NOVENA
DE LA PRODIGIOSA IMAGEN DE NUESTRA SEÑORA DE PUIMELERO
VENERADA
EN LOS TÉRMINOS DE VALLERIAS
DIOCESIS
DE HUESCA
DISPUESTA
POR
EL R. P. Mtro. Fr. PEDRO GÓMEZ,
del Orden de Sto. Domingo.
ZARAGOZA
1846.
Imprenta
y librería de Cristóbal y J. M. Magallón.
ACTO
DE CONTRICION
Señor
mío Jesucristo, padre de misericordia, y Dios de todo consuelo, a vuestros pies
me llego lleno de confusión, y de vergüenza, porque siendo Vos bondad infinita,
y digno de ser amado, y nunca ofendido, he pecado contra Vos muchas veces, y me
reconozco reo de muchas culpas, y digno solo del infierno; pero ya Señor,
reconocido con vuestra divina gracia, y llorando amargamente mis pecados, os
digo con todo mi corazón, que me pesa de haber pecado, pésame, Señor, de
haberos ofendido, quisiera haberme muerto, antes de haber cometido contra Vos
la primera ofensa: os propongo, Dios mío, el no ofenderos más; haced Señor, eficaces
estos mis propósitos, perdonadme mis culpas pasadas, como lo espero de vuestra
misericordia, y dadme gracia por los méritos de vuestra vida, pasión y muerte,
y por la poderosísima intercesión de vuestra madre, y madre de pecadores María
santísima, para enmendarme, y perseverar siempre constante en vuestro santo
servicio, en vuestra amistad y gracia hasta el fin de mi vida. Amen.
ORACION
PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS
Oh
Dios omnipotente, y amador de los hombres, que para su salud, y remedio no os
contentasteis con haberles dado a vuestro unigénito Hijo, vestido de carne
humana, para que en ella satisficiera plenamente à vuestra divina justicia por
todos los pecados del mundo, sino que a más les disteis a la más santa, y pura
criatura, que jamás ha habido, ni habrá, a la bendita entre todas las mujeres,
enriquecida de todos los dones del Cielo, para que siendo digna Madre de
vuestro unigénito Hijo, lo fuera también de los pecadores: atended piadoso a mis
súplicas nacidas del fondo de mi grande miseria. Ah, Señor, que por eso mismo
que vuestra Madre es tan buena, y yo tan malo, me reconozco indigno de su
protección: mi propia iniquidad me quita el aliento, y no me deja comparecer en
su presencia, para manifestarle las necesidades que padezco, y los deseos de mi
corazón, mi fe está casi muerta, mi esperanza vacilante, y medio apagada mi
caridad.: mi alma se halla enferma, y denegrida con la multitud de mis culpas
no soy digno de sus piedades y ni aun de que vuelva hacia mi sus purísimos
ojos, y sin el amparo y protección de tan buena y poderosa Madre, ya veis,
Señor, que soy perdido. Apelo pues a vuestra clemencia, a vuestra piedad me
acojo, suplicándoos humildemente, que sin atender, ni observar mis iniquidades
sino solo a vuestras misericordias, avivando mi fe, fortaleciendo mi esperanza,
encendiendo mi caridad, y limpiando mi alma de sus culpas, me hagais digno de
presentarme en la presencia de vuestra santísima Madre, me deis ánimo para
descubrirle las llagas de mi corazón, avaloréis con vuestra gracia mis
súplicas, y me hagais capaz de conseguir de las entrañas de su misericordia el
remedio de mis males, y lo que necesito y pretendo alcanzar por medio de esta
santa novena, todo a honra, y gloria vuestra, y de vuestra santísima Madre,
provecho de los pecadores, y bien de mi alma. Amen.
DIA
PRIMERO
ORACIÓN
Oh
gloriosa Virgen María, y poderosísima Madre de Dios, que en la persona del
discípulo amado tomasteis por hijos a todos los mortales, y que en todos
tiempos, y en todas sus necesidades habéis usado con ellos los oficios de
tierna, y amorosa Madre, socorriéndolos en sus trabajos, consolándolos en sus
aflicciones, amparándolos en sus desgracias, y alcanzándoles gracias para que
conociendo, y odiando sus pecados, volviesen al verdadero camino, y
consiguiesen la inestimable dignidad de hijos de Dios; atended piadosa a los
ruegos y súplicas de este pecador, que agobiado de males y cargado de pecados
implora humildemente tu amparo, y poderosa protección, con la que seguramente
quedará libre de sus males. Es verdad, Señora, que yo no merezco tanto bien
pues os he ofendido muchas veces, habiendo ofendido a vuestro santísimo Hijo; y
que dejándome arrastrar de mis pasiones, he estado muy lejos de portarme como
hijo vuestro; pero también es cierto, que Vos no me habéis abandonado, ni
perdido para conmigo la ternura, y amor de Madre, por eso mismo que soy pecador
necesito más que ninguno de vuestro amparo, y pues os gloriáis de ser Madre de
pecadores, haced que yo me pueda gloriar, de que habéis usado conmigo de las
ternuras de amorosa Madre, alcanzándome gracia para llorar mis pecados,
socorriéndome en la necesidad que padezco, consolándome en la aflicción en que
me hallo, dándome en fin vuestra protección, y amparo; pues esto solo es
bastante para que libre de todas las penalidades de esta vida, viva siempre
seguro en la gracia y amistad de Dios, y cubierto con vuestro manto, pase a
verlo, y gozarlo por eternidades en la gloria. Amen.
-Se
rezan en seguida tres Padre nuestros, tres Ave Marías; y un Gloria Patri: luego
se pedirá brevemente aquel favor, o gracia, que pretende alcanzar por medio de
esta novena y despues se dirá todos los dias la siguiente:
SALUTACION
Dios
te salve, Hija del Eterno Padre, la más santa, y privilegiada de todas las
criaturas. Dios te salve, Madre del Eterno Hijo, la bendita entre todas las
mujeres. Dios te salve Esposa del Espíritu Santo, la tesorera de todas las
gracias. ¡Oh María! tu eres la alegría del Cielo, la Reina de los Ángeles, la
admiración de las más altas inteligencias, y el júbilo de toda la Corte
celestial. Tu eres la gloria de la Iglesia, la maestra de los Apóstoles, la
conductora de los Mártires, la directora de los Confesores, la custodia y
guarda de las Vírgenes, y la vida, y dulzura de todas las almas santas. Tu eres
la redentora del mundo; á ti deben los justos su santidad, los verdaderos
penitentes su perdón, los pecadores su aliento, y confianza, y su alivio, Ꭹ consuelo los desamparados. ¡O Madre
de misericordia! ¿qué fuera de mí, si no hubieras interpuesto tu poderosa
mediación a mi favor? Yo he ofendido mucho a tu santísimo Hijo, con mis muchas
culpas, he irritado su ira y he armado contra mí su diestra, mi habitación
fueran ya las tinieblas, y mi lugar el infierno, si tú, misericordiosa, no hubieras
tomado á tu cargo mi defensa, hablando por mis cosas buenas; tus súplicas han
borrado la sentencia de condenación, que yo justamente merecía; y como si mis
ingratitudes hubiesen sido otros tantos beneficios, ¡o Madre Clementísima! tú
me las has pagado con muchos, y singulares favores. Quisiera tener la pureza de
los Ángeles y la caridad y amor de los Serafines, para poder recompensar de algún
modo tan singulares finezas. Espero, o Madre de misericordia, que, echando el
sello a tu amor, seguirás en derramar sobre mi tu piedad, concediéndome la
gracia que te pido, y suplico en esta santa novena. Yo te venero, adoro, y alabo
con todo mi corazón, y del mejor modo que puedo, y te veneraré adoraré, y
alabaré todos los días de mi vida, hasta que consiguiendo con tu favor una
muerte preciosa, pase a alabarte con los Ángeles por eternidades en la gloria.
Amen.
DIA
SEGUNDO
ORACIÓN
Oh
gloriosa Virgen María, columna firmísima de la fe, con la que adornado, y
fortalecido tu corazón fuiste hecha digno lecho del mejor Salomón Jesús,
obrando en ti el Altísimo los grandes misterios que te había revelado el Ángel,
porque creíste; postrado a tus pies te suplico con la mayor confianza me
alcances del Señor, que de tal manera se arraigue en mi corazón este precioso
don, que tanto te ennobleció, y que yo recibí sin merecerlo en el santo
bautismo, que mi fe llena de obras buenas me haga digno templo del Altísimo, y
que con tanta firmeza crea los grandes misterios de nuestra santa religión, que
las fuerzas todas del infierno no sean capaces de desviarme un solo punto de mi
creencia. Ya ves, Señora, que vivo en un mundo lleno de errores y de
obscuridades: los enemigos de la religión son poderosísimos: el Ángel de
tinieblas está ahora más que nunca empeñado en esparcir las más malas doctrinas
me hallo yo con pocas luces: mi fe está muy débil; yo mismo la he amortiguado
con mis muchos pecados, y estoy en inminente peligro de caer en un precipicio,
si tú, o Madre amorosa, no me sostienes con tu poderosa mano. Tu fortaleciste
la fe de los Apóstoles, con la que disiparon las tinieblas y errores del mundo
tu diste la constancia a los Mártires, con la que antes quisieron perder su
vida, que la fe; y espero de tu misericordia que asimismo darás tal firmeza, y
constancia a la mía, que superando todas las asechanzas de los enemigos,
permaneceré fijo en la creencia de los misterios de la santa religión, hasta el
último momento de mi vida, y hasta que con tu amparo y ayuda pase a verlos
claramente en tu compañía en la gloria. Amen.
DIA
TERCERO
ORACIÓN
Oh
poderosísima Virgen María, Madre de Dios, y Madre de la santa esperanza con la
que trajiste del cielo a la tierra al suspirado de los Patriarcas, al prometido
de los Profetas, al deseado de las gentes, y al que había de ser la gloria de
Israel, y la redención de todo el linaje humano, y por la que finalmente
ensalzada sobre los Serafines fuiste coronada Reina de todo lo criado, y
abrazada con tu amado, que fué el objeto de tu heroica esperanza, la que tengo
yo en tu bondad me mueve a suplicarte humildemente me consigas del Señor que de
tal suerte posea esta preciosa virtud mi alma, que alcanzando con ella los
frutos de la redención consiga asimismo la gracia para llorar mis pecados, y
fuerzas para ejercitar todas las virtudes, para que no se frustre mi esperanza
y por fin consiga la vida eterna. Esto es lo que he esperado, y espero, Señora;
¡pero ah! que mis obras no corresponden a mi esperanza: he ofendido mucho a mi
Dios: la nube de mis pecados no me deja mirar con esperanza el cielo mis culpas
han cerrado las puertas de la patria celestial por quien suspiro, y solo me
queda el arbitrio de esperar en tu misericordia, pues eres la única esperanza
de los pecadores: Esto me alienta, y me hace confiar. A ti clamaron los
pecadores, y fueron hechos salvos, en ti esperaron, y no fueron confundidos.
Por eso que soy pecador espero, que. valiéndote de todo tu poder, de tal manera
ordenes en mí la esperanza, que acompañada de la practica constante de buenas
obras, consiga por fin su objeto, que es el poseer y gozar de Dios en tu compañía,
por eternidades en la gloria. Amen.
DIA
CUARTO
ORACIÓN
benignísima
Virgen María Madre de Dios, y madre del amor hermoso, que conociendo desde el
principio de tu ser, más que otra pura criatura la inmensidad de la bondad
divina, viviste siempre desasida de todo lo terreno y enamorada de tu Dios,
llegando á tanto el incendio de tu amor, que consumiendo dulcemente tu vida
mortal, te enlazó con el vínculo más estrecho entre los brazos de tu amado; á
tus plantas me llego con más confianza que nunca, suplicándote humildemente
tengas la bondad de comunicarme una centella sola de este divino fuego, que
ciertamente será bastante, para conocer la bondad del sumo bien, para consumir
en mi corazón el demasiado apego que tiene á las criaturas, y para inflamarlo
en solo el amor de Dios, en el que está toda mi dicha, y felicidad. Conoces muy
bien Señora, hasta donde llega el fondo de mi miseria. Ay de mí que el
desarreglado amor de las criaturas me arrastra: mi corazón engolosinado de los
aparentes bienes de la tierra solo en ellos halla su gusto y complacencia y al
paso que es de blanda cera para amar lo que le perjudica, es de duro pedernal
para el amor de aquel que es todo su bien. Pero espero en ti, o Madre amada,
que desde el alto trono de gloria al que el amor te elevó, compadecida de mi
infelicidad, quitándome este corazón de piedra, y criando en mi otro corazón
nuevo, de tal modo lo encenderás en el amor de Dios, que, desasido de todo lo
terreno, solo desee, solo suspire, y solo ame al Sumo bien, hasta que
finalmente con tu ayuda entre en el gozo de mi Señor, consiguiendo la gloria.
Amen.
DIA
QUINTO
ORACIÓN
Oh
gloriosa Virgen María, Reina de los Ángeles, y Madre la más amante de los
hombres, que por su salud te ofreciste generosamente, ser víctima del dolor,
desprendiéndote de la prenda que amabas sobre tú corazón, entregando a la cruz,
y a la muerte a tu unigénito Hijo, para que no les faltase a los pecadores una
copiosa redención, ni sangre de un Dios derramada, para lavar todos sus
pecados; á estas tus entrañas tan llenas de misericordia me llego, suplicándote
con todo el afecto de mi corazón, que me hagas participante de un amor tan
grande á mis prójimos, que me obligue á sufrir con paciencia sus molestias, á
perdonar con generosidad sus injurias, y á procurarles bizarramente todo su bien,
socorriéndoles en sus necesidades, consolándoles en sus aflicciones y
ayudándoles según mis fuerzas, á que logren los frutos de la redención y la
salvación de sus almas. Ya ves, Señora, y Madre mía, la grande repugnancia que
hay en mi corazón para hacer este justo y debido sacrificio; soy muy sensible á
las ofensas de mis hermanos: siento en mi una perversa inclinación á vengar las
injurias, y no hallo camino para aliviarlos en sus trabajos, y me hallo muy
distante de amarlos como á mí mismo pero espero en tí Madre amorosa que movida
del grande amor que me tienes, y de los ruegos de esta vil, y perversa
criatura, me alcanzarás gracia, y fuerzas para que venciendo esta mi mala
inclinación, cumpla exactamente este divino mandamiento, para que con tu
asistencia logre el premio de la caridad, es la posesión eterna del Reino de la
gloria. Amen.
DIA
SEXTO
ORACIÓN
Oh
gloriosa Virgen María, ejemplo perfectísimo de humildad, que siendo la criatura
más privilegiada que ha habido, ni habrá jamás, y elevada por el brazo del
Omnipotente, la augusta dignidad de Madre de Dios, te confesaste humilde
esclava del Señor; lleno de confusión me postro a tus pies, rogándote me
alcances de tu santísimo Hijo este preciosísimo don, del que tengo tanta
necesidad, pues no puedo menos de confesar, que soy una criatura llena de
vanidad, y de soberbia, y que no habiendo en mi más que motivos para
humillarme, mi corazón no respira más que relación y orgullo. Pero hazte cargo,
benignísima Madre, que sin culpa mía soy hijo del soberbio Adán, y que no puedo
menos de llevar sobre mí su iniquidad. Es cierto que yo con mi malicia he
aumentado mi soberbia, ya lo conozco, y confieso, y por eso mismo acudo á tí
benignísima Madre, para que valiéndote de tu grande poder me consigas la gracia
de que conociendo mis culpas, y confesándome esclavo vil del pecado, de tal
manera las llore, que desnudando del viejo Adán me revista de la humildad de
Jesucristo, é imitando sus ejemplos merezca ser elevado á la dignidad de hijo
de Dios, y por fin á conseguir el premio de los humildes, que es verlo y
gozarlo por eternidades en la gloria. Amen.
DIA
SÉPTIMO
ORACIÓN
O
gloriosa Virgen María dechado de paciencia, y verdaderamente. Reina de los
Mártires, no solo por haber sufrido dolores más penetrantes, y acerbos, sino
mucho más por haberlos aventajado en la paciencia, y conformidad en sufrirlos,
no habiendo sido capaces los cuchillos más agudos de contrastar en lo más
mínimo tu siempre invicta y constante paciencia; á las puertas de tu compasivo
corazón acude este hijo de ira, suplicándote me alcances del Señor tan grande
caudal de paciencia, que sea capaz de hacerme sufrir sin disgusto, sin queja,
antes bien con complacencia y alegría, no solo los trabajos, y adversidades
inseparables de esta vida mortal, sino también cuantos pesadumbres, molestias,
y penas cargue contra mí la malicia de mis enemigos, ó la justa mano de Dios,
en castigo de mis pecados, de modo que ni las cruces más pesadas, ni las
privaciones más dolorosas, sean capaces de alterar un solo punto mi paciencia.
Ya ves, Señora, lo defectuoso que soy en esto; el amor propio me domina, y
siendo hijo de ira de tal manera me dejo llevar de esta pasión, que á cualquier
accidente adverso á mi apetito, mi espíritu se altera, y mi corazón pierde la
paz, la cual perdida, soy perdido: pero espero en las entrañas de tu
misericordia, que tú que oyes á los que con fe viva claman á ti, atenderás á
mis ruegos, y que me concederás la gracia, para que venciéndome á mí mismo, y
conociendo el mérito de los trabajos, y penalidades de esta vida, los tolere y
los sufra con tanta resignación y paciencia, que merezca los gozos de la bienaventuranza
eterna. Amen.
DIA
OCTAVO
ORACIÓN
O
benignísima Virgen María, consuelo de los afligidos, y seguro refugio de los pecadores,
iris de paz, á cuya vista el Juez supremo contiene sus iras Madre de Dios, a
cuyo imperio ciertamente suspende sus castigos, por más merecidos que sean por
nuestros pecados; postrados todos á tus pies, y yo el más indigno en nombre de
todos, te pido, te suplico, te ruego, que compadecida de nuestros males,
interpongas tus poderosas, y eficaces súplicas ante el supremo Juez, para que
deponga su enojo, y suspenda el castigo bien merecido por nuestras culpas, no
atendiendo a nuestras iniquidades, sino solo a las entrañas de su misericordia,
y a los ruegos de su Madre. Bien conocemos, o Madre piadosa, bien conocemos,
que cuando el Señor nos aflige, aun no padecemos según nuestro mérito, y
estamos bien persuadidos, que ni las guerras, hambres pestes, sequías,
granizos, heladas, ni todas estas calamidades juntas son suficientes para
castigar la multitud, y gravedad de nuestras ofensas, y que nuestra
incorregibilidad nos hace indignos de la divina misericordia; pero ha, Madre
toda clemencia! por eso mismo que nosotros nada merecemos, acudimos a ti, que
lo mereces todo, esperando confiadamente nos alcances, lo primero el perdón de
nuestras culpas, y lo segundo la suspensión de los males que por ellas
justamente padecemos, para que la consecución de estos bienes temporales, nos
hagan suspirar, y por fin conseguir los eternos. Amen.
DIA
NONO Y ULTIMO
ORACIÓN
O
gloriosísima Virgen María, poderosísima abogada, y Madre de los pecadores, que
en cuanto está de tu parte no quieres que ninguno se pierda, sino que todos
consigan el fin, para que el unigénito Hijo de Dios se encarnó en tus purísimas
entrañas, derramó hasta la última gota de su sangre, y padeció muerte de cruz,
y para el que tu misma cooperaste sufriendo en tu alma lo que tu santísimo Hijo
en el cuerpo; por estos tus dolores, y por la pasión, y muerte de tu santísimo
Hijo te suplicamos, que no contenta con habernos alcanzado del Señor el rico
tesoro de virtudes, de que tanto necesitamos; y que con tantas instancias te
hemos pedido, se extienda también tu poderosa intercesión á conseguirnos el
precioso y necesario don de la perseverancia final en el ejercicio y práctica
de todas ellas, sin el que sería inevitable nuestra perdición. ¿Para qué, o
Virgen santa, nos aprovecharía, ni la fe más viva, ni la esperanza más firme,
ni la más encendida caridad? Para qué la humildad más profunda, la más heroica
paciencia, con toda la prosperidad en los bienes temporales, si al fin nos
faltará la gracia de Dios, y la perseverancia en el bien obrar, ¿sino para
mayor condenación? No, no es creíble, Madre amorosa, ni lo podemos esperar de
tu clemencia, que por fin nos desampares ni permitas que perezcamos. Las obras
de Dios son perfectas, y también lo han de ser las de su santísima Madre, y
supuesto que sin nosotros merecerlo, nos habéis dispensado siempre, y
especialmente en esta Novena, tantos favores y beneficios, esperamos que por
último concederás este que es el complemento y la perfección de todos, para que
perseverando en la gracia de Dios, y en la práctica de las virtudes hasta el
último aliento de nuestra vida, victoriosos del mundo, del demonio y de la
carne, pasemos a gozar del mismo Dios, en tu compañía por eternidades en el
Cielo. Amen.
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