DÍA
DÉCIMO TERCERO
EL
MILAGROSO NIÑO JESÚS DE PRAGA, INFINITO E INCOMPRENSIBLE DE DIOS
Inmenso
es el Padre, inmenso es el Hijo, inmenso es el Espíritu Santo, inmenso,
infinito e incomprensible es Dios. Y, sin embargo, no son tres inmensos, sino
uno el inmenso, uno el infinito y uno el incomprensible. Ante esa dificultad de
conocer a Dios, San Dionisio Areopagita nos presenta dos modos de conocerle;
uno por vía de afirmación, o sea poniendo en Dios las perfecciones que vemos en
las criaturas, con manera muy más perfecta, y así decimos que es bueno, sabio,
poderoso y fuerte, y otro por vía de negación, para lo cual quitamos de Dios lo
limitado que vemos en las criaturas. y así decimos que Dios, no solamente es
hermoso con tantas cosas creadas lo son, sino que es la infinita hermosura que
no puede comprender los ángeles del cielo; decimos que Dios no es
resplandeciente como luz del sol que vemos, sino con otro inaccesible; decimos
que Dios no es grande con la grandeza cuantitativa que conviene a los cuerpos,
sino con la grandeza de la virtud que excede y sobrepuja a la de todos los
espíritus; decimos en fin, que Dios no es dulce ni sabroso como las músicas y
manjares pasajeros y corruptibles, sino con otra dulzura y con otro exquisito
sabor que sobrepuja y deja atrás todas las cosas espirituales. Oh, mi Niño
Jesús de Praga, eres la suma de todas las grandezas. Tú todo lo puedes y lo
logras, ya que eres Dios que ha demostrado al mundo tu sencillez al hacerte
Niño, haz que el mundo comprenda esa humildad y sencillez que demuestras con tu
encarnación y santa infancia, para que el mundo se enamore y te ame cada día
como tú lo amas sin límite.
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