DÍA
SEXTO
EL
MILAGROSO NIÑO JESÚS DE PRAGA UN PUEBLO SIN PIEDAD CRISTIANA
Se
nota de ordinario en muchos pueblos que el estar y vivir separados de
Jesucristo, obedece más que a falta de fe, a falta de piedad. Sí; no es fe la
que de ordinario es falta, por mortecina y apagada que ella esté, pues vemos
que de buena gana toman parte en las extraordinarias manifestaciones de sus
milagrosas y tradicionales imágenes; vemos que bautizan a sus hijos, que se
celebran casamientos por la Iglesia; llaman al sacerdote para sus enfermos,
siquiera sea unos minutos antes de expirar estos, y no privan a sus muertos de
que el entierro esté presidido por el párroco y la cruz. Lo que falta a estos
pueblos es piedad cristiana sólida. Urge, pues Niño Jesús de Praga, que tu
culto amable presencia y tu provechoso culto reanime y vivifique la piedad
cristiana de tantos pueblos y ciudades; esa piedad que para todo es útil como
dice San Pablo; esa piedad que lejos de considerar a Dios como un ser raro y
desconocido, a la manera que hacen muchos, le considera, por el contrario, como
a Padre, y Padre amoroso, sabio y omnipotente, y como a tal le trata y
reverencia; esa piedad, que, como enseña Santa Teresa, encuentra y ve a Dios en
todo, hasta en las cosas más humildes y caseras, ayudándonos a trabajar, a
sufrir y amar a nuestros semejantes, ya que es de fe que está en todas partes,
y que ni la hoja del árbol se mueva sin su permiso. Haz que vuelva oh Divino y
Milagroso Niño todo este pueblo a Ti, comenzando por los pequeñuelos y todas
las personas que forman tu Archicofradía, a fin de que todas las personas te
estén sometidas, obendientes y rendidas, para que derrames abundantes bendiciones
sobre ellas.
VUELVEN
LOS CARMELITAS A PRAGA
Las
batallas de los católicos contra los herejes, tan pronto las ganaban, tan
pronto las perdían. Por fin, el Emperador de Austria, Fernando II, consiguió,
con la poderosa ayuda del Duque de Friedland, ahorrojar de Praga, a todos los
sajones, y se firmó la paz el 15 de julio de 1635. Los Carmelitas, cuyo
noviciado había sido trasladado a Munich, volvieron a su amado convento
pragense. ¡Qué pena cuando, al llegar, se encontraron sin la imagen de su Niño
adorado! Aquella lámpara encendida siempre delante de Él, aquel silencioso y recogido
oratorio donde tantos consuelos había siempre encontrado su alma; aquel Niño
con el globo del mundo en la mano y con los delitos levantados para bendecir, y
que tantos alientos infundía con su vista..., todo, todo, había desaparecido.
Sin el Milagroso Niño Jesús de Praga, sin su culto simpático y devoto, la
Comunidad arrastraba una vida de indigencia y en extremo penosa. No le era
fácil el sustraerse a los obligados efectos de la guerra; se encontraba
necesitada y pasaba hambre. Pero entre los hijos de Santa Teresa hay quien día
y noche clama por la presencia de Niño Jesús, y le dice tiernamente, con San
Juan de la Cruz. "¿A dónde te escondiste, amado, Y me dejaste con
gemido?" Y el Niño de los milagroso volverá pronto aparecer, para consuelo
de afligidos y remedio de necesitados, como así fue.
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