Ya que en posesión ella, tuvo lugar el hallazgo de la
milagrosa imagen del Niño, y así que ésta fue colocada como queda dicho, en el
coro y los religiosos allí reunidos le suplicaron defendiera a su devota ciudad
y diera el triunfo a la causa católica, el enemigo, con administración de todos
levantó el sitio. Juntamente con este milagro hizo el de socorrer
abundantemente a los Carmelitas para que, sin ser molestos a nadie, pudiesen en
adelante vivir con relativa holgura. Lo mismo de día que de noche, no sabían
los Carmelitas separarse de sus Niño adorado, rogándole y suplicándole por las
necesidades de la Iglesia y del imperio y la conversión de los herejes. Una de
las noches en que el V.P. Cirilo oraba con más fervor, el Niño Jesús dejó oír
su voz diciendo: Tened piedad de mí y yo la tendré de ustedes; devuélveme mis
manos que me rompieron los herejes, y yo os daré la paz. Cuanto más me honréis
más os favoreceré". A estos dos prodigios de socorres a la comunidad y
librar de sus enemigos a la ciudad, siguieron otros muchos, dándose con ellos
principio a una nueva era en el culto ferviente y devoto al Niño Milagroso de
Praga.
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